La política es el arte de impedir a las gentes
inmiscuirse en lo que les atañe.
Paul Verlaine
Hoy quiero dar salida a diversos pensamientos informales que
me han venido a la cabeza a raíz de una pequeña conversación que he tenido esta
tarde.
De cara a resumir el
paisaje de la misma voy a recurrir a una anécdota que suelo contar de vez en
cuando por su potencial digamos metafórico.
Gaio Licinio Verres era
un joven oficial en las legiones de Mario que en torno al año 87 antes de
nuestra era desertó para unirse al bando de Sila llevándose consigo la paga de
la legión a la que estaba asignado. Es así como empezó un imparable ascenso
político plagado de traiciones, corruptelas y sobornos, el cual le llevó catorce
años más tarde, en el 73 a.n.e., a ser nombrado gobernador de la próspera
provincia de Sicilia.
Por entonces el mundo
romano se encontraba –como casi siempre- atravesando un período tormentoso. En Hispania
aún resistía la revuelta de uno de los últimos fieles de Mario, el celebérrimo
Sertorio, mientras que en territorio itálico se produjo la importante
sublevación de esclavos y gladiadores capitaneada por “Espartaco”, la cual se
extendió a lo largo de casi dos años.
Debido a ello durante su
mandato en Sicilia, amparándose en el caos que experimentaron la propia Roma y
los territorios limítrofes debido a los sucesos citados, Verres gozó de una
gran autonomía de acción, lo que aprovechó para llevar a cabo impunemente todo
tipo de corruptelas.
En particular su estrategia
favorita era ordenar la confiscación de barcos que arribaban a los puertos
sicilianos portando cargas particularmente valiosas. Los pasajeros y la
tripulación de tales embarcaciones resultaban a continuación acusados de
transportar contrabando a favor de los rebeldes de Sertorio en Hispania y
consiguientemente eran inmediatamente encarcelados sin juicio en las Latomías,
unas insalubres cuevas habilitadas como prisión en tiempos del tirano Dionisio
de Siracusa.
Desde luego tales cargos
de traición y contrabando resultaban un tanto inverosímiles y no se sostendrían
en un eventual litigio jurídico, pero daba igual, si por un casual los
detenidos sobrevivían demasiado tiempo a los rigores del encierro simplemente
se les ejecutaba sin mediar proceso alguno. Mientras tanto Verres y sus amigos
y sicarios se lucraban vendiendo las mercancías incautadas a través de terceras
personas.
Eso es en esencia lo que
le ocurrió a Publius Gavius un ciudadano romano residente en la región de
Campania cerca de la actual ciudad de Avellino a unos 50 km. al Este de
Nápoles. Gavius había adquirido un cargamento de púrpura en Oriente y lo
transportaba a Italia, pero cuando su barco navegaba cerca de las aguas de
Siracusa fue interceptado por una nave a las órdenes de Verres. De esa forma el
buque en el que viajaba Gavius se vio obligado a entrar en el puerto de la mencionada ciudad, lugar donde el cargamento propiedad de Gavius fue rápidamente
confiscado bajo la consabida acusación de piratería y espionaje. A continuación
Gavius y sus hombres fueron encerrados en las infames Latomías para que se murieran allí, como había
ocurrido previamente con muchos otros pobres desgraciados. Sin embargo Gavius
era un hombre de una voluntad y una
fortaleza física a toda prueba gracias a lo cual, contra todo pronóstico, consiguió lo imposible: escapó de dicha prisión y tras deambular durante
días por los montes de la isla logró llegar hasta Mesina, desde donde intentó a su vez cruzar el estrecho para pasar a
Reghio ciudad en la que esperaba poder denunciar a Verres.
Es en ese momento cuando
Gavius cometió un grave error. De cara a atravesar las aguas del estrecho que separa Sicilia de la Península Itálica confió en un
mercader que creía amigo suyo para que lo transportase
clandestinamente. Pero claro, en aquel tiempo prácticamente todo mercader o
comerciante de Sicilia estaba en la nómina de la red mafiosa tejida por Verres,
quien de forma directa o indirecta controlaba todo y a todos en la isla. Así
que Gavius fue delatado y de nuevo cayó en manos de los hombres de Verres.
