Hay que extender la
sensación de dominancia eliminando sin escrúpulos a todo aquel que no piense
como nosotros.
(General Mola citado por Hugh Thomas)
Supongo que casi todos mis fieles lectores os habréis enterado del
reciente revuelo mediático que se ha montado en torno a Fernando Suárez, rector
de la Universidad pública Rey Juan Carlos de
Madrid. Todo empezó cuando hace unas semanas salió a la luz pública que él, máxima
autoridad de dicha institución académica, había cometido plagio en varios textos presentados como propios. La cuestión es que a raíz del mencionado escándalo se ha ido
descubriendo, mediante sucesivas revelaciones, que en realidad casi todo el
currículum de ese individuo había sido construido mediante trampas semejantes.
La última vez que consulté noticias al respecto ya eran más de diez las
publicaciones firmadas por él en las que había recurrido a la copia de trabajos pertenecientes a otras personas.
La nación es una sociedad unida por ilusiones sobre sus
ancestros y el odio común a sus vecinos.
William Ralph Inge
Hoy voy a permitirme una pequeña digresión y con ello posponer nuevamente por
tiempo indefinido la prometida segunda parte del artículo que subí hace poco sobre el colapso de las últimas grandes civilizaciones precolombinas a manos de tropas hispanas durante el s. XVI.
El caso es que en relación con dicha entrada me llegó por correo una
recomendación concreta muy interesante sugiriéndome usar algunos cuadros de
Augusto Ferrer Dalmau para ilustrar con más imágenes el texto que colgué en mi
blog. No sé si conocéis a dicho pintor español, muy en boga en ciertos círculos
en la actualidad, gran amigo de Arturo Pérez Reverte y especialista en pintura
de tipo historicista y más en concreto de tinte “militarista”. Aunque supongo
que una búsqueda en Google despejará vuestras dudas.
- A diferencia del señor Medici yo no
pretendo entender el arte… o la mente de un escultor sodomita como Donatello.
¿Es verdad que tenía la intención de representar Florencia con su David?.
- Sí. El joven que venció a Goliat podría ser
asimilable al triunfo de nuestra República.
- Pero, ¿dónde dice la Biblia que Goliat fue
vencido por un chico desnudo que parece una chica?.
“Medici, masters of Florence”, episodio octavo de la primera temporada.
A comienzos del mes pasado ocurrió algo interesante y no quiero dejar correr
más el tiempo sin contarlo.
Todo el que alguna vez haya estudiado un poco de Historia del Arte
occidental conoce a Giorgio Vasari (1511-1574) autor de uno de los libros más
destacados a ese respecto:Le
Vite de' più eccellenti pittori, scultori, e architettori da Cimabue insino a'
tempi nostri, una especie de “quien es quien” en el
mundillo del arte italiano de la época publicado en torno a 1550 y que desde
entonces se ha convertido en una fuente de información fundamental para conocer
algunas interioridades del Renacimiento italiano.
Tal es su influencia (de
hecho durante mucho tiempo los artistas no citados por Vasari es como si no
hubiesen existido) que dicha obra también ha sido asimismo la base de docenas de
mitos, errores, anécdotas poco fiables atribuidas a diversos artistas y en
general de una interpretación tendenciosa del Renacimiento con la ciudad de
Florencia como centro, visión que tal vez ha pecado de minusvalorar otros grandes centros artísticos del período, como por ejemplo Venecia, debido a que por
entonces la Serenísima no se encontraba en buenos términos con la urbe Toscana,
o con Roma, las dos ciudades favoritas de Vasari y en las que desarrolló la
mayor parte de su carrera y su vida. Pero sin duda también a través de esos errores y defectos se puede reconocer la influencia monstruosa que el libro de Vasari ha tenido durante siglos en cientos de bibliófilos y autores especializados.
