No somos responsables de la
historia, pero sí de cómo la recordamos.
Noel E. Wellis
Vi, debe de haber tres días,
en las gradas de San Pedro,
una tenebrosa boda,
porque era toda de negros.
(…)
Él se llamaba Tomé,
y ella Francisca del Puerto,
ella esclava y él esclavo,
que quiere hincársele en medio.
“Boda de negros”, Quevedo
en las gradas de San Pedro,
una tenebrosa boda,
porque era toda de negros.
(…)
Él se llamaba Tomé,
y ella Francisca del Puerto,
ella esclava y él esclavo,
que quiere hincársele en medio.
“Boda de negros”, Quevedo
Como todos
los años el pasado día 12 de Octubre se celebró en España la fiesta nacional.
Fiesta que además de sus matices militares sirve para conmemorar el
descubrimiento de América. Por ello, también como todos los años, se reprodujo
en torno a dicha celebración un debate bastante absurdo y cíclico en cuyo
trasfondo no voy a entrar. Pero lo que sí voy a hacer a continuación es dedicar
un par de entradas de este blog a plantear algunas cuestiones no demasiado
conocidas sobre la conquista de América y en concreto sobre la visión que se
tiene de los hombres que la llevaron a cabo: los conquistadores.
De hecho acerca de ese
tipo de personajes, al igual que ocurre respecto al proceso general de
descubrimiento y conquista del continente americano, existen esencialmente dos visiones, una positiva y otra negativa.
La visión
digamos positiva se da sobre todo en España, como no podía ser de otra forma. En
ese país la mayoría de libros de texto y novelas históricas publicadas al
respecto presentan a los principales exploradores, aventureros y conquistadores
españoles del s. XVI como figuras heroicas. Y, aún en los casos en que
supuestamente mencionan los claroscuros de dichas figuras, en el fondo son
bastante benignos con dichos personajes al omitir intencionadamente muchos
aspectos que podrían sorprender y disgustar al lector medio.
Por ejemplo. La vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano adquiere
tintes mucho menos propios del heroísmo clásico si consideramos que Elcano era
un personaje que se embarcó en la expedición de Magallanes
básicamente para huir de la justicia, no por ningún afán de exploración o aventura, y que luego participó en un motín contra el propio Magallanes cerca de las costas americanas, pese a lo cual fue
perdonado por este último (quizás un error que le acabó costando la vida). Consiguientemente Elcano tenía todas las razones del mundo para desear la muerte
de su odiado capitán, algo que compartía con otros ambiciosos oficiales
embarcados a desgana en la expedición. Por ese motivo la conveniente muerte de
Magallanes durante una extraña reyerta ocurrida en una isla insignificante no
está del todo clara más allá de los testimonios
interesados de los escasos supervivientes, a la impericia y errores de los
cuales habría que atribuir en parte, además, la desastrosa y penosa travesía de
regreso. El propio cronista de la expedición, el italiano Pigafetta, deja a Elcano en un extraño limbo de silencio en su memorial en el que da la sensación de que se calla muchas cosas.
Lo anterior puede argumentarse que son conjeturas (que en todo caso habría que hacerse con más frecuencia) pero desde luego en cuanto a su desempeño posterior resulta intrigante que la Corona no le concediese a Elcano el mando de la expedición que unos años después partió nuevamente de la Península para reeditar la ruta del anterior viaje hasta las Molucas y en la que pese a todo tomó parte. Dicha expedición, durante la cual murió, fue un fracaso entre otras cosas porque una vez llegados a las inmediaciones del Estrecho de Magallanes, por el cual ya había navegado, Elcano se mostró incapaz de identificar con precisión la ruta a seguir y acabó embarrancando su propio barco. Un epílogo nada glorioso y que no encaja demasiado con la aureola de héroe y genio de la navegación que algunas biografías le atribuyen.
Lo anterior puede argumentarse que son conjeturas (que en todo caso habría que hacerse con más frecuencia) pero desde luego en cuanto a su desempeño posterior resulta intrigante que la Corona no le concediese a Elcano el mando de la expedición que unos años después partió nuevamente de la Península para reeditar la ruta del anterior viaje hasta las Molucas y en la que pese a todo tomó parte. Dicha expedición, durante la cual murió, fue un fracaso entre otras cosas porque una vez llegados a las inmediaciones del Estrecho de Magallanes, por el cual ya había navegado, Elcano se mostró incapaz de identificar con precisión la ruta a seguir y acabó embarrancando su propio barco. Un epílogo nada glorioso y que no encaja demasiado con la aureola de héroe y genio de la navegación que algunas biografías le atribuyen.
No obstante, ese tipo de claroscuros de la época, como pueda serlo también la controvertida y extraña muerte de la primera esposa de Hernán Cortés (lean ustedes las actas del proceso, ya verán que divertido), no dejan de ser detalles discutidos apenas por biógrafos y especialistas. En
general para el ciudadano medio español prevalece la visión de la conquista como una aventura
épica de rasgos fundamentalmente positivos llevada a cabo por individuos dotados de caracteres heroicos.
Y, pese a todo lo dicho, no es para menos.
El mito del conquistador
Lo cierto es
que la construcción del Imperio “español” (más bien castellano) en América se
produjo esencialmente en un período de tiempo muy corto. Desde luego conocemos
el nombre de múltiples capitanes de fortuna que encabezaron esfuerzos diversos
más o menos exitosos. Pero en general la América hispana se conquistó de forma
extraordinariamente rápida a través de dos campañas fulgurantes muy concretas: la de Hernán
Cortés contra el Imperio azteca (Cem Anáhuac), llevada a cabo entre 1519 y 1521; y la de
Francisco Pizarro quién completó lo esencial de la conquista del Imperio inca (Tahuantinsuyu) en apenas unos pocos meses entre 1532 y 1533. Algunos manuales y autores extienden la duración de las operaciones de Pizarro hasta 1535 pero en general puede decirse que en apenas cuatro años afortunados, a caballo entre 1519 y 1535, diversos aventureros se hicieron con la posesión de las
ciudades clave, las riquezas y los principales yacimientos de mineral que
estructuraron el núcleo del imperio español en América durante los tres siglos
siguientes.
Sorprende aún
más que estas dos iniciativas fueron llevadas a cabo por un volumen muy reducido de soldados. Se maneja la cifra de unas 200.000 personas que viajaron
de la Península a América durante el s. XVI, fundamentalmente población
castellana. Pero entre toda esa gente muy pocos individuos tuvieron participación en los episodios de exploración y conquista. La mayoría de los
colonos que llegaban al Nuevo Mundo eran funcionarios, mujeres o eclesiásticos,
todos ellos con la intención de asentarse en las zonas ya controladas de manera
efectiva. Por consiguiente fueron apenas unas 3.000-4.000 personas las que
integraron las expediciones que resultaron exitosas y auténticamente claves para la conquista de la mayor parte de "las Indias".
De tal forma Cortés
contó de partida apenas con un contingente de unos 700 hombres (si bien, de forma no muy ortodoxa logró obtener refuerzos para reemplazar las pérdidas sufridas a lo largo de su peripecia, por lo cual es posible que en su aventura mexicana acabasen participando en torno a unos 1.500 hombres) mientras que Pizarro inició su conquista del Perú con menos de 170 soldados bajo su mando. Con esos “ejércitos” ambos líderes lograron subyugar territorios de millones
de kilómetros cuadrados en los que las estimaciones más conservadoras ubican unos 4-5 millones de habitantes, cuando no el doble en el caso de los cálculos más
optimistas.
Este hecho de
por sí no deja de maravillar. Más aún si tenemos en cuenta un detalle.
Tradicionalmente se ha justificado el éxito militar de Cortés y Pizarro en base a la teórica superioridad que les confería el uso de armas de fuego y el empleo de caballos. Pero hoy
sabemos que las armas de fuego y los cañones usados en aquella época, a
comienzos del s. XVI, constituían todavía un armamento muy primitivo (arcabuces
que solo podían realizar un disparo y tardaban mucho en recargar, cañones de
muy escaso calibre…), mientras que por otro lado ambos conquistadores contaron con apenas
unos treinta caballos a su disposición (si bien se suele infravalorar en cambio la importancia del uso de perros adiestrados durante aquella aventura).
Sin duda las
corazas y espadas de acero suponían una ventaja tecnológica evidente frente a
las puntas de obsidiana, los escudos de piel o madera y en general frente al
rudimentario armamento de los ejércitos precolombinos, pero dicha ventaja no
explica por sí sola cómo grupos muy reducidos de conquistadores lograron
imponerse a miles de enemigos.
Desde luego
la superior disciplina de los soldados castellanos jugó un papel. Ellos
conocían un tipo de guerra basado en el exterminio de enemigo a través de una
estrategia de batalla elaborada, mientras que en la América de la época las tácticas de combate eran muy
primitivas y basadas en luchas individuales de tipo "homérico" buscando prisioneros y gloria.
Teniendo eso en cuenta los terribles guerreros aztecas parecen en el fondo unos aprendices inocentes enfrentados como estaban a una tropa reducida pero enormemente curtida (muchos integrantes de las partidas de conquista eran a su vez veteranos de las guerras de Italia) y que en el
campo de batalla resultaba mucho más despiadada y eficiente a la hora de matar que cualquier horda de nativos.
Aun así en la
mente del público tiende a formarse una imagen de un componente épico
insuperable cuando se evocan los relatos de la conquista americana:
Un grupo de
unas pocas docenas o cientos de españoles con sus corazas relucientes y sus
morriones, esos cascos tan típicos con cresta asociados a la iconografía de la
época. Todos apretujados entre sí. Hombro contra hombro. Rodeados de cientos de
miles de indígenas hostiles prestos a sacrificarlos en lo alto de alguna
pirámide en honor a unos dioses vengativos y crueles de nombre ininteligible.
Admitamos que
dicha imagen resulta imposible de borrar de la mente del ciudadano medio por su potencial evocador. De tal forma en España
se ensalza el valor y la capacidad de sufrimiento, así como la pericia en
combate de aquellos soldados. Aquellos tipos duros, pendencieros, violentos y
mujeriegos, desde luego no muy cultos ni sensibles, tampoco honestos o
generosos, pero que en último término son vistos como héroes por parte de una gran mayoría de españoles actuales.
Frente a lo anterior, la
visión negativa de los conquistadores españoles se da sobre todo entre el grueso de la
población de los actuales países latinoamericanos y en el mundo anglosajón, si bien tal punto de vista ha calado en otras partes del mundo. De tal forma en esos lugares prevalece una visión partidaria de retratar a los conquistadores hispanos como personajes violentos, brutales, soldados de fortuna obsesionados con el oro que se convirtieron en asesinos de masas.
Eso cuando no se les presenta directamente como locos violentos.
Todo lo anterior además ha
impregnado no solo el discurso académico sino, lo que es mucho más importante
en el fondo, también la imagen del período plasmada a través de las
artes visuales.
Ocurre con los
cómics (os pongo un par de ejemplos pertenecientes a la bande dessinée francófona y la industria del fumetto italiano respectivamente, en los cuales se transmite una visión digamos "crítica" de la conquista de América).
Y también con las
películas. Observad a partir del minuto siete la recreación de la captura de Atahualpa que se hace en este film del cineasta británico Irving Lerner rodado en 1969.
No obstante ninguna
de estas dos visiones es totalmente cierta o exacta, ni la positiva, asentada
entre sectores conservadores en España, ni tampoco la puramente negativa,
propia del mundo latinoamericano y los países anglosajones. En realidad ambas visiones se basan en un análisis bastante superficial de las complejidades y puntos oscuros del proceso de conquista. Un proceso del cual realmente no sabemos demasiado.
