miércoles, 13 de mayo de 2015

En busca del Urheimat


Avis, jasmin varnā na ā ast, dadarka akvams, tam, vāgham garum vaghantam, tam, bhāram magham, tam, manum āku bharantam. Avis akvabhjams ā vavakat: kard aghnutai mai vidanti manum akvams agantam. Akvāsas ā vavakant: krudhi avai, kard aghnutai vividvant-svas; manus patis varnām avisāms karnauti svabhjam gharmam vastram avibhjams ka varnā na asti. Tat kukruvants avis agram ā bhuga.

August Schleicher, Avis akvāsas ka.
  

  


Esas aparentemente incomprensibles frases con las que abro la entrada de hoy pertenecen a la llamada “fábula de Schleicher” o de “la oveja y los caballos” redactada en 1868 por un oscuro lingüista alemán de nombre August Schleicher.

El trabajo de su vida fue realizar comparaciones entre la gramática de las diversas lenguas indoeuropeas conocidas para, a través de ello, intentar reconstruir la posible fuente primitiva de todos esos idiomas: una hipotética lengua protoindoeuropea unificada de la que se habría perdido todo rastro hace miles de años. Esa lengua se ha convertido desde entonces en el Santo Grial de los paleolingüistas en tanto que constituye un manantial del que de una forma u otra fueron surgiendo gran parte de los idiomas que luego se esparcieron por el planeta, primero a lo largo de Europa y Asia y luego por el continente americano de manos de los colonizadores europeos.

En ese sentido el texto de Schleicher es un formidable ejemplo de especulación ya que intenta reconstruir cómo sonaba y cómo se articulaba un idioma cuyo último hablante murió hace miles de años y del que no existen siquiera textos escritos, todo lo anterior en base a hipótesis sobre cómo debió ser su gramática y su fonética formuladas exclusivamente a través de la lógica y las deducciones retrospectivas. De esa forma Schleicher, tras décadas de estudio de diversos idiomas indoeuropeos emparentados, formuló al final de su vida una reconstrucción teórica de cómo podía ser el supuesto vocabulario primigenio del que se desgajaron todos esos idiomas y luego, a partir de esa conjetura, construyó con él un breve texto de ejemplo, la famosa fábula, donde una oveja esquilada se compadece de unos equinos cargados y con un jinete encima mientras los caballos le contestan que también les duele a ellos cuando ven al amo vestido con ropa tejida con lana de oveja.

Lo interesante de la fábula no es por tanto lo que cuenta, que es una pequeña tontería, de hecho Schleicher podría haber escogido una receta de cocina o un versículo de la Biblia para poner en práctica sus conocimientos, tanto daría. Lo importante es que desde entonces, durante siglo y medio, los mejores lingüistas periódicamente actualizan, corrigen y proponen sus propias “traducciones” al protoindoeuropeo de esa ya mítica charla de la oveja y los caballos, reflejando en la versión final del correspondiente texto los sucesivos descubrimientos o las nuevas hipótesis sobre cómo podría haber sido el vocabulario concreto o la gramática de dicha lengua perdida. Debido a ello la “traducción” de la historia ha ido variando en la medida en que también lo han hecho nuestros conocimientos sobre esa misteriosa lengua. Un ejemplo es ESTA reciente versión propuesta por el lingüista estadounidense Andrew Byrd. Aunque quizás resulte más conocida esta otra que aparece en el film Prometheus al final de una escena en que el androide David (interpretado por Michael Fassbender) es instruido en las sutilezas del protoindoeuropeo. 

                       
  
En otras palabras, la “fábula de Schleicher” es una mera excusa, una narración fija y conocida en cualquier idioma actual a partir de la cual diferentes lingüistas pueden comparar sus hipótesis y hacer pruebas para intentar traducirla, siguiendo sus propias ideas y planteamientos, de cara a especular sobre cómo se articularía el vocabulario y la gramática de una posible lengua paleoindoeuropea. Dicha lengua por su parte tendría como característica destacada el haber sido la fuente de múltiples lenguas conocidas actuales, debiendo por tanto cada nuevo intento de reconstrucción incluir esbozos de los rasgos luego compartidos por todas las lenguas posteriores en el tiempo que se desgajaron de ese tronco y que sí conocemos con mayor detalle.

Pero ¿qué es eso del idioma protoindoeuropeo y por qué es tan importante conocer más sobre él?.

Un enigma envuelto en un misterio


Vamos por partes. Las primeras conjeturas sobre la existencia de una gran familia de lenguas indoeuropeas emparentadas entre sí fueron planteadas por el filólogo británico sir William Jones cuando, en 1786, durante un discurso ante la Sociedad Asiática de Bengala, sacó a la palestra las diversas similitudes presentes en algunos de los idiomas conocidos más antiguos, particularmente el sánscrito, el griego y el latín. 

Tras eso, durante los años siguientes, las observaciones sobre dichos parecidos se extendieron al persa e incluso se empezó a plantear que también las lenguas celtas, las germánicas y tal vez las lenguas eslavas, tendrían todas ellas un ancestro común. Es así como en 1813 otro británico, Thomas Young, acuñó el término “indoeuropeo” para referirse a ese gran conjunto de lenguas habladas desde la India hasta Europa (de ahí su nombre) con rasgos comunes entre sí y opuestos a las de otras partes del mundo (e incluso de otras lenguas habladas dentro de Eurasia). Llegados a la actualidad se trata de la mayor familia lingüística existente en el planeta por número de hablantes ya que a ella pertenecen la mayoría de las lenguas de Europa, Oriente Medio, Asia Central y la India, incluyendo cientos de idiomas y dialectos diferenciados para un total de más de 3.000 millones de hablantes. De hecho más de la mitad de las lenguas con mayor número de hablantes en el planeta pertenecen a esta familia, incluyendo el hindi, el inglés, el español, el portugués, el alemán y otras muchas.

          

Hoy sabemos además que en algún momento del pasado, a partir de un gran idioma protoindoeuropeo se produjo una separación entre dos grandes corrientes. 

Por un lado la rama europea de esta gran familia que recubrió el Mediterráneo fragmentándose en lenguas como el griego y el latín. Más adelante en el seno de esta familia, y a partir del latín, aparecieron las diversas lenguas romances o románicas derivadas del mismo,  mientras por otras zonas del continente se expandían las llamadas lenguas germánicas.

Por otro lado hay que tener en cuenta la rama indoirania que se expandió hacia Asia dando lugar a una serie de lenguas como el sánscrito, el avéstico, o el persa antiguo, a partir de las cuales luego evolucionaron a su vez otra serie de idiomas que hoy en día son lenguas oficiales en los actuales Estados de Irán, Afganistán, Pakistán, India, Nepal o Sri Lanka. 

A todo ello habría que sumar además la existencia de otras dos ramas, dos subfamilias, salidas del inmenso tronco protoindoeuropeo pero hoy perdidas. En primer lugar una serie de lenguas que con seguridad se hablaban hace milenios en la Antigua Anatolia y sus proximidades pero que con el devenir de la historia fueron sustituidas en esos territorios por otros idiomas y hoy en día ya no sobreviven (debido a que en los países que ocupan esa zona geográfica se habla turco o árabe, idiomas pertenecientes a otras familias lingüísticas). La importancia de esta rama perdida estriba en que quizás fue la primera en desgajarse del hipotético tronco común protoindoeuropeo. De ser así es en las lenguas de esta rama donde encontraríamos las pistas más puras para retroceder en el tiempo hacia una reconstrucción de la lengua protoindoeuropea original, razón por la cual voy a volver sobre esto dentro de un rato (así que recordad lo anterior).

