- Mao empezó solo con algunos miles de
hombres y con el tiempo se apoderaron de medio continente...
- Mao está muerto. Al igual que su China.
“House of cards”, episodio cinco de la segunda temporada.
- Dejad dormir a China, porque
el día que China despierte el mundo temblará.
Cita apócrifa atribuida a Napoleón.
El arte es parte de la superestructura cultural de una
sociedad o de una civilización y por tanto responde a las grandes transformaciones económicas y políticas que se producen en el seno de los colectivos humanos así como a los cambios de hegemonía entre naciones y
de los modos de pensar entre las élites. Hoy intentaremos reflexionar sobre un ejemplo muy
claro y actual de todo esto que afirmo a la vez que concluyo algunos razonamientos que inicié hace ya más de dos años en esta otra entrada del blog.
Veamos. Hace algunas semanas una icónica imagen de arte pop, creada por el pintor Andy Warhol inspirándose en el histórico líder comunista Mao Zedong, se vendió por más de diez millones
de euros en Hong Kong, en una subasta auspiciada por la firma londinense
Sotheby's.
Se trataba de uno de los veintidós Mao de una serie de retratos que el citado Warhol realizó en 1973. Como viene siendo habitual la reciente venta del cuadro al que me he referido mostró algunas de las tendencias de las que vengo hablando desde hace tiempo en mis artículos sobre el mercado del arte, entre ellas la revalorización continua de este tipo de piezas ya que ese mismo cuadro se había vendido por algo menos de 9 millones en Londres en 2014. Por otro lado vemos una vez más como en torno a este tipo de transacciones se mueve muchísimo dinero incluso de forma indirecta ya que el nuevo propietario del “Mao” en cuestión, al margen del importe de la venta propiamente dicha, se deberá dejar en torno a otro millón y medio de euros en comisiones y pagos relacionados con la operación.
Se trataba de uno de los veintidós Mao de una serie de retratos que el citado Warhol realizó en 1973. Como viene siendo habitual la reciente venta del cuadro al que me he referido mostró algunas de las tendencias de las que vengo hablando desde hace tiempo en mis artículos sobre el mercado del arte, entre ellas la revalorización continua de este tipo de piezas ya que ese mismo cuadro se había vendido por algo menos de 9 millones en Londres en 2014. Por otro lado vemos una vez más como en torno a este tipo de transacciones se mueve muchísimo dinero incluso de forma indirecta ya que el nuevo propietario del “Mao” en cuestión, al margen del importe de la venta propiamente dicha, se deberá dejar en torno a otro millón y medio de euros en comisiones y pagos relacionados con la operación.
Pero sin duda es el carácter simbólico de todo esto lo
que me interesa. De hecho el Warhol más caro de la serie sobre Mao es un retrato a
gran escala que fue adquirido en Nueva York por unos 16 millones de euros y
acabó en las manos del magnate hongkonés Joseph Lau en 2006. Con la nueva venta de alguna forma se termina de cerrar el círculo. El líder comunista convertido en ridículo icono pop durante los años setenta pasa a su vez a ser objeto en la actualidad de transacciones obscenas en el seno del mercado capitalista con destino a las manos de las clases privilegiadas de un país donde la retórica oficial pretendió durante décadas haber terminado con las indecentes diferencias sociales.
Más allá de lo anterior no cabe duda de que en conjunto este tipo de operaciones simbolizan asimismo un
proceso de transición. Durante los últimos siglos la historia del Arte (y más en concreto la historia de la compraventa de arte que es lo importante en este caso) ha sido una historia eminentemente occidental no
tanto porque en Occidente exista un especial talento artístico sino porque
la revolución industrial y el imperialismo decimonónico derivado de ella dieron lugar durante los siglos XIX y XX a una gran acumulación de obras de arte y mecenas
en Europa occidental y los EE.UU. Mecenas con un gusto específico que todos
conocemos. Esa conjunción de factores es la que convirtió a París, Londres o Nueva York en centros neurálgicos de la producción, el comercio y la acumulación de arte.
