Dado que las últimas entradas del blog han sido
bastante exigentes en el plano intelectual voy a dedicar el día de hoy a una
entrada ligerita y de “transición” a la vez que aprovecho para continuar mi serie sobre fotografías paisajísticas del s. XIX. En este caso vamos a seguir con la
India a la que ya había dedicado una primera entrada hace poco. El otro día
hablamos de los contrastes sociales y vimos unas cuantas fotografías al
respecto, hoy simplemente dejaré aquí algunas escenas de la vida diaria, sobre
todo en las ciudades, así como imágenes que recogen el aspecto arquitectónico
de las grandes urbes por entonces.
De hecho el caso de la India británica es peculiar porque contamos con
muchísimo material gráfico al respecto, algo que no es demasiado habitual. Lo
cierto es que reconstruir visualmente África o Sudamérica en el aquel período
es mucho más difícil, e incluso otras zonas controladas por los británicos como
el caso de Egipto (al que también dedicaré una entrada en su día) cuentan con
muchos menos registros en cuanto a archivos fotográficos, al menos digitalizados y más o menos abiertos al público. Por el contrario, debido a razones
etnográficas y estratégicas, el gobierno británico estimuló el registro
fotográfico de sus posesiones en el subcontinente Indio y las colonias
británicas anexas, gracias a lo cual esas zonas aisladas paradójicamente son quizás
una de las partes del mundo más y mejor fotografiada entre 1850 y 1900 si
exceptuamos Europa occidental y los EE.UU. Debido a eso hoy en día se
conserva una memoria visual magnífica de lo que fue la India colonial británica
en aquel período. Y desde luego se agradece porque es un festín visual.
Básicamente los archivos fotográficos decimonónicos
para la India colonial se remontan a la década de 1850. Bastante precoces por
tanto. Hay que tener en cuenta que las primeras fotografías consideradas como
tales se remontan a los años 20 de aquel siglo en Europa, pero hasta finales de
los años 30 realmente no se empezó a difundir la nueva técnica para captar
imágenes y además la tecnología disponible era muy costosa, precaria y poco
conocida por aquel entonces.
Pues bien, a partir de esos años 50 del s. XIX en el
caso de la India británica uno de los primeros fotógrafos que desarrolla un
trabajo apreciable de documentación es curiosamente un alemán llamado Frederick
Fiebig, litógrafo, profesor de piano y fotógrafo aficionado, cuyo trabajo nos
interesa porque desarrolló una técnica para dar color a mano a sus trabajos, lo
que dota a sus imágenes de bastante modernidad para la época en que trabajó.
Fiebig nos dejó por ejemplo la primera documentación visual extensiva de la
ciudad de Calcuta, unas 250 fotografías, así como otras tantas fotografías de
Madrás (la actual Chennai) o Sri Lanka.
Aunque su trabajo a mi no me gusta, porque adolece de la calidad y creatividad del
de otros pioneros que hemos citado aquí, hay que admitir que Fiebig fue en la medida de sus posibilidades
el gran precursor de la fotografía sistemática de paisajes y ciudades en la
zona. Tras ello su ejemplo se extendió debido a que durante aquella década se
expandieron por las principales urbes de la India diversas Sociedades
Fotográficas formadas por otros aficionados a la novedosa práctica de plasmar
imágenes mediante máquinas; aficionados que deseaban a su vez dar ellos también rienda suelta a su pasión. A la vez más o
menos desde 1856 la moribunda East India Company
empezó a promocionar el registro fotográfico de sitios arqueológicos en la
India animando a militares y funcionarios de la administración colonial a tomar fotografías de cuantas ruinas y monumentos se encontrasen en el
curso de sus viajes al interior de la colonia. Una iniciativa que luego fue refrendada por los diversos gobernadores de la colonia una vez que, poco después, la Corona asumió el control directo de sus posesiones en la zona.
Debido a todo ello entrados los años 60 la fotografía
ya se había extendido por las grandes urbes del subcontinente e incluso
se multiplican las iniciativas comerciales de venta de fotografías como
recuerdos para visitantes y viajeros. En consecuencia, durante la
segunda mitad del s. XIX se
realizaron unas ¿20.000? fotografías de buena calidad sobre la India y las zonas próximas, caso de Afganistán, Pakistan, Nepal, Myammar y algunas otras regiones más o menos cercanas y en la órbita británica. La mayoría
de ese material, de hecho, nos ha llegado a través de fondos como el “Asia-Pacífico”
conservado en la British Library. Entre todas esas imágenes destacan los trabajos de
fotógrafos como: John Murray quien
realizó un complete registro fotográfico de la arquitectura mogola en el norte
de la India; Samuel Bourne, quien entre 1863 y 1870 produjo una magnífica
colección de fotografías sobre la arquitectura y las costumbres en las zonas
limítrofes al Himalaya (parte de la cual veremos otro día); o John Forbes Watson y John William Kaye autores del primer
registro comprensivo de la etnografía del subcontinente gracias a una obra
ilustrada de ocho volúmenes llamada The
People of India publicada entre 1868 y 1875.