Exploradores
y comerciantes
Mientras que
otros países que también poseyeron imperios en el pasado han logrado asociar a
sus propios “conquistadores” con una visión diferente, más positiva (los
portugueses son vistos como excelentes navegantes, los ingleses como geógrafos
y exploradores y los holandeses como grandes comerciantes) al conquistador
español prototípico se le relaciona siempre con la figura de un militar que viajaba buscando
riquezas. No obstante, fuese por casualidad, improvisando, o incluso obligados
por las circunstancias y contra su voluntad, lo cierto es que a comienzos de la Edad Moderna muchos de los
capitanes de fortuna al servicio del reino de Castilla llevaron a cabo una
labor de exploración encomiable.
Como todos sabemos el descubrimiento y posterior cartografía de
buena parte de la costa americana fue obra de dichos hombres. No obstante una vez llevado a cabo el grueso de la conquista de América siguieron enviándose expediciones que poco a poco contribuyeron a conocer mejor también muchas zonas del continente que
no resultaron anexionadas. A destacar la exploración de parte del Amazonas, así como del centro-sur de los actuales EE.UU., la zona de California o la costa del Pacífico.
En particular
lo ocurrido en ese océano interesa mucho y sin embargo es un aspecto bastante
olvidado de la historia moderna ibérica.
Recordemos
que Colón llegó al Caribe buscando en realidad una ruta hacia las “Indias”, es
decir hacia el Extremo Oriente. Y una vez asegurado su dominio del Nuevo
Mundo los capitanes y cartógrafos al servicio de Castilla
recuperaron dicho empeño.
Eso dio lugar
al descubrimiento del estrecho de Magallanes, también del Océano Pacífico y en último
término derivó en múltiples viajes de exploración a lo largo y ancho de ese océano que,
no por casualidad, llegó a ser conocido durante algún tiempo como “el lago español”. A fin de cuentas esa inmensa masa de agua fue incorporada a la navegación mundial por
marinos hispanos como Ruy López de Villalobos o Alonso de Arellano, los cuales descubrieron gran
parte de sus islas, así como las mejores corrientes y rutas para
atravesarla.
Asimismo en
la otra punta del Pacífico la Corona de Castilla se hizo pronto con
diversas posesiones, la más destacada de ellas las islas Filipinas, y por ello
no conviene olvidar que el “imperio español” si bien poseía un núcleo americano
también tuvo presencia en Asia donde incluso realizó algunos tímidos intentos de penetración en el continente.
Todo eso
conllevó importantes consecuencias. Antes de las navegaciones castellanas y
portuguesas el planeta era un lugar compartimentado en el que las diversas
culturas y reinos de cada región del mundo comerciaban apenas con
los territorios próximos a sus fronteras y en general ignoraban la existencia de otros continentes o
civilizaciones alejadas en el espacio. Por supuesto, según períodos, existían excepciones a esta tendencia, como la representada durante época antigua y medieval por la “Ruta
de la Seda”, pero dicha vía de comunicación entre el Extremo Oriente y el mundo
mediterráneo europeo fue demasiado discontinua en el tiempo, por culpa de las guerras y los cambios políticos a lo largo de
Asia Central. Además, en último término, el volumen de mercancías que se podían
transportar por vía terrestre en aquella época resultaba muy limitado.
El
descubrimiento de América, la apertura de rutas a través del Pacífico y la
circunnavegación de África por parte de los portugueses (los cuales abrieron a su vez
el Índico a la navegación occidental), unió por primera vez la mayor parte del
mundo conocido a través de los océanos. El Galeón de Manila y la consiguiente "Ruta de la Plata" española a través del Pacífico vino a sustituir y llevar a otro nivel lo que había sido la antigua "Ruta de la Seda". En adelante solo el interior de África y algunas zonas marginales aún aisladas o demasiado poco habitadas, como Australia, permanecieron al
margen de la nueva economía-mundo surgida tras esos cambios. Es así como por primera
vez a lo largo de la Historia humana la mayor parte de los territorios y los Estados del planeta empezaron a
intercambiar productos y conocimientos entre sí, principalmente a través de los
mares. A pequeña escala, por supuesto. La velocidad de los
transportes era muy reducida por entonces, con lo cual a larga distancia solo
se desplazaban mercancías muy valiosas, en volúmenes de unas pocas toneladas y
aún así tardaban meses o años en llegar a su destino. Pero todo ello fue el comienzo del
proceso imparable que desembocó a finales del pasado siglo en el fenómeno de la
Globalización. De hecho, siglos antes de la Inglaterra victoriana, el Imperio nacido de la unión entre España y Portugal en 1580 fue el primer Imperio genuinamente global de la historia.
Y mientras
todo eso sucedía la Península se convirtió en "las Indias de Europa". Como se ha insinuado en América
los españoles encontraron sobre todo plata, no oro. Y en adelante esos metales preciosos empezaron a llegar a raudales hasta el puerto de Sevilla. Solo en el s. XVI fueron desembarcados allí en torno a
150.000 kilos de oro y la increíble cifra de 16.000.000 de kilos de plata (o lo
que es lo mismo, 16.000 toneladas), hasta arrojar un total de 82.000 toneladas
llegada la época de la independencia de los países iberoamericanos a comienzos
del s. XIX. Un
auténtico río de metales preciosos que benefició a múltiples economías salvo la
española. De hecho en ese s. XVI la monarquía de los Austrias se las arregló
para declararse tres veces en bancarrota. A las cuales se sumaron otras cinco quiebras a lo largo del siglo siguiente.
A fin de
cuentas los grandes beneficiados de la conquista americana fueron los
mercaderes chinos y los comerciantes y banqueros del continente europeo, pero no los de Castilla y ni mucho menos los del Reino de Aragón.
Así la mayor parte de la riqueza arrancada al subsuelo americano llegaba a
Sevilla solo para viajar rápidamente hasta Austria, Génova o Amberes y desde
allí distribuirse por el resto del centro y Norte de Europa. De igual forma, como ya comenté en su día, desde Filipinas se organizó otro flujo menor, pero
nada despreciable, de plata americana hacia manos chinas principalmente y, en
menor medida, japonesas. El resultado es que Castilla "lubricó" durante sus dos primeros siglos esa
economía-mundo recién surgida proporcionando
los medios de pago para que en algunas partes de Europa se
acumulasen inmensos capitales (en el Extremo Oriente tal proceso no se produjo por razones complejas en las que no voy a entrar).
Hay que sumar
a todo eso la llegada al Viejo Continente de nuevos cultivos más productivos procedentes de
América, sobre todo la patata y el maíz, lo cual desembocó en una mejora de la
agricultura del continente europeo. En adelante con el mismo espacio de tierra
resultaba posible obtener más comida trabajando lo mismo. Y eso a su vez
sostuvo un importante aumento demográfico en Europa occidental.
En cambio los reinos de
los Austrias no se beneficiaron de prácticamente nada de todo lo anterior, como ya he dicho. Mientras la población del resto
de grandes reinos de Europa no dejaba de aumentar la de Castilla se estancó.
Mientras en Ámsterdam o Londres se iban acumulando inmensos capitales listos
para la inversión productiva la mayor parte de la población española, así como
las arcas de la Corona, no dejaron de endeudarse, todo ello a la vez que los artesanos
o comerciantes eran incapaces de prosperar en la Península de la misma forma
que hacían sus homólogos en los países protestantes.
Aún así en ocasiones conviene recordar que la “revolución industrial” apadrinada por Inglaterra en los siglos XVIII y XIX bebió en gran medida de la economía-mundo construida por España y Portugal y de las rutas abiertas por sus navegantes, luego perfeccionadas y usurpadas por los propios británicos o los holandeses. Debido a ello el propio despegue del capitalismo como sistema económico en Europa comenzó en el s. XVI, no en el XVIII o el XIX, por mucho que tardase varios siglos en afianzarse y destruir los cimientos de la mentalidad y la economía feudal previas. Y en último término los capitales y los medios de pago de los que se sirvió el capitalismo industrial del s. XIX se acumularon en Europa durante los siglos precedentes en gran medida gracias a las ganancias de los comerciantes y banqueros que se beneficiaron de una forma u otra del tráfico de plata, mercancías o esclavos a lo largo de los imperios español y portugués, o simplemente de las rutas comerciales que estos abrieron hacia la India y China.
Aún así en ocasiones conviene recordar que la “revolución industrial” apadrinada por Inglaterra en los siglos XVIII y XIX bebió en gran medida de la economía-mundo construida por España y Portugal y de las rutas abiertas por sus navegantes, luego perfeccionadas y usurpadas por los propios británicos o los holandeses. Debido a ello el propio despegue del capitalismo como sistema económico en Europa comenzó en el s. XVI, no en el XVIII o el XIX, por mucho que tardase varios siglos en afianzarse y destruir los cimientos de la mentalidad y la economía feudal previas. Y en último término los capitales y los medios de pago de los que se sirvió el capitalismo industrial del s. XIX se acumularon en Europa durante los siglos precedentes en gran medida gracias a las ganancias de los comerciantes y banqueros que se beneficiaron de una forma u otra del tráfico de plata, mercancías o esclavos a lo largo de los imperios español y portugués, o simplemente de las rutas comerciales que estos abrieron hacia la India y China.
Mujeres,
extranjeros y esclavos
Ahora bien.
Llega el momento de revisar en profundidad la auténtica naturaleza de los
personajes de leyenda que hicieron todo esto posible: los citados
conquistadores. Y a ese
respecto hay cosas que no encajan con la imagen tópica habitual.
Para empezar
hay que recordar la presencia de mujeres entre sus rangos. De forma minoritaria
y a veces casual, cierto, pero allí estaban. Lo más habitual en un principio es que se tratase de mujeres
que simplemente se unieron a partidas de conquista o exploración siguiendo a
sus maridos. Es el caso de Ana de
Ayala, esposa de Francisco de
Orellana, a quien acompañó en su segundo y último viaje a la zona.
Lo que ocurre es que luego en muchas ocasiones la muerte violenta o por
enfermedad del marido dejaba a dichas féminas en una posición inesperada, incluso a la cabeza de la expedición o tropa de turno. Es lo que ocurrió con Isabel
Barreto (imagen de encima), quien por efecto de ese tipo de avatares acabó dirigiendo una expedición que atravesó el
océano Pacífico con cuatro barcos entre 1595 y 1596. O con Inés Suárez, la
amante de Valdivia, la cual acabó jugando un papel decisivo en la conquista del
Norte de Chile y la fundación de la ciudad de Santiago, actual capital de aquel país.
Al margen de
los casos anteriores diversos cronistas del s. XVI como Bernal Díaz o Diego
Muñoz Camargo mencionan a una mujer llamada María de Estrada que combatió,
espada y rodela en mano, al lado de las tropas de Cortés durante diversos episodios de la campaña de
conquista del Imperio azteca. Por no hablar de la peculiar figura de Catalina
Erauso, la cual aparentemente participó en sucesos de armas, ya a principios
del s. XVII, en Chile.
Pero no solo la
presencia y el papel relevante jugado en la conquista por ciertas mujeres hispanas suele
ser poco conocido, sino que ocurre lo mismo con sus opuestos entre
las tribus conquistadas. Obviamente los nombres de algunas mujeres que colaboraron con los españoles son más o menos célebres, es lo que ocurre con la Malinche. Pero yo me refiero más bien a mujeres como Anacaona o Gaitana que de
una forma u otra intentaron resistirse en algún momento a la dominación
española, aunque fuese con magros resultados.