Pasado el tiempo, ya a finales del s. XX, el crecimiento en importancia de las élites no occidentales (por ejemplo en los países árabes o en Japón), todo ello en relación con procesos como la descolonización o la posterior globalización, se vio atemperado por tratarse de élites
en gran parte profundamente aculturadas y por ello seducidas
por los mercados del lujo ubicados en Europa y los EE.UU. Se daba así la curiosa paradoja de que las clases pudientes de esos países, igual que las de la India, África, o América Latina, sentían una irrefrenable atracción por la moda o el arte de sus antiguos dominadores. Consecuentemente ese
tipo de clases pudientes dedicaban sus rentas de capital a adquirir pinturas o esculturas al
gusto occidental. Obras en muchos casos producidas en Europa por pintores barrocos, renacentistas o impresionistas, casi todos de nacionalidad
italiana o francesa y, en otros casos, obras abstractas contemporáneas producidas
por anglosajones.
Pero desde los años 90 el crecimiento económico y geopolítico de China tenía
que acabar reflejándose en el mercado de arte. Y eso ya ha ocurrido aunque no todo el mundo se ha dado
cuenta.
Todavía en 2008 el volumen de las ventas de Christie´s en Hong Kong, el corazón del
mercado del arte en China, suponía solo un 3% del total dentro de la
contabilidad de la emblemática empresa. Sin embargo llegado 2012 y después de cuatro años de
crisis en Occidente ese porcentaje se había multiplicado por diez. Además ese mismo
año se construyeron 360 museos en China.
¿Cómo se llegó a esa situación? Muy sencillo. A partir prácticamente de la nada, desde comienzos de este siglo el mercado chino del arte no
dejó de crecer hasta llegar a liderar las ventas mundiales en 2011. En paralelo a lo anterior durante los últimos veinte años más o menos en China se han
creado en torno a 350 casas de subastas. Hasta el punto de que en la actualidad
siete de las más grandes del planeta son chinas, encabezadas por Poly International posiblemente la más influyente de todas aunque es prácticamente una desconocida
fuera de China debido a que solo tiene once años de existencia.
Un reflejo de todo esto es que en ese año 2011 al
que antes me refería un tercio de todas las ventas de obras de arte en el
planeta se llevaron a cabo en China. Por si fuera poco además ese mismo año los
dos artistas más cotizados en las subastas de arte, aquellos cuyas obras
acumularon más dinero en transacciones, fueron dos artistas chinos. En primer lugar Zhang Daqian (1899-1983), cuyas obras generaron solo ese año más de 500
millones de euros en ventas. Seguido por Qi Baishi (1864-1957), con más de 440
millones de euros en ventas. Andy Warhol y Picasso tuvieron que conformarse con posiciones honoríficas. Lo que es
más, ese año de los diez artistas más cotizados en el mundo seis fueron chinos.
Todos ellos perfectos desconocidos para el público occidental e incluso para
muchos expertos en historia del arte.
Todo sea dicho desde ese momento, en parte debido al
enfriamiento de la economía en China durante los últimos años, el impulso de
ese mercado pareció atemperarse y EE.UU., el país que normalmente lidera el
ranking de compraventas, recuperó al año siguiente su posición en lo alto de la
clasificación mientras China ha ido alterando desde entonces la segunda y la
tercera posición, en pugna con Gran Bretaña, dentro de un mercado que mueve a día
de hoy en torno a 60.000 millones de euros al año.
Pero sigamos dándole vueltas al asunto. ¿Qué es lo que está ocurriendo realmente bajo la superficie de ese enorme subsector financiero?.
En primer lugar hay que tener en cuenta que la irrupción en el mundo de las subastas de
arte de los “nuevos ricos” chinos, fortunas en la mayoría de los casos gestadas
durante los últimos veinticinco años a rebufo de la apertura al capitalismo de
la economía china, manifiesta algunas peculiaridades interesantes.
Por ejemplo, como dije antes, muchos de ellos son ferozmente
nacionalistas. Esto tiene como efecto que, aun cuando ocasionalmente también pujan por obras de los Manet o Picasso de rigor, a
los millonarios chinos les gusta invertir su dinero preferiblemente en arte propiamente chino.
