Estoy bautizado. Mi padre es el Papa, me gustaría
vivir con mi familia solo si se convirtieran en cristianos y rezo para que lo
hagan.
(Carta escrita por Edgardo Mortara durante su etapa de custodia en Roma
siendo aún niño).
Ubiquémonos.
Estamos en Bolonia a mediados de 1858, una ciudad cosmopolita sede de una de
las más importantes universidades de la época. Nada de eso entraba en
contradicción con el hecho de que por entonces dicha ciudad italiana formaba
parte de un conglomerado de territorios (los famosos Estados Pontificios) aún
gobernados de forma directa por el Papado, el cual consideraba diversas
regiones del centro de Italia como dominios feudales de su exclusiva posesión.
A
finales de junio de aquel año diversos hombres armados dependientes del Papado
se presentaron en una casa de la localidad donde vivían una pareja de judíos,
Salomón (conocido en la ciudad por el sobrenombre de “Momolo”) y Mariana
Padovani Mortara, ambos padres de ocho hijos. Los hombres irrumpieron en el domicilio
y se llevaron por la fuerza al hijo pequeño de la pareja, un niño de seis años
llamado Edgardo. Mientras eso ocurría la madre sufrió un colapso y tuvo que ser
llevada a la casa de un vecino. Pero, pese a todo, los intrusos lograron subir
al niño en un carruaje que lo llevó a un edificio eclesiástico en otra parte de
la ciudad donde oficialmente fue puesto bajo la tutela del Estado vaticano por orden del Santo Oficio.
Al
parecer una muchacha católica que había servido en el pasado de criada en la
casa de la familia había testificado recientemente haber administrado el
bautismo a Edgardo cuando era más pequeño. ¿Y cómo es posible que una chica que
no era sacerdote hubiera administrado un sacramento católico a un niño
judío?, ¿para qué?, ¿qué importancia podía tener eso?. Bajo la doctrina católica existía la figura jurídica del bautismo “de emergencia” el cual podía ser administrado en caso de riesgo inminente de muerte por cualquiera, hombre o mujer, incluso aunque ese alguien no estuviese ordenado. A fin de cuentas se trataría precisamente de eso, de una “emergencia”. Pues bien, al parecer años atrás
temiendo que el pequeño Edgardo muriese por una enfermedad la joven chica
católica que trabajada de doncella en la casa lo había bautizado en secreto
cuando estaba a solas en la habitación con el bebé para así salvar su alma del
infierno en caso de que muriese, ya que a Dios no le gusta que te mueras
perteneciendo nominalmente a una religión distinta de la que él ha decretado
como verdadera.
Consecuentemente
cuando la historia alcanzó los oídos del inquisidor de Bolonia lo primero que
vino a su cabeza es que no se podía permitir a un niño católico –Edgardo había
pasado de golpe a ser católico si estaba bautizado- ser custodiado por una
familia judía, aunque esa familia fuesen sus padres biológicos. Por lo tanto se ordenó que Edgardo Levi Mortara fuese llevado
a una institución donde otros niños en situaciones jurídicas similares
eran convertidos en buenos cristianos.
El
problema es que, al margen de que todo lo anterior resultase ridículo e
injusto, era dudoso que el supuesto bautismo de emergencia hubiese
tenido lugar alguna vez. Al parecer la doncella, de una tal familia Morisi,
había contado por primera vez la historia a un sacerdote local en el curso de
un pleito por una dote que solicitaba. Fuese por conveniencia, interés o
incluso por venganza tras haber dejado de trabajar en la mansión de los Mortara,
es perfectamente posible que se inventase dicha historia. No había, obviamente
ningún testigo de su supuesta acción y de hecho los propios padres de Edgardo
no tenían constancia de que el pequeño hubiese estado nunca gravemente enfermo
como para temer por su vida, con lo que no había existido en ningún momento un motivo
para un bautismo de emergencia (aunque esto último también podía ser una
mentira de los padres para contrarrestar la situación y lograr pleitear por la
custodia de su hijo con alguna posibilidad ya que la ley por entonces realmente no
permitía que unos judíos criasen a un niño que hubiese sido bautizado).
En
todo caso estas dudas e irregularidades quedaron a un lado cuando por motivos
desconocidos el propio Papa Pío IX tomó un interés personal en el caso y a
partir de ese punto todas las apelaciones legales realizadas por los padres
fueron denegadas por las autoridades eclesiásticas.