En segundo lugar es preciso tener también en cuenta una o varias lenguas habladas por los enigmáticos pueblos Tocharianos que se distribuyeron por Asia Central e intentaron penetrar hacia la actual China estableciéndose entre otros lugares la cuenca del Río Tarim antes de desaparecer de la historia. Ya hablé de ellos tangencialmente en otra entrada del blog.
 
Todo esto nos lleva por fin al complejo meollo de la cuestión. Se deduce que en algún momento en el tránsito de la Prehistoria a la Antigüedad, en algún lugar a medio camino entre Europa y Asia, quizás en torno a las riveras del Mar Negro, existió un idioma que los especialistas han dado en denominar protoindoeuropeo (el mismo que el bueno de Schleicher intentó reconstruir en su famosa fábula a través del puro razonamiento lógico) y del cual derivaron luego con el tiempo todas estas otras lenguas, a la vez que el pueblo o pueblos que lo hablaron en primer lugar migraban y se expandían por gran parte del planeta, tanto hacia Europa como hacia Oriente Medio, Asia Central y la India, dando lugar con ello a muchas de las culturas primigenias que protagonizaron los primeros momentos de la Historia Antigua de la Humanidad.

Surge así la llamada cuestión del urheimat es decir, del “lugar originario”: la polémica en torno a dónde y cuándo ubicar la “patria ancestral” del protoindoeuropeo, o lo que es lo mismo hallar el emplazamiento geográfico y el momento histórico preciso a partir del cual empezaron a diferenciarse entre sí y extenderse por el mundo las lenguas indoeuropeas. Enigma casi imposible de resolver entre otras cosas porque darle respuesta conlleva también el responder a otra serie de cuestiones muy complejas. Por ejemplo identificar si a partir de ese supuesto punto de origen solo se expandió un idioma a través de procesos pacíficos y espontáneos, como el comercio, o bien la expansión de las lenguas indoeuropeas fue producto de una gran migración de pueblos, posiblemente violenta, en cuyo caso nos encontraríamos frente a uno de los procesos migratorios más importantes en la historia de la Humanidad. A fin de cuentas la expansión de las lenguas indoeuropeas es contemporánea en parte de Asia y sobre todo en Europa de la aparición de los metales, de algunas de las primeras estructuras estatales, e incluso de las primeras religiones organizadas. Esto último además ha llevado a algunos autores a plantear que la dispersión de las lenguas indoeuropeas por Eurasia conllevó asimismo la diseminación de un legado religioso también surgido de un fondo común y por tanto basado en la llamada “triada indoeuropea”, en torno a la cual se habrían articulado luego cultos tan dispares como la religión hindú o el paganismo grecorromano.

    

Pero claro está, todo eso es materia de debate. Por de pronto de cara a resolver ese complejo puzzle los datos contrastados de que se dispone son mínimos.

El primero de ellos lo proporcionó un orientalista checo de nombre Bedrich Hrozny. Entre 1915 y 1917, mientras combatía en la Gran Guerra, Bedrich fue capaz de dar el paso decisivo para descifrar el idioma hitita y posteriormente adscribirlo a la gran familia indoeuropea. Además lo hizo por pura deducción a partir de dos únicas frases Ninda an ezzatteni / watar ma ekutteni. Pero esa es otra historia. Lo que nos interesa hoy es que en la estela de esos trabajos, ya acabada la I Guerra Mundial, el bueno de Bedrich dirigió una expedición arqueológica checa al centro de la actual Turquía y allí excavando en una elevación que los lugareños llamaban Kültepe (algo así como "colina de las cenizas") se encontró con los restos del Karum Kanes. Veamos lo que eso significó.

    

Las tablillas de Kültepe


Aunque los asirios han pasado a la historia por su actividad militar (y más concretamente la llevada a cabo durante el llamado Imperio Nuevo asirio a comienzos del primer milenio antes de nuestra era), eso no debería hacernos perder de vista algunos de sus otros talentos, desarrollados ya desde los primeros momentos de auge de su cultura a comienzos del II milenio a.n.e. En aquellas fechas tan tempranas Asiria aún no era una gran potencia militar y de sus ciudades procedían muchas familias de mercaderes itinerantes que se diseminaron por los territorios próximos. Lejos de casa, en ciudades bajo la soberanía de poderes extranjeros, dichos mercaderes asirios tenían la costumbre de agruparse en barrios especiales (algo parecidos a los guetos medievales europeos) en su caso llamados karum, unas zonas de la ciudad donde concentraban sus residencias personales y, sobre todo, donde ubicaban sus almacenes.

    

Por otro lado Kanes o Kanesh era el nombre que esos comerciantes asirios daban por entonces a un asentamiento que, unos siglos más tarde, después de algunas destrucciones y reconstrucciones, sería conocido como la importante ciudad hitita de Nesa (hasta tal punto que el nombre que los hititas daban a su idioma era nesili “la lengua de Nesa”). El Karum Kanes era por tanto un barrio reservado a los mercaderes asirios dentro de esa urbe hitita en concreto. Y dada la relevancia de la misma, ya en fechas tempranas del II milenio, el enclave mercantil asirio que albergaba en su seno se convirtió en el más importante entre todas las sucursales semejantes que los asirios tenían esparcidas por Anatolia.

Bien, pues en 1925, mientras excavaba en la colina de Kültepe, Bedrich Hrozny se encontró con las ruinas de la antigua ciudad hitita de Nesa y en uno de los estratos de la excavación se topó en concreto con los restos del correspondiende karum asirio, el Karum de Kanes, donde halló en torno a un millar de tablillas de arcilla usadas por los mercaderes que lo habitaban entre los años 1950 y 1840 antes de nuestra era, aproximadamente. Esas tablillas constituyen los Textos de Kültepe y contienen extractos de las transacciones llevadas a cabo por los mercaderes asirios del lugar, consignadas a través de escritura cuneiforme. ¿Y qué tiene eso de especial?. ¿Acaso el cuneiforme tiene algo que ver con el protoindoeuropeo?. No. Sé que esto se vuelve confuso por momentos pero es necesario explicarlo.

El cuneiforme no es un idioma sino un sistema de escritura que puede transcribir palabras en diversos idiomas, igual que nuestro alfabeto actual. En concreto inicialmente el cuneiforme sirvió para poner por escrito la lengua sumeria dando lugar a los textos escritos más antiguos de la historia. Sin embargo pese a haber sido descifrado no está muy claro de dónde procede el idioma sumerio y cuál es su parentesco con otras lenguas. Un problema en el que no vamos a entrar aquí.

En general toda la zona del Creciente Fértil en la época de la cual estoy hablando estaba poblada por gentes que hablaban lenguas pertenecientes a la macrofamilia afroasiática, distinta de la euroasiática a la que pertenecen las lenguas indoeuropeas. Entre las lenguas afroasiáticas habría que incluir para empezar las diversas variantes y evoluciones del egipcio clásico hablado en tiempos de los faraones. Al margen de la anterior en Mesopotamia y la franja costera de Fenicia y Canaán se hablaban lenguas semíticas hoy en día extintas como el amorrita, el ugarítico o el hebreo (aunque en la región hoy se habla principalmente otra lengua semita de aparición posterior: el árabe). Todo ello debiendo contar además, como se ha dicho, con la excepción que suponía el idioma sumerio.

                        

En cualquier caso, pocos siglos después de su luminosa irrupción, el sumerio empezó a ser sustituido en la vida diaria de Mesopotamia por el idioma acadio, la primera lengua semita que dejó testimonios escritos. En concreto los acadios adoptaron el cuneiforme para poner por escrito su lengua mientras el sumerio sobrevivió algún tiempo más convertido en lengua de prestigio, relegada a la liturgia y la literatura, un poco a la manera del latín en el mundo europeo medieval y moderno. 

