Mi madre era una mujer pura, de una noble familia. Y al menos yo
se quien es mi padre, no como tú, bastardo de una cerda.
Antonio Banderas en “El
guerrero número trece”
Guglielma la Bohemia fue una mística italiana nacida en torno a 1210 y
muerta probablemente en 1281 o a comienzos de 1282.
Los primeros datos fiables que tenemos sobre su vida hablan de su llegada a Milán en torno a
1260, sola y con un hijo, pretendiendo ser una descendiente ilegítima del rey Ottocar I de Bohemia.
Por supuesto dicho parentesco puede considerarse cuanto menos como dudoso (por
decir algo) pese a lo cual de ahí provendría el posterior sobrenombre de
Guglielma, conocida pronto en todo Milán como "La bohemia", apelativo
éste relacionado con dicha presunta relación entre Guglielma y la casa real de
Bohemia.
Aparentemente
viuda pronto Guglielma se estableció como “pinzochera”, un equivalente en el Norte de Italia de la época a lo que era el movimiento de las beguinas en Europa del Norte y central. Y hago un inciso para explicar ese tipo de movimientos medievales protagonizados por mujeres religiosas que prentendían vivir una vida independiente de
santidad secular, es decir sin profesar los hábitos ni por tanto ingresar en un convento.
Básicamente ese tipo de asociaciones autónomas de mujeres con una finalidad supuestamente religiosa comenzaron a surgir a partir del siglo XII, sobre todo, en torno a Flandes y zonas próximas en Alemania. Las beguinas se reunían en casas que solían levantar cerca de un hospital, una abadía o una leprosería. Normalmente los grupos de beguinas estaban compuestos por mujeres de procedencia humilde, pues los conventos solían estar reservados a las mujeres más adineradas. Pero, sobre todo, lo que hacía peculiar a esos conjuntos de mujeres era que solían establecer sus propias normas. Aunque oficialmente estaban al cargo de un fraile o cualquier otro eclesiástico con sede cercana a sus establecimientos y que aceptase convertirse en su "director espiritual", en la práctica sin embargo, ante el desinterés de la Iglesia por el movimiento, las beguinas acabaron convertidas en comunas de mujeres que iban por libre, eran democráticas y trabajaban para obtener su propio alimento haciendo labores caritativas, asistiendo a enfermos, o dando enseñanzas básicas a niños sin recursos. Por así decirlo las asociaciones de beguinas eran una especie de conventos laicos, en tanto que se volvieron cada vez más independientes de la jerarquía eclesiástica.
Poco a poco, durante los años siguientes a su establecimiento en Milán, Guglielma empezó a atraer
seguidores en torno a su persona, dando lugar a todo un movimiento religioso, los guglielmitas, cuya doctrina pasó a
caracterizarse en adelante por algo muy peculiar en aquella época, en concreto
una especie de versión feminista del ideario cristiano.
Básicamente ese tipo de asociaciones autónomas de mujeres con una finalidad supuestamente religiosa comenzaron a surgir a partir del siglo XII, sobre todo, en torno a Flandes y zonas próximas en Alemania. Las beguinas se reunían en casas que solían levantar cerca de un hospital, una abadía o una leprosería. Normalmente los grupos de beguinas estaban compuestos por mujeres de procedencia humilde, pues los conventos solían estar reservados a las mujeres más adineradas. Pero, sobre todo, lo que hacía peculiar a esos conjuntos de mujeres era que solían establecer sus propias normas. Aunque oficialmente estaban al cargo de un fraile o cualquier otro eclesiástico con sede cercana a sus establecimientos y que aceptase convertirse en su "director espiritual", en la práctica sin embargo, ante el desinterés de la Iglesia por el movimiento, las beguinas acabaron convertidas en comunas de mujeres que iban por libre, eran democráticas y trabajaban para obtener su propio alimento haciendo labores caritativas, asistiendo a enfermos, o dando enseñanzas básicas a niños sin recursos. Por así decirlo las asociaciones de beguinas eran una especie de conventos laicos, en tanto que se volvieron cada vez más independientes de la jerarquía eclesiástica.
Por ello se considera que las beguinas, junto con los trovadores y Minnesänger, contribuyeron a fundar las lenguas literarias flamenca, francesa y alemana en tanto que en el caso de las beguinas en concreto participaron en la apertura del saber teológico a
los laicos, tomándolo del latín clerical y vertiéndolo a las lenguas vulgares de manera informal. Lo cual, todo sea dicho, acabó causándoles serios problemas con la Santa
Sede. Pero en pleno s. XIII, que es el tiempo en que se desarrolla el grueso de la historia de hoy, aún faltaba tiempo para eso, por el momento volvamos con Guglielma.
Es interesante anotar que el
mito (totalmente falso) de la supuesta Papisa Juana (cuyas andanzas habrían
transcurrido durante el s. IX) en realidad surgió en esta época de la que hablo, la época de Guglielma (si bien ella no tuvo nada que ver en la gestación de la historia probablemente sí se aprovechó de ella como vamos a ver), es decir la segunda mitad del s. XIII. Se trató de una leyenda forjada inicialmente en ambientes eclesiásticos que sin embargo se difundió muy pronto fuera de los mismos hasta cobrar vida como una especie de rumor popular espontáneo (piensen, Ricky Martín,
mermelada, un perrito...). Eran pues años propicios a que alguien integrase
dicha anécdota en algún tipo de creencia barnizada de un poco de teología. Es decir era un buen momento para que alguien se aprovechase de todas aquellas historias sobre una Papisa que flotaban justo en aquellos años por
la zona Sur de Francia o el Norte de Italia. Y ese alguien fue Guglielma la Bohemia.