A
fin de cuentas este tipo de secuestros de niños judíos para salvarlos no eran
infrecuentes aún entrado el s. XIX y desde luego en épocas pretéritas habían sido moneda
corriente. Hay que recordar además que en los Estados de la Iglesia, en el
momento de la llegada al Papado de Pío IX, los judíos estaban obligados a vivir
en un ghetto, medida que dicho Papa confirmó (por si quedaran dudas) en 1850. Además
existían también leyes que les prohibían ejercer ciertas profesiones, leyes que
les obligaban a asistir a los sermones de los sacerdotes católicos en las
iglesias al menos cuatro veces al año (a ver si había suerte y alguno se
convertía). Tampoco se permitía a un judío declarar contra un cristiano en los
tribunales de justicia. Y, pese a todo
esto, de hecho los judíos tenían suerte en cuanto a su situación, porque por ley
los italianos que profesasen alguna doctrina protestante no tenían autorizada
su presencia dentro de las fronteras de los Estados vaticanos salvo en el caso
de viajeros extranjeros de paso.
Así
las cosas durante las primeras semanas tras la confiscación de la tutela del
niño por parte de las autoridades vaticanas no se permitió a los padres tener
contacto con él. Tras ese período de “descontaminación” se les permitieron
visitas periódicas bajo la supervisión y vigilancia de un clérigo. Finalmente se hizo
saber a los padres que podían recuperar a su hijo si la familia se convertía al
catolicismo, pero rehusaron.
Al
cabo de un año, el Papado perdió el control de la ciudad de Bolonia como de
otras ciudades de la Romaña, pero para entonces Edgardo había sido trasladado “a
lugar seguro” en la propia ciudad de Roma.
Con
todo, las cosas estaban cambiando en el mundo. Además, quizás a diferencia de
otras familias que habían sufrido la misma situación antes que ellos, los
Mortara eran una familia de comerciantes con una situación económica desahogada
y una buena educación, por lo que lejos de rendirse o amedrentarse se
enfrentaron al Vaticano con uñas y dientes (de hecho es por eso que conocemos con precisión lo ocurrido). Tras desistir de la vía puramente
legal a través de la maraña de tribunales eclesiásticos se pusieron en contacto
con la mismísima familia Rothschild y a través de ellos y de diversas
organizaciones judías lograron dar publicidad al asunto en periódicos de
Inglaterra, Francia, EE.UU. y el Norte de Italia. Se desató así una campaña de
prensa en favor de los padres pero el Vaticano resistió y el propio Papa empezó
a llevar de la mano a Edgardo a algunas audiencias en el Vaticano para
demostrar a todos que el pequeño estaba feliz bajo sus cuidados.
Finalmente
el asunto se olvidó hasta que la situación cambió en 1870 debido a diversos avatares políticos. Al final de
ese año los Estados Pontificios desaparecieron por completo y la propia ciudad
de Roma fue anexionada militarmente tras un asedio por el recientemente creado
(1861) Reino de Italia nacido a su vez en torno al Reino de Piamonte y de sus
conquistas durante las décadas anteriores.
En cualquier caso llegado ese momento Edgardo iba camino de los 19 años, era mayor de
edad, se consideraba un firme creyente católico y apenas se acordaba de sus padres. Pese a todo hizo un
intento de volver con su familia pero al cabo de un mes no se adaptó a convivir
con unos judíos recalcitrantes que rechazaban la única fe verdadera. Edgardo
decidió por tanto romper definitivamente con su familia biológica, esta vez por
voluntad propia, regresar a Roma y convertirse en sacerdote. Fue enviado a
Francia a completar su formación con monjes agustinos y poco después a la edad
de 23 años fue ordenado sacerdote. Para entonces su padre biológico había
muerto ya.
En
adelante Edgardo se consagró a viajar por diversas ciudades de Europa, sobre
todo Alemania, intentando aprovechar su experiencia para convertir a los judíos,
con el mismo escaso éxito que había tenido con su familia todo sea dicho. Al
menos, tiempo después, durante una de esas prédicas realizada en Italia
recuperó el contacto con su familia. Su madre murió finalmente en 1895 y en
general a partir de entonces su relación sino con sus hermanos al menos con
diversos sobrinos fue cordial.
Para entonces Edgardo había adoptado el nombre espiritual
de Pío, en honor a quien consideraba su “padre” y en 1912 realizó una
comparecencia para pedir la beatificación de Pío IX.
“Estoy
firmemente convencido, no sólo por la declaración que he realizado
sino por toda la vida de mi
augusto protector y padre, que el Siervo
de Dios Pío IX
es un Santo. Tengo la convicción casi instintiva de que un día se elevará a la gloria de los altares. Por eso será para mí una alegría
para toda la vida y un gran consuelo en la hora de mi muerte haber cooperado hasta el límite de mis fuerzas en el éxito de dicha causa”.