              

Pues bien, en lo que nos concierne los mercaderes asirios de comienzos del IIº milenio antes de nuestra era, aquellos que ocupaban el karum de Kanes, hablaban "asirio antiguo" por entonces todavía prácticamente un dialecto del acadio, y para ponerlo por escrito usaban tablillas cuneiformes como ya se dijo. No obstante esos textos de Kültepe incluyen también nombres de comerciantes locales y de dioses o topónimos de la zona de Turquía que formaban parte por entonces de una suerte de “hitita” o más bien idioma nesita arcaico. Y ese idioma ya no es semita sino que forma parte de la rama anatolia perdida de entre las cuatro que se desgajaron del gran tronco común protoindoeuropeo. ¿Recordáis que la mencioné antes al hablar de las cuatro ramas principales en que se dividieron las lenguas indoeuropeas en su origen?. Consecuentemente las tablillas de Kültepe contienen -diseminadas entre sus registros de transacciones detalladas en una lengua semita- algunas de las primeras palabras jamás puestas por escrito pertenecientes a un idioma indoeuropeo.

Más en concreto la voz Išḫara, una palabra usada entonces por los habitantes de la zona para referirse a los contratos, tratados, las promesas en general y a una diosa de los juramentos, es quizás el registro más antiguo conocido de una palabra perteneciente a un idioma ya genuinamente indoeuropeo.

¿Qué se deduce de todo esto?. Fundamentalmente que más o menos en torno a comienzos del II milenio antes de nuestra era -la época en que se redactaron los textos de Kültepe- ya se habían desgajado los primeros idiomas indoeuropeos del famoso tronco común que conformaba el lenguaje protoindoeuropeo, idioma del que no se conservan restos escritos puesto que fue usado mucho antes de la invención de la escritura. Además eso nos otorga una fecha límite, por así decirlo, en tanto que gran parte de los especialistas en el tema estiman en al menos 1.500/2.500 años el lapso de tiempo transcurrido entre la época del protoindoeuropeo y el más temprano de esos textos acreditados ya en un idioma indoeuropeo propiamente dicho (en las tablillas de Kültepe).

¿Cómo establecemos ese margen de 1.500/2.500 años y a que se debe el amplio arco de variación?.

Pues lo establecemos a través de la glotocronología, una técnica para medir las divergencias entre varias lenguas que se suponen emparentadas y calcular a partir de ahí el tiempo que se necesita para que se acumule el grado de separación observado.

Durante la primera mitad del s. XX Morris Swadesh un lingüista estadounidense-mexicano, basándose en medidas realizadas a familias lingüísticas cuya historia es conocida por documentos, estimó que debido a cambios internos y aportaciones externas aproximadamente cada mil años se sustituyen el 14% de las palabras básicas del vocabulario de una lengua. Además de esa cifra enunció otra serie de postulados como que esa tasa de sustitución léxica es uniforme entre todas las lenguas del mundo y aproximadamente constante si consideramos períodos muy largos, al menos en lo que afecta al vocabulario básico.

Más adelante en los años 60 y 70 del siglo pasado ese punto de vista excesivamente simplista fue revisado, teorizándose ritmos de sustitución más lentos -de en torno al 5% por milenio- y admitiendo que esas tasas de cambio no son realmente constantes. Debido a estas correcciones hoy en día muchos investigadores sostienen que la estimación de un período de tiempo para la separación de lenguas tan antiguas y semidesconocidas como los primeros lenguajes indoeuropeos solo puede ser orientativa e incluir un amplio porcentaje de error.

En cualquier caso, llegados aquí, ya podemos volver sobre los términos del problema para empezar a plantear respuestas. Los textos de Kültepe, en Turquía, se datan a comienzos del II milenio, un poco después del año 2.000 antes de nuestra era. Si a eso le sumamos con cierta despreocupación los 1.500/2.500 años estimados inicialmente para la evolución independiente de un idioma hitita propiamente dicho desde su desgajamiento de un tronco idiomático anterior… entonces se deduce que como muy tarde entre el año 3.500 y el 4.500 antes de nuestra era, en alguna zona relativamente próxima a Kanes y a medio camino de Asia Central, Oriente Medio y Europa continental, existió una lengua protoindoeuropea anterior a los primeros idiomas escritos. Esa de la cual surgen diversas ramas a partir de las que luego, como hojas sueltas, nacieron la práctica totalidad de los idiomas hablados en Europa y buena parte de los hablados en algunas partes de Asia.

Por otro lado una evidencia más de la existencia de una lengua protoindoeuropea en aquel tiempo se aprecia en que las lenguas indoeuropeas comparten aún hoy en día cierto vocabulario o al menos las raíces de muchas palabras. A partir de ese hecho se han llevado a cabo estudios de paleontología lingüística, tratando de reconstruir aspectos parciales de la cultura vigente en la época original de nacimiento de esos idiomas sobre la base del análisis de los parecidos en el léxico. Para hacer eso se parte de asumir que las raíces de las palabras supuestamente más antiguas y compartidas a lo largo del tiempo y el espacio por los idiomas indoeuropeos nos ofrecen pistas sobre el núcleo del idioma original a partir del cual se fragmentaron luego todas esas lenguas, en tanto que formarían parte en su momento de los vocablos más usados en la vida cotidiana de la sociedad protoindoeuropea de la que proceden. Eso ha permitido deducir (es justo reconocer que de forma un tanto peregrina) rasgos del paisaje geográfico por el que hipotéticamente se movían los hablantes de aquella lengua protoindoeuropea primigenia: estaría integrado por bosques de hayas y abedules y una rica fauna silvestre, compuesta de ciervos, caballos, lobos, osos y jabalíes. Todo ello, además, bajo un clima donde serían frecuentes las lluvias y tormentas, lo que descartaba la posibilidad de zonas climáticas excesivamente calurosas y secas para el entorno en que se debieron mover los hablantes del protoindoeuropeo.

Y a partir de estas mínimas pistas empieza el combate entre diversas teorías para afinar todavía un poco más las fechas y proponer un lugar concreto como patria del protoindoeuropeo.

Solo puede quedar una


No obstante, antes de entrar a valorar las hipótesis más actuales hay que aclarar una cuestión surgida en pleno s. XIX.

En aquella época, cuando se empezó a especular sobre el pueblo o pueblos originarios que hablaron el protoindoeuropeo, se lanzó la teoría de que dicho colectivo pudo haber sido algún tipo de grupo étnico racialmente homogéneo y diferenciado de todas las poblaciones de su entorno y al cual se le denominó originalmente como raza aria, siendo ubicada por algunos investigadores en pleno centro de Europa, más o menos en los territorios de la actual Alemania, o bien más al Norte en Escandinavia.

Como habréis deducido ese tipo de enfoque de la cuestión -racista y centrado en la genética de poblaciones en vez de en la lingüística y la arqueología científica- llegó luego a tener mucha influencia en la primera mitad del s. XX al ser recogido por el movimiento nazi dentro de su peculiar visión de la historia. 

Sin embargo hace ya tiempo que ha sido completamente abandonada esa hipótesis de que el ancestro, o ancestros varios, de los pueblos indoeuropeos se desarrolló en territorio teutón. Por otra parte hoy en día se admite sin problemas que las posibles similitudes culturales, religiosas y lingüísticas, entre los primeros pueblos indoeuropeos, no implican necesariamente la existencia hace varios milenios de una supuesta “raza” ancestral origen de todos ellos. Se habla por tanto de idioma protoindoeuropeo sin tener totalmente claro si fue el distintivo de uno solo o bien de la amalgama de varios grupos humanos primitivos. 