Pero claro, aunque China sobre
el papel siga siendo un país “comunista” eso solo es cierto en lo referente a
la retórica y simbología de su aparato político, el cual consiste básicamente en una dictadura totalitaria de camino a convertirse en puramente tecnocrática. Por lo demás China es hoy una pujante economía de mercado capitalista y en el
plano de la cultura y las mentalidades hace tiempo que a las élites chinas el
“realismo socialista” les repugna bastante.
Consiguientemente el mercado de arte propiamente chino se centra en la compraventa de pintura paisajista china muchas veces realizada con tinta, “tangkas” (unas pinturas religiosas sobre tela típicas
del Tibet), así como de jarrones de porcelana elaborados durante las dinastías Ming o Qing. De hecho durante los últimos años los precios de las mejores piezas de porcelana china de los siglos XVII y XVIII se han disparado.
Por
ejemplo en 2010 diversos jarrones de porcelana pertenecientes al reinado del
emperador Qianlong (1736-1795), alcanzaron cifras monstruosas en subastas. Uno de ellos (el llamado jarrón Bainbridge) lo
encontró una familia británica haciendo limpieza de su desván y acabó vendido a un comprador chino por más de 40 millones de euros. Y en 2014 la subasta de un jarrón de
porcelana china en Italia (este que se puede ver en la foto de al
lado) celebrada por la casa
Pandolfini de Florencia estableció un
récord al multiplicar 500 veces su valor en apenas quince minutos, desde su precio de
salida de 15.000 euros hasta los 7,5 millones en que fue adjudicado. El nuevo propietario pasó a ser, cómo
no, un anónimo comprador chino vía online.
En
cuanto a objetos de jade en los últimos años un sello procedente, una vez
más, del período Qianlong llegó a alcanzar los 14 millones de euros y un dibujo
en papel de esa misma época mostraba al emperador pasando revista a las tropas
alcanzó los 26 millones.
Ese sesgo hacia la extrema valoración de las obras
procedentes de ese período tan concreto se debe por otra parte no a razones
puramente artísticas sino a que esos momentos históricos fueron los últimos de
un imperio chino fuerte, mientras que con los sucesores de Qianlong llegó la
decadencia y la postración ante Occidente, sobre todo ante los británicos a
través de las Guerras del Opio en el s. XIX.
Ese nacionalismo exacerbado de
los grandes compradores chino es quizás lo que los lleva asimismo a obsesionarse muchas veces en
adquirir obras de arte chino que se encuentran en el extranjero debido a que fueron expoliadas por parte de ejércitos europeos durante la segunda mitad del s. XIX. De
esta forma esos millonarios hacen gala de pretendido patriotismo ante su Gobierno al emplear parte de sus fortuna en “repatriar” piezas del patrimonio cultural chino que se creían perdidas.
Por otro lado en muchos casos los grandes
compradores chinos son hombres de negocios salidos de la nada, normalmente con orígenes muy
humildes, un escaso bagaje cultural y dudosa catadura moral (en ese sentido
encontramos una vez más interesantes parecidos entre China y España, dos países donde buena parte del mundo financiero y empresarial debe su posición no a su
agudeza para invertir en tecnología o establecer patentes o nuevos métodos de
producción, sino a su determinación a la hora de exprimir a la mano de obra y su capacidad de moverse en buena sintonía con la casta
política de cara a asegurarse grandes ganancias a través de “pelotazos”). Un buen
ejemplo es el multimillonario Liu Yiqian, un antiguo taxista que hoy es conocido
por ser uno de los mayores coleccionistas de arte del país y alguien habituado
a gastar grandes sumas en las casas de subastas. Hace poco
pagó 44 millones de euros por un tangka
del s. XV subastado por la casa Christie’s
en Hong Kong, batiendo así el récord de la obra china más cara de la historia
que él mismo había establecido en abril de 2014 cuando pagó más de 30
millones de euros por la tacita de porcelana que se ve en la foto y que ahora se jacta de utilizar para tomar el té en su despacho.
Para esta gente el arte más que
un elemento estético es un simple símbolo de estatus que exhibir o bien una calculada inversión
financiera. Pero lo que resulta indudable es que a rebufo de los cambios
sociales producidos en China, entre ellos la aparición de esta clase de nuevos
ricos, el mercado del arte en el planeta está cambiando. Y no solo el propio
mercado, también otras cosas relacionadas con el mismo.