En esa declaración además exculpó por completo al Papado de
los sucesos ocurridos en su infancia, entre otras cosas porque
“ellos (mis padres)
intentaron por todos los medios recuperarme, pero a pesar de todo nunca mostré
el más mínimo deseo de retornar con mi familia, un hecho que ni yo mismo
entiendo salvo teniendo en cuenta la intervención de una gracia sobrenatural”.
A fin
de cuentas había sido la voluntad de Dios la que había querido que todo
ocurriese de la manera en que ocurrió.
Edgardo
murió finalmente en 1940 en Bélgica a los 88 años de edad.
Por su parte Pío IX, más conocido como Pío "Nono", fue Papa desde 1846 a 1878, el Papado
más longevo en la historia de la Iglesia con sus casi 32 años de duración. Ese
largo período de gobierno permitió a Pio IX llevar a cabo muchas iniciativas.
Por ejemplo, algo que me interesa mucho como historiador, ordenó una de las
primeras restauraciones arqueológicas en Roma, en su caso del Coliseo, y
también invirtió bastante dinero en el estudio de las catacumbas de la ciudad.
Obviamente ambas iniciativas tenían mucho que ver con sustentar digamos
“científicamente” hechos mitificados de la visión cristiana de su pasado (los
martirios cristianos en el circo y el refugio de algunos de ellos en las
catacumbas). Así pues a partir de entonces la Iglesia no solo se ha enfrentado
al incómodo pasado histórico mediante sermones sino que ha gastado grandes
cantidades de dinero para introducirse en las aulas y además patrocinar
publicaciones o “investigaciones” que contribuyen a seguir manteniendo más o
menos intactos en cuanto al conocimiento público una serie de mitos favorables
a su visión particular del pasado: por ejemplo la dudosísima autenticidad de la Sábana
Santa (y otras reliquias parecidas), la presencia de San Pedro en Roma (cuanto menos muy cuestionable su martirio en
época neroniana, pese a que en multitud de series y películas se recurre a ese
tópico), la supuesta conservación del cáliz de la última cena o la existencia
de reliquias de Santiago auténticas en la ciudad española del mismo nombre. De
la misma forma que la arqueología judía sigue confundiendo respecto a la existencia histórica de Moisés o de la supuesta esclavitud egipcia de su
pueblo, la Iglesia católica sigue sembrando la confusión sobre multitud de
mitos hoy en día históricamente refutados como la pretendida "matanza de los
inocentes" de manos del rey Herodes, la huida a Egipto de la familia de Jesús, los
sucesos concernientes a la llamada Donación de Constantino, así como la
traducción correcta o la autenticidad de determinados pasajes de textos
religiosos.
Pero bueno lo anterior no resultará supongo tan interesante para el
profano. Más relevante puede ser sin embargo tener en cuenta que Pío IX
estableció definitivamente el Vaticano como única residencia de los Papas
(antes usaban también el palacio del Quirinal), estuvo detrás de la definición
de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, convocó el Concilio Vaticano
Primero y tras ese concilio estableció definitivamente en el seno de la Iglesia
Católica la doctrina de la infalibilidad papal (una idea que venía gestándose
desde la Edad Media), lo que significa que el Papa simplemente no puede
equivocarse cuando define una doctrina concerniente a la fe o la moral
católicas.
Además al perder durante su mandato la soberanía temporal sobre los territorios del centro de Italia el Papado pasó a centrarse en su papel puramente espiritual como representante de los católicos. Por eso el Papado de Pío IX marca el inicio de la concepción moderna de la figura del Papa como un simpático viejecito, fenómeno de masas, que da grandes mítines públicos y se mantiene como una especie de gurú alejado (aunque no tanto como parece) de las intrigas políticas y la lucha por el poder terrenal. Sin embargo hay que señalar que este cambio se produjo a regañadientes y contra la voluntad del Papado el cual forzó a sus últimas tropas de mercenarios a combatir hasta el final en las propias calles de la ciudad de Roma. Tras eso el Papado aún tardó décadas en aceptar la pérdida de facto de su poder en el centro de Italia, oponiéndose a ello con medidas dignas de una pataleta ridícula, por ejemplo lanzando un llamamiento a los católicos de Italia a boicotear las elecciones en el país hasta que se devolvieran al Papado el gobierno de sus antiguos señoríos. De hecho para cuando el Papado por fin se rindió a la evidencia, varias décadas después, puso fin al conflicto a través de un pacto con la Italia fascista, no con ningún gobierno democrático. Todo muy en la línea del ejemplo dejado por Jesucristo.