Incluso el propio Verres se desplazó luego hasta la ciudad para supervisar la
“solución” a su pequeño “problema”. Valiéndose de su autoridad como gobernador
al cargo de la provincia, sin juicio y contraviniendo todas las normas legales
del momento, Verres ordenó que Gavius fuese atado a una columna y azotado
públicamente, para acto seguido crucificarlo. Todo ello transcurrió en medio
del foro de Mesina y ante la patética inacción de buena parte de los
magistrados y los habitantes de la ciudad reunidos allí, mientras Gavius
gritaba incansablemente una y otra vez: “Soy un ciudadano romano, no podéis
hacerme esto”. Así hasta que murió.
Ahora bien, con tal
exhibición de desfachatez y poder Verres se había extralimitado quizás en
demasía. Tal vez debería haber hecho ejecutar a Gavius en privado,
discretamente. Así en el año 70 a.n.e. un ambicioso abogado que había ejercido
de cuestor en Sicilia cinco años atrás se enteró del asunto, olió sangre, y
decidió acusar públicamente a Verres de corrupción. El hombre en cuestión era
Marco Tulio “Cicerón” y el juicio subsiguiente pasó a la historia cimentando su
posterior carrera política.
Verres contrató para
defenderlo a uno de los más renombrados abogados del momento, Quinto Hortensio
Hortalus, pero gracias a que había cometido un crimen evidente saltándose toda
la jurisprudencia en vigor delante de cientos de personas Cicerón puedo
encontrar un puñado de individuos dispuestos a testificar, particularmente uno
llamado Stelio que tenía todas las razones del mundo para ello porque
había sido condenado a muerte por el propio Verres. Asimismo dio la casualidad
de que el presidente del jurado designado para juzgar el caso era Manius
Acilius Glabrio cuyo hijo no había podido acceder al cargo de cuestor debido a
un encontronazo con Verres unos meses antes.
Gracias a esa afortunada
confluencia de factores el abogado de Verres no pudo enterrar la causa y
finalmente éste tuvo que exiliarse a Massilia, la actual Marsella.
Y ya. Ese fue quizás uno
de los mayores triunfos del “imperio de la ley” dentro de la civilización de la
antigüedad donde la jurisprudencia alcanzó su primera madurez.
Vamos a repetirlo. Dentro del supuestamente ordenado mundo romano, hablamos de uno de los escasos
juicios famosos que conocemos en detalle, el cual fue puesto como ejemplo por sus
contemporáneos de que ni siquiera los poderosos podían escapar de las
consecuencias de sus actos. En dicho juicio resulta que uno de esos poderosos que había
causado la muerte de docenas, quizás cientos de personas, confiscado
ilegalmente miles de esclavos a sus propietarios, así como cargamentos navales enteros,
e incluso los bienes de diversos templos, esquilmado una provincia entera
próxima a Roma durante años, tras cometer un crimen horrendo, delante de los
ojos de cientos de testigos, al final gracias a que se produjo una conjunción
de factores en su contra y que chocó con los intereses de otros personajes
poderosos como Cicerón (que deseaba hacer despegar su popularidad para tener
una carrera política) y Glabrio (que simplemente quería vengarse de Verres)... resulta, digo, que tras todo eso el
político en cuestión tuvo que abandonar del primer plano para exiliarse a una ciudad
“de provincias”. Cicerón exigió en todo caso que fuese multado con cien
millones de sextercios, aunque al final la multa quedó en cuarenta millones de
los cuales Verres se las arregló para pagar apenas tres. Así hasta que casi
treinta años después Verres murió no por la justicia del Estado sino, como casi
todos los potentados de su tiempo, por encontrarse en el bando equivocado en
una pelea entre poderosos, al sucumbir a las purgas ocurridas durante el
Segundo Triunvirato.