Y si la
presencia de las mujeres ha sido hurtada del relato público, qué decir del juego de despiste en torno a la
presencia de extranjeros en busca de fortuna enrolados en las filas “españolas”. Mercenarios y aventureros a sueldo de diversa procedencia a los que hoy
mucha gente confunde con castellanos de pura cepa. A fin de cuentas es bien
sabido que las dos figuras más importantes en el descubrimiento de América,
Cristóbal Colón y Américo Vespuccio, eran italianos. Pero es que también lo era
el veneciano Sebastián (en realidad Sebastiano) Caboto que exploró la
desembocadura del Río de la Plata y luego fue piloto mayor de la Casa de
Contratación de Sevilla. Así como Antonio Pigafetta, el verdadero intelectual en
la sombra de la expedición Magallanes-Elcano. Por su parte Fernando de
Magallanes (en realidad Fernao de Magalhaes) era portugués, igual que el
también navegante Pedro Fernandéz de Quirós (en realidad Fernandes de Queirós),
mientras que Pedro de
Candía, uno de los principales actores en la conquista de Perú, había nacido en
Creta.
Entre esos
extranjeros enrolados en las filas “españolas” hay sin embargo un tipo muy
particular en el que deseo centrarme: los esclavos africanos empleados como porteadores, exploradores y,
en general, como “carne de cañón”.
En la primera
vuelta al mundo fue instrumental un esclavo indonesio propiedad de Magallanes
al que denominaban "Henrique de Malacca". Dicho esclavo fue adquirido por Magallanes en 1511
cuando este último formaba parte de una expedición dirigida por Alfonso de
Albuquerque y luego traído a la Península como una suerte de "as en la manga". Así
durante la definitiva expedición iniciada en 1519 fue embarcado como intérprete
oficial, tarea a cambio de la que se le había prometido la libertad. Por el contrario, una vez
muerto Magallanes, el resto de capitanes de la expedición lo obligaron a seguir a su servicio y tiempo después desapareció tras una escaramuza con
los nativos en Cebú (quizás se encontraba entre los fallecidos, o quizás
simplemente desertó cansado de miserias y abusos). Técnicamente él fue con toda probabilidad el primer hombre en dar la vuelta al mundo ya que al ser nativo
de aquellos lugares y regresar luego a ellos, acompañando a las naves
castellanas a través del Atlántico y el Pacífico, completó antes que nadie de la
expedición el viaje a lo largo y ancho del globo terráqueo. Pero en su momento a nadie le importó ese detalle.
Como es un tema polémico empecemos por constatar que la huella de la esclavitud de población negra y/o musulmana aparece en muchos otros
sucesos importantes de la época ocurridos en la Península. Por ejemplo en 1487, cuando los Reyes Católicos reconquistaron Málaga al
reino de Granada, se esclavizó a toda la población de la ciudad, unas 12.000
personas, y en parte fue a través de su venta como la Corona sufragó el coste de la campaña. Y cuando algo más de una década después Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos llegó a Inglaterra para casarse con el Príncipe de Gales, las crónicas de la época reflejan la impresión que causó la presencia en su séquito de varios siervos de claro origen africano. Décadas más tarde, tras la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571), nuevamente mucha población de cultura musulmana fue esclavizada como castigo por apoyar el levantamiento, de tal forma que al poco de finalizar el conflicto solo en la ciudad de Córdoba se contabilizó la presencia de más de 1.500 esclavos de origen morisco. De tal forma tampoco debe extrañarnos por tanto que un poco más adelante en el tiempo, concretamente en la Navidad del año 1577, el famoso Juan de Escobedo, cuya muerte tanto revuelo habría
de causar, sufriese un intento de asesinato con veneno precisamente por parte de lo que las fuentes mencionan claramente como una esclava morisca de su servicio doméstico, la cual sabemos que fue luego juzgada y ejecutada.
Eran tiempos en que a las hijas de las grandes familias nobiliarias se
las ingresaba en conventos para una vida pía acompañadas siempre, eso sí, por
una o dos esclavas a su servicio. También eran tiempos en que los grandes
pintores como Velázquez o Murillo se hacían ayudar en sus talleres por esclavos
negros. Siendo muy conocido el caso de Juan de Pareja, esclavo de Velázquez.
En algunos de los cuadros de dichos artistas (como los que acompañan estos párrafos), si uno se fija aparece ante nuestros ojos una realidad bastante más multiracial de lo que uno puede tener en mente cuando evoca el Siglo de Oro.
Huella que también existe en la literatura de la época ya que se menciona la existencia de esclavos en un drama de Diego Sánchez de Badajoz, así como en dos comedias de Lope de Rueda escritas en torno a 1540, o en partes de "El celoso extremeño" de Cervantes.
Eran asimismo tiempos donde por Sevilla pululaban mendigos y mozos de caballerizas de colores y culturas un tanto particulares, hasta un 10% de la población tenía un origen étnico no hispánico, si bien el lugar de procedencia de ese tipo de personas podía ser muy variado.
Huella que también existe en la literatura de la época ya que se menciona la existencia de esclavos en un drama de Diego Sánchez de Badajoz, así como en dos comedias de Lope de Rueda escritas en torno a 1540, o en partes de "El celoso extremeño" de Cervantes.
Eran asimismo tiempos donde por Sevilla pululaban mendigos y mozos de caballerizas de colores y culturas un tanto particulares, hasta un 10% de la población tenía un origen étnico no hispánico, si bien el lugar de procedencia de ese tipo de personas podía ser muy variado.
De hecho resulta sorprendente la historia de Squanto (1585-1622) un indio norteamericano que pasó a la posteridad por ayudar a peregrinos británicos a asentarse en Massachusetts pero que previamente había llegado a Europa prisionero para ser vendido como esclavo precisamente en Málaga.
Como nos interesa especialmente lo ocurrido en los territorios americanos del Imperio pasaré ahora a recordar que en una entrada anterior ya hablé de Estebanico,
un esclavo probablemente marroquí (“negro
alárabe natural de Azamor”) que fue uno de los escasos supervivientes de la expedición
de Cabeza de Vaca por el Sur de los EE.UU. y que luego también formó parte de
otra organizada por Antonio de Mendoza.
Con anterioridad a todo
eso existe un decreto Real de 1501 aprobando el traslado a la isla antillana
de La Española (actual Santo Domingo) de esclavos negros nacidos en cautiverio
entre los cristianos. En 1508 en una capitulación Real concedida a Alonso de Ojeda (el cual operaba en la zona de los actuales Panamá y Colombia) se le autoriza específicamente la posesión de cuarenta esclavos. Asimismo, años después, a comienzos
de 1510, se permitió el transporte de cincuenta esclavos negros
“los mejores y los más fuertes disponibles”, para las minas ubicadas, una vez más, en La Española. Y menos de un mes después se pidió a la Casa de Contratación el envío de otros doscientos.
Sabemos
también por su testamento que Américo Vespuccio tenía en el momento de su
muerte, en 1512, cinco esclavos: un varón y
cuatro mujeres, entre ellas una “negra de Guinea” llamada "Anica" y
otra esclava llamada “Leonor” procedente del actual Marruecos. Por su parte el
cronista Gonzalo Fernández de Oviedo dejó escrito el relato de una sublevación
de esclavos en Santo Domingo en tiempos de Diego Colón, hijo del famoso
navegante.
En 1518 Carlos I le otorgó a uno de sus favoritos flamencos una licencia para exportar a los nuevos dominios americanos hasta 4.000 esclavos, lo que sería el inicio oficial de un muy fructífero tráfico durante los siguientes siglos, que se llegaría a conocer como el "Asiento de Negros". Además, en junio de 1520, estando Narváez herido,
una caravana de su expedición compuesta por unas 550 personas entre españoles,
negros y mestizos, cayó en manos de guerreros del reino de Texcoco. Todos los
hombres, mujeres y niños terminaron sacrificados en rituales mexicas. Se ha
logrado identificar entre quienes fueron ejecutados a unos veinte peninsulares
(ocho mujeres y doce hombres), pero también a siete negros y dos mulatas según
estudios realizados por Carlos Serrano. Aunque en el conjunto de la partida debieron ser muchos más.
En cuanto al núcleo de la
campaña propiamente mexicana de Cortés ya Bernal Díaz o Bernardino de Sahagún mencionaron en
sus famosas crónicas, sin dar nombres, la presencia de “decenas” de siervos negros
entre la hueste. Sabemos también que en una posterior expedición a la Baja
California que Cortés realizó tras la conquista del Imperio azteca llevó con él,
como porteadores, a centenares de esos negros esclavos. Y lo que es más, entre
la tropa se encontraban personajes tan extraños como Juan Garrido, que no era
negro sino un musulmán bereber convertido al cristianismo en Portugal para así escapar
de la esclavitud y que había combatido para Ponce de León y al servicio del propio Cortés durante la conquista de Tenochtitlán.
Otro esclavo negro llamado
Sebastián Toral recibió de la Corona una vez liberado una pensión por sus
heridas de guerra durante la conquista del Yucatán. Mientras que Juan Bardales,
también esclavo africano, solicitó una ayuda a la Corona tras participar en una
campaña en tierras de la actual Honduras.
Sabemos asimismo
que Pedro de Alvarado usó unos doscientos africanos en un fallido intento de
expedición al Perú. Y el cronista Pedro de Cieza alude repetidas veces a la
presencia de auxiliares africanos en las huestes de Pizarro y luego en las
tropas que Almagro llevó a Chile.
A ese
respecto durante la captura de Atahualpa resultó
fallecido un tal Jerónimo de Aliaga, una vez más un esclavo negro. Igual que
Juan Valiente, un esclavo capturado en 1530 en algún lugar de África occidental por negreros
portugueses. Juan fue más tarde comprado por Alonso Valiente un vecino de Puebla
que lo bautizó, le puso su apellido y lo envió a combatir en su provecho. De esta forma acabó sirviendo sucesivamente a las órdenes de Pedro Alvarado y de Almagro
en su expedición a Chile, luego se unió a Valdivia en
su lucha contra los araucanos, para acabar finalmente casado con Juana de Valdivia, una esclava negra del gobernador. Y también de padre
africano era Juan Beltrán otro “conquistador” de que combatió en la zona, en su
caso contra los mapuches, en palabras del cronista Antonio Vázquez de Espinosa.
Libres eran
en cambio Juan García Pizarro y Miguel Ruíz que aparecen citados más adelante
acompañando a Pizarro en Cajamarca. Juan era un negro libre nacido en Cáceres que con treinta y cuatro años se unió a Pizarro y fue uno de los responsables de pesar el oro
entregado como rescate por Atahualpa. Luego ejerció de pregonero y de gaitero y
con las ganancias sabemos que incluso compró a otro
conquistador una india capturada en la zona de la actual Nicaragua.
Hoy conocemos un dato muy curioso por inesperado que da la medida de toda esta realidad oculta. Todavía en 1767, momento de su expulsión de los territorios americanos, los supuestamente generosos y desinteresados jesuitas poseían 406 esclavos de su propiedad trabajando en tres ingenios azucareros y doce haciendas. Según un censo realizado en 1778 los afroamericanos constituían casi un tercio de la población de la ciudad de Buenos Aires por entonces. Mientras tanto el rey Carlos III poseía nada menos que ¡¡20.000 esclavos¡¡, casi la mitad de ellos le producían beneficios trabajando en minas de cobre en la isla de Cuba, otros 8.500 trabajaban en haciendas azucareras diseminadas por el Caribe, mientras que unos 1.500 eran usados en la Península para realizar obras públicas, caso de 300 esclavos argelinos cuya presencia está documentada en tareas desempeñadas en la zona del puerto de Guadarrama.
En total, desde la llegada de los españoles a América hasta el final de la trata de esclavos entre un millón y medio y dos millones de esclavos (según las fuentes) llegaron a territorios hispanos, muriendo durante la travesía del Atlántico unos 280.000, cifra que sin embargo palidece frente a los casi cinco millones de esclavos que fueron llevados a territorios controlados por los portugueses. La Iglesia que oficialmente condenaba la situación hipócritamente también se lucró con el negocio y entre los mayores importadores llegó a figurar en su momento el obispo de San Juan de Puerto Rico. Mientras que a finales del s. XIX, cuando la esclavitud era mal vista en casi todo el planeta (España fue uno de los últimos países del mundo en abolir la esclavitud), todavía María Cristina de Borbón, la madre de Isabel II, por entonces reina, así como los presidentes de la Caja de Ahorros de Barcelona, o Pablo Epalza fundador del Banco de Bilbao, se encontraban entre los principales inversores en el negocio.