Además, aunque hoy no me voy a centrar en
ello no solo las transformaciones afectan a la pintura y la escultura, sino
también a la arquitectura. En 2012 el arquitecto chino Wang Shu, de 48 años y que solo había trabajado en China, fue galardonado con el premio Pritzker, considerado el Nobel de la Arquitectura. El prestigioso galardón le fue otorgado gracias a
obras como estas (allá cada cual para juzgar).
Wang Shu se convirtió así en
el segundo chino en obtener el Pritzker, tras Ieoh Ming Pei que lo recibió en 1983. No
obstante Pei poseía la nacionalidad estadounidense, se formó en Harvard y en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y era conocido en Occidente por
obras como la pirámide del Louvre. En cambio Wang Shu es un producto genuino de la nueva China, un profesional que ha
prosperado al calor de la multitud de proyectos constructivos de todo tipo que
se han llevado a cabo en ese país durante las últimas décadas en paralelo a la inmensa
transformación urbanística desarrollada en China desde los años 80.
Volviendo a lo que me interesa resaltar hoy. En la
actualidad de los 500
pintores y escultores más cotizados del planeta entre los nacidos a partir de 1945, nada menos que 199 son
chinos. De todos ellos el artista chino vivo más cotizado es Zeng Fanzhi (1964) al cual podemos ver en estas imágenes de más abajo posando delante de una obra suya y a través de uno de sus autorretratos.
Casi puedo oler su talento solo con ver las imágenes en cuestión.
Del resto de los artistas incluidos en la lista citada 86 son estadounidenses, 31 británicos, 27 alemanes, 14
japoneses, 9 franceses, 7 coreanos y solo tres
españoles: Miquel Barceló, Juan Muñoz
(fallecido en 2001) y Jaume Plensa.
Aún así varios de los pintores chinos más cotizados ya están muertos y a través de algunos
apuntes sobre tres de los más valorados por los compradores voy a intentar daros mi opinión sobre algunos aspectos oscuros de todo este boom artístico.
Por ejemplo. Muchos
dicen que el Picasso chino es Qi Baishi (1864-1957). Desde luego su biografía es muy interesante.
Hablamos en primer lugar de un pintor autodidacta de
orígenes muy humildes, casi sin estudios y que comenzó su vida laboral
trabajando de carpintero lo que con el tiempo le sirvió para hacerse muy querido y popular.
Sin embargo el aspecto más sorprendente de su obra es su ingente producción muy probablemente debida al hecho de que una gran parte de la misma no
está nada clara en términos de autoría. Lo que nos pone sobre aviso del
primer problema que afecta al boom del mercado del arte en china: la
sobreabundancia de falsificaciones.
Se calcula que Qi Baishi
pintó en el mejor de los casos entre 10.000 y 15.000 obras a lo largo de su
vida (una cantidad desde luego impensable para un pintor occidental), de las cuales unas 3.000 se encuentran actualmente depositadas en museos.
Otra parte de su producción se perdió debido a la invasión de China por parte de Japón a finales de los años 30, y otra más como consecuencia de los excesos de la
Revolución Cultural.
Y sin embargo los registros
de las casas de subastas muestran que desde 1993 se han vendido más de 18.000
obras firmadas supuestamente por Qi Baishi, a través de más de 27.000 transacciones
diferentes.
El ejemplo paradigmático de los problemas que supone lo
anterior se dio con la subasta realizada en 2011 de una de sus supuestamente
mejores pinturas. Esta de al lado.
La misma fue vendida en 2011 por más de 425 millones de
yuanes (cerca de 60 millones de euros) precisamente por nuestro amigo Liu
Yiqian, el taxista millonario, e inmediatamente despertó las dudas de los críticos de arte respecto a su origen.
Pero es imposible rastrear todos los posibles "fakes" con la firma de Qi Baishi que casi diariamente salen al mercado. La obra que podemos ver en la foto de más abajo se titulada algo
así como “Pescado y gambas” y salió a subasta cuatro veces entre 2002 y 2012. En
ese tiempo su precio se multiplicó por 38 pese a que su atribución también es como mínimo cuestionable.
