"My name is Ozymandias, king
of kings:
Look on my works, ye Mighty, and despair!"
Nothing beside remains. Round the decay
of that colossal wreck boundless and bare
the lone and level sands stretch far away...
Percy Bysshe Shelley
Look on my works, ye Mighty, and despair!"
Nothing beside remains. Round the decay
of that colossal wreck boundless and bare
the lone and level sands stretch far away...
Percy Bysshe Shelley
Vamos con una nueva entrada
dedicada a colapsos ecológicos en la historia así como a la influencia del clima sobre las sociedades humanas del pasado.
El
país de Argar
Empezaremos por la Península Ibérica durante el
tránsito de la Edad de los Metales a la Antigüedad. En aquel tiempo las zonas más
desarrolladas se hallaban en la costa Sur en tierras de las actuales
Andalucía y Murcia. Por eso fue allí donde surgió la llamada cultura de Los Millares durante la Edad del Cobre. Dicha cultura debe su nombre a que en la
actualidad su exponente principal es el yacimiento epónimo de Los Millares, en la provincia de Almería. Pero en todo caso la influencia de Los Millares se extendió
por toda Andalucía oriental y el Levante español
entre las postrimerías del IV milenio antes de nuestra era (a.n.e.) y el final
del IIIº. Es decir su recorrido abarcó más o menos los años entre el 3300 y el 2200 a.n.e. más o menos.
La diferencia de este sustrato cultural
con todos los anteriores la marcan la irrupción de una primitiva metalurgia
calcolítica y también la presencia de
poblados relativamente importantes dentro del área de influencia de Los Millares,
además de trazas de un cierto grado de fortificación presentes en alguno de los mismos (lo que contrasta con
las poblaciones neolíticas precedentes, muy dispersas y con pocas o nulas
protecciones), así como la existencia en el exterior de los poblados de
necrópolis con abundancia de enterramientos megalíticos colectivos en forma de tholos.
Tras la decadencia y desaparición del
estrato cultural de los Millares se documenta un cierto impasse de tres o cuatro
siglos de crisis a lo largo de toda su anterior zona de implantación hasta que, en torno al año 1.800 a .n.e., aparece en
aquellos territorios una nueva cultura poderosa, la llamada cultura Argárica -llamada así porque los
primeros indicios de su existencia aparecieron en el poblado almeriense de El
Argar- extendida por un área que llegaría desde el Sur de Alicante a Granada, abarcando
también las provincias de Almería, Murcia y Jaén.
En este segundo caso la cultura argárica coincide ya con la
expansión por toda la región de una metalurgia más elaborada que la del cobre -en
concreto la del bronce- y con la aparición de posibles estructuras
protoestatales. Por otra parte lo anterior concuerda también con la implantación ya claramente
en la zona de una sociedad con una cierta división del trabajo (debido a las
evidencias de que pese a la uniformidad material en los hallazgos existía una
progresiva estratificación social y tal vez la existencia de una casta
guerrera). Es decir nos encontramos ante una evolución de lo que ya se
insinuaba en Los Millares. De esa forma hubo repartidos por toda la región diversos poblados
bastante grandes hasta el punto de que algunos de ellos pueden ser considerados
casi como protociudades, con enterramientos complejos, ajuares, cerámica,
metalurgia avanzada, evidencia de armas y de jerarquías de algún tipo. Llegados a este punto es evidente que no estamos frente a tribus de apacibles agricultores viviendo en chozas agrupadas en
pequeñas aldeuchas de unas pocas familias.
De hecho teniendo todo eso en cuenta los
argáricos fueron una de las primeras sociedades “urbanas” de Europa Occidental,
ya en plena Edad de Bronce. En su caso se
caracterizaron por su costumbre de edificar poblados situados en áreas elevadas de cara a fortificarlos y facilitar su defensa. Todo ello sumado
a otros rasgos identificativos como casas de planta cuadrada construidas con
piedra y adobe, enterramientos en cistas, tinajas o covachas bajo el suelo de las propias viviendas y
la abundancia de armamento militar entre los restos que nos han llegado.
Entre sus poblados El Argar es considerado
un asentamiento de nueva fundación, sin antecedentes calcolíticos, y debió contar con una población
estimada de unos 500 habitantes. Hoy parece poco pero no estaba nada mal para
la época. Pero quizás los restos más impresionantes que se conservan en la actualidad
de un poblado argárico están en Murcia y no Almería. Es el caso del yacimiento
de La Bastida, ocupado entre aproximadamente el 2.200 y el 1.500 a.n.e.
En su día dicho poblado pudo ser
tranquilamente una de las “ciudades” más avanzadas de Europa occidental. Hasta
el momento en las excavaciones de la zona se han hallado una gran balsa capaz de almacenar casi medio millón de litros de agua para abastecer el
consumo de sus habitantes, seis torres cuadradas que tendrían una altura
original de siete metros pertenecientes a una muralla maciza de unos tres
metros de espesor, con una entrada monumental y una poterna de arco apuntado
que se conserva completa y que es excepcional para la época. Asimismo dicha muralla, de
unos 300 metros de perímetro, protegía una ciudad situada en una colina en cuyo
seno había algunas residencias de más de 70 metros cuadrados.
Todo lo anterior, que nuevamente puede no
parecernos demasiado, la convertía posiblemente en la ciudad más poderosa y
desarrollada de la Península durante la Edad del Bronce. Hecho que hace aún más
interesante y misterioso el que hacia el 1.500 a.n.e. la Bastida fuese
abandonada sin señales de lucha o de alguna catástrofe (un incendio o un
terremoto) y la sociedad argárica en su conjunto desapareciese bruscamente.
A partir de ahí todos sabemos que en los manuales
de Hª Antigua de España existe un brusco salto entre la Edad de los Metales –para
la que se enumeran esta y otras culturas de la época- y la Península Ibérica a
comienzos del Ier milenio antes de nuestra era, momento en que se asume que la
Península consistía prácticamente en un desierto cultural donde múltiples
pueblos atrasados se diseminaban por el territorio resguardados en sucios y
minúsculos castros. En ese momento se supone que los griegos y los fenicios
llegaron a Iberia atraídos por sus riquezas minerales y a través del comercio
expandieron desde sus enclaves costeros unos rudimentos de civilización por el
Levante peninsular y el área andaluza. Zona esta última donde, quizás debido al
comercio con los recién llegados, los niveles de civilización alcanzados en el
pasado en la zona se recuperaron un poco y surgió así Tartessos. Luego llegaron
a la Península los cartagineses y los romanos y la Península Ibérica entró en
la historia.
Pero claro, ese resumen presenta un
hueco extraño. Si la evidencia arqueológica nos muestra sociedades preurbanas
metalúrgicas muy desarrolladas en torno al año 2.000 o incluso 1.600 a.n.e. ¿cómo
resulta que eso desemboca en un camino ciego y toda la vida cultural y urbana
de la zona se estanca o incluso involuciona durante el siguiente medio milenio y
en torno al año 1.000 la región muestra signos de un tremendo atraso económico,
militar y cultural?.
¿Qué pasó ahí?, ¿cómo es posible que la
costa andaluza y levantina quedase estancada de repente entre el
1.600 y el 1.500 a.n.e. para a continuación entrar en una profunda decadencia o incluso
involución como no había experimentado la región en los dos milenios
anteriores?.