El Romano Pontífice, cuando habla ex
cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de
todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una
doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia,
posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado
Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su
Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas
definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento
de la Iglesia, irreformables.
Además al perder durante su mandato la soberanía temporal sobre los territorios del centro de Italia el Papado pasó a centrarse en su papel puramente espiritual como representante de los católicos. Por eso el Papado de Pío IX marca el inicio de la concepción moderna de la figura del Papa como un simpático viejecito, fenómeno de masas, que da grandes mítines públicos y se mantiene como una especie de gurú alejado (aunque no tanto como parece) de las intrigas políticas y la lucha por el poder terrenal. Sin embargo hay que señalar que este cambio se produjo a regañadientes y contra la voluntad del Papado el cual forzó a sus últimas tropas de mercenarios a combatir hasta el final en las propias calles de la ciudad de Roma. Tras eso el Papado aún tardó décadas en aceptar la pérdida de facto de su poder en el centro de Italia, oponiéndose a ello con medidas dignas de una pataleta ridícula, por ejemplo lanzando un llamamiento a los católicos de Italia a boicotear las elecciones en el país hasta que se devolvieran al Papado el gobierno de sus antiguos señoríos. De hecho para cuando el Papado por fin se rindió a la evidencia, varias décadas después, puso fin al conflicto a través de un pacto con la Italia fascista, no con ningún gobierno democrático. Todo muy en la línea del ejemplo dejado por Jesucristo.
Por cierto, finalmente Pío IX fue beatificado por Juan Pablo II a finales del año
2000.
Hay varias cosas que comentar sobre lo que hemos visto, particularmente acerca de esta segunda historia.
Para empezar una idea en torno a la que ya he dedicado más
entradas: muchas cosas negativas que ocurrieron en el s. XX empezaron a
gestarse intelectualmente más atrás, en ocasiones mucho más atrás. El
antisemitismo contemporáneo no deja de ser una proyección en la sociedad
industrial de clases de un viejo odio cuyas raíces se retrotraen en el tiempo
prácticamente hasta las guerras romanojudías del s. I y la huella que todo eso
dejó en la sociedad romana precristiana sobre la que después se construyó la
cultura occidental.
Por eso cuando Hitler hablaba sobre los judíos no era
solo bajo el papel de tirano colérico sino como la punta de lanza de varios siglos de
escritos (en muchos casos hoy adecuadamente sepultados en un segundo plano por impresentables)
salidos de la mano de muchos de los grandes líderes y pensadores de la cultura occidental. En la misma Alemania ya Lutero (uno de los padres de la identidad
nacional alemana y del alemán como idioma) publicó en su momento Sobre los judíos y sus mentiras, libro en el que
abogaba por quemar las
sinagogas y los libros de oración judíos, que se prohibiese
a los rabinos predicar, que se confiscasen sus bienes, se
dejase de proporcionarles protección legal y se les redujese al trabajo forzado
o la expulsión definitiva. Luego, la huella de ideas antisemitas como esas sobrevivió en el mundo
occidental hasta llegar a la modernidad y no solo en el mundo protestante sino
también en algunos países católicos y ortodoxos.
He de decir también que resulta interesante la pervivencia durante el s.
XX de ciertas trazas pertenecientes a esa mentalidad favorable a que los padres que no comparten una
determinada concepción mayoritaria en la sociedad deban ser apartados de sus
hijos. No se en qué medida por ejemplo prácticas como el "secuestro de niños" durante
el Franquismo en España o en la Irlanda de entreguerras pueden tener un
antecedente en ese tipo de planteamiento. Lo que sabemos es que en tiempos
pretéritos llegó a existir la práctica de arrebatar niños a los individuos
pertenecientes a un credo religioso enemigo para que no pudiesen ser
“contaminados” y a la vez reeducarlos como defensores de la fe verdadera. Pasó
en el mundo musulmán (el caso de los jenízaros por ejemplo) y también en el
mundo cristiano (aunque es algo que está muy poco estudiado). En el s. XX en
cambio esta postura se expandió en algunos contextos extremos preferentemente favoreciendo el
secuestro de niños a familias que profesaban ideas políticas -y no ya solamente
religiosas- contrarias a los intereses del poder establecido. Es una idea que me limito a plantear, pero este no es un texto dedicado a tratar ese
tipo de cuestiones. Simplemente la historia que os he contado hoy me ha servido para describir al mismo tiempo un
panorama más general donde se muestra el potencial destructor que tiene la
religiosidad llevada al extremo y como en esos casos la caridad, el respeto por
los demás y el pensamiento crítico se suelen dejar a un lado y al final
cualquier argumento teológico acaba sirviendo de coartada para cometer todo
tipo de actos.
