La técnica para hacer fotografías fue
descubierta a mediados en los años veinte del s. XIX, aunque las primeras
cámaras no empezaron a salir al mercado con cuentagotas hasta casi veinte años
más tarde. Además por entonces resultaban todavía muy rudimentarias ya que solo
podían tomar imágenes en blanco y negro de baja calidad.
Sin embargo el nuevo invento progresó
rápido y ya desde los años sesenta de ese mismo siglo se implementaron los
primeros sistemas para obtener imágenes en color. Aunque se trataba de
mecanismos muy complejos, lentos y caros, por lo cual la fotografía en color
propiamente dicha no se generalizó comercialmente hasta un siglo después. Antes de eso solo a partir de comienzos del s. XX se empezaron a disponer
sistemas relativamente fiables para tomar imágenes en color de buena calidad, pero tales sistemas obtuvieron muy escasa difusión debido a su elevado
precio, alta complejidad y a los sofisticados cuidados requeridos tanto por las
cámaras como de cara a revelar las imágenes. No obstante de todo esto ya os he ido hablando poco a poco a lo largo de las diversas entradas que he dedicado a
la fotografía durante esos años.
La cuestión es que el caso japonés
resulta particularmente interesante porque allí en esa confusa etapa que va de
1860 a 1900 aproximadamente se produjeron muchas fotografías de calidad y se
llegó a experimentar a gran escala con un sistema muy particular enfocado a
proporcionar color a tales imágenes.
Recordemos que, como ya comenté en la entrada anterior, en Japón la irrupción la
fotografía en cierta forma recogió el legado la pintura ukiyo-e moribunda. Es decir, los
primeros fotógrafos japoneses en el fondo más que a retratar dignatarios o
burgueses, que era lo más habitual por entonces en otras partes del mundo, se
dedicaron a tomar fotografías de paisajes típicos de Japón, vistas del monte
Fuji, imágenes de cortesanas y en general se dedicaron a plasmar en
forma de fotografías escenas en gran medida inspiradas en la antigua pintura ukiyo-e.
En paralelo a lo anterior la industria
de grabadores e impresores asociada a dicho arte entró en decadencia y hubo de
reciclarse. Y es ahí donde se produjo un curioso encuentro de intereses. Para
un cierto porcentaje de personal anteriormente asociado a la declinante
industria del grabado la fotografía se convirtió en un campo donde
reconvertirse profesionalmente. Así muchos de esos artesanos se emplearon a sueldo de los principales fotógrafos del momento, para los cuales empezaron a colorear a mano las imágenes que estos últimos captaban con sus cámaras.
Ese “truco” no era desconocido en
Occidente donde su usaba para, de una forma un tanto burda, fabricar por ejemplo postales de
colores.
Hubo algunas excepciones de fotógrafos que lograron elevar los estándares de calidad del procedimiento.
Pero fue sobre todo en Japón donde la minuciosidad y experiencia de sus artesanos, así como algunas técnicas propias que empezaron a aplicar, llevaron dicha práctica a unos niveles de perfección que aún hoy en día sorprenden.
Pero fue sobre todo en Japón donde la minuciosidad y experiencia de sus artesanos, así como algunas técnicas propias que empezaron a aplicar, llevaron dicha práctica a unos niveles de perfección que aún hoy en día sorprenden.
Y hago una salvedad. En los últimos
tiempos se ha puesto de moda una técnica consistente en colorear por ordenador
fotos históricas en blanco y negro.
Obviamente este tipo de técnica se ha
utilizado también, cómo no, para dar color a fotografías históricas japonesas.
El acabado es muy aparente pero a mí
en general no me gusta dicha práctica ya que sus resultados son artificiales. En muchos casos no podemos saber si algo
era realmente del color que el programa informático de turno le otorga lo que
puede generar imágenes “falsas” a las que, debido al cromatismo y la nitidez del acabado, atribuimos un grado de realismo que no les corresponde. Por ello yo siempre he intentado evitar la presencia a este tipo de imágenes en mi blog. Las imágenes que he
compartido con vosotros hasta hoy fueron tomadas en su día mediante técnicas
primitivas, rudimentarias a veces, pero orientadas desde un principio a captar fotos auténticas en color, no he usado fotografías en blanco y negro “coloreadas” en la actualidad usando estos
sistemas.
No obstante al aproximarme al caso
japonés he decidido dar cabida en esta recopilación de hoy, sin que sirva de
precedente, a fotografías retocadas. Solo que, y este matiz es fundamental, no
retocadas en la actualidad con ordenadores, sino retocadas en su momento por artesanos al servicio del estudio fotográfico que tomó la instantánea en
cuestión. A fin de cuentas ellos vivían en la sociedad y el tiempo que las
imágenes retrataban y sabían muy bien de qué color eran los estampados de los
vestidos, los tejados de
determinados edificios, o las hojas de los árboles de tal o cual parque. Porque estaban allí, porque podían verlos. No como
nosotros que tenemos una tecnología superior pero trabajamos a través de la
imaginación y no de la memoria al llevar a cabo tales procesos.
Dicho todo esto hoy os dejo con una
recopilación de las que para mí son las mejores imágenes sobre el Japón de
finales del s. XIX y principios del s. XX, más o menos entre 1890 y 1910.
He priorizado el material procedente de tres
fotógrafos en concreto. Por un lado Kusakabe Kimbei (1841-1934), quien fue fundamentalmente un fotógrafo “de
estudio”, de esos que se dedicaban a retratar posados y a los que aludía en mi
última entrada. No obstante rebuscando en su inmensa producción es posible rescatar
algunas imágenes de escenas cotidianas interesantes. Por otro lado Yokoyama Matsusaburo (1838-1884) un profesor que fue uno de los pioneros de la
fotografía coloreada en Japón usando para ello sus conocimientos como pintor y
litógrafo. Y finalmente fotografías tomadas por Enami Nobukuni (1859-1929) también conocido como Toshi
Enami o T-Enami el cual logró producir algunas imágenes en color auténticas y de una nitidez
absolutamente extraordinaria para la época.
Gracias a ellos hoy vamos a poder
contemplar fotografías dotadas de color (mediante sistemas directos o bien
mediante la técnica del retoque mencionada) y que fueron tomadas al aire libre,
en las calles, los santuarios, los bosques o las aldeas del país.
Pese a todo hay un cierto fondo de idealización tras algunas de ellas, pero también mucha autenticidad en la mayoría, lo que a mi juicio las sitúa
un peldaño por encima del material de estudio típico de aquellos años. Son fotografías que aportan una información tremenda sobre los ropajes,
los sistemas artesanales o la fisonomía urbana de un Japón que estaba mutando a
marchas aceleradas. Con el tiempo casi todos los oficios mostrados desaparecieron o se
modernizaron, las calles o las viviendas fueron reconstruidas y muchos templos se quemaron debido a los bombardeos estadounidenses en el marco de la II Guerra
Mundial.
Por otro lado al margen de su posible
valor histórico o etnográfico se trata de un material simplemente hermoso,
dotado de un sentido estético muy particular y que no tiene parangón en la
fotografía histórica del período en otras partes del mundo. Espero que os guste.
Curiosa carátula la del último album de Manic Street Preachers llamado "Resistance is futile". Dadle un vistazo. Por ejemplo aquí:
ResponderEliminarhttps://elpais.com/cultura/2018/05/01/actualidad/1525176387_852128.html
Joder, nunca había visto esta increíble exposición... supongo que tendré que agradecérselo a Manic Street Preachers acercándome a escuchar algo de su música.
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