Sin embargo Vasari no se
limitó a escribir, fue también un respetado arquitecto y un pintor cuanto menos
competente que, como muchos otros en su época, pintó escenas típicas de los
Evangelios, muy en especial una en concreto: La última cena. Su versión, originalmente creada por petición de un
convento benedictino, vio la luz en 1546 y, si bien es mucho menos famosa que
la realizada por Leonardo da Vinci medio siglo antes, era considerada en
Florencia como una obra cuanto menos relevante.
No somos responsables de la
historia, pero sí de cómo la recordamos.
Noel E. Wellis
Vi, debe de haber tres días,
en las gradas de San Pedro,
una tenebrosa boda,
porque era toda de negros. (…)
Él se llamaba Tomé,
y ella Francisca del Puerto,
ella esclava y él esclavo,
que quiere hincársele en medio. “Boda
de negros”, Quevedo
Como todos
los años el pasado día 12 de Octubre se celebró en España la fiesta nacional.
Fiesta que además de sus matices militares sirve para conmemorar el
descubrimiento de América. Por ello, también como todos los años, se reprodujo
en torno a dicha celebración un debate bastante absurdo y cíclico en cuyo
trasfondo no voy a entrar. Pero lo que sí voy a hacer a continuación es dedicar
un par de entradas de este blog a plantear algunas cuestiones no demasiado
conocidas sobre la conquista de América y en concreto sobre la visión que se
tiene de los hombres que la llevaron a cabo: los conquistadores.
De hecho acerca de ese
tipo de personajes, al igual que ocurre respecto al proceso general de
descubrimiento y conquista del continente americano, existen esencialmente dos visiones, una positiva y otra negativa.
Da a la gente concursos en los que se gane recordando los títulos de
canciones populares, o nombres de las capitales de los Estados, o la cantidad
de maíz producido en Iowa el año pasado. Satúralos con datos, cálzalos con
hechos hasta que se sientan llenos pero brillantes. Entonces creerán que están
pensando, adquirirán la sensación de estar en marcha sin moverse. Y se sentirán
contentos porque los datos de ese tipo no cambian. No les des ninguna materia
resbaladiza como la filosofía o la sociología mediante la que relacionar los
hechos sueltos entre sí, ese camino lleva a la melancolía.
Ray Bradbury, “Fahrenheit 451”
Hace años en una entrevista Roman Polanski contó una divertida y esclarecedora anécdota sobre Jack Nicholson. Al parecer mientras Polanski intentaba contratarlo para protagonizar una de sus películas el actor no dejaba de aumentar sus exigencias cada vez que la firma del contrato parecía cercana, así que un día, harto del tira y afloja, Polanski decidió entrevistarse personalmente con Jack Nicholson para poner las cartas sobre la mesa. Una vez cara a cara el director polaco se sinceró y le dijo a Nicholson que realmente deseaba contar con él para el proyecto, que los productores estaban de acuerdo y le pagarían prácticamente lo que quisiera, que simplemente dijese una cifra concreta para cerrar el trato de una vez, ante lo cual Jack Nicholson se quedó callado unos segundos y luego contestó de forma lapidaria: "Quiero más".
- Veréis niños debéis daros cuenta de que todos los
trabajos son horribles y no hay nada que podáis hacer al respecto. Son tediosos
y aburridos.
- ¡Ser bombero no es aburrido¡
- Cierto, pero debéis tomar en consideración el
alto índice de mortalidad. Es muy fácil morirse en medio de un incendio.
Bryan
Cranston en “Malcolm in the middle”
Puedo decir que algunos propietarios de minas
integradas en HUNOSA me han dicho, más o menos confidencialmente, que si
hubiesen sabido el precio que el Estado les iba a pagar hubiesen comprado
antes muchas otras minas.
Carlos Ferrer
Salat, por entonces presidente de la CEOE, en “Actualidad Económica”, 16 de Mayo de 1970, p. 16.
A lo largo de
la trayectoria de este blog he intentado explicaros que la Historia, como campo
de conocimiento, no consiste en la memorización de fechas o en una sucesión de anécdotas
y batallas sino que es una forma de analizar procesos de cambio. Y que por ello el pasado no es,
no debe ser, un fin en sí mismo, sino un simple medio para llegar a conocer
mejor nuestro presente y debatir sobre él.