  Pese a todas esas dudas actualmente se tiende a pensar que del núcleo original de hablantes protoindoeuropeos, por las razones que fuesen, se desgajaron luego diversos colectivos humanos que muy posiblemente a través de migraciones masivas -y no solo a través de contactos esporádicos e indirectos- extendieron por amplias regiones de Eurasia diversas lenguas herederas de esa raíz original. Y de hecho, como ya se ha mencionado de pasada a lo largo del texto, la mayoría de autores hoy en día sitúa el centro de esos procesos bastante al Este de Alemania, especulándose con zonas como Ucrania, Turquía o el Caúcaso. Lo que ocurre es que se mantiene un elemento de confusión ya que uno de los cuatro grandes desgajamientos de pueblos y lenguas del núcleo protoindoeuropeo que se piensa que ocurrieron sí está vinculado a la denominación de “arios”.   

Algunas décadas antes del hallazgo de las tablillas de Kültepe, concretamente en el año 1907, se descubrió en un yacimiento perteneciente a la antigua Hattusa, otra importante ciudad hitita, un juramento de fidelidad al emperador Suppiluliuma suscrito por Mattiwaza, rey de Mitanni, a quien el primero había repuesto en el trono y concedido además la mano de una de sus hijas a mediados del s. XIV antes de nuestra era, en torno al año 1340.

En el documento en cuestión Mattiwaza se comprometía a mantenerse fiel al emperador de Hatti, poniendo por testigos y garantes de lo anterior no sólo a varios dioses babilónicos y sirio-hititas sino también a unas divinidades, ajenas a las religiones hasta entonces conocidas en Oriente Medio, procedentes de la literatura india antigua: Mitra, Varuna e Indra.

La explicación que con el tiempo se dio a ese extraño hecho es que hacia el año 2.000 antes de nuestra era los antepasados de los mitannios hubieran estado en contacto con una rama emparentada de pueblos también desgajados del núcleo protoindoeuropeo, en este caso pueblos que después de pasar por la región se dirigieron hacia Asia Central y en esa zona fundaron la cultura de Andrónovo. Desde allí parte de esas poblaciones, quizá los Tocharianos, se dirigieron hacia el Este de la actual China, otro grupo tras permanecer algún tiempo en Asia Central acabaría descolgándose sobre el altiplano iraní dando lugar con el tiempo a la cultura persa y, finalmente, un último colectivo diferenciado prosiguió viaje en dirección hacia Pakistán y la India. Al llegar a las fronteras de la región esos emigrantes se toparon de frente con los remanentes de la antigua civilización del valle del Indo. Era esta una antigua cultura en cierta forma comparable a la minoica en Grecia, aunque por aquel entonces ya se encontraba en decadencia, pese a lo cual lo que quedaba de sus grandes ciudades del pasado, como Harappa o Mohenjo Daro, aun testimoniaba un estadio de civilización mucho más avanzado que el de los invasores indoeuropeos. Pese a todo éstos últimos se hicieron con el control de la región gracias a la superior tecnología militar que portaban (eran expertos en el uso bélico del caballo, sobre todo en lo que se refiere al empleo de carros de guerra y además poseían armas de bronce).

Pues bien esos pueblos se llamaban a sí mismos arios ("los nobles") y hablaban sánscrito (el cual como se ha dicho al comienzo de esta entrada presenta paralelismos con otras lenguas muy alejadas de aquella zona, como el lituano). Ese colectivo asentado en el Norte de la India hace miles de años es al que hoy en día se atribuye esa denominación restringida del término "arios", entendiendo además esa palabra no como una denominación genética sino cultural para definir una simple rama lateral desgajada del gran núcleo que nos interesa: el ancestro original de todos estos pueblos indoeuropeos luego diseminados por el globo.

Aun así el vocablo de marras sigue generando polémica, ahora no en Europa sino en la India, en tanto que muchos nacionalistas hindúes lo rechazan por otro tipo de connotaciones. De hecho en época colonial algunos intelectuales ingleses aprovecharon este tipo de coincidencias históricas y lingüísticas para “justificar” en parte la ocupación imperialista, así como su posición de grupo privilegiado en el seno de la colonia, presentándose a sí mismos como una especie de herederos de los míticos arios de la antigüedad.

Aclarado todo esto entremos ya en la parte seria del debate que se prolonga en la actualidad.

La primera gran teoría digamos moderna para establecer una patria y una cronología de gestación del protoindoeuropeo fue obra de la arqueóloga lituana Marija Gimbutas (quedaos con este nombre que va a volver a aparecer dentro de algún tiempo en más entradas del blog). Dicha autora propuso en su obra de 1956, The Prehistory of Eastern Europe, la llamada Teoría de los Kurganes o Teoría de la estepa.

El término kurgán proviene de una palabra rusa (de origen turco) que designa un enterramiento provisto de un túmulo, debajo del cual está la cámara funeraria, normalmente construida en madera. Ese fue precisamente el método de enterramiento usado por muchos pueblos de las estepas euroasiáticas desde el cuarto al primer milenio antes de nuestra era y en base a ello Marija utilizó dicha palabra y dicho comportamiento para englobar a una amplia variedad de comunidades originarias de las estepas bajo el apelativo común de Cultura de los Kurganes (hoy en día asociada a la Cultura de Yamna o Cultura de los sepulcros).

En todo caso a la mayoría de la gente, sobre todo entre neófitos, quizás les suene ese nombre gracia a “El Kurgan” el siniestro personaje de la película Los inmortales quien supuestamente habría nacido en el seno de dicha cultura y mostraría algunos de los patrones –hoy muy discutidos- según la cual fue caracterizada por Marija Gimbutas.

Y es que, siempre según la visión de Marija, a finales del V milenio o comienzos del IV milenio antes de nuestra era, al Sur de las estepas rusas, en torno a la zona entre la ribera Norte del Mar Negro y el Mar Caspio, habría eclosionado una confederación de pueblos seminómadas muy belicosos que habrían invadido militarmente Europa central durante el siguiente milenio, modificando con ello el carácter étnico y cultural del continente y dando lugar -al dispersarse y mezclarse con las poblaciones nativas- a la expansión de una variedad de lenguas emparentadas (las lenguas indoeuropeas) descendientes de aquella primitiva lengua única que hablaban dichos pueblos en su cuna original de las estepas (el protoindoeuropeo). Un proceso el anterior que se habría repetido con la rama aria desgajada hacia la India y con otras migraciones secundarias.

Así pues Marija Gimbutas imaginaba la expansión indoeuropea como el resultado de una serie de invasiones militares donde una nueva cultura, ganadera, agresiva, patriarcal y guerrera, se imponía a las pacíficas culturas matriarcales (ojo a este matiz) de agricultores surgidas del Neolítico que –siempre según ella- dominaban por entonces en Europa, particularmente a lo largo de las riberas del entorno mediterráneo, y que se articulaban en torno a religiones volcadas en el concepto de fertilidad y la adoración de diversas variedades de una supuesta Diosa Madre (insisto: todo esto según la peculiar visión planteada por Marija, muy influida en parte por sus ideas personales sobre el feminismo y otras cuestiones).

      

Para Marija un rastro de todo ese proceso lo constituiría por ejemplo la irrupción en territorio europeo, a lo largo de aquella época de tránsito, de una serie de cultos organizados en torno a dioses celestes masculinos. También se observaría en la presencia a lo largo del registro arqueológico de casi todo el continente de un determinado estrato donde de repente comienzan a identificarse trazas de asentamientos fortificados y elevados, o de grandes tumbas ricas en ajuares pertenecientes a lo que parecen ser jefes guerreros.