En ese sentido la figura de
Guglielma tiene luces y sombras, sin duda no era como pueda parecer a primera
vista una bienintencionada luchadora feminista adelantada a su tiempo sino más
bien una estafadora que se aprovechó de la buena voluntad de la gente y del contexto apropiado. O tal
vez fue una iluminada sincera, aunque en este caso probablemente perturbada ya
que predicaba entre otras cosas su propia resurrección futura para encarnarse
en el Espíritu Santo dando lugar a una nueva Iglesia Universal regida por un
matriarcado.
De cualquier forma el movimiento
guglielmita al que dio lugar "La Bohemia" podemos imaginarlo en sus inicios como una suerte de escisión
mayormente pintoresca y sectaria de iluminados locales al estilo de lo que fue
el Palmar de Troya en España hace algunas décadas. Aunque supongo que era de
agradecer que en el caso de Guglielma su iluminismo tuviese matices “modernos”
frente a lo habitual con otros predicadores igual de perturbados pero mucho más
retrógrados que fueron comunes en su época o lo son incluso hoy en día.
Más adelante, a medida que su
movimiento se consolidaba, Guglielma supo atraer discípulos y discípulas
procedentes tanto de las clases altas de Milán como de entre los humilliati, un movimiento religioso local, laico
y urbano, que operaba por entonces en los límites de la herejía en el Norte de
Italia. Afortunadamente para ella en vida su predicación fue lo suficientemente
limitada y de prudente perfil bajo como para no atraer sobre sí la atención de
las altas esferas eclesiásticas, más preocupadas por entonces de otras herejías medievales
más peligrosas y extendidas. Así cuando Guglielma murió, en torno a 1280, incluso fue enterrada sin problemas en el monasterio cisterciense de Santa
María de Claraval.
Sin embargo en los años siguientes los
guglielmitas se organizaron en torno a una hermana procedente del movimiento
humilliati llamada Maifreda de Piovano la cual ya fue elegida y proclamada
abiertamente como Papisa por parte de los guglielmitas. Lo que es más, el hecho
de que Maifreda fuese prima de Mateo Visconti en aquel momento gobernante de
Milán y ferviente gibelino (por tanto militante del bando antipapal en la
disputa entre el Papado y el Emperador del Sacro Imperio) no era sin duda un
detalle menor. El propio Mateo fue acusado años después de necromancia y herejía por
el Papado y mereció incluso la proclamación de una cruzada en su contra. Es
posible por tanto que en un tiempo donde religión y política estaban
profundamente entrelazadas el culto a la Bohemia fuese instrumentalizado en las
querellas por el poder entre los señores de Milán y el Papado de Roma. Aunque no
cabe duda tampoco de que el despegue inicial de dicho culto pudo ser en algo
espontáneo entre sus bases sociales más humildes.
No obstante, ese contexto de progresiva
expansión del movimiento y su cada vez más marcado escoramiento a favor de
intereses opuestos al Papado movieron al Papa
Bonifacio VIII a tomar cartas en el asunto a través de la Inquisición en torno al
año 1300. Primero se atacó el culto en torno a los restos de Guglielma tenidos
por lo de una santa: fueron desenterrados y quemados. Posteriormente fueron
quemados todos los escritos de la nueva secta y acto seguido los guglielmitas
fueron declarados publicamente un culto herético y Maifreda, la líder y Papisa
del movimiento, fue condenada a la hoguera. De esa forma la nueva secta con
tintes feministas fue desarbolada y desapareció repentinamente de la historia
sin dejar apenas rastro.
En cualquier caso lo ocurrido con los guglielmitas fue una señal para la Iglesia de la época respecto a la necesidad de vigilar de cerca las asociaciones de beguinas y en general todas esas muestras de piedad popular manejadas por mujeres y que podían descontrolarse. Tal es así que en 1310 fue también quemada en la hoguera Margarita Porete, una mística francesa adscrita a la corriente de las beguinas. Poco después el movimiento fue condenado en bloque por el Papa Clemente V durante el Concilio de Viena de 1312. Sin embargo pasadas algunas décadas el Vaticano considero el movimiento como “puesto bajo control” y relajó la prohibición con lo cual durante un breve período de tiempo el beguinato volvió a florecer en algunas áreas en torno a los Países Bajos y el núcleo flamenco. Pero a mediados del s. XV, concretamente en 1452, una bula del Papa Nicolás V fomentó el ingreso de las beguinas a la orden carmelita.
En adelante se presionó a las beguinas para ingresar a comunidades formales de monjas o a disolverse. En el s. XVI dentro del mundo católico la desconfianza en las beguinas creció, pues fue frecuente que se unieran a la Reforma, especialmente al movimiento anabaptista. Y aun así dentro del mundo católico algunos centros de este tipo continuaron sobreviviendo de forma independiente hasta que en época contemporánea, con la emancipación de la mujer y la secularización de la sociedad, el movimiento perdió todo sentido. De esta forma todavía hace menos de un año, en Bélgica, moría a los 92 años Marcella Pattyn, la última beguina conocida.
Saludos John Surena, esta muy interesante la información de esta entrada y es muy bueno tu blog. Me gusta tu logo ""Quiero que penséis. Quiero que me lo razonéis. No quiero fechas y datos, sino saber el porqué y las consecuencias. Quiero saber qué significa". Las fechas y datos son lo de menos lo importante es el conocimiento histórico que se genera. Si quieres puedes unirte y publicar también tus posts de contenido histórico en una comunidad que cree hace poco en G+ para compartir la Historia https://plus.google.com/u/0/communities/105921495007175321573, bienvenido eres. Éxitos y bendiciones!
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