Es más. Todo esto son tendencias que no afectan solo a la obra de Qi Baishi. Como digo son algo generalizado en el mercado chino, una especie de "Salvaje Este", siendo este pintor un mero ejemplo.
Hace unos años una pintura atribuida al gran maestro
contemporáneo Xu Beihong (1895-1953), otro de los pintores chinos más valorados
en la actualidad, se vendió por cerca de diez millones de euros en una subasta
y poco después se descubrió que había sido pintada treinta años antes (es decir, décadas después
de la muerte del artista) por un alumno de una escuela de pintura
como parte de un trabajo académico.
No cabe duda de que en China tienen serios problemas para entender
el sentido que damos en Occidente a la autoría o la originalidad. De hecho, en sociedades
donde el valor de la individualidad históricamente no ha sido tan importante
como en Occidente, y muy especialmente en el caso chino, parecen existir
problemas a la hora de entender que una copia de una gran obra, aunque sea
igual que ella, no es algo de valor, ya que la antigüedad, o la
originalidad, o incluso el mero hecho de ser producto del talento de alguien famoso, marcan criterios para otorgar a ese producto un precio y un reconocimiento superior a pinturas idénticas que son más recientes, son simples copias de algo
ya existente, o no han sido pintadas por un artista reconocido (si bien por nuestra parte deberíamos también reflexionar sobre el valor desmesurado que
otorgamos a algunos de estos criterios).
Tal es así que en el verano de 2013 un museo privado de Hebei tuvo que ser cerrado por las
autoridades ya que se comprobó que la mayoría de los objetos que aparecían en las vitrinas del mismo no eran originales sino copias. En dicho museo resultó que había expuestas o almacenadas más de 40.000 "obras de arte".
También hace unos años en una subasta una silla
primorosamente esculpida en jade supuestamente en la época de la dinastía Han
(206 a.n.e.-220) alcanzó un precio desmesurado… pese a que durante la época de
la dinastía Han aún no existía la muy recomendable costumbre de usar sillas.
Con el tiempo se descubrió que la pieza, por otro lado
una primorosa artesanía, había sido fabricada en 2010. El vendedor no consideró importante consignar ese hecho lo que dio lugar al equívoco en la datación y consiguientemente a que su tasación se disparase. Lo interesante es que no está claro que se tratase de una estafa, es realmente posible que el vendedor realmente juzgase como irrelevante especificar la fecha, o más bien la época, de producción del objeto.
En ese sentido el mercado del arte chino se ve afectado además por el hecho de que en China, a diferencia de en Occidente, en zonas rurales
todavía subsisten artesanos de gran pericia que continúan usando técnicas ancestrales previas al mundo contemporáneo, lo que hace muy difícil
en ocasiones distinguir sus producciones actuales de piezas antiguas, sobre
todo cuando algunos marchantes sin escrúpulos las hacen pasar como tales tras
someterlas a tratamientos de envejecimiento para engañar en la datación.
Hablemos ahora de Zhang Daqian (1899-1983). Si Qi Baishi fue una especie de Picasso, Zhang
sería una especie de Dalí. Pero su trayectoria diría que es de lejos más
interesante.
Al margen de una infancia y
juventud trufada de anécdotas tan increíbles que podrían ser ciertas… o no, lo que sabemos seguro del pintor es que abandonó China ya con una edad
avanzada tras la llegada al poder de los comunistas. Tras eso comenzó un
periplo por diversos países del continente americano, entre ellos Argentina,
Brasil y EE.UU., antes de asentarse en Taiwán ya como un artista consagrado.
En lo tocante a su trayectoria puramente artística mientras tanto su estilo fue cambiando según el signo de los tiempos. Zhang empezó realizando pintura
china tradicional hasta que debido al hecho de que no le reportaba los beneficios
esperados (muy necesarios porque por entonces ya acumulaba una ingente
cantidad de esposas y amantes) se dedicó a las falsificaciones y no de
cualquier tipo sino de obras de arte antiguas. Se cuenta que en 1967, ya
anciano, mientras asistía a una exposición de los trabajos de un famoso pintor
del s. XVII llamado Shitao en el Museo de Arte de Michigan, un ufano Zhang se vanaglorió
públicamente sin ningún rubor y lleno de orgullo de que varias de las obras que
se podían contemplar en la exposición en realidad las había pintado él.