Sin duda todo un éxito
del “imperio de la ley”.
Y cito esta
anécdota porque a raíz de una conversación entre amigos ocurrida esta tarde he
pensado que, al final, uno encuentra extraños paralelismos en la historia. Por
un momento, hablando de la actualidad política en la España actual, verdadero
paraíso del realismo mágico, (pero también de la de Italia, China, Gran
Bretaña, o los EE.UU., tanto da) me ha venido a la cabeza la historia de
Verres y Gavius.
Y claro, ¿cómo es
posible que dotados como estamos de una elevada
educación y un acendrado orgullo, en el fondo la imagen que proyectan muchos de los
ciudadanos de las más democráticas y avanzadas naciones de nuestro tiempo siga
siendo la de un intenso patetismo? ¿Qué diablos falla, con lo listos y guapos que somos
todos?
Por un lado podemos
recurrir a un enfoque crítico con respecto al “activismo” a través de redes
sociales, el cual se ha expandido como un reguero de pólvora a lo largo de la
última década. Hablamos de la utilidad anestesiante de la web social,
auténtica Matrix de nuestro mundo
actual. Así como de la naturaleza a veces un tanto ridícula del clicktivismo que difunde, basado en patalear dándole al botón de “No
me gusta” o subiendo ocurrentes y mordaces comentarios a Twitter.
Por supuesto también hay
quienes ven todo lo anterior como algo positivo o niegan el potencial paralizante de la red. Muchos incluso continúan valorando Internet en general como una
herramienta movilizadora y no como el nuevo y actualizado opio del pueblo. A
fin de cuentas pese a mi visión negativa de la red es a través de ella como
intento interactuar con vosotros. Igual que muchas otras personas que la usan para difundir ideas subversivas de todo tipo. O al menos lo intentan.
Quizás por tanto el papel de la web no sea tan negativo, pero entonces si no nos hemos desmovilizado lo que
ocurre al menos es que no tenemos muy claro cómo o contra qué canalizar nuestra
frustración. Da la sensación de que la sociedad civil de los países occidentales se ha convertido en un gigante ciego, privado de voluntad. O tal vez siempre lo ha sido.
Por muy mal que suene
decirlo la “masa” siempre ha necesitado líderes y gente que piense por ella. Y
en ese sentido da la sensación de que en el mundo global posterior a la caída
de la URSS la mayor parte de los intelectuales profesionales o han dejado de ser abiertamente
críticos o bien han perdido toda conexión e influencia sobre el “populacho”.
A ese respecto el concepto
de cognitariado surgió hace décadas
para definir una transición en el modelo de trabajo imperante. El declive del sector
industrial en las sociedades del antiguo primer mundo, la “deslocalización” del
trabajo más físico y fabril hacia países no demasiado desarrollados y el
consiguiente crecimiento en los países más ricos de las burocracias, los servicios y en general del
trabajo de “cuello blanco”, de oficina, las profesiones liberales, etc., llevó en un determinado momento a algunos pensadores a dejar
de hablar de proletariado para empezar a hablar de cognitariado. Es decir la
marabunta de trabajadores que mantienen en funcionamiento el “sistema” económico
ya no tanto en base a su fuerza física o su trabajo manual en fábricas y minas
como a través de exprimir su capital humano, en suma mediante el esfuerzo psicológico e
intelectual desarrollado en oficinas y comercios.
No obstante ese término
de cognitariado tiene un matiz interesante y es que puede usarse asimismo para englobar la
realidad presente del grupo formado por lo que usualmente denominamos como intelectuales. A través de ello se resaltaría que, frente a la visión idealizada del intelectual o el artista como un
pensador esencialmente libre e independiente, en última instancia la mayoría de los
teóricos y educadores del presente son casi tan parte del “sistema”
como lo eran sus predecesores de hace décadas o incluso un siglo en la medida en que para mantener su modo de vida y para llegar a las grandes audiencias dependen, cómo no, de una rama de la administración de turno, o bien de los grandes conglomerados de medios. Por ello los "intelectuales" de nuestro tiempo en última instancia continúan trabajando, antes que para el "público" de forma directa, al servicio de unos patrones e intermediarios que son los que deciden realmente qué es lo que se va a exponer a las grandes audiencias... y qué NO.
