Está bien, te daré información de primera mano acerca de Dios, a Dios
le gusta observar, es un bromista, piénsalo, dota al hombre de instintos, os da
esta extraordinaria virtud y ¿qué hace luego?, los utiliza para pasárselo en
grande, para reírse de vosotros al ver como quebrantáis las reglas. Él dispone
las reglas y el tablero y es un auténtico tramposo, mira pero no toques, toca
pero no pruebes, prueba pero no saborees, y mientras os lleva como marionetas
de un lado a otro ¿qué hace él?, se descojona, se parte el culo de risa, es un
payaso, es un sádico, es el peor casero del mundo. ¿Y adoráis eso?
Al Pacino, “Pactar
con el diablo”
Con el románico hay un problema, o más bien dos. Veamos. La teoría
dice que la temática del arte románico es siempre religiosa y su finalidad docente cuando no directamente adoctrinante. Por ello en cuanto a su aparato escultórico en el románico son
omnipresentes las representaciones bíblicas -especialmente del Apocalipsis- en
las portadas de los templos. Se habla así de biblias en piedra pensando en que
esas representaciones se utilizaban para que los fieles pudiesen contemplar en
imágenes los acontecimientos del Antiguo Testamento o la vida de Jesús, cosas que el populacho no podía conocer en detalle más que mediante su visualización en las iglesias debido al bajísimo nivel cultural de la época, la escasez de libros (incluidas las Biblias, por entonces un auténtico lujo) y a que las misas se celebraban usando el latín y no las lenguas romances cada vez más usadas entre el pueblo llano.
No obstante es en este punto de la interpretación donde surge
el problema del alto componente culto de algunas representaciones formadas por juegos iconográficos verdaderamente complicados de entender incluso para los historiadores del arte del presente. Esto ha
llevado a plantearse si no se habrá interpretando de forma errónea el sentido
del programa escultórico durante el románico. Más allá de algunas figuras
sencillas claramente destinadas al culto de los fieles, en lo tocante al
resto de obras románicas podemos plantearnos si la escultura o la pintura de la época, lejos de servir como una especie de primitivo "cómic propagandístico destinado al populacho” intentaría más bien representar un discurso críptico y “elitista” pensado para ser contemplado y descifrado por unos iniciados (los monjes, que al fin y al cabo eran quienes vivían o predicaban en las
abadías e iglesias en las que se encuentran las obras románicas casi en
exclusiva).
Sea cual sea la respuesta a este interrogante, aparentemente simple pero más relevante de lo que parece, el caso es que analizando la escultura del período pronto se nos suma otro problema a la hora de comprender el
sentido que se quería dar a esas obras. La cuestión es que existen
abundantes ejemplos de genitales, coitos y otra serie de elementos pornográficos adornando capiteles y canecillos de numerosas
iglesias románicas. No solo resulta
llamativo que en lugares sagrados se de tal abundancia de imágenes de contenido
obsceno sino que surgen entonces las preguntas sobre el sentido que ha de
otorgarse a dichas representaciones. Los expertos no se ponen de acuerdo en cuanto al
motivo de que una iconografía tan irreverente aparezca en lugares destinados al
culto. De hecho es un problema aún más difícil de resolver que desentrañar ese mito
urbano que habla de la existencia de algunos dibujos sexuales subliminalmente
intercalados en ciertos fotogramas de películas de la factoría Disney.
En el caso del arte románico se ha especulado con que esas representaciones soeces que aparecen ocasionalmente serían “bromas” que algunos canteros dejaban a su paso,
otros piensan que son más bien pequeños "sabotajes" que esos mismos maestros escultores
tal vez “colaron” al abad o el obispo de turno como primitiva forma de protesta debido a problemas con los pagos o
malas condiciones de trabajo durante la obra. Por supuesto hay que contar también con la explicación más
sencilla, que esas representaciones fuesen simples avisos contra los pecados de la carne (aunque
en ese caso no está muy claro que tuviesen asegurado causar el efecto adecuado).