El caso de Edgardo en particular también es una muestra de algo muy
interesante. En concreto cómo nuestra adscripción a una “VERDAD” religiosa parte
esencialmente de la educación tanto familiar como pública. Si Edgardo hubiese
vivido una infancia normal con su familia probablemente ya de adulto se habría convertido en
un judío convencido. En cambio al ser educado en un ambiente monacal
desarrolló una intensa fe católica, pero podemos suponer que de haber nacido en
Arabia habría sido un ferviente musulmán sunní y quizás de nacer en una familia
persa hubiese acabado siendo un musulmán chiita.
Por supuesto no siempre es así, pero el 90% de las personas religiosas
en el planeta simplemente se limitan a seguir la fe que sus padres les
enseñaron, nunca han elegido libremente entre una amalgama de posibilidades. De
esa forma la expansión de la “VERDAD” por el mundo tiene bastante que ver
con las dinámicas demográficas, militares y políticas
antes que con los debates teológicos informados respecto al porcentaje de “VERDAD” que realmente contiene la doctrina de turno. Al final
los credos de los Estados más poderosos militarmente o de las sociedades más
activas procreando son los que más se expanden. Tan simple como eso. En definitiva, en el planeta
existen muchos dioses y credos diferentes, todos ellos poseen santos, supuestos
milagros respaldando la verdad de sus afirmaciones y el que alguno de estos
credos crezca o disminuya en cuanto a número de seguidores no tiene mucho que ver con la fuerza de su
verdad o de su dios sino con ese tipo de lógica tan mundana.
De hecho da en qué pensar por qué ninguno de todos los posibles dioses
que compiten por nuestras almas usa su inmenso poder para realizar una
manifestación pública y sin ambigüedades de su mensaje a través de un
sueño colectivo masivo o de una aparición incontrovertible en el cielo (o en
televisión, ya puestos). En lugar de eso todos los dioses conocidos se han limitado a contactar con nosotros en
ocasiones puntuales, siempre en un pasado lejano y hacerlo casi en exclusiva
a los ojos de alguna persona muy concreta (incluso a través de procedimientos que imitan extrañamente los efectos de enfermedades como la esquizofrenia). Tras ese precario contacto la divinidad de turno dejaba como encargo para el elegido que nos transmitiese un mensaje frecuentemente tan ambiguo o impreciso que a posteriori casi siempre ha sido necesario para interpretarlo el uso de instituciones jerarquizadas de intermediarios especializados. Instituciones que se han dedicado a debatir sobre dicho supuesto mensaje durante siglos aunque casualmente han aprovechado también esa posición de privilegio para acumular poder y riqueza en provecho propio.
Esto último es un problema en la medida en que sabemos positivamente que
muchos miembros de las jerarquías religiosas en el pasado (y puede que en el
presente) históricamente han dejado rastro de ser individuos corruptos
ambiciosos o perturbados. En el caso de la Iglesia católica les invito a que se
documenten sobre las apasionantes vidas de pontífices como Sergio III, Juan
XII, Benedicto IX, Anacleto I, Clemente VI, Juan XXII, Pio II, Pablo II, Sixto
IV, Inocencio VIII, Alejandro VI, Pablo III,
Julio III y muchos otros. Hijos ilegítimos, incluso nietos, abusos a
menores, uso de prostitutas, sobornos, envenenamientos, incluso muestras de
ateísmo incipiente… no hay para aburrirse en la historia del pontificado. Pero
sin embargo los fieles del culto han de asumir que lo que esas personas
lamentables decretaron durante sus mandatos respecto a qué es lo que dios
espera de nosotros y sobre cómo nos debemos comportar era y es rigurosamente exacto. Los dogmas se crean siglo tras siglo, pero en cambio rara vez se revocan ya que eso pondría en cuestión el "tinglado" al aceptarse la posibilidad de la equivocación y ponerse sobre la mesa la necesidad de revisar hacia atrás. El propio Pio
IX afianzó la doctrina de la infalibilidad papal y sin embargo su vida arroja la duda de si él mismo era un individuo bastante confundido. En cualquier caso, desde entonces un creyente ha de
aceptar como verdad que aunque algún Papa pueda ser un corrupto o
un idiota eso da igual porque cuando establece un dogma de fe apoyado por el colegio cardenalicio en ese momento Dios habla a través de él e
impide (a saber mediante qué extraño mecanismo de control espiritual
parapsicológico intergaláctico) que el siervo imperfecto se equivoque o mienta
al comunicar la voluntad de Dios.