De esta forma se puede argumentar que muchos prestigiosos intelectuales son en realidad poco menos que simple cognitariado. Miembros
de una cadena de producción invisible que trabaja a destajo al servicio de una "industria cultural" cuya finalidad no deja de ser el beneficio y por tanto está, al margen de algunas excepciones, más orientada al ocio que a la auténtica educación. Todo ello encauzado dentro
de unos límites de pensamiento concretos, al menos en lo tocante a lo que se puede difundir a gran escala.
Desde luego nunca una
sociedad humana había producido antes tal volumen de pensamiento a un ritmo tan vertiginoso como la presente. Pero ese hecho concreto ha contribuido a su vez a desvirtuar el
propio concepto de cultura como un bien escaso e igual o más valioso que el
dinero. Y cuando hablo de cultura no me refiero a instrucción académica con la
finalidad de encontrar una ocupación laboral. Me refiero en cambio a la
posesión de conocimiento por sí mismo, de una visión crítica, personal y
original sobre el mundo que nos rodea.
Vivimos en un mundo por el que
pululan ejércitos de becarios hípster que se creen revolucionarios
por llevar camisetas con slogan. Adolescentes de treinta y cinco años que se engañan considerándose "clase media" al tomar café en un
Starbucks y comprar billetes de avión a Praga con su iPhone. Todo ello mientras no son capaces apenas de cotizar para tener una jubilación digna porque carecen igualmente de la capacidad adquisitiva para comprarse un coche o una vivienda en propiedad debido a sus
trabajos temporales malpagados. Entre ellos ha calado la falsa idea de que saber
mucho sobre
cómics de Alan Moore, discos de Chimo Bayo, los orígenes de Nintendo, anécdotas
del rodaje de Star Wars, o la lista de los mejores boxeadores libra por libra
de todos los tiempos, es algo maravilloso.
Y va a ser que no, porque
al final todo eso no sirve para dotar a nadie de una mejor capacidad
para entender los mecanismos profundos de la sociedad que le rodea. Que es el meollo del asunto.
De la generación anterior en España, esa que protagonizó -o simplemente contempló desde su balcón- el inigualable espectáculo de ilusionismo denominado Transición y aún hoy sigue intentando convencerse a sí misma de que no la estafaron (mientras ahoga sus penas en partidos de la Selección y programas de telerrealidad) mejor ni hablo.
De la generación anterior en España, esa que protagonizó -o simplemente contempló desde su balcón- el inigualable espectáculo de ilusionismo denominado Transición y aún hoy sigue intentando convencerse a sí misma de que no la estafaron (mientras ahoga sus penas en partidos de la Selección y programas de telerrealidad) mejor ni hablo.
Enorme verdad. Dos reflexiones:
ResponderEliminar- el que no conoce la Historia está condenado a repetirla... eso las élites lo saben de sobra y engañan a las masas una y otra vez mientras procuran mantenerla entretenida e ignorante (véase las últimas reformas educativas y cómo es el ocio hoy en día...)