Lo que sabemos es poco, muy poco. Básicamente
que desde el 1650 a. n.e. el mundo argárico comenzó a entrar en decadencia
para colapsar de golpe hacia el 1500 a.n.e. A partir de aquí se puede especular
con lo que pasó. Veamos.
Tanto la cultura
de Los Millares como luego sobre todo la del Argar respondían seguramente a un
momento de cambio social y político en la región. Donde antes había un montón
de pequeñas aldeas de pacíficos agricultores neolíticos, dispersos y sin ninguna
jerarquía entre ellos, se instauraron progresivamente unas primeras estructuras
de tipo estatal. De esta forma el Argar sería una federación de ciudades o incluso un pequeño “imperio” regido
por guerreros concentrados en cuatro o cinco grandes asentamientos fortificados
que casi podemos llamar ciudades. Desde esos enclaves tal vez pasaron a
controlar el resto de poblados dispersos por el territorio y seguramente
instauraron en la zona algún tipo de autoridad centralizada y una primitiva
división del trabajo. En base a ello podemos especular que los pequeños
poblados se ocupaban de la agricultura y el pastoreo y suministraban recursos a
esos grandes poblados aislados en cerros; poblados estos últimos donde
habitaban los guerreros y algunos artesanos, así como diversas familias de agricultores o quizás siervos que se dedicaban a cultivar los terrenos en el
entorno de esos asentamientos principales. Pero implantar todo esto tuvo que
requerir un aumento espectacular de la violencia, de ahí la obsesión por
fortificarse presente en los asentamientos principales de la zona.
Ahora bien, esto
suponía un primer problema en tanto esas fortificaciones estaban ubicadas en
terrenos defensivos donde con la limitadísima tecnología de la época era
difícil obtener comida y agua para mantener a varios cientos de personas,
muchas de las cuales seguramente no trabajaban en la producción directa de
alimentos. A fin de cuentas el reducido tamaño de las “ciudades” en toda Europa hasta
entrado el Ier milenio a.n.e. responde a esa lógica.
El segundo
problema tiene que ver con el contexto ecológico y se relaciona con lo
anterior. Los yacimientos calcolíticos y más adelante los de la Edad del Bronce
en el sudeste peninsular se extendían, como hemos dicho, por Almería, Granada, Murcia, Jaén y Alicante,
provincias que componen, actualmente, una de las áreas más secas de toda Europa. En la zona, particularmente en el área andaluza, las cordilleras Béticas
actúan de barrera para los vientos húmedos del Atlántico, así
que algunas de estas áreas reciben sólo entre 200 y 400 mm. de lluvia al año.
Sin embargo es posible que
hasta bien entrado el IIº milenio a.n.e. el paleoambiente de ese sureste
peninsular fuese distinto del actual y contase con un mayor caudal de agua
disponible gracias a la presencia por entonces en la zona de amplias
extensiones forestales. Basándose en esto miembros del departamento de Biología
Vegetal de la Universidad de Murcia plantearon hace años en Quaternary Science Reviews la
posibilidad de que tras el colapso argárico
estuviese un desastre ecológico causado, además, por la mano del hombre.
Estamos hablando
de una región que ya era propensa a la sequía de por sí, donde solo una
abundante (por entonces) barrera vegetal protegía el terreno de la erosión y en
ocasiones de la desertificación. Sobre ese terreno se asentaron unas
sociedades tal vez demasiado "ambiciosas" respecto a lo que les permitía la tecnología productiva de la que disponían en aquel momento (sin un
buen conocimiento de los abonos, sistemas de rotación de cultivos, métodos
complejos de irrigación que ahorrasen agua o de canalización de la misma a
grandes distancias, etc.). Sociedades que pese a todo, debido a su éxito
inicial sin duda provocaron un aumento importante de la población en el
territorio. Esto último bien pudo situar al límite la capacidad de producción de
recursos de la zona, sobre todo cuando gran parte de esa población pasó a
concentrarse en estructuras fortificadas en zonas de fácil defensa pero poco
fértiles y de difícil acceso.
Para mantener ese sistema funcionando los
argáricos de los últimos siglos, antes de su repentina desaparición como
sociedad políticamente organizada, es muy posible que recurriesen a una intensificación
agropecuaria sirviéndose para ello de la deforestación -de cara al posterior
cultivo de las tierras ganadas así- usando para ello el método de la quema “controlada”
del bosque. Pero, bajo esta estrategia, cuantos más terrenos roturaban -para
alimentar la gente de sus poblados y construir sus casas y artesanías- menores
eran los rendimientos de las nuevas tierras añadidas (por su fertilidad cada
vez más marginal). Llegado a un punto se vieron obligados a deforestar continuamente más terrenos, dando lugar a una degradación medioambiental a gran escala de todo el
sudeste peninsular, ya de por sí relativamente árido. Hecho ese que se intensificó debido asimismo a la tala de árboles para obtener madera con que llevar a cabo las labores mineras o simplemente para despejar terrenos de cara al pastoreo.
Luego de todo eso podemos imaginar lo que
ocurrió. En algún momento del s. XVI a.n.e., entre el 1600 y el 1500 tal vez se
sucedieron varios años de sequía particularmente duros. Lo que en condiciones
normales ya sería un problema para sociedades primitivas, en el caso de una
región árida, cada vez más deforestada y con múltiples terrenos sufriendo por la
erosión añadida, debió ser gravísimo. Tal vez incluso se intentó aumentar el
espacio agrícola quemando los pocos bosques que quedaban y tal vez incluso este
método se les fue de las manos en la coyuntura de sequedad.
En todo caso lo que podemos adivinar es
que algún momento entre esos años el sistema productivo de los argáricos
colapsó por completo. Ya no era posible alimentar a tanta gente y menos aún a
las masas humanas (unos cientos de personas, con todo demasiadas para la época) concentradas en los poblados fortificados. A la crisis
económica debió seguir una crisis política que a su vez posiblemente agravó lo
primero. Al final de los enfrentamientos, rebeliones, saqueos y, en definitiva,
del hundimiento del modelo estatal en la región, las sociedades de la zona
posiblemente volvieron a la casilla de salida regresando a la forma -menos
civilizada pero más sostenible- en que estaban organizadas un milenio y medio
antes: divididas y fragmentadas en múltiples pequeños poblados dedicados de
nuevo a actividades económicas muy básicas y encaminadas a su vez a obtener recursos para
la mera supervivencia, sin casi artesanado, sin demasiados intercambios
comerciales. De tal forma, con las poblaciones de la región dispersas por un territorio empobrecido y
deforestado, después de todo lo ocurrido pasarían casi mil años hasta que la
región recuperase y superara los niveles de desarrollo político y económico que
había alcanzado en el pasado, pero eso ya sería de manos de comerciantes, colonos e invasores
extranjeros procedentes de Oriente.
Bílbilis
la soberbia
Demos ahora un salto en
el tiempo. Seguimos en la P. Ibérica, pero ahora en plena etapa romana. Vamos a
irnos ahora a Aragón, en concreto a la ciudad de Bílbilis, patria del poeta
Marcial, en terrenos cercanos a la actual Calatayud. Bíbilis fue una ciudad romana
dotada de excelentes infraestructuras que sin embargo resultó abandonada
repentinamente por sus habitantes mucho antes de que se produjera el hundimiento
del imperio o la irrupción a través del limes de los pueblos bárbaros. ¿Por
qué?.