El
cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente
ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico.
José
Antonio Bardem en 1955
En la última entrada del blog os hablé de la influencia de la pintura
histórica en el cine. De cómo en ocasiones determinados decorados, caracterizaciones,
vestuarios… de películas de género histórico se inspiran o proceden
directamente de unas pautas, unos clichés y en suma una iconografía salida del
mundo de la pintura del pasado y/o sobre el pasado. Ahora bien, entonces apenas realicé una primera aproximación a un tema que
es de una amplitud inabarcable ya que además ese tipo de relaciones no se dan
únicamente entre los campos expuestos sino que otras formas de expresión como
el cómic contemporáneo también deben muchísimo a la pintura de época.
- Maese
Holbein, cuando pintó a mi padre lo retrató viejo, asqueroso y enfermo. No
parecía en absoluto un rey de Inglaterra, más bien un pobre miserable, un
hombre débil, simple y moribundo. ¡Y ahora hace lo mismo conmigo!
-
Majestad, yo...
-
¡Señor Holbein¡, ¡este retrato es una mentira!, ¡repítalo!
"The Tudors", décimo episodio de la cuarta temporada.
En diversas entradas de este blog me he referido a la
existencia de una conexión entre el cine, la televisión y la pintura de tinte
historicista, sobre todo la del s. XIX. ¿Por qué la pintura del s. XIX en
concreto?. Bien, existen diversas razones, digamos que llegados a esa centuria el
conocimiento de la historia occidental ya empezaba a ser relevante, a
diferencia de lo que ocurría en siglos pasados durante los cuales los pintores
tenían serias dificultades para documentarse sobre armamento o arquitectura
de otras épocas. Eso permitió la irrupción durante el s. XIX de diversos pintores que no solo eran excelentes artistas sino
también auténticos eruditos especializados en historia o arqueología, caso de Alma-Tadema. Por entonces además la técnica pictórica había alcanzado su culmen
en lo tocante a la representación naturalista de paisajes y personajes. Y por último aquel tiempo coincidió con la eclosión del romanticismo y el nacionalismo, lo cual
impulsó con gran fuerza la producción de cuadros que sirviesen
para ilustrar escenas capitales de la historia "nacional”. El resultado de todo
ello fue que ese siglo vio alumbrar movimientos como el Purismo italiano o los Nazarenos
alemanes, todos ellos obsesionados con el pasado.
Es así como una serie de pintores decimonónicos, sobre
todo ingleses y franceses, pero también alemanes, españoles, italianos, rusos o
estadounidenses, hoy en día muy poco recordados en su mayoría, dieron vida a múltiples clichés y visiones del pasado que más adelante fueron recogidas y
recicladas subrepticiamente por el mundo del cine en el s. XX (debido a que en el siglo pasado la pintura dejó de interesarse por la temática
histórica lo que convirtió a la abundante pintura historicista del s. XIX en el
último y casi único referente posible del que tomar ideas por parte de los encargados del atrezzo en los rodajes).
Una gran civilización no es conquistada desde
fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro.
Con
esa cita comienza Apocalypto, la
espectacular cinta producida de Mel Gibson ambientada en un
imposible mundo maya todavía en decadencia a inicios del s. XVI. La frase en cuestión es obra de un historiador
estadounidense llamado Will Durant (autor de una conocida pero ya muy vieja Historia Universal
por uno de cuyos volúmenes recibió el Pulitzer) quien la puso por escrito refiriéndose a los romanos y no los mayas. Es más, dicho enunciado ni siquiera es original ya que de cara a formularlo Durant se limitó a versionar una famosa afirmación realizada previamente por el historiador y filósofo
británico Arnold J. Toynbee: "Las grandes civilizaciones mueren por
suicidio, no por asesinato". Y sin embargo, pese a todas las salvedades que
acabo de hacer, el caso es que dicha reflexión en cierta forma se ajusta perfectamente a lo que vamos a ver hoy acerca del mundo maya.