- y hablando de engaños, bonito engaño lo de la supuesta "clase media" actual efectivamente... la verdadera surgió con el desarrollismo cuando con UN SOLO SUELDO obrero se podía pagar una hipóteca de un piso grande en la ciudad donde mantener con ese mismo sueldo una familia numerosa, pagar las letras del coche, con 40 años tener todo pagado y poder meterse en un apartamento en la playa o ciudad y pagar estudios universitarios a los retoños. Hoy día, y esto es mucho más visible en una gran ciudad, con UN SOLO SUELDO de licenciado universitario con idiomas a lo más te da para compartir piso o alquilar un zulo habitacional a tomar por culo de tu trabajo, te pasas la vida en el metro, no tienes apenas para pagar un coche ni muchísimo menos un piso y necesitas imperiosamente para poder formar una familia otro sueldo en condiciones... para luego que esa familia sea de dos adultos estresados y cabreados, sin tiempo ni herramientas educativas para los retoños que hoy en día están endiosados y enterrados en regalos y juguetes sin podérseles toser un pelo y teniendo que tirar obligatoriamente de abuelos o asistentas si el sueldo lo permite para cuidar de ellos o hacer el mantenimiento básico de la casa, que por supuesto estará también a tomar por culo del curro... o sea que te obligan o bien o tener dos sueldos de funcionarios o de directivos o percibir alguna ayuda social para conseguir lo que en la época "desarrollista" con un sueldo era suficiente para todo lo anterior (con estrecheces y sin lujos pero era suficiente).
Bien engañados vivimos ciertamente...
Estoy muy de acuerdo con eso que vivimos engañados, pero aquello de la época del desarrollismo y UN SOLO SUELDO no lo veo tanto. Cierto que mi madre no trabajaba, pero en los 60 mi padre se cascaba sus buenas 14 horas diarias con dos empleos. El pluriempleo estaba a la órden del día, y si no, no había manera de pagar las letras de la tele...
EliminarLa ilusión de que en los años 60-70 se podía vivir como un señor con un solo sueldo podía afectar al 10-20% de la población, y es debido a que recibimos una visión parcial si vemos la serie "cuéntame" por ejemplo, para el resto de la población, la situación era más bien parecida a la película "la isla mínima". Y también hay mucho desmemoriado al que le cuesta reconocer las miserias que vivió en su infancia.
EliminarEl asentamiento consolidado del individuo dentro del sistema productivo (y, por tanto, su subordinación a este) no tiene por qué resultar más legítimo éticamente que la postura de quienes se escudan en sus bizarros ámbitos de conocimiento como mecanismo de identidad social. Aconsejo lectura del artículo de la página 24: https://issuu.com/periodicocnt/docs/cnt_402_web
ResponderEliminarRespecto al tema del cognitariado, una lectura desde el prisma de la propiedad intelectual: http://e-derecho.cl/downloads/capitalismocognitivo.pdf
O también: https://www.traficantes.net/libros/el-sabio-el-mercader-y-el-guerrero
Muy buena entrada.
ResponderEliminarDiscrepo en la capacidad transformadora de Internet, mucho más igualitaria que cualquier otro medio de comunicación y con una característica novedosa y explosiva: su carácter transnacional (aún limitado por las fronteras lingüísticas, cada vez más bajas).
Quizás estemos más anestesiados como colectivo humano, pero... ¿Eso no hace más improbable explosions de violencia como guerras civiles, genocidios etc?
ResponderEliminarEn España creo que sucede que se han creado toda clase de ayudas para evitar que nadie se muera de hambre o de enfermedad, o de que el colectivo al que sucede esto sea muy pequeño, porque los hambrientos son la base de todas las revoluciones, buenas o malas. Estos han sido prácticamente los únicos logros de la transición, aparte de la educación universal. Que no es poco, pero tampoco te garantiza nada más.
EliminarConvengo con Mendigo en lo tocante a Internet; por lo demás, impecable artículo.
ResponderEliminarConvengo con Mendigo en lo tocante a Internet; por lo demás, impecable artículo.
ResponderEliminarMe ha venido a la cabeza un par de vídeos recientes de CPG Grey, basados en el libro the dictator's handbook, de Bruce Bueno de Mesquita.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=rStL7niR7gs&t=528s
https://www.youtube.com/watch?v=ig_qpNfXHIU
En lo que se refiere a Internet, discrepo. Sin Internet, España seguiría en el bloqueo informativo en el que se encontraba en los años 80 y 90. Sólo por poner un par de ejemplos, no es posible entender el movimiento 15M ni la abdicación del Campechano sin Internet. Y a nivel Internacional, El triunfo electoral de Obama no se entiende sin la movilización a través de las Redes Sociales y fenómenos como Wikileaks o los papeles de las Bahamas son el resultado directo de filtraciones masivas llevadas a cabo gracias al anonimato de las Redes y al uso de las mismas para difundir dichas filtraciones.