Probablemente los
orígenes de Bílbilis estuvieron en un oppida celtíbero de la tribu de los lusones y situado, para no variar, en un lugar elevado, un cerro de terreno accidentado.
A la llegada de los romanos la zona no tenía un interés estratégico particular
ni contaba con ningún núcleo agrícola o minero que justificase la creación allí
de una gran ciudad que aglutinase población. Por ello en caso de crear un
gran asentamiento en la región la lógica dictaba ubicarlo en algún lugar del
llano ribereño del Ebro de cara a facilitar las comunicaciones y los suministros.
Pero ya lo decía Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso: “Los hombres suelen entregarse a una incauta esperanza cuando anhelan
algo y rechazar con razonamientos que no admiten réplica lo que no les resulta
de su agrado”.
Los romanos en ocasiones veían las ciudades, más allá de lo económico o lo administrativo, como núcleos propagandísticos del poder romano. En época de Augusto, tras el triunfo en las Guerras cántabras, el nuevo poder dominante en la región decidió coger el típico asentamiento fortificado de la época indígena previa y usar la famosa ingeniería romana para “enseñar” a los indígenas todo lo que podía aportar Roma (eso de lo que hablan en uno de sus famosos diálogos los “Monty Python”).
Ese fue el error.
Bílbilis como ciudad romana nació ubicada en un terreno elevado, difícil y poco
productivo, como mera ciudad “de prestigio”, bien
visible desde todo su entorno, convertida en un escenario donde representar las bondades del poder romano de cara a los habitantes de una región pobre y tardíamente
romanizada. En ese sentido la ciudad en sí misma no contaba con más sentido que
el de ejercer de puro anuncio luminoso al servicio del Estado
(algo así como esos aeropuertos construidos en las últimas décadas por el
político autonómico de turno a mayor gloria de sí mismo).
No obstante, pese a todos
los inconvenientes, los romanos lograron convertir en una urbe con todas las
comodidades de vida y ocio típicas del mundo romano lo que antes era un cerro
preparado para albergar en el mejor de los casos algún pueblucho. Evidentemente
pronto sirvió de foco para la población de la zona y así durante todo el s. I
no dejó de crecer. El problema es que a más población más necesidad
de agua. Por ello al siglo siguiente la situación comenzó a torcerse y ya en el
s. III simplemente llegó un momento en que los pozos y cisternas de la zona no
podían abastecer por más tiempo las necesidades diarias de los habitantes, por
no hablar de dar soporte a las labores agrícolas.
La paradoja por tanto
fue que Bílbilis murió de éxito ya que en sus condiciones de altitud y
distancia a un acuífero ni siquiera la magnífica tecnología romana podía ir más
allá de un determinado límite de población a la que abastecer. En otras
palabras cuando la ciudad alcanzó su tope de población fue cuando los romanos
toparon con que la orografía de los cerros de la zona no permitía solucionar el
problema mencionado a través de un acueducto de suficiente tamaño y, por otro
lado, elevar agua con sifones hasta las cotas de la ciudad se reveló como algo
complejo, irregular y muy dependiente de diversos problemas. Finalmente un par
de veranos de calor conllevaron el abandono precipitado del enclave en favor de
otros núcleos próximos ya en el llano, mejor abastecidos del líquido elemento y
menos costosos de abastecer.
A veces nos dejamos cegar por las reconstrucciones de ciudades romanas, griegas o egipcias y tendemos a sobrestimar la capacidad de incluso las más avanzadas civilizaciones del pasado para sobreponerse con su limitada tecnología preindustrial a problemas bastante básicos. Por supuesto los grandes imperios exitosos del pasado, como el romano, dejaron grandes legados arquitectónicos, pero no conviene olvidar el que solo podían proyectar lo mejor de su civilización en determinadas condiciones casi óptimas: terrenos fértiles, más o menos llanos, cercanos a fuentes de agua, etc., fuera de las cuales se mostraba complicado sostener la vida urbana a poco que se acumulasen los pequeños problemas o la población de la ciudad superase un determinado límite.
Las
ciudades saladas
Salgamos ahora de la Península Ibérica y
vayamos a Mesopotamia hace unos 5.000 años. La zona por entonces era un
desierto, como lo es en gran medida hoy en día. Pero como todos sabemos, durante
unos miles de años de esplendor eso no fue así y “la región entre los ríos” se
convirtió en un vergel y uno de los primigenios núcleos de civilización en el
planeta. Allí en fechas muy tempranas floreció un mundo urbano sostenido por
los rendimientos de abundantes cultivos sostenidos a su vez por las aguas del
Tigris y el Éufrates.
Pese a la existencia de un sustrato
cultural anterior el esplendor comenzó básicamente en torno al 3.000 a.n.e. con
los sumerios quienes aprovecharon sobre
todo el agua del Éufrates. Con sus conocimientos de irrigación convirtieron amplias
llanuras cercanas a dicho río en ricos campos de trigo y cebada rodeados de
palmeras y canales. Sin embargo pasados unos cuantos siglos, en torno al
2.400 a.n.e., en la zona de Mesopotamia se detectan dos cosas, por un lado
el decaimiento sumerio (en paralelo al ascenso acadio) y por otro el progresivo desplazamiento hacia el Norte de
las poblaciones de la zona pasando en adelante a ubicarse los núcleos urbanos más prósperos
de la región en los cursos alto o medio del Tigris y el Éufrates y no en zonas próximas a su
desembocadura. ¿Qué pasó ahí?. Pues bien, parece que en todo eso tuvieron mucho
que ver los problemas de salinización del suelo por excesos a la hora de
explotarlo. Veámoslo.
Mashkan-shapir era una típica ciudad
de la zona ubicada unos 30 km al norte de Nippur (unos 140 km. al sur de la Bagdad
actual) y más o menos a la misma distancia del río Tigris con el cual estaba
conectada mediante una red de canales. Su interés estriba en que tuvo que ser repentinamente abandonada unos 20 años después de su momento de mayor esplendor. Y eso es una vez más lo interesante del
asunto, ¿por qué fracasó aquella ciudad?.
El problema al que debieron enfrentarse
los sumerios y más adelante sus descendientes es que las mismas
técnicas agrícolas que permitían obtener los excedentes necesarios para la vida
en la región… potencialmente podían volver imposible la misma.
Para obtener los rendimientos agrícolas
que se necesitaban de cara a sostener la abundante vida urbana en Mesopotamia los
sumerios –como todos los pueblos que les sucedieron- necesitaban recurrir a
regar frecuentemente sus tierras de cultivo con el agua de los ríos, ya que las
lluvias en la zona eran muy escasas. El problema es que por entonces aquellos primeros
agricultores poco experimentados no sabían algo muy importante: que en el agua
de los ríos también hay sal, como en el mar, muy poca en el caso de los ríos, pero
la hay. De hecho el agua de mar contiene aproximadamente un 3,5% de sales,
mientras que en el agua “dulce” de ríos o fuentes puede haber solo un 0,05% de
sales o menos. Pero el caso es que la sal sigue estando ahí. Consiguientemente
un terreno continuamente encharcado en agua de río y muy expuesto al sol con el
tiempo puede llenarse de sales que hacen imposibles los cultivos.
