viernes, 24 de enero de 2014

White Mandela


    Ahora voy a salir, si veo a algún cabrón ahí fuera, le mataré, y si a algún cabrón se le ocurre dispararme no solo le mataré a él sino que mataré a su mujer, a todos sus amigos, y quemaré su maldita casa, ¿me habéis oído?

  Clint Eastwood, “Sin perdón”      




        Hace poco murió Mandela. En mi opinión Mandela fue quizás un gran hombre, pero ante todo fue un símbolo, un icono, un poco como el Che en otro contexto, y por tanto la explosión global de su figura a partir de los años 80 (antes de eso fuera de Sudáfrica poca gente sabía quien era) tiene mucho que ver con la cultura pop o los grandes macroconciertos contra el apartheid que se organizan en aquellos años con la figura de Mandela como catalizador. En este blog pocas veces voy a hablar de héroes conocidos, me gustan más los que agonizan a la sombra. Por ello hoy vamos a hablar de otro sudafricano, a su manera también importante para la historia del país, pero desde luego mucho más desconocido.  
 

Empecemos por el principio conociendo un poco el contexto. El racismo fue algo inherente a la ocupación del territorio sudafricano por colonos blancos desde un principio, en ese primer momento sobre todo colonos blancos de origen holandés (los afrikáner) quienes se asentaron en la zona a mediados del s. XVII. No obstante en 1806, durante las Guerras Napoleónicas, la llamada Colonia del Cabo fue conquistada por los ingleses y más adelante (1815) el Congreso de Viena ratificó tal conquista pasando Gran Bretaña ser la potencia hegemónica en la zona. Aunque los británicos no puede decirse que fueran unas "hermanitas de la caridad" en cuanto a su praxis colonial, ni desde luego levantaron su imperio decimonónico en base al respeto de las culturas indígenas, sí que eran al menos partidarios de mantener las formas. Así pues esa actitud racista abierta de los afrikáner no encontró respaldo en las normas legales impuestas por los británicos en la región.

      En parte esa disparidad de criterios sobre cómo organizar la sociedad, así como otra serie de cuestiones más serias en torno a la lucha por la hegemonía política desembocó en las dos Guerras de los Bóers que tuvieron lugar entre 1880 y 1902 y enfrentaron a los británicos con la población afrikáner del entorno. Tras ellas -y pese al triunfo británico en el plano militar- en 1910 el territorio de la actual Sudáfrica acabó consiguiendo ser reconocido como un dominio (básicamente una entidad autónoma y autogestionaria dentro del Imperio británico, a medio camino entre una colonia y un Estado libre). En adelante los políticos afrikáner insistieron en mantener una política de segregación racial, si bien no de forma oficial sí al menos de facto, aprovechando el debilitamiento del control británico y emitiendo normas internas para frustrar el desarrollo político y económico de la población negra. De esa forma, la presión afrikáner dificultó otorgar el sufragio a los negros y vetó que éstos asumieran cargos en la administración pública. 

      Pues bien, todas esas normas segregacionistas y racistas, impuestas de modo semioficial por la presión afrikáner, fueron llamadas el Pequeño Apartheid; el cual era una especie de apartheid primigenio, basado en la discriminación laboral y política de forma un tanto informal, o extraoficial. El mismo, sin un refrendo oficial por parte de las autoridades, solo pudo ser implantado gracias a la fuerte cohesión del grupo afrikáner a la hora de colaborar en bloque para hacer efectivas sobre el resto de población de la zona una serie de normas y comportamientos racistas.

Por entonces, en 1913, nació Sidney Robey Leibbrandt, hijo de bóers con antepasados de origen alemán. Su vida anodina en las campiñas sudafricanas pasa a interesarnos cuando en 1936 representó a Sudáfrica como boxeador en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín donde quedó cuarto en su categoría. Es más, tras aquel viaje Robey quedó fascinado por la Alemania de Hitler y la ideología nazi. Al año siguiente, en 1937, se convirtió en campeón de Sudáfrica de boxeo en el peso pesado y con ello pasó a ser un personaje más o menos célebre en el país. Tras ello, en 1938, Leibbrandt regresó a Berlín para un viaje de estudios y entrenamiento muy particular ya que acabó siendo instruido entre otras cosas en técnicas de comando por parte de la Wehrmacht.  