Hace más de dos años, en los primeros tiempos de este blog, dediqué al mundo maya una extensa entrada. Sin embargo dicha aproximación quedó incompleta ya que el potencial de la temática convertía aquel solitario texto, pese a su complejidad, en poco menos que una introducción al tema. Por eso prometí entonces volver a revisitar y ampliar la cuestión en un futuro. Pues bien, ese momento ha llegado.
La técnica para hacer fotografías fue
descubierta a mediados en los años veinte del s. XIX, aunque las primeras
cámaras no empezaron a salir al mercado con cuentagotas hasta casi veinte años
más tarde. Además por entonces resultaban todavía muy rudimentarias ya que solo
podían tomar imágenes en blanco y negro de baja calidad.
Sin embargo el nuevo invento progresó
rápido y ya desde los años sesenta de ese mismo siglo se implementaron los
primeros sistemas para obtener imágenes en color. Aunque se trataba de
mecanismos muy complejos, lentos y caros, por lo cual la fotografía en color
propiamente dicha no se generalizó comercialmente hasta un siglo después. Antes de eso solo a partir de comienzos del s. XX se empezaron a disponer
sistemas relativamente fiables para tomar imágenes en color de buena calidad, pero tales sistemas obtuvieron muy escasa difusión debido a su elevado
precio, alta complejidad y a los sofisticados cuidados requeridos tanto por las
cámaras como de cara a revelar las imágenes. No obstante de todo esto ya os he ido hablando poco a poco a lo largo de las diversas entradas que he dedicado a
la fotografía durante esos años.
La cuestión es que el caso japonés
resulta particularmente interesante porque allí en esa confusa etapa que va de
1860 a 1900 aproximadamente se produjeron muchas fotografías de calidad y se
llegó a experimentar a gran escala con un sistema muy particular enfocado a
proporcionar color a tales imágenes.
Antes de entrar en
materia me gustaría enmarcar lo que voy a comentar dentro de un proceso más
amplio. En concreto la formación a finales del s. XIX de una imagen tópica de la cultura
japonesa, o al menos de una cierta estética derivada de ella que luego sería difundida de forma global mediante los
mecanismos de la cultura de masas contemporánea. Esto último a través de muy diversos
medios, desde el cine a la pintura, pasando por el cómic o los videojuegos.
En nuestra época la
imagen del turista japonés cámara de fotos en mano se ha convertido en un tópico.
Pero en realidad el arte de la fotografía en Japón tiene tras de sí una amplia
trayectoria.
Según Terry Bennett, Photography
in Japan, 1853-1912, la
introducción de la fotografía en ese país fue un proceso que se inició en 1848 (con
la llegada del primer Daguerrotipo a las islas en un barco procedente de Holanda) y que
culminó en 1857 con la primera fotografía tomada con éxito en suelo japonés, en concreto esta
imagen de al lado que muestra a Shimazu Nariakira un señor feudal del clan
Satsuma. Poco después, en paralelo a la progresiva apertura de Japón al exterior, numerosos fotógrafos extranjeros se establecieron
en el archipiélago convirtiendo así a Japón en una avanzadilla de la industria fotográfica en
Asia. Me refiero a gente como el suizo Pierre Rossier (1829-1890), quien realizó una corta pero fructífera estancia en Nagasaki
entre 1859 y 1860. Y sobre todo Felice Beato (1832-1909), gran amigo y fotógrafo favorito de este
blog. Felice llegó a Japón en 1863 tras haber recorrido el Norte de la India y
parte de China. En Japón se asentó en Yokohama y allí alcanzó su madurez como
artista fotográfico dirigiendo un estudio hasta 1877 aproximadamente. Luego, a partir de ese año, empezó a dejar
de lado su actividad como fotógrafo para dedicarse a diversos negocios hasta que finalmente abandonó el país en 1884. Vendió entonces gran parte de su
material y de sus negativos, los cuales acabaron en manos del italiano Adolfo Farsari (1841-1898), quien a su vez ejerció
de fotógrafo en el país nipón entre 1873 y 1890, asentado también en Yokohama. Además por esas fechas resultó asimismo digna de mención la labor del barón austriaco Raimund von Stillfried (1839-1911), el cual permaneció en Japón entre los años 1870 y 1885 aproximadamente.