Actualmente no es posible
discernir qué parte de la producción de este funambulista es suya, qué parte es
obra de sus “ayudantes” y, lo que es más grave, qué obras de diversos pintores
paisajistas chinos de hace varios siglos y hoy muy cotizados son realmente también obra suya.
Pero lo mejor fue su giro
final, cuando a finales de los 50 empezó a padecer serios problemas de
visión resulta que sus cuadros, sobre todo paisajes montañosos dibujados con tinta, tomaron un giro hacia una mayor "abstracción". El resultado es que hoy en día esa es la parte más cotizada de su producción.
Además del consabido problema
de las falsificaciones y el poco respeto chino por la autoría, me interesa
resaltar cómo, al igual que Zhang, aunque ya durante décadas posteriores (hasta
los años 80 el arte al modo “occidentalizado” y “burgués” paradójicamente
estuvo muy mal visto por la élite comunista que controlaba el país) muchos
pintores chinos realistas y seguidores de técnicas tradicionales decidieron
reconvertirse. Por convicción, debido a su evolución artística, pero también en muchos
casos por puro oportunismo, necesidad o conveniencia, muchos pintores formados de forma clásica no han tenido el menor
reparo en “evolucionar” hasta volverse pintores “modernos” y empezar a
garabatear manchas de color en sus lienzos, sobre todo a partir de los años 90.
A fin de cuentas este otro tipo de trabajos se cotizan mucho mejor fuera del
país o entre las nuevas clases pudientes que controlan el Partido Comunista. Y de algo hay que vivir.
Eso es un poco lo que se intuye en la biografía de Wu Guanzhong (1919-2010), otro de los artistas chinos más
cotizados en la actualidad. En su caso, como muchos otros artistas se vio
seriamente amenazado por el devenir de la Revolución cultural y también como
muchos otros pintores chinos contemporáneos, quizás a consecuencia de ese tipo de
experiencias, su trayectoria muestra un enorme poder de adaptación a diferentes
tendencias, estilos, gustos, o lo que sea. A fin de cuentas los artistas que no fueron capaces de adaptarse en la problemática y caótica China del s. XX acabaron muertos en alguna cuneta a manos de los japoneses, los nacionalistas o los comunistas. Solo los más complacientes sobrevivieron lo suficiente para tener una trayectoria. Los dogmáticos, los hombres con un ideario innegociable, o en exceso crítico, lo tuvieron bastante difícil en ese contexto para difundir su visión. En ese sentido Mao se equivocó en muchas cosas, pero las élites comunistas actuales nunca podrán agradecerle lo suficiente el haber purgado, aterrorizado y en última instancia domesticado por completo a las élites intelectuales del país. En el caso de Wu según épocas pintó desnudos,
paisajes, pintura tradicional, pintura más “moderna” al estilo occidental, hizo
trabajos de encargo, incluso en épocas de penuria se limitó a pintar decorados
y murales, y finalmente tras la muerte de Mao, y más claramente a medida que el
país se abría al exterior y a la economía capitalista, su estilo y sus maneras
evolucionaron definitivamente de forma acompasada al signo de los
nuevos tiempos.
Al final la primera plana de
las grandes estrellas de la pintura china en la actualidad muestra precisamente
eso, la irrupción de una generación de artistas aparentemente “rompedores”,
“independientes” y “modernos” que en realidad no dejan de ser piezas perfectamente acomodadas a una maquinaria política y
económica a la que sirven a cambio de mayores o menores prebendas según la
posición de cada uno de esos artistas en la jerarquía de su disciplina. Su papel
consiste en proporcionar un suministro inagotable de obras de arte carentes de cualquier molesto trasfondo crítico a mayor gloria de
las necesidades de la clase pudiente que necesita continuamente elementos de ostentación que a la vez puedan funcionar como depósitos de valor en los que
salvaguardar su dinero o con los que especular. Objetos que por lo demás resultan fáciles de
intercambiar o de transportar al exterior en caso de que un día se produzca
algún tipo de revuelta social o cambio político molesto.