El proceso de deterioro consistió en lo
siguiente: como la capa de tierra fértil en la región era muy débil los
agricultores sumerios inicialmente no querían hacer circular el agua muy fuerte
por sus terrenos temiendo que se llevase el preciado humus superficial que los
volvía fértiles. Por el contrario, después de traer agua de los ríos hasta las
tierras de labor -usando para ello grandes canales- encharcaban los terrenos agrícolas
para que estuvieran húmedos y el cereal tuviese suficiente agua. El problema es
que, como el sol en la zona era abrasador, lo que ocurría con esa agua quieta
es que toda la que no resultaba absorbida por el terreno se evaporaba y tras
evaporarse dejaba en el suelo su pequeño tributo en forma de sal.
Lo anterior representaba muy poca sal, por supuesto, pero si
repetimos ese proceso una y otra vez, con litros y litros de agua, día tras
día, mes tras mes, año tras año, llega un momento en que la superficie del
suelo se llena de esa sal, el terreno se vuelve estéril y llegado a un
punto resulta ya muy complicado el solucionar este problema intentando limpiar de sal la capa de tierra.
Poco a poco los pueblos de la zona
aprendieron la conveniencia de que el agua de regadío no estuviese quieta y fluyese por el terreno a través de
pequeñas presas o mediante pequeños canales subterráneos ubicados por debajo de la
capa superficial del suelo. Eso era mejor que dejar al agua de riego anegar las
tierras de labor quedándose estancada y expuesta al calor porque a la larga su
evaporación contribuía a destrozar el suelo debido a este proceso que he explicado.
Pero antes de descubrirlo resultó que, en torno al año 2.200 a.n.e., numerosas ciudades de Mesopotamia vieron como la
producción agrícola se desplomaba debido a esos efectos colaterales de una
explotación intensiva del suelo para la que las primitivas técnicas que
conocían aún no estaban preparadas. Además tal vez lo anterior coincidió con un período de sequía generalizada en Oriente Medio. Puede que no sea casualidad que el declive del Imperio acadio empiece en ese momento y suceda de forma más o menos simultánea en el tiempo al colapso del Imperio antiguo egipcio. En ambos casos, por cierto, imperios levantados sobre agriculturas muy dependientes de un abundante suministro de agua de río.
De cualquier forma lo que sí sabemos a ciencia cierta es que en Mesopotamia, a finales del tercer milenio antes de nuestra era, muchos terrenos agrícolas fueron abandonados, así como diversas ciudades cuyo hinterland agrícola se había visto particularmente comprometido. En paralelo se poblaron nuevas zonas al Norte de Mesopotamia donde los ríos tenían un recorrido estable y definido y el agua circulaba con fuerza a diferencia del Sur de la región, la cual era por entonces una zona llena de marismas debido a los desbordamientos en la desembocadura de los ríos (la línea de costa del Golfo Pérsico en el IIIer milenio a.n.e. llegaba prácticamente hasta la zona de Ur).
De cualquier forma lo que sí sabemos a ciencia cierta es que en Mesopotamia, a finales del tercer milenio antes de nuestra era, muchos terrenos agrícolas fueron abandonados, así como diversas ciudades cuyo hinterland agrícola se había visto particularmente comprometido. En paralelo se poblaron nuevas zonas al Norte de Mesopotamia donde los ríos tenían un recorrido estable y definido y el agua circulaba con fuerza a diferencia del Sur de la región, la cual era por entonces una zona llena de marismas debido a los desbordamientos en la desembocadura de los ríos (la línea de costa del Golfo Pérsico en el IIIer milenio a.n.e. llegaba prácticamente hasta la zona de Ur).
Con el tiempo, a partir de ese primer gran fracaso, los
campesinos de la región aprendieron que los terrenos de cultivo podían agotarse
por errores como el anterior. Para evitarlo, como hemos dicho, empezaron a regar
la tierra de cultivo con agua cristalina, de buena calidad, no permitir que el
terreno se enfangara y para ello resultaba conveniente hacer que el agua para
riego estuviese corriendo constantemente y además drenar luego el terreno
eficientemente. Finalmente para compensar la tierra fértil que se iba perdiendo
arrastrada por el agua de riego en movimiento era necesario ayudar a
enriquecerse a las nuevas capas de terreno superficiales, usando para ello
algún tipo de abono de animales.
Simplemente todas estas cosas que hoy
pueden parecer muy lógicas no las conocían los primeros agricultores, por ello
tuvieron que atravesar un proceso de aprendizaje mediante el método de ensayo y
error. Tras eso las valiosas lecciones adquiridas pasaron de pueblo en pueblo;
de los sumerios a los acadios y de ellos a los babilonios o los persas
inaugurando varios milenios de esplendor urbano en la zona, sostenido en torno a
una agricultura de regadío tremendamente productiva asentada a su vez sobre una
red de canales, pequeñas presas y otras infraestructuras. Esa fue la base sobre
la que se sustentó el sistema agrícola del que se alimentaron los
diversos imperios instalados en la zona hasta que todo eso colapsó avanzada la
dominación islámica sobre el territorio.
Las
ciudades sedientas
De hecho, en el caso de los árabes su historia se
encuentra ligada a la agricultura de regadío desde mucho antes de lo que se
piensa. Precisamente en la etapa anterior al advenimiento del Islam en Arabia
existían algunas zonas costeras al Sur, en lo que es el actual Yemen, donde la
vida urbana se encontraba asentada desde hacía siglos en torno a una
agricultura nutrida por el agua proporcionada por un famoso sistemas de presas
de madera y piedra. Eran las presas de Jufaynah, Kharid, Aḑra’ah, Miqran,
Yath’an y sobre todo la más grande y famosa de todas, la gran presa de Ma´rib.
En torno a ellas se habían asentado primero el mítico reino de Saba y en la
primera mitad del primer milenio de nuestra era el reino de Himyar. En ambos
casos fueron sociedades organizadas en torno a unas pocas ciudades donde las
comunidades judías y cristianas de influencia bizantina eran muy importantes y
el sistema tribal no tenía tanto peso como en el resto de Arabia, habitada por
nómadas ganaderos, camelleros o bandidos.
Sin embargo más o menos a finales del s. V o comienzos
del s. VI de nuestra era, debido al abandono y a lo caro y complejo que
resultaba repararla periódicamente, la gran presa de Ma´rib se fue deteriorando
progresivamente hasta que finalmente colapsó causando un gran desbordamiento y
luego, una vez definitivamente destruida, simplemente dejando sin suficiente
agua a los cultivos que sostenían la floreciente vida urbana en la región. Tras
eso, en los años siguientes, el reino de Himyar colapsó, docenas de miles de
habitantes de la zona tuvieron que dispersarse por el resto de Arabia, ciudades
antes subsidiarias como La Meca o Medina ganaron importancia ante la
desaparición de su competencia en el Sur y la balanza en la Península se
inclinó definitivamente a favor de las tribus de pastores y comerciantes del
Norte y el centro frente a las poblaciones sedentarias de agricultores del Sur.
En parte esa situación es la que explica el
posterior advenimiento del Islam poco después. De otra forma es
posible que Mahoma se hubiese encontrado con circunstancias sociales muy
distintas durante su predicación y el Islam hubiera tenido más difícil unificar
Arabia en caso de haberse topado en el Sur de la Península con la existencia de un Estado fuerte interesado en el
comercio y la agricultura y no en la expansión mediante la guerra y el saqueo.
No en vano el propio Corán menciona la destrucción de la presa de Ma´arib como
una especie de obra providencial de Alá.