Frente a esta macroteoría propuesta por Marija se alzaron pronto objeciones lanzadas por diversos investigadores los cuales defendían que las supuestas “migraciones indoeuropeas”, de haberse producido, habrían sido bastante más graduales y pacíficas de lo que sugería Gimbutas. Por tanto, en función de este punto de vista más matizado, con el tiempo se empezaron a plantear modelos explicativos basados no en una gran oleada bélica coordinada sino en la expansión progresiva a lo largo de muchas generaciones de una serie de tribus, o incluso de la transmisión azarosa de creencias y culturas entre colectivos humanos diversos, sin que para ello mediasen movimientos migratorios importantes o al menos desplazamientos de población necesariamente violentos.

Dentro de ese tipo de teorías alternativas destaca la llamada Hipótesis Anatolia propuesta por el arqueólogo británico Colin Renfrew en 1987. Para este autor la propagación de las lenguas indoeuropeas no se debió a conquistas militares sino que se dio en paralelo a la difusión pacífica (a través de la imitación de prácticas culturales entre pueblos vecinos, sin desplazamiento de personas; o bien mediante los matrimonios mixtos y los movimientos migratorios no violentos) de la agricultura hacia Europa desde la actual Turquía. Esto implica para empezar que las fechas propuestas para ese proceso se vuelven muy elevadas, pues las prácticas agrícolas se difundieron por Europa más o menos a partir del año 6.000 antes de nuestra era. Además este punto de vista desplaza el supuesto núcleo original de las lenguas indoeuropeas hacia Anatolia (o los Balcanes según algunos modelos matizados de esta visión). 

       

No obstante, con una cronología parecida, se han propuesto otros modelos como el de la Patria ampliada obra de Lothar Kilian y Marek Zvelebil. También se debe tener en cuenta a quienes plantean que tanto la expansión de la agricultura hacia el Este, como la de las lenguas indoeuropeas en la misma dirección, estarían relacionadas con el Black Sea Deluge. A su vez Koenraad Elst ha propuesto una hipótesis llamada Out of India que, manteniendo también el foco en el sexto milenio, defiende interpretar de forma inversa todo lo que hemos planteado hasta ahora: a su parecer el origen de las lenguas indoeuropeas estaría en el Norte de la India (emplazamiento que dejaría de ser visto como el destino marginal de una rama colateral de estas migraciones para alcanzar el status de origen de las mismas). Por su parte el italiano Mario Alinei en sus Origini delle Lingue d’Europa, dos volúmenes publicados respectivamente en 1996 y el año 2000, defiende que en realidad el protoindoeuropeo no sería sino la lengua común de diversas poblaciones europeas durante el final del Paleolítico, hace unos 12.000 años, en lo que se da en llamar como Teoría de la Continuidad Paleolítica. Una visión, esta última, que ha sido difundida en España por Xaverio Ballester, profesor de la U. de Valencia. 

En general todas estas últimas teorías carecen de defensores importantes por lo que las discusiones actuales sobre los orígenes de las lenguas indoeuropeas se basan esencialmente en torno a la confrontación entre los defensores de los puntos de vista asentados en su momento por Marija Gimbutas (migración violenta de pastores guerreros desde la estepa rusa que imponen por la fuerza su cultura) y los partidarios de un modelo en la línea de lo planteado más recientemente por Colin Renfrew (es la introducción de la agricultura desde Oriente Medio a través de Turquía y los Balcanes por medio de desplazamientos fundamentalmente pacíficos de gentes, o bien por pura difusión de ideas, lo que contribuye a su vez a la irradiación a gran escala de los rudimentos del lenguaje protoindoeuropeo, el cual luego se habría ido fragmentando en diversas variedades dialectales a lo largo de la geografía del continente).

Aunque a estas alturas habría que mencionar también (ya que últimamente estoy tocando la historia de los armenios) una curiosa “tercera vía”, la llamada Hipótesis Armenia propuesta en 1995 por Viacheslav Vsévolodovich Ivánov. Bajo su punto de vista la lengua protoindoeuropea se desarrolló en el Este de Anatolia entre comunidades de agricultores y en un contexto de neolitización, concretamente en una meseta próxima a la región de Armenia. Pero tras eso, en vez de expandirse desde allí hacia Europa de la mano de la agricultura, lo que hizo fue propagarse a través del Cáucaso hacia las estepas rusas, zona desde la cual sería finalmente exportada hacia Europa por parte de la seminómada Cultura de los Kurganes. Esto encajaría a su vez con un hecho que se ha ido corroborando en los últimos años: aunque los primeros textos en armenio proceden al parecer de finales de la antigüedad y comienzos de la Edad Media resulta que la lengua armenia como tal hundiría sus raíces en el tercer milenio antes de nuestra era, convirtiéndose debido a ello en una de las lenguas indoeuropeas más antiguas.

En cualquier caso de alguna forma todos estos modelos poseen en su seno ideas, datos y conceptos que se han revelado como erróneos o insatisfactorios a lo largo del tiempo por lo que ninguno de ellos puede considerarse que contenga la respuesta correcta en puridad. Por ejemplo, respecto al modelo propuesto por Renfrew se ha determinado con claridad que el lenguaje protoindoeuropeo contenía en su seno diversas palabras relativas a vehículos con ruedas. Dado que esa fue una invención bastante posterior a la agricultura es improbable que dicho lenguaje fuese creado por agricultores pioneros. Por su parte el modelo de Marija descansa en parte en una concepción del matriarcado y las religiones neolíticas de la que me gustaría hablar en extenso otro día, pero que puede considerarse como mínimo cuestionable, por decir algo.

Llegamos así a la razón que me ha impulsado a escribir esta entrada. Y es que recientemente se han producido diversos avances en la cuestión, los cuales obligan a replantearse una vez más lo que creemos saber del asunto.

Rashomon  


Hace unos años se publicó en Science un estudio a favor de la ubicación anatolia del urheimat. Concretamente ESTE. Los autores construyeron una base de datos con 25.000 cognados pertenecientes a más de 100 lenguas indoeuropeas tanto muertas como vivas (los “cognados” son palabras similares en varias lenguas y que presumiblemente comparten por tanto el mismo origen etimológico normalmente debido a formar parte del vocabulario básico, por ejemplo términos relacionados con las partes del cuerpo o las relaciones familiares). Luego usaron con ellas un método estadístico usado por los biólogos evolutivos para establecer el árbol de relaciones entre especies en función de las similitudes y diferencias en su ADN. La conclusión fue que en lo tocante al origen último de las lenguas indoeropeas la zona más probable es el Sur de Anatolia, lo que se interpretó en su momento como un fuerte apoyo a la veracidad de la Hipótesis Anatolia de Renfrew.

Sin embargo en febrero de 2015 una serie de lingüistas de la Universidad de California publicaron en la revista Language un estudio sobre idéntica cuestión. ESTE. Tras analizar 200 palabras compartidas por 150 lenguas indoeuropeas vivas y muertas concluyeron que las lenguas que primero utilizaron esas palabras comenzaron a ramificarse en torno al año 4.500 antes de nuestra era, seguramente en algún lugar entre Moldavia y el oeste de Kazajistán. Lo cual concuerda con los márgenes cronológicos y la zona del espacio (esencialmente en el ocupado por la actual Ucrania y en el Sur de Rusia) propuesta en su momento por la hipótesis de los Kurganes de Marija Gimbutas.