De todas formas los problemas mencionados hasta aquí son ampliamente
conocidos y suelen aparecer, aunque sea someramente mencionados, en bastante
manuales sobre el arte medieval. Sin embargo lo que voy a plantear a
continuación referido a ciertas representaciones en este caso pictóricas durante los períodos siguientes en lo cronológico -el gótico y el Renacimiento temprano- ya no
suele ser algo tan divulgado.
La caligrafía cúfica es un estilo de caligrafía árabe surgido a partir de una modificación del alfabeto nabateo
antiguo -propio de la zona de Petra- y que más adelante fue la escogida a la hora de redactar los primeros
ejemplares del Corán. Teniendo esto presente uno se
pregunta a qué se debe su aparición recurrente decorando nimbos de santos y
ropajes, sobre todo de la virgen María, en los siglos XIV y XV. Extrañamente ese
estilo de caligrafía decorativa muy distintivo alcanzó su clímax en cuanto a
frecuencia en sus apariciones en las obras tempranas del Renacimiento italiano
e incluso se expandió por otras zonas de Europa durante ese período llegando a usarse esos símbolos para
decorar cálices donde se guardaban las hostias para la Eucaristía.
Por ejemplo en la imagen superior fijaos en los trazos inscritos en la aureola. Tenemos así planteado un nuevo misterio para analizar. ¿Por qué rodear a santos, personajes bíblicos y diversos elementos sagrados de lo que parecen ser textos en caligrafía islámica?.
Si los trazos decorados con dicha escritura transcribiesen frases con
algún significado sin duda ya tendríamos aquí los elementos para pensar en
términos conspirativos.
Afortunadamente para nosotros los artistas europeos que incluyeron dicho tipo de caracteres "pseudocúficos" en sus obras rara vez, de hecho nunca, elaboran con ellos algún mensaje con sentido. Por tanto estamos más bien ante imitaciones de la escritura árabe pero sin conocer el idioma árabe en sí, con lo que el empleo de dicha escritura parece claro que era eminentemente decorativo, sin propósito de enviar mensaje alguno.
Afortunadamente para nosotros los artistas europeos que incluyeron dicho tipo de caracteres "pseudocúficos" en sus obras rara vez, de hecho nunca, elaboran con ellos algún mensaje con sentido. Por tanto estamos más bien ante imitaciones de la escritura árabe pero sin conocer el idioma árabe en sí, con lo que el empleo de dicha escritura parece claro que era eminentemente decorativo, sin propósito de enviar mensaje alguno.
Visto así la presencia de las imitaciones de la caligrafía cúfica en el seno del arte cristiano tiene aún menos sentido. Pero ahora planteémonos que el artista en cuestión realmente quisiera hacer un esfuerzo en favor del verismo histórico y del realismo. Es posible que los pintores occidentales de finales de la Baja Edad Media pensasen que la caligrafía usada en tiempos de Jesús tal vez era semejante a una escritura árabe muy antigua. Al fin y al cabo para un artista medieval en cierta forma “los árabes procedían casi del mismo sitio que los judíos de época de Jesús” y por eso tales artistas representarían contextos del cristianismo primitivo en asociación con trazos decorativos imitando la escritura árabe más añeja que conocían pensando tal vez que el idioma arameo de época de Jesús se parecía.
No está claro todo esto, pero parece que la anterior es la mejor explicación con la que contamos. En
su favor se encuentra el hecho de que durante el s. XVI la anomalía representada por la decoración de personajes sagrados del cristianismo con adornos de escritura pseudocúfica desapareció. Y eso se produjo en paralelo a la
difusión creciente de la corriente de estudios humanista, la cual logró que los artistas
pensasen en el cristianismo temprano dentro ya de un contexto helenizado o romanizado antes que "oriental".
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