Pero este es solo la primera anécdota que jalona la
historia del Islam durante la época. Vamos a dar un salto al s. VIII, con la
dinastía Omeya en el poder. A mediados de ese siglo las querellas religiosas
internas en el Islam empezaban a ser muy importantes. Los omeyas habían
convertido a Damasco en su capital hacía casi un siglo pero aun así los
descontentos contra la dinastía empezaban a hacerse sentir también en las
calles de Damasco. En esa situación el califa Walid ibn Yazid o Walid II intentó en el 744 alejarse de Damasco
construyendo una ciudad nueva sobre plano, una especie de Amarna o de Versalles
que sirviera de nuevo centro de poder a la dinastía para alejarse de las viejas ciudades
donde la oposición contra los omeyas era creciente. Esa nueva ciudad sería Msatta y
debía haberse ubicado en el desierto sirio pero el proyecto resultó un fracaso desde
el principio por la mala elección del lugar. En el futuro emplazamiento no existían
suficientes manantiales de agua por lo que de cara al adecuado abastecimiento
de los trabajadores y los primeros habitantes del lugar era necesario traer agua desde
regiones limítrofes mediante continuas caravanas. Más de 1.200 camellos
transportando agua noche y día. Era algo insostenible a largo plazo. Ese
esperpento contribuyó a debilitar aún más el poder omeya y debido a todo ello
Walid II fue asesinado ese mismo año. Poco después, en el 750, era toda la
dinastía omeya la que colapsaba encaramándose al poder los abasidas.
Lo primero que hicieron estos fue desplazar de nuevo el centro
de poder del Imperio hacia donde siempre se había encontrado el centro geoestratégico del Oriente Medio desde hacía milenios: la antigua Mesopotamia. El primer
califa abasida Abu al-Abbas estableció
Kufa como la nueva capital convirtiendo a Irak en el nuevo asiento del poder
abasida para los siglos siguientes. Su sucesor el califa Al-Mansur fundó Bagdad
cerca de las ruinas de la antigua Babilonia en el año 762 y poco después la
convirtió en la nueva y definitiva capital del imperio islámico. Un imperio
que, tras un breve período de esplendor y estabilidad, entró en un progresivo
proceso de decadencia y fragmentación.
Saltemos ahora al s. XII. Pese al declive islámico
generalizado Mesopotamia seguía siendo un núcleo sólido de poder para el
Islam, entre otras cosas porque los árabes al ocupar la región habían
mantenido las estructuras de irrigación heredadas de los imperios precedentes (esas que ya mencioné antes y se remontaban a los sumerios en algunos casos),
sobre todo las ubicadas en los márgenes del Éufrates. Sin embargo poco a poco la invasión de los turcos selyúcidas y la sucesión de una serie de gobernantes cada vez más
extravagantes e irresponsables llevó al aumento de los gastos militares y de la
Corte mientras que cada vez los gobiernos correspondientes invertían menos en el mantenimiento, reparación y ampliación
de los canales de riego que sostenían la prosperidad de la región. Lo que vino
como consecuencia fue la suma de lo que ya hemos visto que les pasó a los
primeros sumerios y lo que ocurrió con el reino de Himyar.
Primero se produjo un repunte en la salinización de
los terrenos en la zona rematada en torno al año 1200 por una serie de
inundaciones y desbordamientos que las deterioradas presas de contención levantadas hacía centurias ya no pudieron contener. ¿Se acuerdan del gobierno Bush aumentando el
gasto militar mientras nadie hacía caso a los viejos diques de Nueva Orleans?.
Pues algo parecido. Esas inundaciones dieron el golpe de gracia a las acequias de la zona, sobre todo al mayor de los canales de riego, el canal de
Nahrwan.
Tras eso comenzó un proceso de "pescadilla que se
muerde la cola": los años siguientes los ingresos fiscales en el territorio cayeron
espectacularmente debido al estado de pobreza en que habían caído muchos
campesinos y al descenso en la productividad de la tierra. Sin ingresos no era posible
reparar de nuevo la infraestructura de irrigación lo que perpetuó la crisis económica en el área. Además, por efecto de esa bajada de los ingresos,
también se hacía imposible mantener el gasto militar, el cual pasó a ser
verdaderamente necesario con la irrupción de la amenaza mongol en la zona de
Persia. A nadie debe extrañar pues que Bagdad fuese saqueada por los mongoles en 1258, apenas unas décadas después de que todos estos desastres se
sucedieran. En esa fecha los mongoles de Hulagu realmente se limitaron a dar el
golpe de gracia a una sociedad antaño poderosa y rica que se encontraba en una
absoluta situación de bancarrota fiscal y moral.
Desde entonces dejó de existir la exuberante, húmeda y
productiva Mesopotamia de la que nos hablan muchos textos desde el 3000 a.n.e.
El sistema que se había mantenido funcionando durante milenios se quebró en el
s. XII y desapareció para siempre en el s. XIII no tanto por la conquista
militar como por la irresponsabilidad, el despilfarro y el absentismo
administrativo de sus últimos herederos, los postreros califas de Bagdad. Tras
eso nunca las tierras de la zona volvieron a recuperarse, al repunte de la salinización
a partir del s. XIII se añadió la desertización progresiva del entorno
desprotegido de una suficiente barrera vegetal y, en última instancia, de los
suficientes aportes de agua que antes de todo eso distribuían a lo largo de
miles de kilómetros cuadrados una compleja y costosa red de canales. En
adelante ya solo existió el Irak de paisaje desolado, pobre y eminentemente
desértico que llega a la actualidad.
El “óptimo” climático
No obstante ese siglo XIII en el que vamos a pararnos hoy vio
el colapso de otra serie de sociedades también. Como nada es casual tendremos
que hacer un hiato para explicar una cuestión interesante.
Hasta ahora he hablado con mucha tranquilidad de que
en tal o cual siglo o milenio hubo sequía o bien un período de enfriamiento.
¿Cómo podemos estar seguros de ello?. Bueno, seguros del todo no podemos estar
nunca, salvo para los últimos doscientos años más o menos que es la etapa durante la que, ya sí, se conservan registros detallados año a año e incluso mes a mes
en algunas partes del globo. Antes de eso, pensando en lo ocurrido hace miles
de años, ya no podemos aspirar a conocer la evolución del clima con tanta
precisión. No obstante hoy en día contamos con diversas técnicas capaces de
darnos una imagen bastante aproximada de cómo evolucionaron (de un milenio a
otro, de un siglo a otro, o de una década a otra, incluso de un año a otro;
obviamente la precisión será mayor cuanto más nos acerquemos al presente), las
temperaturas y en menor medida la precipitaciones en el pasado.
Para empezar, a través
de los restos de conchas de fósiles marinos podemos observar como variaron en
el tiempo las cantidades en el agua de mar de dos isótopos concretos del
oxígeno. Sin entrar en detalles dicha técnica nos permite obtener una primera
imagen sobre la evolución de la temperatura terrestre en los últimos 800.000
años más o menos (la cual se corresponde con el esquema que adjunto justo encima).
Afinando más mediante el estudio de las capas de hielo de miles de años de antigüedad sepultadas en diversos
glaciares -sobre todo en Groenlandia- podemos obtener datos aún más exactos
para los últimos 125.000 años (en el gráfico de la derecha se ven muy bien el gélido impacto de la glaciación Würm -de la cual hablé el otro día- sobre todo a partir de hace unos 70.000 años y la catástrofe de Toba; todo ello por contraposición al recalentamiento que implicó el Holoceno hace 12.000 años) .