Hoy conocemos un dato muy curioso por inesperado que da la medida de toda esta realidad oculta. Todavía en 1767, momento de su expulsión de los territorios americanos, los supuestamente generosos y desinteresados jesuitas poseían 406 esclavos de su propiedad trabajando en tres ingenios azucareros y doce haciendas. Según un censo realizado en 1778 los afroamericanos constituían casi un tercio de la población de la ciudad de Buenos Aires por entonces. Mientras tanto el rey Carlos III poseía nada menos que ¡¡20.000 esclavos¡¡, casi la mitad de ellos le producían beneficios trabajando en minas de cobre en la isla de Cuba, otros 8.500 trabajaban en haciendas azucareras diseminadas por el Caribe, mientras que unos 1.500 eran usados en la Península para realizar obras públicas, caso de 300 esclavos argelinos cuya presencia está documentada en tareas desempeñadas en la zona del puerto de Guadarrama.
En total, desde la llegada de los españoles a América hasta el final de la trata de esclavos entre un millón y medio y dos millones de esclavos (según las fuentes) llegaron a territorios hispanos, muriendo durante la travesía del Atlántico unos 280.000, cifra que sin embargo palidece frente a los casi cinco millones de esclavos que fueron llevados a territorios controlados por los portugueses. La Iglesia que oficialmente condenaba la situación hipócritamente también se lucró con el negocio y entre los mayores importadores llegó a figurar en su momento el obispo de San Juan de Puerto Rico. Mientras que a finales del s. XIX, cuando la esclavitud era mal vista en casi todo el planeta (España fue uno de los últimos países del mundo en abolir la esclavitud), todavía María Cristina de Borbón, la madre de Isabel II, por entonces reina, así como los presidentes de la Caja de Ahorros de Barcelona, o Pablo Epalza fundador del Banco de Bilbao, se encontraban entre los principales inversores en el negocio.
¿Cómo es
posible por tanto que el relato oficial sobre la España de los Austrias en general y la conquista de América en particular haya ocultado sistemáticamente hasta el día de hoy esa realidad y muy en especial la presencia de esclavos entre las huestes de los
conquistadores?
Sin duda hay dos o tres hechos que contribuyeron a la confusión. Por un lado la práctica de la época de poner nombres típicamente castellanos a todos los esclavos (de ahí que fuese tan habitual entre ellos el nombre de "Juan"), lo que hoy dificulta distinguir la presencia de este tipo de sujetos a través de las crónicas escritas. Crónicas que, además, en muchos casos directamente ignoran toda esta cuestión contribuyendo a dejarla en la oscuridad. Por otro lado hay que tener en cuenta que, debido a diversas razones, la esclavitud negra no dejó prácticamente huella genética apreciable en la Península.
De tal forma es normal que haya calado entre el grueso de la población española
del presente la idea de que no existía la esclavitud en la España
imperial, tampoco en América. Además la falsa impresión anterior se ve reforzada por el hecho cierto de que no se esclavizó de forma
directa a la población india de aquel continente. De hecho, en relación con esto último, se halla muy extendida
la creencia de que entre los conquistadores y misioneros españoles era corriente
una actitud hacia la población nativa supuestamente más positiva que la
mantenida por otros pueblos de la época, en especial los ingleses. Ahora
bien, hay muchas cosas que matizar a este último respecto y en general sobre
las más bien oscuras y cínicas razones de la Corona hispana para “proteger” a
los nativos americanos.
Geopolítica
En cuanto a
lo anterior hay que partir de una idea muy concreta. La exploración y conquista
de América se hizo dentro de un cierto orden jurídico. Un orden primitivo,
maniqueo, ridículo a nuestros ojos, pero perfectamente válido para los
dignatarios del período. A su vez dicha legalidad emanaba entre otras cosas de
una serie de bulas negociadas con la Santa Sede (Primera Inter caetera, Piis Fidelium,
Segunda Inter Caetera, Eximiae Devotionis, Dudum siquidem y Ea quae pro
bono pacis), así como diversos tratados complementarios firmados con el
vecino reino de Portugal entre los años 1479 y 1529 (Alcacovas, Tordesillas y
Zaragoza sucesivamente).
El resultado
de todo ello fue que Castilla y Portugal vieron reconocido su domino de amplias
regiones del planeta bajo una "pequeña" condición. Si hoy en día entendemos como lícitas las operaciones militares para “defender y extender la democracia”, en el s. XV y XVI un casus belli que se entendía como válido era el “defender y extender la fe” (por supuesto la única verdadera, es decir la
cristiana). Eso implicaba que los Reyes Católicos lograron la aceptación del supuesto dominio castellano exclusivo sobre el continente americano en base a la divina
misión de alejar de la idolatría a los pueblos paganos de aquella parte del mundo. Pueblos que, eso sí, en adelante pasaban a ser súbditos de la Corona. De esa forma la población nativa americana,
una vez realizada la conquista, pasó a convertirse en una masa de ciudadanos
de segundo orden. Ahora bien se trataba de población sometida pero no esclavizable porque eso
pondría en cuestión la legitimidad de la propia conquista en virtud de todo lo dicho. A fin de cuentas
ésta no se había realizado con el vulgar propósito de buscar metales preciosos (igual que hoy
en día las intervenciones militares internacionales no tienen nada que ver con
el petróleo), sino que se había llevado a cabo, entre otras cosas, con el elevado propósito de liberar a
los pueblos amerindios de la barbarie y la superstición para incluirlos en el
orbe católico.
Dicho de otra forma, la donación de los derechos de propiedad sobre el nuevo continente
realizada por el Papado a la Corona castellana se fundamentaba en torno a la labor evangelizadora. No obstante, en relación con la misma, los
indios del nuevo continente pasaban a ser de facto vasallos del monarca
castellano, por tanto individuos con algunos derechos reconocidos. En consecuencia el negar esos
derechos suponía poner en cuestión las precarias bases de la
conquista en cuanto al incipiente “derecho internacional” de la época.
Además a todo eso se unían
otras consideraciones. Esencialmente dos.
A partir de
1540 aproximadamente quedó claro que la principal riqueza de los nuevos
virreinatos americanos (o al menos la fuente de beneficios más fácil de
explotar que encontraron los conquistadores hispanos) era la minería de plata,
la cual se concentraba esencialmente en unas pocas minas de la cordillera
andina (Bolivia y Perú fundamentalmente) y el centro de México, casi todas
ellas ubicadas a más de 2.000 metros de altitud. En esas condiciones muy
especiales solo la población autóctona acostumbrada a vivir y trabajar a esas
alturas, con poco oxígeno, servía como mano de obra. Los colonos llegados desde
la Península no tenían la menor intención de realizar un trabajo tan duro y
peligroso y la población negra esclava traída de África, si bien se adaptaba a
zonas como las islas del Caribe o la costa, no lo hacía de igual manera a
grandes altitudes sobre el nivel del mar. Por eso en muchas zonas resultaba necesario, sobre todo para los intereses de la Corona, el preservar a la población amerindia como mano de obra indispensable e insustituible.
En cambio en
las zonas costeras del Caribe, en condiciones tropicales y de economía de
plantación, de minas de oro lacustres, o incluso en zonas aptas para la
ganadería, los indios no eran en gran medida necesarios ya que estaban en
desventaja frente a las más robusta, disciplinada y resistente mano de obra
negra que fue importada por millones sobre todo a partir del s. XVII cuando el
desarrollo económico en esas zonas empezó a demandarlo.
Claro que en lo tocante a esto último había un problema nuevamente de tipo geopolítico y no tanto moral. Como
menciona José Antonio Piqueras en La
esclavitud en las Españas y La Corona española y el tráfico de negros, España no practicó la trata de esclavos
africanos de forma importante durante las primeras décadas de la modernidad no
por una opción ética, sino sencillamente porque no tenía acceso a los grandes centros
proveedores de esclavos (ubicados en la costa occidental africana y el Golfo de Guinea) en virtud de la prohibición contenida en el tratado de
Tordesillas de 1494.
Por tanto, la necesidad de un suministro
constante de esclavos africanos para América fue atendida mayoritariamente por
comerciantes pertenecientes a otras potencias, primero Portugal y más adelante
la propia Inglaterra, muchas veces a través del puro contrabando. Esto último
en cierta forma permitió a su vez que dicha actividad quedase un tanto oculta
incluso para los contemporáneos y por supuesto para los primeros historiadores
del período, obnubilados por las grandes batallas de los tercios o las hazañas
de Cortés y Pizarro.
Por el interés te quiero, Andrés
Volviendo al hilo de la narración hay otro
hecho a considerar. Hasta aquí he intentado explicar cómo la supuesta protección de la
que gozó la población indígena americana tras la conquista en muchos casos era
debida al puro interés político y económico, no a una consideración moral. En función de lo anterior en algunas zonas donde ese interés no era tan claro, como la región de el Caribe, se recurrió a la introducción de mano
de obra esclava procedente de África. Sin embargo, en los primeros momentos
tras la conquista, el aprovisionamiento de esclavos africanos en grandes
cantidades no resultaba fácil por la razón que he mencionado en los párrafos
previos.
Pues bien, de lo anterior se derivaron fórmulas
para reducir a una suerte de esclavitud a la población indígena americana… pero
sin que tal cosa resultase evidente. Es decir en el continente se
experimentó con diversas estrategias de sometimiento de la población nativa teniendo siempre
mucho cuidado en salvar las apariencias ya que, como he comentado, reducir a
esa población a una esclavitud descarada no resultaba jurídica ni políticamente
conveniente.
Debido a ello se llegó, por ejemplo, a la
implantación de la encomienda. La cual consistía en que los integrantes de partidas de conquista exitosas y los grandes propietarios de terrenos recibían el control de docenas o incluso cientos de
nativos (en adelante obligados a trabajar gratuitamente para ellos) a cambio de que dichos “encomenderos”
se encargasen de “evangelizarlos”. Estamos hablando de puro y simple
feudalismo llevado a cabo, eso sí, por medios diferentes de los habituales en Europa durante los siglos precedentes.
Así cuando el conquistador recibía tierras obtenía también con ellas un
cierto número de indios para que las trabajasen en pago de "protección" y de una supuesta “instrucción
religiosa”, pero claro, todo esto era en
muchas ocasiones una mera excusa porque el trato que recibían los indios era de
facto parecido al de siervos de la gleba medievales.
Otro de los
sistemas más importantes de explotación del trabajo indígena fue el repartimiento. El cual consistía en atribuir contingentes de indios a los colonos hispanos para
desempeñar un trabajo durante un tiempo determinado. Se trataba de un sistema
parecido a la encomienda, aunque más favorable, porque se llevaba a cabo bajo la teórica supervisión de
funcionarios de la Corona y estipulaba un salario para los trabajadores. Al menos en teoría.
Para el
trabajo en las minas en concreto se adoptó sobre todo un sistema ya practicado
por los incas en la zona Andina: la mita. Cada comunidad indígena
estaba obligada a proporcionar un número determinado de trabajadores unos meses
al año. En teoría la atribución de trabajadores era provisional, se llevaba a cabo a
través de agentes del rey, se hallaba sometida a un control y el trabajo estaba
acompañado de un pequeño salario. Pero también aquí la realidad fue distinta a
la ley: malas condiciones laborales, jornada prolongada, castigos corporales... con lo
que el trabajo en las minas se convertía así en una condena a muerte a medio
plazo, sobre todo porque la "amalgamación" del mineral de plata una vez extraído requería el empleo de mercurio, muy tóxico.