Es en ese contexto que los nazis ponen en marcha la llamada Operación Weissdorn. Para entender su propósito debemos pararnos a entender la situación geopolítica de Sudáfrica, un país integrante de la Commonwealth que pese a haber combatido a los británicos hasta 1902 luchó con ellos en la Iª Guerra Mundial. Tras eso, pese a que buena parte de su población compartía las visiones racistas nazis (aunque en el caso Sudafricano eran los negros y no los judíos, por razones obvias, el objeto de todas las persecuciones), se aprestaba a combatir de nuevo en la IIª Guerra Mundial en el bando aliado, codo con codo con los británicos.  

Así pues la Operación Weissdorn estaba encaminada a reubicar Sudáfrica en el bando en el que debería situarse por lógica: el bando alemán, pueblo con el que compartía muchos parentescos ideológicos y étnicos (al fin y al cabo muchos bóers afrikáners tenían como hemos visto ascendencia no solo neerlandesa sino también alemana o al menos algún parentesco con los antiguos colonos alemanes asentados en Namibia). Además, en caso de lograr el objetivo, el giro de los acontecimientos no solo proporcionaría potentes bases para los submarinos nazis en un punto estratégicos de las rutas de abastecimiento de los británicos, sino que además otorgaría a Alemania el acceso a una serie de materiales de guerra estratégicos de los que Sudáfrica estaba bien abastecida como país minero inmensamente rico que era. 

El método para lograr esos propósitos consistía en que alguien popular, con tirón, encabezase un golpe de Estado que depusiese al por entonces jefe del gobierno sudafricano, el general Jan Smuts, y lo sustituyese por otro gabinete más próximo a los postulados nazis. Un tipo de operación audaz pero que ya se había intentado con más o menos éxito en otros países como Austria. El hombre elegido para encabezar dicho plan era un atleta, de ascendencia aria, ideológicamente fiel hasta la médula a los postulados nazis y que para entonces tenía una relación sentimental con una mujer de pura raza alemana con la que había tenido un hijo hacía poco. Ese hombre era, por supuesto, Robey Leibbrandt. 

 A mediados de 1941, en junio, Leibbrandt desembarcó furtivamente en la costa de Sudáfrica bajo una identidad falsa dispuesto en cierta forma a poner en marcha una operación audaz al estilo de la que años después protagonizó Fidel Castro en su ascenso al poder. En su caso inmediatamente formó un Partido nazi en la clandestinidad a la vez que reclutaba algunas docenas de partidarios con los que intentó formar una milicia paramilitar a la cual empezó a instruir en técnicas de guerrilla urbana.  

Desafortunadamente para él precisaba tiempo para estar listo y reclutar una masa de partidarios suficiente. Sin embargo sus esfuerzos fueron parados en seco por dos insignificantes policías.  Claude Sterley era un sargento de policía local que había sido boxeador como Leibbrandt. Aunque no había llegado a destacar en ese deporte su pasado como boxeador le sirvió para reconocer inmediatamente a Leibbrandt pese a la tapadera que le proporcionaba su documentación falsa. Por su parte el verdadero héroe de esta historia (que no es Leibbrandt por si se lo estaban planteando) fue otro agente llamado Jan Taillard quien fingiendo ser un simpatizante nazi logró infiltrarse como voluntario en la célula durmiente que estaba formando Leibbrandt. Merced a su trabajo como agente encubierto las autoridades descubrieron lo que tramaba Leibbrandt y, más importante, el momento oportuno para detenerlo durante un desplazamiento clandestino fuera de Pretoria que Leibbrandt pretendía realizar en diciembre. Así, gracias al soplo de Taillard, Sterley logró detener a Leibbrandt por sorpresa y sin derramamiento de sangre en un momento en que estaba solo y desprotegido por sus seguidores, abortándose de esta manera todo el proyecto de golpe de Estado antes de que Leibbrandt hubiera tenido tiempo de formar y reunir a su milicia o encabezar algún tipo de pronunciamiento público que pusiese definitivamente en marcha la conspiración.  

Después de todo eso Leibbrandt fue juzgado y más adelante condenado a muerte por alta traición en 1943. Pese a todo su juicio gozó de ciertos paralelismos con el juicio de Hitler tras el "putsch" de Munich en el sentido de que el acusado disfrutó durante el mismo de las simpatías por parte del público y de cierta comprensión de los jueces. En parte debido a ello y en parte debido a que Leibbrandt era muy popular y su familia contaba con importantes conexiones políticas pronto su sentencia fue conmutada por cadena perpetua.  

Sin embargo tras el final de la Guerra Mundial muchas cosas cambiaron en el país. En las elecciones de 1948, el radical Partido Nacional (de claros tintes conservadores) ganó las elecciones en una coalición con el Partido Afrikáans (de ideología ultranacionalista), oponiéndose a los candidatos más liberales que contaban con apoyo británico. 