Bajando en la escala,
para lo tocante a los últimos mil años más o menos es frecuente recurrir cuando
se puede al estudio de los anillos de los árboles. Normalmente ciertos tipos de
árboles son increíblemente sensibles a los cambios anuales en los aportes de
agua y además pueden alcanzar edades fantásticas de varios siglos o incluso de
más de un milenio. Como el ritmo de crecimiento de los anillos internos en el
tronco de los árboles cambia en función de la temperatura y las
precipitaciones, es posible leer las condiciones atmosféricas pasadas midiendo
anillos de árboles muy viejos y luego calibrando grosores mediante datos de
control procedentes de otros árboles de la misma edad y de otros ya más jóvenes
y de períodos recientes de los cuales se tienen datos exactos.
Sumando los datos
proporcionados por todas estas técnicas y alguna más se obtiene una imagen
bastante completa de lo que ha podido ocurrir con las variaciones del clima en
el pasado. En base a ello en general se constata también que los cambios de
temperatura a gran escala -es decir aquellos que afectan a continentes enteros
y se prolongan en el tiempo períodos amplios- en el pasado se han debido sobre
todo a procesos a gran escala, en concreto las fluctuaciones en la radiación
solar que llega a la atmósfera y, en relación con lo anterior, a las
variaciones de la inclinación del eje de la Tierra (lo que se llama la
precesión del eje de rotación) las cuales afectan sobre todo al Hemisferio
Norte.
Podemos identificar así,
en base a todo lo anterior, períodos de la historia humana donde se dio una tendencia más
o menos constante al calor y la sequedad o bien épocas caracterizadas de modo
general por el enfriamiento y la abundancia de precipitaciones. A su vez dichas fases tienden -por motivos obvios- a relacionarse, sobre todo en los períodos de clima extremo en cuanto a la sequedad o el frío, con etapas históricas marcadas por el estancamiento socioecónomico y los consiguientes problemas políticos. Es el caso del tránsito entre el mundo antiguo y la Edad Media, el cual coincidió en Eurasia con un breve período de enfriamiento consecuencia de tres erupciones volcánicas sucesivas en los 536, 549 y 547.
Una vez explicadas estas cuestiones muy por encima, volviendo más o menos al punto en el que estábamos es
importante conocer lo que se llama el óptimo climático medieval. Si a
estas alturas ya tenemos claro que el Neolítico y el posterior origen de la
agricultura se relacionaron con un período de calentamiento generalizado (que
de hecho se prolonga hasta hoy) también es preciso conocer que el tránsito en Europa
entre la Alta y la Baja Edad Media -tránsito que coincidió con una recuperación
de la productividad agraria y la vida urbana en todo el Occidente- coincidió
con otro momento de elevación de las temperaturas, en este caso mucho más
coyuntural (una mera subetapa de la fase de calentamiento generalizado que
empezó hace 12.000 años).
Ese momento es lo
que se suele denominar como el óptimo climático medieval, el cual abarca más o menos desde el s.
IX, cuando las temperaturas comienzan a repuntar, hasta comienzos del s. XIV,
momento en que se invierte la tendencia. Aparentemente esa época coincidió
parcialmente con un máximo en la actividad del Sol que alcanzó su momento culmen
entre los años 1100 y 1250. La consiguiente elevación de las temperaturas
afectó, inicialmente para bien, sobre todo a Europa, un territorio con
suficientes aportes de agua para compensar el calentamiento. Fuera de ese continente los efectos no fueron uniformes ya que algunas partes del Noroeste de América y el centro de Asia es posible que en lugar de un aumentos de las temperaturas experimentasen lo contrario. Pero en las zonas del resto del globo que también experimentaron un aumento de las temperaturas las consecuencias no siempre resultaron positivas debido a que la ventaja para el progreso
de la agricultura que había supuesto el inicio de ese ciclo de temperaturas benignas empezó a
convertirse en una desventaja al prolongarse el ciclo demasiado y derivar en sequías.
Debido a ello hemos
visto ya como en Oriente Medio en torno al año 1200 se produjeron inundaciones
seguidas de una progresiva desertificación de la zona. Sabemos también que los
años turbulentos que precedieron el gobierno de Genghis Khan fueron avivados
por intensas sequías entre 1180 y 1190 (teniendo en cuenta algo de lo comentado en el último punto de la
entrada anterior se puede deducir lo que eso conllevó).
Posteriormente, eso sí, de 1211 a 1225 (exactamente coincidiendo con el ascenso
meteórico del imperio mongol) las temperaturas cálidas se mantuvieron pero acompañadas
de lluvias prolongadas. La sequía inicial por un lado creó las condiciones de
crisis necesarias para el surgimiento de un líder carismático. En ese sentido
Gengis representaría para los mongoles algo parecido a lo que pudo representar
para Hitler para la Alemania inmersa en la crisis del 29. Tras eso la posterior
abundancia de lluvias recuperó la abundancia de pastos y creó las condiciones
para que los soldados de ese líder carismático pudiesen alimentar y disponer de suficientes caballos
en un momento clave de actividad bélica. Estamos hablando de que Gengis pudo
necesitar del orden de dos millones de caballos, tal vez más, para llevar a
cabo sus conquistas. Eso requiere logística y la hierba entonces era el
equivalente al petróleo de los tanques.
Por su parte en el caso
del continente americano aquella época de bastante calor (entre el 1100 y el
1250/1300) desembocó en sequías, particularmente en dos regiones muy concretas.
Por un lado en la zona de Bolivia, en el centro del área andina. Por otro en la
parte occidental de los actuales EE.UU. Vamos a ver qué pasó en este segundo
lugar.
Las ciudades fantasma
En el Sudoeste de los
actuales EE.UU. vivían los Anasazi. Tal vez puede sonarnos algo sobre ellos si
pensamos en los dibujos de pueblos indios perdidos en el desierto que aparecen
en algunos comics del Oeste como los del Teniente Blueberry. Pues bien, esas curiosas edificaciones
en cañones o en masas de roca son los restos arqueológicos que hoy sobreviven
de lo que fue en su momento una civilización india urbana y relativamente
desarrollada (al menos para los magros estándares de la Norteamérica
precolombina, territorio donde no florecieron grandes civilizaciones como las
andinas o las mesoamericanas).
En esos pueblos o
“ciudades” de los Anasazi llegaron a vivir concentradas a veces más de mil
personas que se nutrían gracias a una embrionaria economía agrícola del maíz
(otro aspecto interesante si tenemos en cuenta que la mayoría de pueblos indios
norteamericanos sobrevivían en base a la caza).
Los Anasazi en realidad
irrumpieron en la historia en torno al año 600 o 700, pero lo que interesa de
ellos es que de repente -entre el año 1200 y el 1300- se evaporan
repentinamente, abandonando de golpe todas sus ciudades y fragmentándose en
múltiples y pequeñas tribus más atrasadas que con el tiempo darían lugar a los
llamados indios pueblo que fueron a
quienes se encontraron viviendo en la región los colonizadores europeos cuando
llegaron hasta aquellas zonas.
Tenemos ahí un brusco
proceso de involución cultural: un colectivo humano que abandonó de forma total una serie
de ciudades las cuales antaño habían sido más o menos prósperas. Además ese éxodo fue tan
repentino que en algunos casos las casas quedaron intactas, en ocasiones llenas de utensilios,
como si de un día para otro la población que vivía allí se hubiese evaporado.