ResponderEliminarEn cuanto a Roma, totalmente de acuerdo. Un mundo donde la arbitrariedad de los poderosos era tan brutal que asusta pensarlo hoy en día. Viendo hace poco la serie documental sobre Roma presentada por Mary Beard, se te ponen los pelos como escarpias con el modo de vida de la gente común (no ya esclavos, sino gente "libre"). Por poner unos ejemplos, la ausencia total de un cuerpo estatal que administrase justicia para robos, asesinatos y demás. La gente corriente era asesinada impunemente y sus familiares no podían hacer más que llorarlos. Mencionan incluso el caso de un ciudadano que puso en marcha un cuerpo de "bomberos" voluntarios para inte tar poner coto a los continuos incendios que asolaban los barrios populares. El Emperador Augusto lo "premio_ condenándolo a muerte, ya que no podía permitir que alguien que no fuese él destacase por algo y fuese tenido en estima por el pueblo.
Internet es una máquina más rápida de copiar contenidos. La imprenta posíblemente disminuyó el poder de la Iglesia, e Internet disminuya el de los conglomerados mediáticos, o al menos tendremos otra información más para elegir.
ResponderEliminarNada es bueno ni malo absolutamente, yo pienso que habría que razonar en "costos"/"beneficios" para cada uno. E incluso algo bueno, se puede vaciar de contenido y negativizar.
Por supuesto que Internet, como el fútbol, la televisión, la pornografía, la religión, etc sirve para anestesiar...
Un peligro que veo yo sobre Internet y las tecnologías de la información es el control al que nos llevan. Pensad que sólo hay que estudiar un poco las visitas que hace cada uno en un buscador para saber su ideología política, etc.
Lo mismo que de Internet bueno/malo y por sembrar discordia puedo preguntar :-D
¿Los inmigrantes son buenos ó malos?
Saludos y excelente artículo.
Aunque comparto lo que dices, quería recordarte, aunque seguro que ya lo sabes, que el peligro de internet es en realidad la falsa sensación de anonimato que nos lleva a veces a soltar la materia prima de nuestros pensamientos sin ningún tipo de filtrado o procesamiento previo. Nos invita a ser viscerales en lugar de cerebrales.
EliminarPero en cuanto a lo de analizar nuestra ideología política, moral o religiosa los riesgos son los mismos de siempre. Basta tomar un café o una cerveza con un grupo de personas y escuchar, para sacar todas esas conclusiones acerca de las filias y las fobias personales de cada uno.
En regímenes totalitarios del pasado, una conversación de esas de bar, podía ser suficiente para enviar a alguien a la cárcel. Las cosas no han cambiado, salvo que al antiguo totalitarismo ahora le llaman seguridad nacional, y en vez de 'espiarte' en el bar, te espían en un foro de internet. Cambia la tecnología, no los objetivos de los estados.
Entender los mecanismos de funcionamiento de la sociedad no tiene porqué implicar saber como transformarla. Más bien al contrario, puede llevar a entender porque necesariamente tiene que funcionar como lo hace.
ResponderEliminarEn cuanto al tema de la clase media española, crisis mediante, sigue siendo la generación con mejor nivel de vida. La idealización de la situación económica de los 60 y 70 es absurda cuando hay indicadores que nos dicen lo contrario.
Un saludo y felicidades por el artículo
Ah y en cuanto a internet está claro que sí está teniendo influencia política aunque está por ver si positiva. En "éxitos" recientes como los de Podemos, Trump o el Brexit han tenido una influencia nada desdeñable las redes sociales y demás.
ResponderEliminarUn saludo