Además hay
que tener en cuenta que al margen de esos sistemas, que son los más conocidos,
existieron otras muchas formas de trabajo indígena obligatorio como el llamado porteo,
al que eran obligados los indios para el aprovisionamiento de mercancías. De
esa forma comunidades indígenas ubicadas en rutas estratégicas de
aprovisionamiento o comercio se veían obligadas a ejercer de facto como mulos
de carga al servicio de los colonos hispanos mientras estos últimos lo juzgasen
necesario.
Llegados aquí
en el debate siempre interviene en la discusión alguna persona que procede a repetir
rítmicamente el famoso argumento de que en realidad la Corona castellana fue
una de las primeras en el mundo en preocuparse por la suerte de poblaciones
sometidas y en función de ello promulgó un andamiaje jurídico encargado de
proteger a la población nativa americana: empezando por la Real Provisión de
1503 firmada por Isabel “la Católica”, hasta llegar a las Leyes Nuevas de 1542, pasando por las Leyes de Burgos de 1512.
Para no
extenderme voy a limitarme a matizar dos cuestiones a ese respecto. En primer lugar hay que entender
que una cosa son las ideas contenidas en los Corpus legales y otra, muy
distinta en ocasiones, la realidad de su aplicación práctica. Porque si nos
atenemos únicamente al estudio de los ordenamientos jurídicos, al margen de la
realidad, muy bien podría resultar que eso nos llevase a juzgar que Irak,
Afganistán, o Corea del Norte son actualmente poco menos que paraísos en la tierra. De
igual forma, volviendo al caso de la América hispana, el problema es que todas esas iniciativas jurídicas a las que se alude, producto de un
fértil debate llevado a cabo en la Península, apenas tuvieron plasmación práctica
sobre el terreno del Nuevo Mundo, es decir en las haciendas ubicadas en lo profundo del
continente americano a veces a cientos o miles de kilómetros de la burocracia
oficial.
Por otro lado
lo anterior se relaciona con un segundo matiz igual de perverso. En muchos casos
dichas medidas no fueron defendidas por la Corona, siquiera en el plano
teórico, por la grandeza de corazón y los elevados estándares morales de sus
majestades Católicas o sus herederos Austrias sino que, una vez más, tuvieron
mucho que ver con fríos cálculos políticos.
A finales del
s. XV la Corona castellana venía de salir de un largo período de guerras
civiles de cuño feudal. La causa de las mismas había sido precisamente el
enfrentamiento entre la nobleza y la Corona y tal disputa habían finalizado con
el triunfo de los intereses monárquicos. Poco después la exitosa conquista
americana proporcionó a la Corona castellana el dominio de unas tierras
inmensas ubicadas a miles de kilómetros de la Península. Hablamos de una época
durante la cual en Europa las monarquías comenzaban a hacerse más autoritarias
gracias a una burocracia regia cada vez más sofisticada y extendida. Sin
embargo los territorios
americanos eran demasiado extensos y estaban demasiado alejados. Allí resultaba
imposible en la práctica imponer la autoridad de la Monarquía de forma efectiva
y uniforme con la misma fuerza que en la Península debido a la lentitud de los
transportes y las comunicaciones disponibles en aquellos tiempos. Surgía por tanto el peligro de
ver renacer el problema de las revueltas nobiliarias, en este caso en el seno de las
nuevas y alejadas tierras americanas.
A fin de
cuentas, como ya he insinuado, instituciones como la encomienda poseían inquietantes parecidos con
formas de servidumbre feudales. Y si las familias de los principales conquistadores
del continente americano lograban perpetuar luego su poder a lo largo de grandes
extensiones de terreno y hacerse con el control completo de los indios que
vivían en ellas… Bueno, en la práctica eso convertía a dichos conquistadores en
nobles feudales con un poder aún mayor del que había tenido en su día la
nobleza peninsular y encima en este caso a miles de kilómetros de distancia de
la Corte.
En otras
palabras dejar el campo libre a conquistadores y encomenderos suponía una
amenaza para la Corona porque se crearían en América (es decir en un lugar lejano a donde resultaba muy difícil y caro enviar tropas) poderes demasiado grandes
que podían hacer sombra a la institución regia. Y recordemos que para la Corona resultaban vitales los
ingresos procedentes de las minas americanas, en las cuales la mano de obra
clave era la proporcionada por la comunidades indígenas que malvivían en
condiciones de semiesclavitud cerca de las grandes zonas mineras. Es por ello
que a la Corona le interesaba como mínimo limitar la capacidad
de los conquistadores y grandes potentados del continente americano para
disponer a voluntad de los nativos. Así se aseguraba la continuidad de la estratégica actividad minera, a la vez que dificultaba el estallido de posibles revueltas instigadas por señores demasiado ricos y poderosos.
Asimismo, a todo lo
anterior hay que sumar el papel jugado por la Iglesia. Su
protección de los nativos tenía mucho que ver con cuestiones morales, pero
también con cálculos. A fin de cuentas el control de las masas de nativos suponía inmensos ingresos
potenciales y en última instancia un instrumento de poder nada despreciable,
como acabaron siendo durante el s. XVIII las reducciones jesuitas del Paraguay,
por ejemplo.
De tal forma analizar
toda esta cuestión a través únicamente de la hermosa legislación oficial y presuponiendo
una profunda altura y coherencia moral para los protagonistas resulta ingenuo. Por ejemplo, conviene recordar a ese respecto que uno de los principales defensores de la
esclavitud de los negros en América fue un tal… Bartolomé de las Casas, gran
defensor de los indios por el contrario.
En el tablero
de juego americano se llevó a cabo una partida donde Corona, Iglesia y grandes conquistadores
se disputaron los despojos del continente y el control de los nativos para ver
quien lograba hacerse con una mayor base de poder. Es en función de ello como
hay que, a mi juicio, interpretar los movimientos tácticos de unos y otros. De esa forma en 1532 se llegó a un acuerdo entre la Corona y los colonos para
abolir la encomienda de servicios, que exigía trabajo forzado del indígena, de
cara a ser sustituida por la encomienda de tributos basada en la entrega por
parte de los indios de algunos productos en concepto precisamente de tributo. Tras ello enseguida los
conquistadores y sus familias intentaron convertir en hereditario ese tipo de
privilegio mientras que la voluntad de los monarcas era que esos derechos sólo durasen una
generación, para evitar algo que ya se ha mencionado, es decir posibles
problemas en los territorios americanos debidos al “contagio” del feudalismo hacia América justo cuando se estaba produciendo su desaparición en Europa. De esta forma las encomiendas fueron fugazmente abolidas en las Leyes
Nuevas de 1542 provocando la rebelión de Gonzalo Pizarro, hermano pequeño de
Francisco Pizarro, lo que con el tiempo obligó a su vez a dejar en suspenso la
ley en 1547. Dinámica de acción-reacción-reajuste que afectó a la historia de muchas otras medidas muy bonitas y progresistas sobre el papel.
En consecuencia todo el análisis que se
haga en base a tomarse al pie de la letra el arsenal
legislativo redactado en la Península es incapaz de plasmar la realidad sobre
el terreno. Un terreno donde funcionó la “inobservancia de la ley” por parte de
los potentados suficientemente poderosos como para desafiar la autoridad de los
fugaces virreyes. Así mientras en teoría los indios americanos eran
libres y muy bien tratados gracias a la preocupación que por ellos sentían la
Corona y la Iglesia, lo cierto es que en la zona andina funcionó durante toda
la Edad Moderna una práctica tan salvaje como la mita, a todos los efectos muy
parecida a una suerte de esclavitud aleatoria de una parte de la población. En 1719 Felipe V intentó abolirla pero dicho decreto jamás fue
enviado a las Indias y siguió en funcionamiento (aunque en crisis por el
agotamiento de las minas y el estancamiento de la población indígena) hasta la
época de las Cortes de Cádiz.
Mestizaje
Por otro lado
argumentar, como a veces se hace, una supuesta ausencia de prejuicios o una
mayor sensibilidad multicultural entre la población que llegó desde la
Península a América durante el s. XVI, todo ello en contraposición al proceder de los
colonos llegados a Norteamérica en el siglo siguiente, tampoco se sostiene
demasiado.
Se suele
razonar que el amplio mestizaje llevado a cabo en Hispanoamérica sería una muestra
de que las barreras raciales y culturales no importaban tanto para la población
llegada desde la Península, por oposición a lo ocurrido en los actuales EE.UU. con los colonos británicos
quienes apenas se mezclaron con la población india.
Pero lo anterior
no tiene el menor sentido porque obvia los distintos contextos. En un primer
momento desde la Península Ibérica llegaron al continente americano sobre todo
militares, hombres solteros o que habían dejado atrás a sus familias. Muchos
de ellos personas no especialmente piadosas. Se trataba en cambio de hombres que buscaban fortuna y estaban dispuestos a lo que fuera con tal de conseguirla. Es así como, sin el menor escrúpulo, una parte de ellos rápidamente
se hizo con el control de verdaderos harenes formados por mujeres nativas. Todo
ello por pura diversión, sin que lo anterior sirva para argumentar a favor de su
hipotética sensibilidad multirracial.
Sabemos que durante la
conquista de México un soldado de Palos de la Frontera, de apellido Álvarez,
tuvo en tres años treinta hijos de mujeres indígenas. Asimismo las huestes al
mando de Álvaro de Luna, apenas un centenar de hombres, desarrollaron tal
actividad sexual durante la conquista de Chile que en su
campamento según las crónicas “hubo semanas en que parieron sesenta indias de
las que estaban al servicio”. El propio Hernán Cortés mantenía un harén regular
de unas cuarenta indias para su placer sexual en una mansión de Cuernavaca.
¿Todo eso habla
positivamente de la supuesta carencia de racismo entre los conquistadores? Para nada.
El comportamiento de los
primeros colonos ingleses en Norteamérica fue muy distinto básicamente porque a
aquel territorio emigraron inicialmente sobre todo fanáticos religiosos, no
soldados. Y lo hicieron acompañados de sus familias, de sus mujeres y sus
hijos. Y además no se encontraron con amplias poblaciones de nativos sino
regiones con mucha menor densidad de población, con distinta geografía,
distinto clima, distintas estructuras económicas, etc. Por ello su
comportamiento respecto a los nativos fue diferente (querían sus tierras no su fuerza de trabajo). Igual que lo fue el de los
franceses en el Canadá, zona en la que los escasos colonos nunca alcanzaron
proporciones importantes respecto a la población nativa a la que, por tanto, hubieron de tratar
con mucho más respeto del que le profesaban tanto españoles como ingleses.
Asimismo los
colonos hispanos no se comportaron de la misma forma en América frente a la
población indígena de origen precolombino que en Filipinas, donde su posición
fue siempre muy precaria y donde no se mezclaron demasiado con la población
nativa.
La situación coyuntural marcaba
el comportamiento concreto que los europeos desarrollaban fuera de su
continente ante otro tipo de poblaciones. Por ello, salvo excepciones puntuales, lo más que se puede decir es
que probablemente casi todos los europeos entre el s. XVI y quizás las postrimerías del XIX, independientemente del
país del que hablemos, pensaban más o menos lo mismo de los no europeos. Si bien, según las circunstancias
precisas, la actitud derivada de lo anterior cambiaba para adaptarse a la
situación, las necesidades concretas del momento y las relaciones de poder en cada lugar.
Aclarado eso, termino
esta primera entrada dedicada a la compleja cuestión de la conquista de América y
el controvertido papel de los conquistadores durante la misma.