El mundo ya no funciona como creéis, regido desde
fortalezas fronterizas, o incluso desde Whitehall. En realidad el mundo se
gobierna desde Amberes, desde Florencia, desde Lisboa. Desde donde sea que los
barcos mercantes parten hacia el Oeste. No desde los muros de los castillos,
sino desde las casas de cuentas, desde las plumas que escriben vuestros
pagarés.
(“Wolf Hall”, capítulo tercero)
En una entrada anterior había intentado
empezar a familiarizaros con el análisis de la ideología en los productos artísticos, un tema
que me parece interesante en la medida en que dentro de la Historia del arte como
disciplina se han impuesto tradicionalmente líneas de análisis tendentes a
valorar sobre todo cuestiones puramente técnicas, estéticas y de estilo, pese a
que durante la mayor parte de la historia humana el arte ha sido en esencia
un vehículo de propaganda al servicio de las élites. No es posible entender las
portadas de las catedrales góticas, los arcos de triunfo romanos, el Tapiz de Bayeux, las pirámides egipcias, los templos mayas, o las construcciones barrocas,
al margen de la función como vehículo para la transmisión de ideología que
ostentaba hasta hace algunas décadas la producción artística de todas las grandes
civilizaciones.
Los libros no se han escrito para que creamos lo que dicen sino para que
los analicemos.
("El
nombre de la rosa")
Mari Carmen, quince años, tres veces... ¡Pero si son pelos de coño!.
(José
Sazatornil en “La escopeta nacional”)
Uno de los campos más resbaladizos de
investigación por parte de las “ciencias” sociales ha sido siempre el referido
a la sexualidad humana y todo lo relativo a los condicionantes culturales que
envuelven el asunto. A ese respecto hoy sabemos que Freud falsificaba o
exageraba informes de sus pacientes para que se ajustasen a sus propios puntos
de vista y por ello no está muy claro si parte de sus “hallazgos” tenían más que ver con
la proyección sobre otros de sus propias obsesiones que con el
análisis objetivo de los traumas de los demás. Luego con el tiempo su hija, Anna Freud, se convirtió a su vez en una famosa eminencia en la disciplina abierta por su padre, lo que no le impidió caer en curiosas contradicciones "científicas": durante la mayor parte de su vida vivió de forma clandestina con la también psicóloga y educadora Dorothy Burlingham, pese a lo cual impartía conferencias sobre cómo "curar" la homosexualidad y se oponía a que integrantes de dicho colectivo pudiesen ejercer profesionalmente el psicoanálisis.
Por su parte el famoso Alfred Charles
Kinsey tuvo sexo con múltiples personas a las que luego entrevistaba en el marco de sus investigaciones, estimuló
a sus colaboradores a hacer lo mismo e incluso filmó algunas de esas sesiones. También se cree que alteró
datos procedentes de la entrevista a un pedófilo y en general tampoco está del todo claro si su proceder y sus conclusiones se debían más a sus propias necesidades
sexuales y sus opiniones personales que al registro objetivo de las prácticas de cama corrientes en su momento entre el ciudadano medio
estadounidense. A su vez los celebérrimos William H. Masters y Virginia E. Johnson, allá por los años 60 y 70 figuras emblemáticas del estudio de la dimensión sexual del ser humano al margen -supuestamente- de los prejuicios morales, resulta que en el fondo consideraban a los homosexuales como enfermos que podían y debían ser “curados”
(particularmente en el caso de Wiliam Masters).