Por si fuera poco exactamente por esas mismas fechas se dio a conocer otra aproximación más a toda esta problemática, pero en este caso llevada a cabo por genetistas. Inicialmente en ese mismo mes de febrero se publicó un borrador del artículo definitivo en el portal bioRxiv (un sitio donde se suelen subir borradores de trabajos de investigación para difundirlos de forma previa a su publicación definitiva, algo que en el circuito investigador puede demorarse años). Luego, con inusual celeridad, en el mes de marzo, en la revista Nature, salió a la luz pública la versión definitiva del estudio, firmada por un amplio equipo multidisciplinar e internacional bajo la dirección de Iosif Lazaridis y David Reich de la Harvard Medical School. En dicho "paper" se ofrecen los resultados de un amplio conjunto de análisis de ADN antiguo realizado sobre 69 europeos que vivieron entre el año 6.000 y el año 1.000 antes de nuestra era, entre ellos nueve individuos pertenecientes a la cultura Yamna (los Kurganes), seis hombres, dos mujeres y un niño.

A destacar además que entre los firmantes aparecen varios arqueólogos y prehistoriadores españoles. En concreto Rafael Garrido Pena, de la Autónoma de Madrid; Roberto Risch, de la Autónoma de Barcelona; y Manuel Rojo Guerra, de la Universidad de Valladolid.

Esto último se debe a dos cuestiones en las que me voy a detener por un breve momento. En primer lugar, si se quieren hacer inferencias sobre los desplazamientos humanos en el pasado a través de la genética de poblaciones hay dos estrategias posibles. O bien se toma como base una amplia muestra de datos pertenecientes a la actualidad y a partir de ellos se intenta deducir el posible camino histórico a través del cual se ha llegado a los mismos -un método con bastantes limitaciones- o bien se analiza directamente material genético proveniente de restos humanos encontrados en enterramientos hallados en contextos arqueológicos. Respecto a esto último la Península Ibérica se está mostrando como un lugar de gran potencial. En la última década gran parte de los avances realizados en el conocimiento del ADN de los Neandertales se deben, entre otras cosas, a materiales recuperados de fósiles procedentes de cuevas hispanas (y de otras partes como los Balcanes o Alemania, por supuesto). De esta forma en el estudio publicado en Nature se echó mano entre otras cosas de ADN antiguo recuperado en la cueva de Trocs, un sitio arqueológico del Neolítico antiguo en Huesca sobre el que trabaja Manuel Rojo.

Por otra parte a nivel arqueológico la Península, particularmente el Sur de la misma, también ofrece bastante información histórica sobre el tránsito entre el Neolítico y la Edad de los Metales. A ese respecto hay que tener en cuenta que la teoría de Gimbutas más allá de proponer un mero origen geográfico para los primeros hablantes indoeuropeos también planteaba para los mismos una serie de características socioculturales radicalmente distintas a las de los individuos que milenios antes habían adoptado el modo de vida neolítico, sedentario y agrícola, dentro del continente europeo. Para Marija Gimbutas la cultura de los agricultores neolíticos se caracterizaba por un marcado carácter igualitario así como por conceder un papel social relevante a algunas mujeres. Mientras que, siempre según ella, la penetración de las lenguas indoeuropeas en Europa significó la irrupción militar de un pueblo violento que pronto dio lugar a una fuerte estratificación social entre la casta de los dominadores guerreros y los sometidos, así como a la imposición de unos valores o unas estructuras religiosas claramente patriarcales que serían a su vez el reflejo de un giro del mismo signo en las relaciones familiares establecidas a partir de entonces.

A ese respecto los estudios de Roberto Risch llevados a cabo desde hace un lustro sobre yacimientos de la cultura de El Argar en el Sur y el Levante peninsulares (de la cual ya se habló aquí brevemente en esta otra entrada) se orientan a resaltar que durante los primeros momentos del segundo milenio antes de nuestra era en la Península Ibérica se documenta la aparición de una cultura militarista, donde los enterramientos de repente empiezan a mostrar signos de jerarquización social  (por ejemplo a través de las crecientes diferencias de riqueza entre los ajuares fúnebres), todo lo cual rompe abruptamente con el igualitarismo en la pobreza que se observa durante el Neolítico temprano en la región. Sin duda todo ello es un escenario arqueológico que coincide particularmente bien como respaldo de una parte de las teorías de Gimbutas. Si bien lo anterior coexiste con indicios de que en su día las migraciones indoeuropeas tuvieron en la P. Ibérica un impacto mucho más reducido que en el resto del continente.  

Bueno. Una vez contextualizado todo lo anterior, la imagen que desgrana el macroestudio genético publicado en Nature es la siguiente. En base al análisis de los restos genéticos de, como ya dije, 69 europeos del periodo comprendido entre el año 6.000 y el año 1.000 antes de nuestra era, se identifican dos grandes cambios. En torno al comienzo de ese arco cronológico, alrededor del año 6.000 antes de nuestra era, con toda probabilidad debió de producirse una gran migración de población procedente de Oriente Próximo que se adentró en Europa siguiendo la costa mediterránea, por un lado, y el curso de los grandes ríos en el espacio balcánico, por otro, para luego dispersarse hacia el centro del continente y mezclarse con las poblaciones autóctonas de cazadores y recolectores salidos del Paleolítico a lo largo de todo ese espacio.

Es evidente por tanto que esta migración es la que trae la agricultura a Europa desde Oriente y se confirma que dicho cambio -el paso de las primitivas sociedades de cazadores, o en todo caso de las economías de amplio espectro epipaleolíticas hacia patrones de sedentarización agrícolas- no se dio por imitación y pura expansión de prácticas económicas y culturales sin que mediase desplazamiento de poblaciones. Al contrario. Hubo un flujo de gente que de alguna manera colaboró o incluso forzó el cambio.

Todo eso ya se sabía más o menos. Lo interesante es quizás que los autores de este reciente estudio descartan que ese movimiento de población fuese el responsable de propagar las lenguas indoeuropeas, como sostiene la teoría defendida, sobre todo, por Colin Renfrew.

Y esto es así porque el resultado central del trabajo publicado fue constatar una importante similitud genética entre los individuos pertenecientes a la cultura Yamna y otra serie de individuos analizados pertenecientes a la llamada Cultura de la Cerámica Cordada (Corded Ware Culture) ubicada en el Centro-Norte de Europa. Esto sugiere o más bien corrobora que en algún momento del pasado en torno al año 2.500 antes de nuestra era existió una segunda gran migración de poblaciones que alteró la composición genética de la Europa de la época. En este caso esas poblaciones que penetraron en el continente pertenecían a los Kurganes y se adentraron primero en Europa Central desde el Sur de Rusia. Con ellas llegaron a la región el uso de carros de cuatro ruedas o las armas de guerra manufacturadas en bronce (otros especialistas sostienen incluso que en paralelo al movimiento de estos pueblos de pastores y sus manadas de animales también penetraron en Europa nuevas enfermedades, como la peste); pero sobre todo destaca el hecho de que en algunas zonas los recién llegados sustituyeron casi por completo a las poblaciones previas ya que son sus patrones genéticos los que se imponen dentro del registro fósil analizado. 

   Esto ultimo supone que cualquier cambio lingüístico que hubiese implicado la migración “neolítica” del año 6.000 daría igual, según los autores, porque habría resultado con posterioridad recubierto por esta nueva marea, siendo por tanto solo las consecuencias de la segunda gran migración las que tendrían más visos de perpetuarse hasta la actualidad (como por ejemplo el empleo de un determinado tipo de idiomas). Debido a eso los autores del estudio consideran que los resultados de sus análisis respaldan la validez de la hipótesis de los Kurganes lanzada en su momento por Marija Gimbutas, además de corroborar que todos estos cambios poblacionales, además de probablemente implicar la mutación del idioma y de las costumbres de la población europea, también acarrearon un definitivo “emblanquecimiento” del color de piel de los habitantes del continente, hasta entonces parcialmente oscuro.