En este punto
la imagen épica de los conquistadores de la que hablaba al comienzo del texto (unos cientos de hombres plenos de virilidad y potencia testicular hispana,
rodeados de miles y miles de indígenas hostiles) ha comenzado a
resquebrajarse siquiera un poco. Resulta que al “posado” en cuestión hay que añadirle quizás
la presencia de algunas mujeres y desde luego la de grupos enteros de esclavos
negros usados como porteadores y carne de cañón. Hasta ahora todos ellos resultaban
invisibles, pero eso está cambiando. Por tanto la representación mental que
podemos hacernos de la conquista de América empieza a modificarse en nuestra cabeza. Sin
embargo en el fondo todo lo que he contado hoy resulta apenas un detalle menor en
espera de introducir la cuestión verdaderamente central. La que puede cambiar
por completo la “fotografía” de lo que realmente sucedió.
Saludos, llevo un tiempo suscrito al RSS del blog... pero sin animarme a leerlo. La extensión de los artículos y lo parco de la edición (no se entienda como crítica por favor) aumentaba mi pereza; al final la polémica del anterior artículo (Es hora de hacer balance) me ha animado a empezar por este último.
ResponderEliminarMuy interesante el repaso, solo he echado en falta el (manido) término de Leyenda Negra. Útil si alguien no conociera el contexto del análisis. Muy obvio, pero al fin y al cabo nadie nace aprendido.
Raspecto a Bartolomé de las Casas y su defensa de la esclavitud negra en América; ¿alguna fuente a mano para consultar?
Y muchas gracias por los esfuerzos ^_^.
Un par de textos más o menos ecuánimes que he encontrado en Internet en una búsqueda rápida sobre la posición de Las Casas respecto a la esclavitud negra:
Eliminarhttp://www.ceibal.edu.uy/UserFiles/P0001/ODEA/ORIGINAL/esclavitud.elp/losnegrosesclavosenlaconquista.pdf
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/b-de-las-casas-y-la-esclavizacin-de-los-negros-segn-las-aportaciones-de-i-prez-fernndez-o-p-0/html/04651a3d-6767-4cd6-80e5-489c70cf4fec_5.html
Al final de su vida al parecer se arrepintió de ello, pero eso no es óbice para que durante sus años más productivos y de más influencia fuese un enconado defensor y publicista de la misma, lo cual resulta bastante curioso desde una perspectiva actual. Para la Iglesia de la época el centro de interés estaba en América porque era donde tenía múltiples diócesis y se estaba expandiendo su influencia al contrario que en África donde no consiguió hacer penetrar su doctrina con eficacia hasta fechas muy tardías y de forma muy superficial. De tal forma el debate en profundidad sobre la esclavitud explota ya a finales del s. XVIII dentro del mundo protestante, no del católico.
En España por ejemplo, todavía a finales del s. XIX, gran parte de la jerarquía católica o del mundo universitario y de los negocios de la ciudad más pujante y reivindicativa del momento, Barcelona, todo ello dentro de un país tan piadoso como era entonces España, se posicionaba a favor de mantener la esclavitud en las colonias del Caribe, fundamentalmente Cuba, contra viento y marea debido a intereses económicos y pese al cambio al respecto que había sufrido la opinión de intelectuales y políticos en el resto del mundo occidental. Resultan muy curiosas este tipo de contradicciones en el pasado ibérico.
Mea culpa por no usar google antes y gracias por los enlaces.
EliminarPor lo que leo no tenía una opinión tan distinta de unos y otros, si acaso el matiz de que los negros eran musulmanes enfrentado al catolicismo resepecto a los indios que no tenían relación con él, pero tampoco todos. Lo que entiendo me encaja mucho con tu artículo; fue una cuestión más pragmática/administrativa que ideológica.
En cualquier caso, su posicionamiento (y el de otros tantos) llevó a un proceso de una magnitud que estremece, al menos a mí.
Más gracias y saludos.
Que bueno volver a leerte, y con el mismo nivel de siempre. Los casos de indios que fueron "civilizados" me recuerda un libro que leí hace tiempo de casos contrarios, españoles que se "asilvestraron", gente que se mezcló con los indios,(no recuerdo el título pero me pareció muy interesante). Ahí te dejo una idea para otro post. Un saludo.
ResponderEliminarNo creo que el autor lo desconozca, pero en la conquista del Imperio Azteca fue primordial el uso que hizo Cortés de los deseos de venganza de las tribus sometidas a los conquistadores aztecas, así como las profecías religiosas Aztecas sobre hombres venidos más allá del mar (aunque este último punto no tengo muy claro que fuera aprovechado 100% por los Españoles).
ResponderEliminar¿En España se podía comprar y vender esclavos? ¿Cómo se podía justificar si el cristianismo prohíbe la esclavitud?
ResponderEliminarEso es un mito. Es más, en contra de otra creencia popular ni siquiera durante la Edad Media -el período de máximo poder de la Iglesia- desapareció la esclavitud. Por ejemplo Alcuino de York, el gran intelectual de la corte de Carlomagno, como abad de diversos monasterios poseía miles de esclavos trabajando las tierras a su cargo y era un eclesiástico. Es un tema que ha sido perfectamente estudiado y probado por historiadores franceses de la escuela de Annales hace más de 50 años y por tanto no cuento nada novedoso con esto.
EliminarDe hecho la esclavitud no dejó de existir al final de la Edad Antigua por influencia de la Iglesia como a veces se dice erróneamente. Como en tantas otras cosas es cierto que la Iglesia primitiva era contraria, o no la veía con buenos ojos, al menos algunas voces en su seno... hasta que la Iglesia se convirtió en una institución oficial y empezó a realizar pactos y componendas con el poder político, tras lo cual aceptó muchas cosas que supuestamente no se podían aceptar según las escrituras. Y así hasta el día de hoy.
Lo que ocurrió en realidad fue que la esclavitud como institución cayó en desuso ya en época tardorromana porque la institución del "colonato" y más adelante los "siervos" feudales resultaron ser más rentables que los esclavos, ya que se encargaban ellos mismos de su sustento y de reproducirse a la vez que trabajaban incluso con más fervor que un esclavo. Pero eso no es óbice para que la esclavitud siguiese existiendo durante los siglos medievales, siempre en segundo plano, pero alimentada sobre todo en base a cautivos de campañas militares (el propio Bartolomé de las Casas siglos después seguía considerando consideraba totalmente legítimo esto siempre que se tratase de población de territorios considerados "paganos"), primero eslavos del Este de Europa o del Báltico y luego entrada la Edad Moderna africanos.
El propio Islam, igual que el cristianismo, mantiene una postura ambivalente respecto a la esclavitud. Es lo que tienen los textos sagrados que se los puede interpretar bien para justificar, bien para negar muchas cosas, según convenga. Pero eso no impidió que durante la Edad Moderna el Islam también experimentase un extraordinario auge de la esclavitud en el entorno africano y mediterráneo, en este caso alimentada con cautivos cristianos.
De hecho dale un vistazo a esta imagen que al final he preferido no usar. Es un anuncio de compraventa de negras en Cuba en 1846. En la Península se había prohibido lo mismo solo unos años antes.
http://i.imgur.com/pd37I4g.jpg
Ninguna de las dos religiones es ambivalente sobre la esclavitud.
EliminarEl cristianismo NO mantiene una posición ambivalente simplemente como son textos de ascetas, pues no habla mucho de ello. Si estuviesen en contra, tranquilo que Cristo habría dado un sermon en contra. Es solo ambivalente si olvidamos el contexto de la época y lo traemos a la actual.
En cuanto a Islam, como es una religión de conquistadores, la autorización es directa, hay textos tanto en el coran como en los hadices diciendo que la esclavitud es licita y que la violación de esclavas no es considerada adulterio. todo esta muy claro: https://sunnah.com/urn/640160
Como siempre gran entrada, veremos cual es esa cuestión central gracias.
ResponderEliminarLo que resulta a mi entender una verdadera curiosidad es que la anormal gestión y distribución de la riqueza que se obtuvo de la explotación de los nuevos recursos humanos y materiales del nuevo mundo, apenas merezca un par o tres de párrafos en muchos los articulos o publicaciones que tratan de analizar la "aventura-tragedia" colonial. Creo que debe ser sin duda un caso único y digno de estudio el que en una "federación de naciones" como la España de la época fuera unicamente Castilla la encargada de administrar económicamente el comercio siendo la nación menos experimentada en la materia (sin acritud), y que esa avalancha de riqueza acabara fortaleciendo y enriqueciendo a potencias extranjeras, en lugar de a banqueros y comerciantes de otros reinos de la corona. Debe ser que lo de grandes gestores viene de lejos.
En fin divagaciones mias... muchas gracias por el artículo y hasta el próximo.
Saludos.
jv.
¡Excelente artículo! Estoy más que cansado de discutir con españoles que se creen que los conquistadores fueron seres de luz y a menudo les tengo que responder razones que tan bien has expuesto en tu entrada.
ResponderEliminar- A los indios no se los esclavizaba, sino que se los encomendaba (un legalismo estúpido para no emplear el término "esclavitud").
- España no tenía ningún medio para controlar que se respetaran las leyes de protección de indígenas en América.
- Si en el norte no se mezclaron fue porque no los explotaron, simplemente los expulsaban. Aunque no había pensado eso que dices que eran "fanáticos religiosos" que venían en familia y no soldados solteros con los "huevos bien cargados".
Gracias por este excelente aporte y saludos desde Chile.
Gran artículo, como siempre, aunque supongo que la cuestión central se tratará en el siguiente y éste es una introducción. Aun así, se tratan temas de mucho interés y poco comentados en divulgación histórica (el uso de perros de guerra, la presencia de esclavos negros) y aportas puntos de vista muy interesantes, sobre todo, tu teoría sobre las motivaciones que llevan a los reyes españoles y a la Iglesia a "proteger" a sus súbditos de América. Siempre había pensado que era más bien una mezcla de fanatismo religioso y voluntad de impedir una nueva nobleza americana que pudiera rivalizar con el poder central (cosa que ya mencionas) pero la verdad es que tu punto de vista referido a la explotación de las minas y a la expansión del cristianismo como argucia para adquirir legitimidad sobre las posesiones americanas tiene mucho más sentido.
ResponderEliminarPor último, una pregunta: ¿Qué opinas de la teoría que dice que los españoles fueron capaces de calcular la longitud terrestre y por lo tanto saber la posición exacta de sus naves doscientos años antes de que lo consiguieran los británicos? Esto explicaría el éxito de la navegación española en el Océano Pacífico con sus viajes de ida y vuelta desde Filipinas a México. No sé nada de este tema pero me ha parecido una idea muy interesante y agradecería tu opinión.
Desconozco en profundidad el tema del cálculo de la longitud. No puedo responderte sobre eso. Sí me parece interesante el uso que dieron los mejores navegantes del período a las corrientes marinas. En todo caso un problema para entender mejor cuestiones concretas de la navegación de la época es el secretismo con el que se manejaban todos los descubrimientos cartográficos y técnicos (a fin de cuentas el equivalente a tecnología punta de interés estratégico), lo que ha hecho que el conocimiento exacto de qué cosas concretas sabían algunos navegantes españoles y portugueses de finales del s. XV o principios del XVI en muchos casos se haya perdido para nosotros.
EliminarEs otro momento de la historia pero está relacionado con la "tecnología punta de interés estratégico": el tema del conocimiento de la navegación entre África Oriental y la India gracias al aprovechamiento de los monzones, y cómo el "traidor" Ibn Majid se chiva del secreto a los navegantes portugueses. Lo cuenta muy bien Jordi Esteva en "Los árabes del mar" (Península-Altaïr).
EliminarSe me olvidó comentarlo antes, así que lo hago ahora.