Exactamente lo mismo se podría aplicar a lo que otros fieles de otras
religiones piensan sobre determinados rabinos o ulemas. Es ridículo, sobre todo
cuando la Historia nos enseña por ejemplo que muchos Papas o Califas y
similares usaron claramente a voluntad las creencias populares, y el poder derivado de ellas, en beneficio propio y de sus intereses políticos y económicos concretos, no en mayor provecho de sus fieles. Dedicándose a emplear tal poder para desestabilizar la
autoridad de otros gobernantes rivales, obtener la posesión de más tierras, o bien obtener ingresos a través de la venta,
por ejemplo, del perdón de los pecados solo para derivar después ese dinero hacia gastos suntuarios.
Llama también la atención que en todos los casos ningún dios en ningún
momento del pasado fuese capaz de entrar en conexión con varios profetas o
mensajeros simultáneos distribuidos por todo el globo terráqueo y pertenecientes así a culturas diversas. Al contrario, los dioses envían siempre sus emisarios (normalmente además uno solo) a una única sociedad
o cultura concreta, lo que aboca en cada caso a esos profetas y sus
seguidores a tener que convertir (a veces por la fuerza) al resto del planeta a
la “VERDAD”. ¿No hubiera sido más sencillo con 6 o 7 Jesucristos o Mahomas
simultáneos distribuidos al menos uno por continente?, ¿era mucho pedir?, se
hubiesen ahorrado muchas guerras así. En el mejor de los casos todo esto lleva a pensar que Dios no sea tan listo, ni bondadoso, ni poderoso como pretenden sus hagiógrafos. O incluso a pensar que las religiones sean un fenómeno puramente psicológico e incluso psiquiátrico a pequeña escala, y cultural y político a gran escala, todo ello sin conexión real con una verdad trascendente concreta.
Al final lo único seguro hoy en día es que en el planeta
Tierra coexisten múltiples religiones incompatibles entre sí. Por tanto resulta evidente, por
pura lógica, que los creyentes de todas ellas no pueden estar en lo cierto a la vez. De hecho
solo los de una de entre todas -y eso en el mejor de los casos- estarían siguiendo la
auténtica “VERDAD”. Pese a ello cada uno de los bandos cree ciegamente en la exactitud
de su credo, puede citar abundantes casos de intervención divina en su favor y
cuenta con el testimonio indisputable de la vida y milagros de su profeta
fundador. Pero como digo, por pura lógica, la mayoría de estas personas están
equivocadas y viven su vida en base al respeto de una serie de tradiciones y
dogmas que son objetivamente un montón de gilipolleces.
Da un poco de miedo pensarlo.
Creo haber comentado ya antes, que por ejemplo la creencia en la brujería (tal y como la entiende nuestra cultura) surge como una especie de subproducto del cristianismo. Al creer en Dios, el cristianismo también cree que existe el Diablo y que este es el OPUESTO a Dios. Así que el cristianismo creyó que al actuar, el Diablo actúa de forma opuesta a Dios. Incluso los supuestos aquelarres satánicos verdaderos, serían una parodia de las misas cristianas; pero una parodia creada por el Diablo quien siempre buscaría meterse con Dios y causarle los mayores perjuicios posibles. Por esto, aunque los demonios no sentirían placer o dolor físico, practicarían el sexo más pervertido posible, no por gusto físico sino por meterse con Dios, y lo mismo pedirían a sus seguidores. Sexo lo más pervertido posible, que incumpliese los mandatos divinos cuanto más mejor, no por gusto sino por ir contra Dios.
ResponderEliminarAsí, en el caso de los aquelarres, estas "misas negras" y sus ritos serían opuestos a los de Dios incluso en aspectos a priori con tan poca importancia como la posición que adopta el sacerdote (de cara al público, en contra del antiguo rito cristiano donde el cura le daba la espalda a los creyentes para mirar hacia Dios/ la ostia consagrada). Igualmente, el Diablo tendría sus seguidores, y sus demonios "de la guarda" para llevarlos por el mal camino, etc. El satanismo y la brujería serían por tanto reflejos opuestos al cristianismo.
