Ante el ideal francés sin
sentido de libertad, fraternidad y equidad respondemos con el realismo de la
infantería, caballería y artillería alemanas.
Príncipe Bernhard von Bülow, 1870
El
francés es un idioma fantástico, especialmente para insultar. Nom de dieu de
putain de bordel de merde de saloperie de connard d'enculer ta mère. Es como
azotar con un látigo de seda.
El Merovingio en "The
Matrix Reloaded"
Aunque tanto el cine como la fotografía en color se
generalizaron tras la IIª Guerra Mundial, como hemos visto más veces en este blog ya desde comienzos del s. XX y aún antes existían diversos sistemas para
tomar fotografías en color. En lo tocante al cine también se
implementaron en épocas tempranas de su desarrollo métodos toscos para dotar de colorido algunas películas, por ejemplo pintando
a mano los fotogramas o, durante los
años 20, usando métodos de grabado y proyección que eran ya capaces de
superponer dos colores y por tanto dotar de una cierta gama cromática, aunque
fuese imperfecta, a las imágenes en pantalla. Esos sistemas eran carísimos,
laboriosos, inestables y normalmente poseían defectos evidentes que impedían
dotar de un coloreado totalmente natural y realista a las imágenes, por lo cual
el blanco y negro se impuso claramente en el mundo del cine (además mudo) durante
todo el primer tercio del s. XX.
No obstante si el cine sonoro se fue abriendo paso
con celeridad a partir de 1927 en lo tocante al color las cosas también estaban
a punto de cambiar a lo largo de los años 30 gracias al progresivo
perfeccionamiento y difusión de sistemas como el Kodachrome y sobre todo el Technicolor empleado por la industria fílmica de los EE.UU. Basándose
en este último sistema Hollywood impulsó el tránsito hacia el cine en color
principalmente a partir de 1935, viraje que pareció consolidarse definitivamente en 1939 con el
estreno de Lo que el viento se llevó
y de El mago de Oz, mientras que por entonces en
Gran Bretaña también comenzaba a planearse el rodaje de películas empleando
esas técnicas. Sin embargo la IIª Guerra mundial y los consiguientes problemas de suministros químicos y de piezas mecánicas afectaron gravemente la sofisticada industria del naciente cine en color, por lo cual
la mayoría de los directores volvieron al blanco y negro en los pocos países
anglosajones donde se estaba intentando la transición. Debido a lo anterior el progreso hacia un cine
en color tuvo que esperar al final de dicha guerra, consolidándose por fin la
proyección de ese tipo de películas a lo largo de la década de 1950, a la vez que
se globalizaban también la fotografía y poco a poco, asimismo, la televisión en
color, ésta última de forma ligeramente más lenta.
Todo esto lo cuento como introducción a otra cuestión.
El caso es que en los años 30, en Alemania, vivía un risible individuo contrahecho,
retorcido y amargado, pero brillante en algunos aspectos, llamado Joseph
Goebbels. Entre sus muchas obsesiones Goebbels se daba cuenta de que las
guerras no solo se libran en los campos de batalla sino que suponen también
choques culturales que se dilucidan en el campo de la propaganda y la
confrontación de discursos retóricos. Además, aunque los nazis usaron sobre todo la radio, los carteles y la prensa como medios de propaganda de masas, Goebbels en concreto era consciente de que el lenguaje cinematográfico en particular poseía un gran potencial a la hora de consolidar en el subconsciente del público ideas, mentalidades, modos de vida, prejuicios o lealtades. Por ello albergaba la esperanza de
convertir la industria cinematográfica alemana en algo parecido a la máquina
propagandística que comenzaba a ser por entonces Hollywood. En base a ese objetivo el poseer la capacidad técnica de emplear imágenes en color era mucho mejor, por razones obvias, que verse limitado al blanco y
negro. Por tanto, debido a todo ello, Goebbels puso mucho interés en que la industria química
alemana le proporcionase medios de fijar y luego reproducir fotogramas en color.