ResponderEliminarNo mencionas la ayuda prestada por otros pueblos amerindios a los conquistadores. Estoy pensando, por ejemplo, en los pueblos mesoamericanos que recibieron a los españoles como libertadores frenta a la opresión Azteca. En concreto, los tlaxcaltecas se aliaron con Cortés y pusieron a su disposición, comida, refugio y soldados y posteriormente disfrutaron de privilegios en la provincia de Nueva España.
Un artículo excelente como siempre.
ResponderEliminarAl hilo de la ayuda de los amerindios a los conquistadores, Pizarro se casó con una princesa inca y eso le proporcionó un ejercito para levantar un asedio.
Gusta de leer una visión más allá de la "imperial española", la "buenista" del genocidio, o la visión anglosajona que nos suelen contar a menudo.
Gracias por volver tan pronto.
Supongo que de alguna manera el temor de la corona se demostró fundado cuando esos "nobles" crearon sus propios "reinos.
ResponderEliminarMirándolo por encima veo que parece muy interesante, como es habitual aquí, me lo guardo para leerlo con calma en casa esta noche. Saludos.
ResponderEliminarVoy a poner todas mis fichas a que ese tema central tratará la introducción de patógenos por parte de los europeos, lo cual, según he leído por ahí, llevó a la muerte a millones de personas. Por decir algo.
ResponderEliminarSigo también Crash Course, y hace unos días subieron un vídeo criticando duramente el determinismo ambiental. No me gustó el vídeo porque no fundamentaban claramente sus críticas, y por el tono general de la presentadora. He ido a buscarlo para enlazarlo aquí, pero veo que lo han eliminado por la respuesta generada.
https://www.youtube.com/watch?v=yvFStAP7Uko
Me parece muy interesante el comentario que pone de manifiesto por qué en la conquista de América del Norte por parte de Inglaterra se exterminaron las poblaciones indígenas y por qué no fué así en la América hispana. En efecto no fue por motivos morales ni racistas, sino que para los españoles la población nativa era una fuerza de trabajo importante, mientras que para los ingleses no lo eran, sino que simplemente querían sus tierras.
ResponderEliminarAcabo de ver que en el capítulo "Los españoles en la costa atlántica antes de 1607" de la serie "España estuvo allí" mencionan a "16 esclavos negros que, originarios de la Guinea Portguesa, fueron comprados en el puerto de Lisboa para suplir a los indios en los trabajos de las minas de cobre de La Española". Si no me equivoco hablan del viaje de 1505 de Juan Bermúdez y afirman que "con este viaje la raza negra entraba en el continente americano".
ResponderEliminarMinuto 8:45
RTVE a la carta: España estuvo allí - Los españoles en la costa atlántica antes de 1607
Saludos.
Gracias por tus artículos.
ResponderEliminarMagnifico articulo, rompiendo mitos que cuesta desarraigar y por tanto es un articulo muy necesario. Gracias.
ResponderEliminarEn cuanto al despilfarro de la plata de América es algo notable, en lugar de enriquecerse el pais se acabaron enriqueciendo otros.
Muy buena entrada. Yo soy otro de los lectores eventuales (hoy mismo he visto la entrada anterior). Lo que resulta sorprendente a mi entender, en cuanto al trato a los indígenas es que en la actualidad algunos de ellos, para hacer valer sus derechos ante su Estado, acudan a las normas y archivos de la Corona. Yo personalmente lo viví en Nicaragua cuando estuve de cooperante, en un litigio entre indígenas de la zona Norte y el Estado por un tema de titularidad de tierras, se aportó documentación que los indígenas consiguieron de los archivos de la Corona no sé si en El Salvador o en Honduras y creo que los mapuches en Chile están haciendo lo mismo. Ello implica que las leyes no eran malas, aunque sí su cumplimiento, con excepciones, ya que tengo entendido que mi muy lejano antepasado Cabeza de Vaca tuvo unos problemillas al intentar que los españoles de Paraguay intentasen cumplir las Leyes de Indias (pero era un tío muy raro, por lo que parece)
ResponderEliminarVoy a comentar una cuestión al hilo de lo que dices.
EliminarNo se trata simplemente de que las leyes de la Corona fuesen buenas o malas. Es que en general casi toda normativa jurídica antigua (buena o mala) procedente del Antiguo Régimen resulta positiva para comunidades primitivas de agricultores que sobrevivan en la actualidad por una cuestión básica y es que por entonces (en el A.R.) la tierra no funcionaba del todo como un bien de mercado ya que, además, las leyes estaban pensadas para un mundo, una sociedad, en la que el 80% de la población eran campesinos.
Lo anterior a veces tuvo un efecto sorprendente y es que en su momento hubo colectivos a los que no les convenía la implantación del liberalismo moderno, es decir de las sociedades capitalistas y democráticas. Así se explica en parte por ejemplo el primitivo movimiento carlista español del s. XIX en el seno del cual muchos campesinos muy pobres luchaban a favor del mantenimiento de las "leyes viejas" contra la implantación de cualquier forma de democracia. Para nosotros, con nuestra perspectiva, eso no tenía el menor sentido, pero lo cierto es que sí lo tenía.
Con el tiempo los países más desarrollados han experimentado un progreso tecnológico que ha compensado lo anterior. Aún así los campesinos son un elemento extraño en un mundo como el actual, creado y pensado para hombres de negocios, obreros o comerciantes, no para agricultores.
La llegada del liberalismo, de las constituciones de los Códigos Civiles, etc. vino de la mano de procesos desamortizadores en los cuales se despojó de la propiedad de la tierra a muchos campesinos propietarios y también a comunidades indígenas en A. Latina porque el liberalismo favorece la conversión de la tierra en una propiedad privada fácil de vender y de comprar. Antes de eso el régimen feudal que a nosotros nos parece profundamente injusto (porque lo era) contenía en su seno diversos elementos de protección que muchos campesinos o artesanos podían ver con buenos ojos como algo más positivo para ellos que las normas implantadas en el mundo contemporáneo. En el mundo feudal un noble podía violar impunemente a tu hija, cierto, pero eso no ocurría demasiado a menudo. En contrapartida las leyes del período garantizaban por ejemplo muchas formas de propiedad colectiva de la tierra, los arrendamientos de la misma a bajo precio durante períodos larguísimos de tiempo, regulaba los precios de alimentos básicos, garantizaba privilegios para determinados oficios artesanos, etc.
Por eso hoy en día muchas comunidades indígenas de cara a mantener la propiedad de sus tierras ante el inevitable avance de grandes terratenientes y de grandes compañías agrícolas se agarran a documentos antiguos en archivos eclesiásticos y a normativas de época precontemporánea. Porque en nuestro mundo las reglas del juego favorecen a quien tiene más dinero mientras que las reglas del juego del mundo del A.R. no necesariamente.
Excelente entrada como siempre, aunque hay un par de cosas que no estoy de acuerdo.
ResponderEliminarLos primeros ingleses sí querían indios como mano de obra, de hecho fue una empresa en busca de riquezas queriendo imitar a los españoles. Les salió mal la jugada por lo que comentas, una estructura social diferente, y entonces si después ya empezaron a llegar colonos en busca de tierras.
Estoy leyendo un libro, titulado 1491 (Charles C. Mann), cuyas 100 primeras páginas tratan de cuantas personas había en América en 1491. Los más optimistas ya no son 10 millones como indicas, sino que se habla de 25 millones ¡en Mesoamerica! Es decir, hubo un 95% de mortalidad según algunos autores.
También comenta que no era ni mucho menos una cultura en la Edad de Piedra, tal y como se suele entender. Forjaban metales pero su función era decorativa, no armamentística, es decir, joyería. No eran atrasados, eran ilustrados pero de una forma muy diferente, especialmente en Perú, ya que no había habido ningún contacto con ellos. como si fueran alienigenas de otro planeta. El problema fue que la elevada mortalidad descompuso sus sociedades y mató a líderes, lo que facilitó mucho las cosas.
Bueno, esto es lo que cuenta el libro, que lo recomiendo. Espero no haber hecho un spoiler de la siguiente entrada que seguro leeré.
No hay problemas con los "spoilers" porque yo soy un divulgador, no un investigador, no voy a contar nada nuevo. Sí que aspiro a contar cosas que no son muy conocidas fuera de cierto marco especializado. En concreto sí que espero aportar un dato no muy conocido en la siguiente entrada y no tengo miedo que lo descubráis porque a mí me ha llevado varios años encontrarlo sabiendo exactamente lo que buscaba.
EliminarSobre el libro de Mann estoy bastante de acuerdo con sus tesis. Por ejemplo con el hecho de que el continente había dado lugar a civilizaciones más sofisticadas de lo que habitualmente se piensa. Creo que mis entradas sobre el mundo maya lo demuestran. No es ninguna sorpresa admitir que las civilizaciones precolombinas dieron lugar a ciudades más hermosas y grandes que las europeas en el momento de la llegada de los consquistadores. De hecho mil años antes Teotihuacan podría haber rivalizado con la Roma antigua ya en la época de Augusto.
Ni tampoco es ninguna sorpresa admitir que esas civilizaciones complejas alteraron profundamente los ecosistemas de su entorno. De hecho es una idea en la que he insistido mucho en el blog y que desde el punto de vista español no es tan novedosa. Quizás en el mundo anglosajón, dado que tienen una imagen más de "indios en taparrabos" sí sea una sorpresa para el público conocer que hace miles de años allí hubo civilizaciones realmente sofisticadas y en ocasiones bastante dañinas para su entorno.
Además sí pienso que Mann se "flipa" un poco intentando estirar esto y planteando un tejido urbano muy antiguo, casi en época del Egipto faraónico en América. Y luego en su estimación optimista del volumen de población (aunque de hecho no es el único que defiende cifras de más de 20 millones de habitantes, es toda una corriente). Aunque igual tiene razón, la arqueología nos dirá más cosas en los próximos años. Por de pronto últimamente se están poniendo bastante en cuestión las fechas y los itinerarios para el primer poblamiento del continente y no se descartan sorpresas en torno a un continente y unas civilizaciones de las que en el fondo conocemos muy poco obsesionados como hemos estado siempre por los egipcios, los romanos o los hebreos.
De todas formas sí creo que se subestima en general el momento de estancamiento cultural que vivían las civilizaciones precolombinas en torno a la llegada de los españoles. La "brecha tecnológica" no había hecho más que agrandarse entre los pueblos del continente y las civilizaciones euroasiáticas desde aproximadamente el año 1000-1200 debido al aislamiento, la falta de intercambio de ideas y el peso de las castas sacerdotales entre las sociedades más evolucionadas del continente americano.
EliminarMuy interesante artículo.
ResponderEliminarLlama la atención que todas las riquezas venidas del nuevo mundo fueran a parar de una forma u otra a nuestros vecinos europeos del norte y al final aquí quedaron solamente deudas. Exactamente igual que ha pasado con el boom de la construcción, circuló dinero por todo el país a mansalva y al final solo han quedado deudas. Los beneficiados han sido bancos europeos que han comprado deuda nacional y nos han concedido préstamos para seguir endeudándonos.
Muy interesante, muchas gracias! Pregunta de un ignorante total... Después del último 12 de octubre surgió una comparativa de la conquista española en América con la Romana por Europa. Diciendo que en España nadie se quejaba de dicha conquista mientras en América lo hacen continuamente. ¿Son realmente comparables? Es posible que el tiempo haya mitigado las "heridas" y que 500 años no son suficientes acabar con los rencores? Muchas gracias
ResponderEliminarPues resulta interesante lo que comentas porque mi impresión es que los romanos tienen una “buena prensa” bastante inmerecida. De hecho desplegaron unos niveles de violencia y brutalidad enormes a la altura de otros imperios militaristas como los asirios y desde luego por encima de diversos pueblos bárbaros supuestamente mucho más salvajes o de otros imperios de su mismo tiempo. Lo que ocurre es que en occidente consideramos a los romanos algo así como nuestros bisabuelos, por lo cual se les mira de forma quizás en exceso favorable.