Lo más interesante es que todo lo que he comentado, surge y es creado a partir de la imaginación de devotísimos creyentes cristianos. Por tanto, no es la creación de supuestos satanistas o supuestas brujas... ni es tampoco ninguna supervivencia de creencias y ritos precristianos.
Por otro lado, recuerdo que en el siglo XIX en EEUU también se intentaba que los niños indios se aculturasen a la cultura anglosajona, aunque no recuerdo si secuestraban niños (con o sin coartada legal). Pero incluso en el siglo XX, esto sí se hizo en Australia, donde se secuestraban a los niños aborígenes para convertirlos a la cultura anglosajona.
ResponderEliminarBastante de acuerdo en general. Por cierto, si llego a ello voy a dedicar una entrada, dentro de meses eso sí, a las persecuciones de brujas en la Edad Moderna y las últimas teorías al respecto.
ResponderEliminarUna cosa que llama la atención es que al hombre medieval le faltaba imaginación para salirse de sus parámetros. Cuando imaginaba cultos prohibidos siempre pensaba en relación a sus propias creencias, por lo que un culto satánico debería basarse más o menos en los mismos rituales de siempre pero invertidos, no se planteaba la posibilidad de rituales completamente nuevos basados en conceptos diferentes a los ya conocidos. Cuando ese mismo hombre del medievo pensaba en épocas del pasado de cara a decorar los libros exportaba las imágenes de caballeros y castillos medievales para ilustrar por ejemplo el Egipto faraónico o los ejércitos helenísticos (a ese respecto el Libro de Alexandre es muy gráfico porque se imagina las andanzas de Alejandro con un aspecto visual en cuanto a armas, edificios o vegetación no muy diferente al usado para describir las hazañas de Roldan o del rey Arturo). Y cuando exploraba el mundo siempre intentaba meterlo en las categorías ya existentes, encajarlo en un mapa o un texto de una autoridad conocida que ya hubiese narrado o descrito el lugar. Por ejemplo de ahí nace la confusión de Colón que hasta el último momento intentó compatibilizar lo que iba descubriendo con encajarlo en la geografía que más o menos conocía, la de Toscanelli y Marco Polo, pese a que eran erróneas.
Puede decirse que hasta bien entrado el s. XVI a los hombres en general les costaba mucho más de lo habitual en otras épocas aceptar categorías nuevas o simplemente convivir con otras formas de pensamiento distintas a la propia. Es algo curioso.
En cuanto a la pervivencia de los secuestros de niños por parte de grandes instituciones todavía en épocas relativamente recientes es verdad que el mundo del cine o la novela han tratado el asunto casi más que la propia historiografía. Para el caso de los aborígenes australianos está “Generación robada” con Kenneth Branagh y, por ejemplo, en cuanto a los reformatorios para aculturar a los niños indios en EE.UU. hay una serie de cómic llamada “Carlisle” de Edouard Chevais-Deighton y Laurent Seigneuret.
Pues si alguna vez tratas el tema de las últimas teorías sobre la persecución de la brujería en la Edad Moderna, es algo que me gustaría muchísimo conocer. Hace tiempo que no leo nada al respecto. En su momento, tuve el gusto de tener una asignatura donde se trató el tema, en la Universidad de Santiago de Compostela (profesor Jose Ramón Mariño Ferro).
EliminarGracias por las referencias de cine y cómic. Hace tiempo vi una película sobre el tema de los indios en Estados Unidos, pero no recuerdo el titulo. Sobre los aborígines, aunque me suena "Generación Robada", la película que se me viene a la cabeza es "Australia", con Lobezno X-D y Nicole Kidman, donde tratan el tema de forma secundaria.
Este fin de semana he terminado el libro Historia de la estupidez humana, y después de leer la cantidad de tonterías que ha hecho y dichos la gente, por sistema, sobre todo desde la Edad Media; me puedo llegar a creer que hubiera muchos cristianos convencidos de que esos secuestros y asesinatos satánicos fueran reales. También creo que seguramente detrás de todo había una conspiración, pero no hay que subestimar lo estúpidas que pueden ser las personas. Sobre todo en manada.
ResponderEliminarEn cuanto al cambio forzado de la Iglesia, me gustaría saber quién tuvo la idea de hacer propaganda con la caridad y la limosna. Fue una muy buena idea. Que aunque lo llamen solidaridad, no lo es. Cuando oía la COPE, los tertulianos y los presentadores insistían mucho en lo que le ahorraba Cáritas al estado español. Es la idea que quieren implantar: que la Iglesia es ayudar a los pobres. Todo lo demás, que se olvide: que el verdadero plan es extender la ponzoña y evangelizar. Sobre todo en países del tercer mundo, donde la población es muy susceptible de ser contaminada.