La explicación para ello
es que la mala suerte quiso que la vida urbana y agrícola surgiera y se
asentase en territorio norteamericano precisamente en una de las zonas menos
propicias para ello. Quizás en la costa Este de los EE.UU. o en las riberas del Mississippi los Anasazi podrían haber prosperado y en la época de su
llegada los europeos se hubieran encontrado con otro gran imperio establecido
al Norte del actual México donde habitaban los aztecas. Pero el caso es que los
Anasazi vivían en la parte más seca y desértica de los EE.UU. Su cultura se
expandió en concreto los estados de Colorado, Utah, Nuevo México y Arizona.
Claro está eso era un problema.
La vida urbana necesita de grandes cantidades de alimentos que la caza
por sí sola no puede aportar. Consiguientemente llegados a un límite la
agricultura es necesaria para sostener aglomeraciones importantes de personas,
pero la agricultura necesita grandes aportes de agua. En otras zonas calurosas
y desérticas donde la agricultura y la vida urbana prosperaron contra todo
pronóstico -caso de Egipto o Mesopotamia- esa agua la aportaban normalmente
diversos grandes ríos. Pero los Anasazi, salvo los que vivían cerca del curso
del río Colorado (y aun así, no era un río suficientemente regular y caudaloso)
tenían que abastecerse sobre todo a través de los acuíferos formados por el
agua de lluvia.
A base de presas y canales los Anasazi inicialmente llegaron a
desarrollar sistemas para almacenar y optimizar esa escasa agua de la que
disponían de cara a usarla en las labores agrícolas. En base a ello entre el
año 900 y el 1100 más o menos la vida urbana en la región no dejó de crecer y
su cultura alcanzó el cenit.
Sin embargo en los años del período 1125-1180 el volumen de precipitaciones en la región comenzó
a caer. Tras ese año 1180 el régimen de lluvia retornó a la normalidad durante
un tiempo, pero entre 1270 y 1274 se produjo un nuevo período de sequía esta
vez más intenso. En el año siguiente las lluvias se recuperaron. Pero desde
1276 la sequía se reprodujo y esta vez duró hasta 1290. Cuando ese ciclo
descrito comenzó las comunidades Anasazi habían alcanzado el culmen de su
desarrollo y se encontraban densamente pobladas acumulando unos 40.000 habitantes en total, tal vez demasiado respecto al
volumen de recursos que el territorio podía generar. En ese punto el precario
equilibrio entre población y recursos solo era posible de mantener si
absolutamente nada se torcía.
En cambio la caída de las precipitaciones en la región durante el s. XII
ya dejó muy tocadas a las comunidades de la zona. Finalmente el período
prácticamente sin lluvias entre 1270 y 1290 fue la puntilla. A partir de ahí el
equilibrio se rompió, no era posible cultivar comida suficiente para todos. Una
vez desatada la crisis de subsistencias el resto del sistema social comenzó a
quebrarse, aparecieron la agitación religiosa, el conflicto político y
finalmente tal vez los enfrentamientos militares violentos entre poblados.
Por último la lógica
descrita al comienzo de esta entrada respecto a lo ocurrido en el caso de los
argáricos en cierta medida se reprodujo con los Anasazi. Éstos comenzaron
a construir sus poblados en zonas cada vez más escarpadas por razones
defensivas, la deforestación (sino causada por el hombre al menos por la
sequía) agravó los problemas de desertificación del área y en última instancia
la gente no se desvaneció sino que simplemente llegado un punto fue abandonando
las embrionarias ciudades de la zona para dispersarse por el territorio o emigrar, acarreando un mínimo de pertenencias, en busca de otras zonas más
ricas en riachuelos y cursos de agua. Todo ello hasta que nuevamente el
equilibrio entre población y recursos pudo recuperarse.
Sin embargo este proceso implicó que las comunidades se disgregasen en múltiples aldeas mucho más pequeñas diseminadas por el territorio, apenas sin contacto entre sí. Antes de todo eso se perdió mucha población hasta que volvió a haber agua y recursos para todos, la división social del trabajo sufrió una regresión a estadios primitivos y, al final, donde antes había existido una sociedad tímidamente desarrollada con sacerdotes, agricultores, algunos artesanos y comerciantes se retrocedió de nuevo hacia un horizonte más pobre culturalmente compuesto por pequeñas tribus buscando sobrevivir de forma bastante primitiva en medio de una naturaleza hostil.
Sin embargo este proceso implicó que las comunidades se disgregasen en múltiples aldeas mucho más pequeñas diseminadas por el territorio, apenas sin contacto entre sí. Antes de todo eso se perdió mucha población hasta que volvió a haber agua y recursos para todos, la división social del trabajo sufrió una regresión a estadios primitivos y, al final, donde antes había existido una sociedad tímidamente desarrollada con sacerdotes, agricultores, algunos artesanos y comerciantes se retrocedió de nuevo hacia un horizonte más pobre culturalmente compuesto por pequeñas tribus buscando sobrevivir de forma bastante primitiva en medio de una naturaleza hostil.
Lo que hemos visto hasta
aquí son ejemplos de puro maltusianismo en la historia. En ocasiones durante el pasado remoto y bajo
coyunturas favorables la sociedad humana se expandía hasta unos límites que
resultaban insostenibles fuera de las condiciones ideales que habían
posibilitado el crecimiento. Tras eso, cuando las condiciones climáticas
cambiaban o se cometían errores que iniciaban períodos de crisis duraderos
hemos visto como la mayoría de las veces el equilibrio se restableció a la
baja.
Hoy en día consideramos
completamente refutado a Malthus en base a que la moderna mecanización agrícola, el descubrimiento de fertilizantes químicos o el progreso tecnológico continuo durante los últimos siglos han elevado casi de forma infinita la capacidad de producción de alimentos, eso al margen de que hoy en día poseemos técnicas para controlar la natalidad. Nos parece que en adelante todo va a
ir bien para siempre, asentados como estamos en una etapa de continuo y permanente progreso
técnico. Pero ¿y si las fuentes de energía de las que tanto depende nuestro
sistema productivo de tipo fabril sufren una repentina contracción, si el clima
se descontrola más allá de lo que podemos arreglar con suficiente celeridad,
y/o si el continuo progreso técnico entra en una fase de estancamiento?. ¿Es
posible crecer siempre?. ¿Es posible ser cada vez más millones de humanos sobre
la tierra, y vivir más años y consumir cada vez mayores cantidades de alimentos
y energía per cápita?. ¿Seguro?.
Bien, en una próxima entrada
seguiremos en el continente americano analizando casos de problemas ecológicos
de una escala aún mayor que la de los descritos hoy.
Civilización es igual a agricultura. Desde ahora veré la paleodieta con otros ojos.
ResponderEliminar¿Ha pasado alguna vez que ocurriese un desastre similar debido a la sobreexplotación de los recursos marinos? Parece que los agricultores se dieron cuenta muy pronto de que tenían que cuidar las tierras, pero los pescadores podrían considerar el mar como un pozo sin fondo de comida.
Está claro que para seguir creciendo tarde o temprano habrá que salir del planeta. Hay quien habla de colonizar no planetas sino cinturones de asteroides en el propio Sistema Solar. He visto datos sobre las materias primas que se podrían obtener, comparadas con las de un planeta, y la cosa parece prometedora.