EliminarCon los romanos se insiste en resaltar su labor como ingenieros y como difusores de la cultura grecolatina a través de una supuesta “romanización” que, en muchos territorios, no implico la educación o la mejora de las condiciones de vida para las poblaciones locales sino la reducción de las mismas a la esclavitud, o el exterminio de la mayoría de los habitantes de regiones enteras cuyas tierras luego eran asignadas a colonos de cultura romana… con lo cual la zona quedaba “romanizada” sin que eso implicase para nada algo tan positivo como hoy en día se asume.
De hecho la conquista por parte de los romanos de la P. Ibérica o la Galia es una sucesión de hechos truculentos uno detrás de otro. Por supuesto no desentonaban con la mentalidad de la época pero claramente si le aplicásemos una mirada actualizada (algo que yo no veo tan improcedente como muchos especialistas cacarean, porque a fin de cuentas yo vivo en mi época y tengo todo el derecho a juzgar el pasado según mis parámetros para lo malo, igual que se hace para extraer lo que nos interesa, por ejemplo supuestos motivos de orgullo nacional) un personaje tan admirado como Julio César fue ni más ni menos que un auténtico genocida, además de un arribista corrupto, como por otra parte también lo fue en fechas mucho más recientes Napoleón, otro caballero que goza de una inexplicable buena prensa mientras que en muchos manuales esos epítetos se reservan para otros personajes como Atila o Gengis Khan porque simple y llanamente no son de los “nuestros”.
En cierta forma en la narración de la Historia las cartas están marcadas y hay “buenos” y “malos” oficiales. Por ejemplo nos llevamos las manos a la cabeza por los sacrificios humanos cometidos por los mayas o los aztecas, crímenes que básicamente justifican el fin violento de sus civilizaciones. Pero las matanzas en los circos romanos… cof, cof, no las juzgamos con la misma severidad. Ni tampoco las matanzas masivas ordenadas por un tipo tan aparentemente digno y presentable como el bueno de Carlomagno. O las barbaridades cometidas por los cruzados en Oriente.
Al final la Historia no deja de ser como el periodismo deportivo, solo que con una cierta pátina de respetabilidad.
Por ahora.
"México lo conquistaron los mexicanos y lo liberaron los españoles"
ResponderEliminarEsta frase me la explico un compañero de trabajo mexicano. Y explica muy bien ciertos aspectos de la conquista. Sin los mexicanos que apoyaron, Cortes no hubiera podido conquistar México. Mas tarde, los descendientes de los españoles, fueron los que lo liberaron del reino de España.
Creo que ha que tener cuidado con las "intenciones", la "moralidad", y las "motivaciones" al estudiar la Historia. Las de las gentes contemporáneas de la conquista nunca coincidirán con las nuestras.
Lo que para nosotros puede ser abominable, para ellos era su pan de cada día. Y lo más normal es que ni se plantearan que pudiera ser de otra manera.
Por otro lado, hay una especie de "mala suerte" histórica. Las grandes civilizaciones que se encontraron los conquistadores no estaban en su mejor momento. Con su llegada, todas sus pilares se vinieron a bajo.
Fantástico artículo. Cómo historiador que soy, durante la carrera escuché decenas y decenas de veces el manido argumento de la legislación castellana como pionera en el mundo y que si fuimos muy buenos y amables y tal y cual. Agradezco tus aclaraciones, me vendrán muy bien en futuras batallas dialécticas!
ResponderEliminarMe parece no menos cuestionable que se critique en forma general a los ingleses a que "no se mezclaban con indios", pero actualmente resulta que los países con mayor población amerindia son los más racistas de todos, mientras en Europa y América del norte llegan actualmente miles de refugiados de diversas nacionalidades y razas, países como México o Bolivia tienen fuertes leyes de inmigración, ¿alguien se imagina a un "negro" vendiendo en la calle sobre una manta en México o Bolivia?, no, porque no existe eso, los países con mayor población amerindia son los más racistas de todos, de hecho, en Bolivia, no hace recién en el siglo recién pasado, se llegó en algún momento a prohibir bajo decreto supremo la migración de ”negros, judíos y mongoloides", si, leyeron bien:
ResponderEliminarhttp://books.openedition.org/ifea/7298
“En mayo de 1940, el comisario de inmigración decretó la suspensión indefinida del visado para inmigrantes judíos. Sin embargo, el proyecto de ley no fue finalmente ratificado por el Legislativo34. En 1942, la Cámara de Diputados, por 41 votos contra 24, aprobó un proyecto de ley tendiente a prohibir la inmigración de “negros, mongoles y judíos”.
Pero los racistas son los europeos ehhhh (nótese la ironía)
He recordado este artículo al leer el famoso libro de María Elvira Roca, "Imperiofobia y leyenda negra", a cuento de algo que ya se ha comentado en algunas respuestas: la ayuda que proporcionaron algunas tribus a los conquistadores españoles para quitarse de encima por ejemplo el dominio azteca, que era bastante sanguinario. ¿Has leído el libro?
ResponderEliminarY otra cosa: ¿has visto la peli "Oro", de Díaz Yanes? Y si es así, ¿qué te ha parecido?
Ni he leído el libro ni visto la película. Dame tiempo. Si me he fijado en este nuevo producto que se llama Conquistadores Adventum.
EliminarPor supuesto todos los imperios de creación fulminante a partir de las cenizas de otros cuentan con el soporte de una parte de la población descontenta de los primeros. Así pasó con la rápida conquista islámica de la Península por ejemplo, sin el apoyo o al menos la pasividad de una parte importante de la población no sería explicable. Y por supuesto la fulgurante conquista española, no solo en el caso azteca sino también en el caso inca, no se entiende solo en base a la testiculina. Hay muchas cosas que considerar hay, de tintes sociales, internas a las sociedades precolombinas (insertas en algo parecido a una guerra civil) y también otros factores externos, como el caso de la influencia de las enfermedades.
Algún día llegará la segunda parte prometida de este artículo. Al igual que pasó con la serie que dediqué a los mayas hay mucho material que mirar y me va a llevar más tiempo del previsto. Pero el resultado si llega valdrá la pena.
En ese sentido el relato de la conquista de América es un terreno tan ideologizado que las interpretaciones generales más conocidas se limitan a funcionar como simplificaciones para la divulgación o la explotación en clave nacionalista. Pero claro articular una explicación en torno a las visiones alternativas y los detalles, todo ello de forma coherente, es complicado. Lleva un tiempo que ahora mismo no me merece la pena dedicar aquí. Pero un día espero encontrar ese tiempo y las ganas.
Gran artículo, ¿sabes cuándo harás la segunda parte?
ResponderEliminarIdealmente me gustaría volver a sacar el tema cerca del próximo 12 de octubre. Pero últimamente dedico poco tiempo a esto. Así que no lo se.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias, se te recuerda con cariño de tu época en foros.
EliminarMenciona a un esclavo negro llamado Juan Cortés que participó durante la Conquista de México. Me parece que en realidad se refería al liberto Juan Garrido. Que yo sepa no hay ningún Juan Cortés documentado en la Conquista de México.
ResponderEliminarA Juan Garrido lo nombro por separado justo antes en el texto, pero ante la duda voy a eliminar a Juan Cortés de la lista hasta que un día pueda contrastar el dato. Muchas gracias por la aportación.
ResponderEliminarBuenas:
ResponderEliminarhttps://www.abc.es/cultura/abci-mujeres-mestizos-amuletos-arqueologos-rompen-mitos-sobre-elite-inicio-imperio-espanol-202005100152_noticia.html
De salida recomiendo mirar con pinzas todo artículo o investigación donde se insinúa, como aviso para despistados, que toda visión crítica sobre la parte americana del Imperio de los Austrias y los Borbones responde a la Leyenda Negra.
EliminarEso para empezar. En segundo lugar todos estos señores que acaban de “descubrir” la diversidad racial del famoso imperio y la abundante presencia de población africana (nada sorprendente para el principal mercado esclavista del momento, recomiendo leer por ejemplo The History of the Atlantic Slave Trade, de Hugh Thomas) son los mismos que hace tres o cuatro décadas prácticamente negaban que existiese población esclava en América, o al menos retrasaban la presencia masiva de la misma hasta el s. XVII con los “decadentes” Austrias menores, porque esas cosas no pasaban en el buen imperio de Carlos y Felipe.
Ahora ante la evidencia abrumadora pasan a resaltar la “diversidad racial” y la “movilidad” del Imperio, con un lenguaje que me recuerda el de los “intelectuales” que hablan de “deslocalización” y “flexibilización” del trabajo para referirse a la “meritocracia” del mercado laboral actual. Eso sí, a uno de los principales autores que habló hace ya tiempo de estas cosas respecto a las mecánicas socioeconómicas del imperio hispano, realmente globales y multiculturales en muchos casos, Henry Kamen, no quieren mentarlo. Porque claro él deduce de ello que por tanto hablar de Imperio “español” para denominar esa obra colectiva de militares castellanos, banqueros genoveses y austríacos, pero también más militares italianos y belgas, marineros portugueses, poblaciones indígenas sometidas, mercenarios alemanes y millones de esclavos africanos, es un poco chauvinista.
Por otro lado, en ese Imperio por supuesto había casos de esclavos enriquecidos y manumitidos, incluso abundantes. De hecho conocemos más casos de exitosos libertos que en Roma o en Egipto o el Imperio otomano alcanzaron altas posiciones políticas o culturales (en el Imperio hispano de la sociedad estamental y la limpieza de sangre eso ya no fue tan común) y sin embargo, vaya por donde, no consideramos a esas sociedades un dechado de meritocracia y movilidad social.
En último término la prueba del algodón no la tiene que dar la arqueología porque basta analizar la situación de esa sociedad a finales del s. XVIII cuando se emancipa del yugo hispano (para caer en el de los ingleses y estadounidenses y puede que en el chino ahora). Y el caso es que para nada esa sociedad tras tres siglos de evolución poseía esa cacareada movilidad social. Hasta el punto (esto no gusta recordarlo ni siquiera al otro lado del charco) que muchos de los movimientos de “independencia” se hicieron no para conseguir más libertad, sino para canalizar el descontento de una forma adecuadamente conservadora de cara a impedir una revuelta social de las clases realmente desfavorecidas, que eran como el 90% de la población. Por eso las “batallas” de la independencia en muchos casos las luchas tres mil o cuatro mil pijos burgueses que no quieren ni escuchar hablar de la Revolución francesa (su modelo es el estadounidense que conservó la esclavitud) y que actúan (como en el caso de México) cuando en España se instala el Trienio Liberal, ante el peligro de que desde España se importen esas “peligrosas” ideas “progresistas”. Mientras que en Cuba ni eso, por el miedo a la inmensa mano de obra esclava.
Ese era el tipo de sociedad “móvil” y “avanzada” que tenemos a finales del XVIII.
¿De dónde salió? Me pregunto, si todo era tan igualitario y progresista antes.
Muy cierto todo lo que dices. Suelo pensar que la inestabilidad política de las repúblicas latinoamericanas se debe a que la llamada 'independencia' fue realmente una farsa fraudulenta con la que la aristocracia criolla perpetuó la opresión de pueblo, en particular del campesinado. La única independencia real fue la de los negros en Haití. Que el resultado fuera una catástrofe que se arrastra hasta hoy es otro tema.
ResponderEliminarOtra reacción independentista real es el 'movimiento bolivariano' iniciado por Chávez en Venezuela, con todas sus contradicciones, y las fallidas etapas del 'gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas' en el Perú, hace ya algunos años, y la de Evo Morales en Bolivia, fracasada hace muy poco. También se pueden citar algunas reacciones de menor entidad, pro-indigenistas, perceptibles en las últimas décadas en Bolivia, Ecuador y Perú.