Bueno, es que… estas cosas llegan hasta la actualidad misma.
EliminarMirad este enlace sobre un reportaje hecho por israelíes en La Guardia hace 20 años. Mirad. Al principio está en inglés pero hacen entrevistas a la gente del pueblo y hablan en español. No tiene desperdicio a partir del minuto cuatro más o menos.
https://www.youtube.com/watch?v=PKCu7T5aYkA
Esto lo ven en el extranjero y se descojonan de este país. Normal, claro.
Tampoco quería que mi texto quedase como anticatólico en exclusiva. En realidad versa sobre las incongruencias a las que a veces llevan los aspectos dogmáticos de las religiones en general. A ese respecto en cierta forma en Occidente somos “afortunados” pues hace tiempo que la Iglesia católica se encuentra en franca decadencia. A nivel de predicación ahora mismo son las iglesias protestantes sobre todo norteamericanas las que están tomando la delantera en cuanto a la predicación en América Latina o Asia. Por no hablar del Islam, claro. Hoy en día son otros credos los que están al ataque en expansión, la Iglesia está muy tocada, no en cuanto a su influencia en los gobiernos o medios de comunicación de muchos países, pero sí en cuanto a otros aspectos que dan vivacidad y capacidad expansiva a un credo. Tiene mala pinta para ella a cincuenta años vista. Muy mala.
Como hay que ser equitativo repartiendo culpas en su momento, si continuo para entonces, dentro de muchos meses habría que dedicar una entrada informada y en profundidad a la génesis del Islam. Que es algo también muy divertido. Aquí obviamente la crítica se centra en la Iglesia que es lo que tenemos más cerca, pero el pensamiento religioso en sí mismo responde en todas las partes del globo a unas premisas que son muy endebles en todos los casos.
En cuanto a la caridad, me resulta interesante anotar que en la actualidad muchas organizaciones terroristas islámicas o mafiosas, desde Heztbolá a los yakuzas o las mafias italianas, usan la caridad en particular en coyunturas de catástrofes naturales y similares para legitimarse y ganar aceptación social.
A mi modo de ver la visión anglosajona del patronazgo o la de la caridad cristiana, la limosna musulmana… me resultan muy desagradables. Para empezar porque la limosna, la caridad, es humillante para el que la recibe que siempre queda en una posición inferior frente al que la otorga. La caridad no es una opción, una libre elección es una OBLIGACIÓN y como es una obligación es el ESTADO el que debe realizarla como algo automático mediante la redistribución social de una parte de la prosperidad colectiva. Eso nos lleva a Estados eficientes, establecidos sobre sociedades cohesionadas y sin grandes diferencias entre clases sociales o territorios donde operan buenos sistemas de cobertura social y donde la figura del limosnero, del benefactor que generosamente abre un comedor para pobres o una clínica de barrio con fondos privados y le pone su nombre o el de su mujer pues simplemente NO TIENE SENTIDO, porque como debe ser eso no hace falta y de hacer falta es una administración la que se encarga y no hay nada que agradecer o mendigar a nadie.
La caridad apesta como concepto y todos los contextos sociales en que se ha expandido tenían de fondo problemas siempre, sirva como ejemplo el Siglo de Oro español, un momento en que seguramente hubo más donaciones caritativas en la historia de España. Pero porque el contexto era el ideal con un montón de piadosos nobles y abades castellanos abriendo conventos y repartiendo limosnas entre una miríada de picaros fingidos y menesterosos muy reales producto de una sociedad enferma de miseria y desigualdad.
Yo quiero vivir en una sociedad donde la caridad no haga falta y de hacer falta no haya ni que pedirla porque la respuesta sea automática por parte de una administración eficiente, no de mi vecino que es muy generoso o de ninguna institución empeñada en vender junto con el mendrugo de pan de turno una ideología concreta sea religiosa o sea política.
La manipulación de las masas por parte de la minoría en el poder (que quiere acceder al poder), y por cualquier motivo (no sólo religiosos), es más fácil porque la estupidez humana es algo generalizado en cualquier época o lugar. Las masacres entre Hutus y Tutsis por ejemplo tienen mucho de ambas cosas
EliminarVaya, vaya. Spieldberg prepara una película sobre Edgardo Mortara.
ResponderEliminarhttp://hoycinema.abc.es/noticias/20160413/abci-spielberg-secuestro-edgardo-201604121841.html