Incluso en parte se explica el auge del mercado de arte en China como consecuencia de un aspecto concreto del crecimiento económico: la especulación urbanística. A fin de cuentas el mercado del arte no deja de ser un bazar de lujo donde adquirir potenciales “regalos” que los grandes empresarios
pueden realizar de forma pública a los políticos amigos, oficialmente como simples gestos de cortesía pero en realidad a cambio de favores.
Luego pasados unos años el político amigo puede vender la obra en cuestión y
convertirla en dinero, tal vez varios millones de euros o dólares al cambio,
sin que la palabra “soborno” aparezca por ninguna parte ni se pueda demostrar
legalmente.
Como expliqué al principio los compradores de arte valoran mucho el arte tradicional, pero este es limitado y se
encuentra en gran medida, por avatares de la historia, en manos de museos
occidentales. Además su venta no es sencilla fuera del país. Por ello es necesario, como digo, un suministro de otro tipo de
arte más abundante y de más fácil adquisición e intercambio (por tanto de mayor ritmo de apreciación), que es precisamente la contribución de los múltiples pintores que ahora se ocupan de ello tras adaptar su estilo a las nuevas modas y tendencias.
Los más exitosos venden sus cuadros por millones de euros al cambio, los menos proporcionan
un abundante flujo de falsificaciones o de obras originales de escaso
valor que intenta adquirir la pequeña clase media de los entornos urbanos
deseosa de un rápido enriquecimiento o de embellecer sus pisos y ostentar sin
gastarse demasiado dinero. Es así como existen hasta programas de teletienda
donde se ofertan este tipo de piezas de arte contemporáneo producido en China
(cómo no) a cambio de unos cientos de euros.
Surge así la paradójica
confrontación entre el orgullo nacional en parte ligado a una visión idealizada
de la historia propia y la (supuesta) cultura tradicional frente a una también
abundante tendencia a admirar, sin entender siquiera, en este caso el arte extranjero. Todo lo cual lleva a un fenómeno
de copia y falsificación de arte tradicional chino en paralelo a otro de
imitación un tanto kitsch del arte moderno occidental, procesos que generan importantes flujos de capital y de ganancias para algunos de los
artistas implicados.
Por quedarnos con algo positivo para finalizar, en cierta forma puede pensarse que el crecimiento del mercado del arte en China contribuye indirectamente (por ejemplo gracias al "boom" museístico que ha provocado) a la supervivencia de un legado histórico caracterizado por una poderosa personalidad propia que luego
en parte se transmitió al arte japonés.
Más allá de lo anterior muestro cierta esperanza por lo que pueda salir de entornos
de experimentación artística mucho menos sometidos a las leyes del mercado o la corrección, en los cuales con el tiempo quizá acabe detectándose un posicionamiento político. Es lo que puede pasar con el fenómeno del grafiti en las cada
vez más grandes megalópolis chinas. Por ejemplo hace poco me llamó la atención
una secuencia de imágenes con obras de un artista callejero chino llamado
Daleast. Y seguro que en China hay otros muchos artistas callejeros notables que hoy desconocemos por completo en Europa.
Entre mil millones de personas tiene que haber talento, con seguridad.
Quizás aún hay esperanzas para los chinos, aunque ya sabéis que nunca dejará de
preocuparme el hecho de que en algunas cosas se
parezcan tanto a los españoles.
La tercera imagen que has puesto de los edificios de Wang Shu parece una cárcel diseñada por Le Corbusier en un ataque de fiebre.
ResponderEliminarAlgunos de El País parece que se pasan por el blog para inspirarse.
ResponderEliminarhttp://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/25/actualidad/1493131333_739734.html
Muy curioso y sugerente, hoyga.
ResponderEliminarMuy interesante artículo
ResponderEliminarUn jarrón del siglo XVIII creado para el emperador Qianlong de China y olvidado en una buhardilla durante décadas, fue vendido este martes en París en una subasta por 16,2 millones de euros´.
ResponderEliminarhttps://www.elespectador.com/noticias/cultura/mas-de-19-millones-de-dolares-por-un-jarron-chino-olvidado-articulo-793986