Así las cosas ese mismo año Leibbrandt fue liberado en el marco de una conveniente amnistía general a la vez que el Partido Nacional llegaba al poder expulsando del mismo al general Smuts. A continuación el nuevo gobierno (el cual pasó a integrar en su seno a algunos de los más prominente simpatizantes de Alemania durante la guerra) empezó a implantar progresivamente ya de forma legal, oficial y definitiva, una serie de medidas que dieron forma a lo que más adelante pasó a conocerse en el mundo entero como Apartheid.  

Para ello el nuevo gobierno empezó por emitir leyes estableciendo un registro racial obligatorio bajo control del gobierno. En base al mismo en 1949 otra ley prohibía los matrimonios interraciales y castigaba como delito las relaciones sexuales entre individuos de razas diferentes. Más adelante otra ley promulgada en 1950 delimitaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían habitar los blancos, forzando a los no blancos a emigrar a otros lugares, lo cual tenía como objetivo  mantener la mayor cantidad posible de población negra en las zonas rurales y evitar así su transformación en una clase media urbana. En esa misma línea también se obstaculizó que la población negra pudiera comprar inmuebles dentro de los centros urbanos.

       En 1953 se estableció también la segregación completa en la educación para todos sus niveles. A partir de 1954 los negros no podían tampoco ocupar posiciones en el gobierno y no podían votar excepto en algunas aisladas elecciones para instituciones segregadas; no podían habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales dentro de las áreas asignadas específicamente para los blancos; el transporte público era totalmente segregado; finalmente los edificios públicos y los hospitales pasaban a tener accesos diferentes para blancos y negros. Además en adelante los servicios públicos habilitados en las zonas de población negra pasaron a ser siempre de peor calidad, sobre todo la educación, y por otra parte el costo de acceder a la educación universitaria se convertía en prohibitivo para una familia negra que no podía sino desempeñar los trabajos peor pagados dentro de la escala laboral. 

Este sistema logró su objetivo de conservar el poder para la minoría blanca que apenas representaba una quinta parte de la población y se mantuvo en vigor hasta que comenzó a ser abolido a partir de 1990 culminando dicho proceso de desmantelamiento en las elecciones democráticas y multirraciales de 1994 en las que venció el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela.  

Volviendo a 1948, en cierta forma todos los objetivos por los que Leibbrandt estuvo dispuesto a luchar unos años antes se consiguieron de golpe en Sudáfrica, solo que dentro de un marco perfectamente "democrático" y evitando la incómoda sombra nazi. 

De esta forma tras su liberación Leibbrandt se reintegró tranquilamente en la vida civil, se casó con una admiradora adolescente que se había enamorado de él mientras estaba en la cárcel y en adelante se dedicó a los negocios, a escribir su autobiografía, así como a la política a la cabeza de una nueva organización reaccionaria, en este caso el Frente de Protección Anticomunista sudafricano. Murió en 1966 moderadamente rico y famoso.  

Por su parte a Jan Taillard, el hombre que había sido clave para detener a Leibbrandt, pronto lo abandonó su mujer, admiradora de Leibbrandt y contrariada porque intuía que su marido se había creado fuertes enemistades dentro de la propia policía al implicarse voluntariamente en una operación bastante incómoda para mucha gente importante en la cadena de mando, lo que sin duda ponía en cuestión sus posibilidades de ascender en el cuerpo en un futuro. De hecho así fue, y en 1948 Taillard fue obligado a dimitir de la policía. Murió en 1988, en el anonimato, alojado en un centro de beneficencia para indigentes. Un par de años después, aprovechando el cambio político, se estrenó a las carreras en Sudáfrica una (mala) película homenaje inspirada en su lucha contra Leibbrandt y titulada The Fourth Reich

2 comentarios:

  1. El apartheid entra dentro de la categoria de golpe de EStado. La ley fundamental sudafricana exigía mayoria de dos tercios para cambiar la ley electoral. Fuente la Encarta, El Partido Nacional intento quitar los derechos electorales para negros y colorados en las eleciones de 1953 y jueces honrados la declararon ilegales esa reforma. Nuevas elecciones y repetición de la paradoja de 1948 en las que el partido Nacional gano en votos, que no en escaños. Y para las elecciones de 1958 consiguieron que nuevos jueces declarara esa reforma legal. Haciendo un golpe de EStado legal. Nuevos jueces reformaron la ley electoral, que no cumplia mayoria de dos tercios exigida por la Constitucion sudafricana. Sobre elecciones vease la wikipedia,.

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  2. Buscando información sobre Leibbrandt he encontrado este blog. Muy buena reseña biográfica de este personaje, felicidades.

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