Finalmente, siguiendo el camino abierto por todos esos
pioneros, con el tiempo también algunos habitantes locales se animaron a seguir
el ejemplo de los europeos y fotografiar su tierra, caso de Lala Deen Dayal uno
de los primeros fotógrafos indios de renombre. Lala comenzó su carrera en los
años 70 en Bombay, poco después se convirtió en fotógrafo de cámara de Asaf Jah Mir
Mahboob Ali Khan Siddiqi, sexto Nizam de Hyderabad. Y voy a hacer un inciso.
Asaf resulta un personaje interesante por su fijación con la caza de tigres (de la
cual espero hablar algún día en este blog) y también porque explotó una
creencia por entonces en decadencia en Europa, la del supuesto poder
taumatúrgico, sanador, de los gobernantes (aspecto curioso al que Marc Bloch dedicó una monografía en 1924). Más o menos hasta el s. XVIII (en Francia en 1825 fue la última vez que un soberano dedicó un día al año para tocar las escrófulas purulentas de sus súbditos) diversos
monarcas franceses o ingleses legitimaban su poder entre otras cosas en base a
la falsa creencia popular de que poseían poderes curativos mágicos o eran inmunes a los ataques de animales salvajes. Debido a ello un determinado día del año sus sufridos súbditos hacían cola para ser tocados
por su rey como si fuera una visita a Lourdes (y lo mejor de todo es que algunos de ellos se sentían curados después de eso; una muestra más de lo "fácil" que es hacer milagros si cuentas con un auditorio predispuesto suficientemente numeroso). Tras eso el resto del año el
soberano en cuestión tenía vía libre para seguir dando por el culo a su pueblo -metafóricamente o no- ya que a fin de cuentas
quedaba "demostrado" que el generoso monarca no solo gobernaba por gracia de dios sino que estaba investido de la misma.
En esta línea Asaf Jah, gobernante de Hyderabad, no quiso ser menos y hasta patrocinó la publicación de una hagiografía donde se le atribuía el poder de curar con su sola presencia las picaduras de serpientes sufridas por sus súbditos. Por supuesto hoy en día la gente es mucho más inteligente y no se cree estas cosas. Eso sí, nuestros gobernantes siguen pudiendo... fastidiarnos, con relativa impunidad. Lo que hacen en el presente para imbuirse de un halo de intangible carisma -en vez de curarnos las pústulas por imposición de manos- es fotografiarse al lado de algún deportista famoso, joven y guapo que acabe de ganar alguna competición de lo que sea. No es lo mismo pero parece que más o menos funciona (además, por ejemplo, ¿quien no ha oido eso de que la Familia Real española "da suerte" a los deportistas patrios cuando disputan una final?).
En esta línea Asaf Jah, gobernante de Hyderabad, no quiso ser menos y hasta patrocinó la publicación de una hagiografía donde se le atribuía el poder de curar con su sola presencia las picaduras de serpientes sufridas por sus súbditos. Por supuesto hoy en día la gente es mucho más inteligente y no se cree estas cosas. Eso sí, nuestros gobernantes siguen pudiendo... fastidiarnos, con relativa impunidad. Lo que hacen en el presente para imbuirse de un halo de intangible carisma -en vez de curarnos las pústulas por imposición de manos- es fotografiarse al lado de algún deportista famoso, joven y guapo que acabe de ganar alguna competición de lo que sea. No es lo mismo pero parece que más o menos funciona (además, por ejemplo, ¿quien no ha oido eso de que la Familia Real española "da suerte" a los deportistas patrios cuando disputan una final?).
Por cierto, en
cuanto a Lala Deen, tras la estresante experiencia en la corte del Nizam de
Hyderabad se buscó un trabajo más tranquilo como fotógrafo del primer marqués
de Dufferin, por entonces (1885) Virrey de la India. Fin del inciso.
Lo que nos interesa es que al final de todos esos trabajos queda un
legado de múltiples fotos de aburridos posados de jerarcas, vistas frontales de
templos, fotografías de fortificaciones y pasos de montaña estratégicos. Pero de entre toda esa maraña he escogido para
hoy algunas fotografías, todas ellas de entre 1855 y 1890, las cuales me parecen interesantes porque más o menos logran
capturar lo que podía ser la vida cotidiana de la época (uno de los aspectos
más complicados de reproducir para un historiador ya que resulta mucho más
fácil estudiar las grandes campañas militares o los ciclos económicos que
simplemente contestar a la pregunta de cómo se peinaban, se vestían o trabajaban
las gentes del pasado). En esa línea en las fotos de hoy se pueden ver cosas difíciles de apreciar solo a través de los libros, por ejemplo los
enormes contrastes étnicos de la India, el tamaño de las antediluvianas fortalezas que aún se erguían en las cercanías de algunas de las grandes ciudades, la magnificencia de la
arquitectura de los palacios -aunque muchos ya se encontraban en franca decadencia
por entonces-, la miseria en que vivía gran parte de la población (en una foto vais a ver dos mujeres recogiendo boñigas por las calles, mierda que luego se usaba en las casas de los más pobres para cosas que no creeríais), el sorprendente atraso de
los métodos agrícolas, en contraste la abundancia de artesanos en las ciudades, así como la
inmensidad de las masas humanas que se agolpaban en los mercados y las plazas.
Espero que os guste la galería (como siempre pinchando en las imágenes podéis ampliarlas prácticamente a tamaño de pantalla completa, la mayoría tienen bastante buena resolución).
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