Los políticos hacen la política, pero alguien
más fuerte y más inteligente debe indicar a los políticos cual es la política
que conviene hacer. Esto es algo absolutamente necesario en nuestros días y que
como usted no ignora ocurre en todos los grandes países y en todos los países
que como el nuestro queremos que sean grandes.
Arturo Fernández en “El crack II”
En la actualidad no existe prácticamente ninguna limitación material a la cantidad de dinero que los Gobiernos pueden acuñar ya que abundan el papel o los metales necesarios para ello y en general se asume que el valor de las monedas y los billetes en circulación (o incluso el dinero electrónico en nuestras cuentas) no tiene por qué estar respaldado por nada tangible. Gracias a todo eso los Estados y grandes instituciones financieras del presente disponen de los medios técnicos y materiales para fabricar dinero casi a
voluntad. Ahora bien, llevar a cabo esto último no resultaría nada saludable para la economía, ya que crear dinero no significa crear riqueza. El dinero a fin de cuentas es solo un medio de pago, un utensilio para intercambiar los bienes existentes. Debido a lo cual existen grandes Bancos Centrales que se dedican a regular la producción de monedas o billetes, intentando no pasarse (y generar inflación), o quedarse cortos (con el
riesgo de “enfriar” la economía que eso conlleva), en base a cálculos complejos que se relacionan con el crecimiento del PIB, la disponibilidad de divisas, las tasas de cambio internacionales y otra serie de cifras.
Sin embargo en el pasado los Gobiernos de los países acuñaban dinero en función básicamente del volumen de sus reservas de oro. A su vez tales reservas dependían directamente de un factor fluctuante como era el volumen de metal precioso en los mercados internacionales, algo relacionado en última instancia con el éxito de la actividad minera en busca del mismo.
Sin embargo en el pasado los Gobiernos de los países acuñaban dinero en función básicamente del volumen de sus reservas de oro. A su vez tales reservas dependían directamente de un factor fluctuante como era el volumen de metal precioso en los mercados internacionales, algo relacionado en última instancia con el éxito de la actividad minera en busca del mismo.