La "civilización" es igual a agricultura, si por civilización entendemos el más despótico crecimiento incontrolado; el abandonar nuestro estadio de humano en el que no somos nadie y convertirnos en nuestros dioses tecnológicos. Si entiendes eso por civilización, sí la agricultura lleva a la civilización.
ResponderEliminarPero dejando al margen esto creo que es obvio que no podemos mantener ni por asomo este nivel de crecimineto, ni podemos ni debemos mantenerlo más por consideraciones prácticas que éticas aunque sin duda son más importantes las segundas. No soy malthusiano, ni tampoco lo defenderé pero tampoco defenderé esta expansión sin sentido que se está cometiendo hoy en día porque va contra nuestra propia condición de humanos, el ser humano no es un dios, es un animal y como tal debe guardar el equilibrio etre naturaleza y "civilización"; ¿qué es eso de ciudades de un millón de habitantes? Qué clase de Locura es tener ciudades de 50 millones como puede ser Tokyo....en fin es deprimente con lo que nos encontramos.
Civilización es algo menos dramático de lo que dices. Me refiero a sociedades sedentarias que pueden conseguir alimentos sin depender de forrajear y cazar, y de tener estructuras con cierta complejidad, especializarse, tener ocio y no depender de la veleidosa y caótica Naturaleza para conseguir vivir. Y, por supuesto, desarrollar cultura, arte, ciencia y tecnología.
ResponderEliminarHe oído que si un negocio no crece, es que va para abajo. No sé si será verdad. En cualquier caso una ciudad de 50 millones de habitantes será posible, o no. Si los recursos son suficientes, cada vez tendrá más habitantes. Así de simple.
Los conceptos de bondad y maldad dependen únicamente del ser humano. Si algo es bueno, será debido al hombre y en beneficio del hombre; y en el caso de lo malo, en su perjuicio. Pero siempre desde un punto de vista moral antropocéntrico. El planeta ni piensa ni siente ni se venga. Si parece que es así es debido a que somos profundamente animistas.
Los desastres no deben ser vistos como una venganza de Gaia o de agún dios masculino enfadado. Porque los dioses no existen más allá del pensamiento humano. Si desapareciéramos y no quedara nadie que pudiera pensar, no habría nada ni bueno ni malo. Somos, creo, naves de genes que intentan expandirse. No sé si hay algo más. ¿Las ideas tienen una entidad propia? ¿Están vivas? ¿Luchan por seguir existiendo? He leído algo sobre el concepto de los memes, pero no acabo de creer que su naturaleza sea similar a la de los genes.
Estos casos de ciudades destruidas y abandonadas son el resultado de tomar malas decisiones y de no estar lo suficientemente informado. No creo que haya nada más allá.
Enorme post. Muy bueno. Sólo por aportar algo, los condicionantes del medio biofísico (limitantes o posibilitadores) sólo son tales si los ponemos en relación a una serie de necesidades que consideramos dadas y a un contexto tecnológico, institucional y de conocimientos. Por eso los condicionantes del medio nunca son absolutos sino relativos a la sociedad y lo que para un grupo humano en el pasado podía ser una limitación hoy es un recurso y al contrario.
ResponderEliminarHoy contamos con una ingeniería y una ciencia bastante más avanzadas, una organización económica con un sistema de precios que cambian en función de la escasez, un sistema de comercio mundial etc. Además las proyecciones demográficas nos dicen que dada la caída prácticamente generalizada de la tasa de fecundidad en no demasiado tiempo la población humana llegará a un máximo. Todos estos puntos son necesario considerarlos en los debates sobre los límites del crecimiento.
Un saludo
Me comenta fuera de este blog un amigo de Calatayud que no está muy de acuerdo con la teoría del agua para el abandono de Bílbilis que el entorno es de un cerro agreste pero el río Jalon y el Ribota están cerca y se podría subir agua desde allí. Vamos que dice que la teoría expuesta para el abandono de Bílbilis según él hace "agua" por todos lados.
ResponderEliminarBueno, veamos. Es que una ciudad romana consumía mucha agua, mucha más que una ciudad medieval por ejemplo, para empezar porque los romanos se lavaban. Se lavaban mucho. Tenían termas, por ejemplo. Y algunas domus tenían sistemas de calefacción (hipocaustos) que precisaban de cantidades importantes de agua. No necesitaban el agua solo para beber (de hecho es para lo que menos la necesitarían ya que no bebería agua a secas demasiado, en todo caso vino rebajado con agua) como ocurría esencialmente en una ciudad medieval o de época moderna. Los romanos dependían mucho del agua, fueron una civilización muy intensiva en su uso para la vida cotidiana.
Y una ciudad con docenas de miles de habitantes así necesita MUCHA agua. Desde luego no se la puede abastecer a base de subir carros con barriles de agua desde la vega, son necesarios sifones y a ser posible un acueducto como mínimo. Pero esto último estaba descartado. Por su parte las cisternas existentes en el cerro no bastaban para cubrir todas las necesidades y había problemas con los sifones.
Sin duda llegados al s. III otros motivos adicionales tuvieron que dar la puntilla a la ciudad: una vez avanzada la romanización ya no era necesario hacer propaganda del poder romano en la zona, la ruralización comenzaba a avanzar en el Imperio… pero la explicación propuesta es a día de hoy la más racional a mi modo de ver. Simplemente Bíbilis fue una especie de Brasilia (esa ciudad con inmensas avenidas planificada como capital de prestigio por los mejores arquitectos de su época a los que se les olvidó… pensar en ponerle un metro).
En este documental
http://vimeo.com/20703814
dan su punto de vista al respecto diversos investigadores, sobre todo Manuel Martín Bueno, catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza y director de las excavaciones de Bílbilis desde su inicio. Son solo 25 minutos.
Por otra parte aquí os dejo una panorámica elevada del yacimiento en la actualidad para que se vea el contexto del emplazamiento
http://files.tecnitop.com/Panoramica/PanoramicaBilbilis2.html
No soy tu amigo de Calatayud, aunque soy de muy cerca. Sifones no lo se, pero en Cervera de la Cañada, a 4 o 5 kilómetros de Calatayud, quedan las pequeñas ruinas echas polvo de un acueducto romano reconvertido a puente, siempre he pensado que eran precisamente para llevar agua del Ribota y de los barrancos de la sierra a Bilbilis.
EliminarHallazgos en La Almoloya (Murcia), relacionados con El Argar.
ResponderEliminarhttp://www.pasthorizonspr.com/index.php/archives/10/2014/bronze-age-palace-discovered-in-southern-spain
Ostras!..He dado casualmente con este blog y estoy encantada. Me estoy leyendo las entradas una por una y desde el inicio. No tienen desperdicio. Vaya curro, Juanillo!..Gracias por el esfuerzo de documentación y enhorabuena por el talento en la redacción, por la agradable estética del blog y por la visión crítica que imprimes a los artículos y que se traduce en un original punto de vista siempre de agradecer. Seguramente opine poco porque me mueve más el aprender que el enseñar pero que sepas que desde este momento seré una fiel seguidora y difundiré este sitio todo lo que pueda. Sigue deleitándonos, por favor.
ResponderEliminarTe felicito por tu blog estoy adicto lo he leído casi todo desde hace tres meses, de verdad te felicito por el enorme esfuerzo que dedicas a escribir y a recopilar las fotografías, di casualmente con este blog buscando una información sobre una iglesia de España y me encontré con el articulo LAS VEGAS increíble articulo por cierto. Saludos desde Venezuela
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