Pero queda por explicar un pequeño detalle. Y es que el análisis de los nueve individuos pertenecientes a la cultura Yamna que sirvieron de base para determinar el patrón genético de los supuestos invasores de los Kurganes arroja a su vez parentescos genéticos con dos grupos de ancestros: por un lado cazadores recolectores que vivían al final de la Prehistoria en la Rusia europea y la zona de Karelia (a lo largo de la frontera con la actual Finlandia); y por otro lado primitivos agricultores de Oriente Medio posiblemente provenientes de la zona de Armenia. Lo cual parece respaldar a su vez la validez de la Hipótesis Armenia lanzada por V. V. Ivánov. 

   Igual que otro estudio reciente llevado a cabo sobre los restos de 45 personas de entre 3.200 y 6.500 años de antigüedad encontrados tanto al Norte como al Sur del Cáucaso y que, al constatar importantes grados de mezcla y parentesco, cuestiona el supuesto carácter de barrera para los desplazamientos humanos atribuido a dicha cordillera montañosa con lo que respecta a aquel horizonte cronológico. 

            

Por si fuera poco a comienzos de 2017 se publicó otro estudio muy interesante. ESTE. Investigadores suecos y estadounidenses de las universidades de Uppsala y Stanford analizaron el ADN de 36 individuos del Neolítico tardío y comienzos de la Edad de Bronce en Europa con la intención de buscar una vez más información sobre las principales migraciones que afectaron a la población del período y sus características. No entraré en el cómo, pero sus conclusiones resultan sorprendentes. Al parecer el movimiento de poblaciones que trajo la agricultura hasta Europa afectó a grupos familiares completos, tanto hombres como mujeres, mientras que en el seno de la posterior migración de poblaciones desde la estepa Póntica hacia Europa lo que se detecta es una enorme disparidad de sexos, hasta de diez a uno, a favor de los varones. Esto parece confirmar el supuesto carácter militarista y guerrero propuesto desde un origen para la supuesta invasión que trajo las lenguas indoeuropeas hasta Europa. 

   Es más, otro estudio reciente, ESTE, plantea que un sesgo parecido se dio en la migración de poblaciones indoeuropeas hasta el Norte de la India hace unos 3.500 años. Aunque quizás nos estamos dejando llevar por los estereotipos. En todo caso si los datos son ciertos la Cultura de la Cerámica de Cuerdas en Europa central sería entonces el producto de la hibridación entre los pastores invasores de sexo masculino y mujeres de los grupos neolíticos locales. Su descendencia adoptaría la lengua indoeuropea de sus padres, pero añadiéndole algunas palabras que no existían en ese idioma para identificar las actividades agrícolas que se convirtieron en la base de las nuevas sociedades.  

  Lo interesante de todo este galimatías no son tanto sus conclusiones concretas como el observar un hecho curioso. Aunque la evidencia a favor de que las lenguas indoeuropeas surgieron en la estepa rusoucraniana parece estar imponiéndose, en los últimos años se han publicado a ese respecto multitud de estudios altamente documentados procedentes tanto de expertos en lingüística como de arqueólogos y genetistas. La gracia es que varios de esos trabajos “demuestran” de forma "concluyente" cosas distintas, no siempre compatibles entre sí, lo que en ocasiones implica negar la veracidad de las hipótesis “probadas” por otros estudios igual de rigurosos.

En otras palabras, tenemos muchos más datos con los que nutrir diferentes puntos de vista sobre esta complicada cuestión en torno a la que pivota gran parte de lo (poco) que sabemos acerca del tránsito entre la Prehistoria y la Antigüedad en Europa. No obstante eso no significa que nos encontremos más cerca de la “verdad”. Dentro del complejo laberinto de deducciones en que se ha convertido la “ciencia” histórica hoy sabemos mucho más que hace algunas décadas sobre determinadas cuestiones, pero a veces eso solo nos sirve para alimentar debates progresivamente más sofisticados o para ser conscientes de la existencia de un montón de matices y callejones sin salida que antes desconocíamos.  

Al final lo único que puedo deciros como conclusión es que la búsqueda del Urheimat es como la del famoso punto G: igual no hay forma de encontrarlo pero la gracia está en lo mucho que te entretienes buscándolo. Yo lo he hecho, espero que vosotros también. 

30 comentarios:

  1. Excelente artículo, puede que no tenga el éxito de otras entradas de este blog, pero me ha parecido de lo mejorcito que has publicado en toda tu andadura. Enhorabuena.

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  2. Malditos lingüistas!! a la hoguera con ellos!!!

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  3. Enhorabuena, campeón!, portada de meneame en 45 meneos y 460 clicks. A ver si te van a tumbar el hosting :-)
    Como lector veterano de este blog, me siento orgulloso de mi limitadísima tarea de difusión

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    1. Muchas gracias, sois unos cracks. En realidad después de un año y pico escribiendo aquí ya no le doy demasiada relevancia a las visitas que pueda tener la página un día o una semana concretos. Debido a la volubilidad de la red es posible que puntualmente un día haya muy pocas y también que debido a que alguna entrada sea colgada en un foro o un agregador de noticias, de repente haya a lo mejor 5.000 visitas al blog en 24 horas. Pero al cabo de dos o tres días todo vuelve a la normalidad. Lo que sí es verdad es que gracias a esas cosas y a que alguna gente que ha enlazado este blog dentro de los suyos o comparte algunas entradas a través de las redes sociales, o comenta esta dirección en foros de debate, poco a poco las visitas diarias en un día normal van subiendo. Muy poco a poco (más o menos aumentando en una media de 4 o 5 lectores diarios más al mes, y eso como mucho) pero se nota, ahora mismo este blog en un día cualquiera recibe unas 50-60 visitas. No es una cifra monstruosa, pero dado que no todo el mundo lo mira diariamente (que tampoco hace falta porque yo puedo actualizar a lo mejor cada diez días) esa cifra habla de un número de lectores habituales entre 100 y 200, más alguno eventual, que cae aquí por un despiste.

      Y de vez en cuando, aunque por ahora solo una pequeña parte comente algo, eso ya empieza a aportar cosas.

      En realidad las estadísticas del sitio que puedo leer como administrador me dicen que unas 34.000 personas distintas han pasado alguna vez por esta página. Pero para que se vea como es Internet. De esas algo más de dos tercios solo estuvieron aquí una vez y nunca volvieron, en la mayoría de los casos además se marcharon antes de pasados 10 segundos. Así que en realidad los contadores de visitas están muy sobrevalorados, empiezo a ver que lo que cuenta es ganarse a una cierta comunidad de lectores aunque sea pequeñita, que visitan la página en cuestión con regularidad, miran a ver si hay algún contenido nuevo, se van y vuelven al cabo de unos días.

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  4. euskera? de dónde sale?

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    1. Ufff, ese tema excede el propósito de esta entrada. Forma parte junto con el húngaro o el finés de un pequeño conjunto de excepciones que, o estaban antes y se conservaron al margen, o bien llegaron después de la marea indoeuropea. Una cuestión realmente compleja, además está rodeada de unas implicaciones políticas que desaconsejan entrar en ello sin tenerlo muy claro.

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    2. El vascuence tira por tierra la teoría indoeuropea; por eso se la deja fuera; lo mismo pasa con el magiar y el finés...pero claro, hay mucho pro-indoeuropeo suelto. El Indoeuropeo Urheimat(el nombercito ya se las trae y deja ver sus ecos en la época de creencias arias y tal) con toda probabilidad nunca existió, lo que sí existe es un cajón de sastre llamada lenguas indoeuropeas, una amalgama sin orden ni concierto que une lenguas tan dispares como lenguas aglutinantes o no aglutinantes, lenguas con orden SVO, SOV, VSO. Toda una verdadera locura. Y es que ese supuesto origen común se basa puramente en el léxico, que puede ser prestado, como de hecho ocurre hoy en día y ha ocurrido siempre... pero hay gente que le gusta soñar más que encontrar nuestros verdaderos orígenes, como es el hecho de que en toda la península ibérica, incluida Galicia, está llena de vocablos comunes al vascuence...