En general todos ellos contribuyeron a
evolucionar la moral sexual occidental a lo largo del último siglo, pero a la
vez -bajo una fachada de rigurosidad "científica"- sus trabajos reflejaron sus propias obsesiones y puntos de vista subjetivos, aunque fuese camuflando lo anterior bajo una gruesa pátina de pretendida imparcialidad. A fin de cuentas es así como avanza el conocimiento humano: a trompicones, rara vez en línea recta. Debido a ello este tipo de problemas en torno a la "imparcialidad" de los "científicos" sociales respecto al análisis de cuestiones relativas a la vida íntima resultan plenamente identificables también dentro de la historia oculta de muchas disciplinas humanísticas.
Por ejemplo la antropología.
“No hay escrituras indescifrables, cualquier sistema de escritura creado por el hombre puede ser leído por el hombre”
Yuri Valentinovich Knorozov
Cuando se habla de desciframiento de escrituras antiguas a la mayor
parte de la gente le suelen venir a la cabeza la piedra de Rosetta y el
hallazgo de las claves acerca de la escritura jeroglífica por parte del francés Champollion. Sin
embargo la arqueología nos ha proporcionado otras muchas inscripciones
emblemáticas como el Decreto de Canopo, los pilares de Cippi (inscripciones en griego antiguo y fenicio púnico que sirvieron para descifrar este último idioma), las láminas de Pirgi (inscripciones en fenicio y etrusco que sirvieron a su vez para descifrar parcialmente el segundo) o la inscripción
de Azatiwada en Karatepe. Luego, a partir de ellas, diversos eruditos y
estudiosos del pasado nos han legado asimismo hermosas historias basadas en sus intentos por desentrañar misterios de tiempos remotos, como ya hemos visto en
otras entradas.
Una de esas historias, mi favorita de hecho, incluye los primeros
esfuerzos llevados a cabo con el fin de desentrañar las claves de la escritura cuneiforme. Hablamos de la forma de escritura más antigua
en aparecer y que por ello evolucionó en complejidad a lo largo del
tiempo adaptándose por el camino a diversas lenguas desde el sumerio al persa pasando por el acadio (de la misma forma que hoy en día con el alfabeto latino podemos leer y escribir idiomas diversos). Su longevidad (más de 3.000 años), así como el hecho de haber
sido empleada en diverso grado por muchos de los múltiples imperios que se
crearon a lo largo de la antigüedad en tierras de Oriente Medio, hacen que su
legado sea muy amplio. Por
ejemplo, solo entre los fondos del Museo Británico se conservan más de 100.000
tabletas escritas mediante cuneiforme (algunos ejemplos de las cuales podéis ver en las imágenes que acompañan este texto). Debido a ello resulta fácil entender lo importante que resultó en su día para lingüistas e historiadores el desvelar los misterios de tal sistema de escritura.
Hoy toca hilo de fotografía y voy a dedicarlo a colgar
algunas imágenes que nos ilustren cómo era el Sureste de Asia a finales del s.
XIX. Toda esa zona de Birmania, Thailandia, Laos, Camboya, Vietnam, Malasia y
ocasionalmente Indonesia. Área un tanto olvidada por el mayor interés que
suscitan sus poderosos vecinos (India, China y Japón) a cuya sombra los reinos
de la zona hubieron de tejer su propia historia hasta la irrupción de las potencias coloniales europeas.
Pase lo que
pase, mantente con vida. Iré a buscarte. Por mucho que me cueste, por muy lejos
que estés, te encontraré.
Daniel Day-Lewis en “El último
Mohicano”
Veréis, desde la perspectiva del historiador las fuentes con que contamos para
escudriñar el pasado son esencialmente de dos tipos: por un lado los datos que
nos proporciona la arqueología y por otro lo que nos cuentan los textos, cuando
los hay. No obstante en la medida que la arqueología nunca ha dejado de ser una
ciencia “auxiliar” los documentos escritos han sido siempre considerados como la fuente
fundamental de conocimiento para las épocas en que se dispone de ellos.