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  5. El catalan viene del llemosi igual ke el Valenciano.

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  6. Hola John, magnífico artículo el que has escrito. Quería hacer un aporte, aunque en lo puramente ficticio, es cinematográfico y viene a colación con la introducción que has puesto de August Schleicher (me ha recordado a ello).

    Dos ejemplos de lenguas arcanas mostrados en películas que, en un ejercicio de echarle imaginación, tienen relación con tu post. En el caso de la película de Ridley Scott, por el trabajo realizado por David, da a entender cuál es el origen de la tesis de este artículo :-)

    Prometheus (2012)

    http://www.filmaffinity.com/es/film316885.html

    https://www.youtube.com/watch?v=ZLgw0jeu_-c


    30 días de oscuridad (2007)

    http://www.filmaffinity.com/es/film553197.html

    https://www.youtube.com/watch?v=IsLIwZMPVW0

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    1. Me encantan estos apuntes sobre cómo la cultura de masas recicla detalles procedentes de cuestiones científicas más complejas. Particularmente lo de Prometheus me parece que encaja muy bien aquí.

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    2. ¡Gracias John! Respecto a la otra película de vampiros que puse el origen de esta lengua inventada sería africano y no indoeuropeo.

      "The linguist who worked on the film (30 Days of Night) to develop it tried using primitive languages like those of tribal Africa as a basis for the vampire tongue. The idea was that vampire lifespans and their secret lives made it possible for them to retain their ancestral tongue from the days when human speech was still confined to gutteral and glottal utterances, so the subtitles aren't literal translations but a 'rounding up' of what they mean."

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  7. Nunca enteré por qué se dice "en base a" en lugar de "basado en".

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  8. jajajajaj muchas palabras para no parecer ignorante.

    Clasifica ,divide, dibuja, bautiza, diferencia, supon, escribe. Asi no parecera que todo eso son una suma de pajas mentales de linguistas que no conocen Los Euskeras.

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  9. El gallego-portugués es el origen del gallego y portugués actuales. Es de justicia esta precisión cuando se mencionan la lenguas romance dentro de la familia indo-europea.

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  10. El talón de aquiles de la sociedad moderna otra vez xd buena puntería jajaja cuando no salen creacionistas salen nacionalistas que será lo siguiente, al final te cerrará el blog el Constitucional. Ninguno lee la entrada con reposo una pena.

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  11. Copio y pego de Wikipedia:

    ''El nombre «Irán» es un cognado de «ario»,11 y significa «tierra de los arios».12 13 El topónimo aparece por primera vez en los textos avésticos bajo la forma Aryānā vaēža, referido a una región que suele ubicarse en Asia Central.14 Desde la época sasánida se registran las voces Ērānšahr y Ērān, que perviven tal cual hasta el siglo XXI d. C. en distintos dialectos orientales del persa y de las que la segunda está atestada ya en una inscripción del siglo III a.C., junto a un texto paralelo en parto en el que aparece el etnónimo aryān, ya con el significado de «arios», «iranios» o «iraníes».''

    De hecho, el nombre Ariana proviene del persa antiguo.

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    1. Es exacto. Como apunte decir que toda esta cuestión ha sido abundantemente contaminada por cuestiones políticas.

      Generalmente el actual Irán es llamado Persia desde la antigüedad sobre todo en Occidente debido a los griegos. De hecho la mayor parte de topónimos y denominaciones de pueblos antiguos que conocemos (“egipcios”, “fenicios”) proceden de una u otra forma de raíces de palabras griegas y por ello son en muchos casos erróneos, ya que esos pueblos no se llamaban a sí mismos con los nombres y denominaciones que los griegos nos han transmitido. Pero ese es un problema para tratar otro día.

      El caso es que la denominación de Irán es recuperada en 1935 por el gobierno del Shah en un contexto de aproximación política a la Alemania nazi que llevó más adelante durante la guerra a una intervención anglo-rusa en el país. Churchill por ejemplo se negaba a emplear el nombre Irán y quería seguir denominando el país como Persia a nivel diplomático.

      Luego, tras el final de la II Guerra Mundial el último Shah (hijo del anterior), instrumentalizó bastante el uso político de la historia antigua del país y todo eso hace que sea otra de esas cuestiones contaminadas donde política y arqueología se tocan tangencialmente.

      Pero es evidente que la rama indoirania del macroconjunto indoeuropeo fuese cual fuese su naturaleza es la que conformó la base cultural de toda esa zona de Oriente en la antigüedad.

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  12. Genial artículo, me encantan estos temas.

    Me interesa mucho ese artículo desmitificando la supuesta sociedad matriarcal neolítica aniquilada por hordas de salvajes machirulos indoeuropeuros falocéntricos heteropatriarcales que defiende Gimbautas.

    Saludos.

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  13. La consideras una entrada ligera, por no ser un tema de especial complejidad, pero realmente es una cuestión muy interesante y apasionante. Me ha gustado mucho, y hace que tenga que investigar el tema de Gimbautas y su teoría, ya que no conocía a esta señora pero sí que hace mucho tiempo leí a Robert Graves. Y además, hace poco he leído algunas de las cosas que dicen alguna activista lesbiana radical y extrema, que supongo en parte derivan de ahí.

    Sin embargo, todo ese tema de feminismo contra machismo y la utilización del lenguaje como arma ideológica, me parece lo menos interesante de la entrada. Vamos, que me ha encantado :-).

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  14. Un artículo de prensa en esta línea:

    http://www.abc.es/ciencia/20150610/abci-origen-lenguaje-europa-201506101358.html

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  15. Una posible reconstrucción de la fonética del idioma acadio:

    http://www.openculture.com/2010/10/the_sounds_of_ancient_mesopotamia.html

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  16. Otra noticia sobre migraciones y genética de poblaciones antigua.

    http://www.abc.es/ciencia/abci-misteriosos-invasores-llegaron-europa-tras-ultima-glaciacion-201602051109_noticia.html

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  17. Mientras en la migración desde Oriente que coincidió con la difusión de la agricultura en el arco mediterráneo europeo incluyó población de ambos sexos en la gran migración posterior que diseminó las lenguas indoeuropeas por Europa la proporción de hombres sobre mujeres era de 10 a 1 según un reciente estudio genético. Eso sugiere que esta segunda migración era de un tipo muy distinto a la primera.

    http://www.pnas.org/content/early/2017/02/17/1616392114

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  18. En Jotdown han escrito sobre el tema.

    http://www.jotdown.es/2017/05/cinco-milenios-la-fabula-schleicher/

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  19. Antiguas tabletas en cuneiforme que están siendo usadas para rastrear las antiguas ciudades comerciales asirias ubicadas en tierras de la actual Turquía.

    https://archaeologynewsnetwork.blogspot.lt/2017/11/cuneiform-tablets-provide-clues-on.html#kkcuY0OE6bZrbxWD.97

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  20. Evidencias en este caso a favor de la hipótesis anatolia:

    https://www.investigacionyciencia.es/noticias/el-cucaso-puente-para-el-protoindoeuropeo-16455

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  21. Otro estudio más que apoya la hipótesis ruso-esteparia.
    https://elpais.com/elpais/2018/10/01/ciencia/1538416630_736638.html
    Y también se cepilla la "excepcionalidad" ibérica: por lo que parece que dice, fue la madre de todas las invasiones. Mataron a todos los hombres y se quedaron con sus mujeres.

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