Debido a eso en
este blog he explicado alguno de los desafíos que uno se encuentra a la hora de
extraer información de textos redactados en épocas muy lejanas del tiempo, fundamentalmente
el problema de descifrar información escrita a través de lenguajes extintos que nos
son desconocidos. Aunque otro problema grave del que he hablado menos es el de la simple desaparición de
muchos de los documentos producidos por nuestros ancestros debido a su destrucción
durante guerras o incendios, o simplemente producto del paso de los siglos y todo
lo que eso conlleva.
- Los romanos construimos acueductos, puentes,
calzadas… por ellos viajan la ley y el orden.
- También la muerte, la guerra y la
esclavitud.
(Valerio y
Caleb confrontaban así sus opiniones acerca del Imperio romano en el episodio octavo de "Anno Domini")
Hoy vamos a conocer la obra de dos pintores
estadounidenses contemporáneos de estilo realista. Veremos cómo pese a trabajar
más o menos en la misma época en torno a temáticas parecidas sus obras respectivas
difieren completamente. En ese sentido la de hoy es otra más de las entradas que he
venido subiendo de vez en cuando donde comparo los puntos de vista de creadores distintos que sin embargo trabajan sobre el mismo tema. A la vez también aprovecharé para apuntar de pasada algunos detalles sobre otra cuestión que me interesa mucho: la influencia entre pintura
y cine (particularmente el estadounidense). Vamos con ello.
Durante cientos de años los
monjes han escrito lo que tomamos por nuestra historia. Creo que en cambio han
suprimido nuestra verdadera historia y escrito una que le es favorable a Roma.
Interesante reflexión salida de la boca del
personaje de Thomas Cromwell (Mark Rylance) durante el capítulo segundo de “Wolf
Hall”
El Monasterio de Santa Catalina está situado a los pies del Monte Sinaí en
el lugar donde ciertas tradiciones afirman que Moisés habló con Dios bajo la forma de una zarza que ardía sin consumirse (si bien no existe
ningún tipo de evidencia probatoria de que tal hecho sea algo más que una fantasía). Su fundación se remonta al primer tercio del s. VI, en la época del emperador bizantino Justiniano, aunque por entonces se tomó como punto de partida de las obras una pequeña capilla previamente existente y que había sido construida a su vez por iniciativa de la madre del emperador romano Constantino durante la primera mitad del s. IV. En la actualidad el lugar pertenece a la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa.
Es un lugar muy interesante por varias razones. En primer lugar porque
posee una de las mayores colecciones de códices medievales del orbe cristiano, solo superada por los fondos ubicados en el Vaticano. Asimismo en el
terreno del arte su colección de iconos antiguos no tiene parangón en todo el
mundo ortodoxo gracias a que, merced a su ubicación geográfica aislada, el
monasterio se libró de las destrucciones de obras que el movimiento iconoclasta llevó a
cabo durante los siglos VIII y IX.
Sin embargo hay una última peculiaridad que explica el esplendor que
dicho monasterio llegó a alcanzar en tiempos medievales y sobre todo el que
lograse sobrevivir en territorio musulmán hasta el presente sin haber sufrido daños relevantes ni saqueos.
El conocimiento hace sufrir y por tanto aquel que hace crecer su
conocimiento hace crecer también su sufrimiento.
(El nombre de
la rosa)
A mi última entrada le faltó algo, por así decirlo. Me
refiero a la cuestión de los sellos grabados y de los rastros de escritura (o
más bien de escrituras) hallados por Evans en el entorno de Cnosos, así como más
adelante también descubiertos por otros investigadores a lo largo de casi toda la isla de
Creta. Es una historia menos divulgada que la de los grandes yacimientos y sus "palacios" pero quizás igual o más informativa e interesante, no solo por lo
que implica para el conocimiento de las fases minoica y micénica de la historia
de Grecia, sino por lo increíble y fascinante que resulta por sí misma como
trabajo intelectual que dio sentido a la vida de varias personas excepcionales.