domingo, 17 de enero de 2016

Lárgame un cilindrín fotero


When the legend becomes fact, print the legend.

("El hombre que mató a Liberty Valance")





Hoy voy a contaros una anécdota sobre imágenes de esas que ilustran eventos históricos en los manuales escolares y con el tiempo quedan fijas en nuestro subconsciente. Para ello vamos a viajar a los años de la II Guerra Mundial -un periodo especialmente rico en sucesos- y vamos a concentrarnos en las que son quizás las dos instantáneas más famosas de la época. Por un lado la fotografía de los marines estadounidenses plantando una bandera en la cima del monte Suribachi en la isla de Iwo Jima y, por otro, la foto de los soldados rusos izando una bandera sobre el Reichstag. La historia de ambas instantáneas pienso que es más o menos bastante conocida, al menos a grandes rasgos, pero en cambio pocas veces la he visto explicada en detalle y usando imágenes de buena calidad para ilustrar el asunto. Así que procedo con ello.  

Empecemos por la fotografía de los marines estadounidenses, una imagen absolutamente icónica que ha sido recreada en un monumento, sellos de correos o pósters y que asimismo ha inspirado varias películas, la más conocida y reciente de las cuales es Flags of our fathers (2006) de Clint Eastwood.

El día 23 de Febrero de 1945 se produjo la conquista del monte Suribachi, una estratégica elevación de unos 170 metros de altitud ubicada en un extremo de la isla de Iwo Jima, en ese momento escenario de fuertes combates entre las tropas japonesas defensoras y las tropas estadounidenses que habían desembarcado en las playas de la zona cuatro días antes. Gracias a ello a eso de las diez y media de la mañana un grupo de marines logró plantar una bandera en lo alto del monte, como registró con su cámara el sargento Louis R. Lowery, un fotógrafo militar. 



Lo que ocurre es que, al tratarse de una acción improvisada, la bandera que se usó no era muy grande y por si fuera poco se empleó como mástil una especie de tubo que los reclutas encargados de la acción tenían a mano. En cualquier caso al poco de ser izada esa primera bandera diversos oficiales que la avistaron desde la playa comenzaron una disputa para quedarse con el emblemático objeto como recuerdo. Por ello unas horas después se decidió colocar en lo alto del monte una segunda bandera más grande y fotogénica, de paso recuperando la bandera usada en el primer izado para que estuviese disponible como objeto de colección y exhibición. Es así cómo ya por la tarde, con la zona asegurada, miembros de un nuevo batallón de soldados, distintos de los que habían tomado la cima o habían colocado por primera vez una enseña allí, subieron hasta lo alto del monte Suribachi, quitaron la primera bandera plantada y colocaron una segunda.


Esa acción fue casualmente captada por un fotógrafo llamado Joe Rosenthal quien luego, rápidamente, despachó para su revelado el carrete con las imágenes que había tomado esa jornada. Tras ello la agencia Associated Press detectó el valor propagandístico de una de las mismas.



   En dicha imagen la pose de los soldados y su lenguaje corporal ofrecían una composición más épica que las fotos tomadas por Lowery (que encima tardaron mucho en llegar a retaguardia y ser visionadas), ya que daba la sensación de que la bandera se había izado a toda prisa en pleno combate, lo que no era cierto. Por eso la instantánea fue difundida masivamente y pronto se convirtió en una imagen icónica, lo que entre otras cosas le valió el premio Pulitzer a Rosenthal mientras que los marines protagonistas de la acción, solo tres de los cuales sobrevivieron a los combates ocurridos en la isla durante las siguientes semanas, pasaron a la posteridad. 

Llegado ese punto tal fue el éxito de la imagen captada por Joe Rosenthal que el propio Stalin se interesó en que su aparato de propaganda fabricase una imagen igualmente emblemática pero en este caso a mayor loa del Ejército Rojo. 



    A raíz de ello se despachó al fotógrafo Yevgeni Khaldei a Berlín, ciudad que estaba a punto de capitular en esos momentos, con el encargo expreso de manufacturar una fotografía que simbolizase de cara a la posteridad tal evento. 

   Khaldei, pertrechado de varias banderas recién tejidas al efecto por un familiar suyo, llegó a la capital alemana el día 2 de Mayo de 1945, justo cuando finalizaban los combates. Nada más aterrizar captó una primera fotografía ya en el aeropuerto, al lado de una característica águila usada como enseña por los nazis.


Después realizó una tirada de varias fotos en lo alto de una por entonces destrozada puerta de Brandenburgo.



Y finalmente quedaba otra ubicación muy reconocible que podía servir para tomar algunas instantáneas: el edificio del Reichstag, prácticamente en desuso desde su incendio en 1933 pero que seguía siendo considerado un lugar distintivo de la ciudad. Ahora bien, al parecer durante la noche del día 30 de Abril las tropas rusas que se habían abierto camino combatiendo en la zona ya habían izado una bandera sobre dicho edificio. Lo que ocurre es que no está claro quien o quienes fueron los primeros en hacerlo. Los oficiales soviéticos habían insistido mucho en la importancia de tomar el edificio antes del día uno de Mayo (Día Internacional del Trabajo) como gesto simbólico. Por ello pronto se sucedieron los testimonios de oficiales y soldados que reclamaban para sí tal honor asegurando haber logrado izar una bandera a últimas horas del día 30. Entre ellos un tal M. M. Bondar, según se refiere en algunos informes, asimismo un oficial de nombre V. N. Makov, también un joven soldado kazajo, de veintitrés años por entonces, llamado Raqymzhan Qoshqarbayev y, finalmente, otro joven soldado en este caso ruso, llamado Mikhail Petrovich Minin. Lo único cierto es que muchas fuentes coinciden al afirmar por lo menos que esa noche una bandera soviética ondeó sobre el edificio si bien no se pudo verificar con exactitud quien es el que la había colocado allí, ni tampoco se había podido tomar una foto clara de la misma por culpa de la oscuridad y estar la zona bajo fuego enemigo. Además, debido a lo anterior, dicha bandera fue luego derribada por francotiradores nazis que aún merodeaban por las proximidades. 



Por su parte Khaldei al tener constancia de los hechos decidió que si no existían imágenes él realizaría una recreación. La veracidad, trabajando para el Partido, le importaba poco. El caso es que una vez llegado al emplazamiento del Reichstag recibió órdenes del mando en la zona para que en la consiguiente sesión de fotos el hombre encargado de ondear la bandera fuese un ucraniano de nombre Alyosha Kovalyov ya que, supuestamente, había atado una bandera roja a una ventana horas antes de que el previamente citado Minin (o quizás Qoshqarbayev), accediese al tejado del edificio a últimas horas del crucial día 30. La veracidad de tal afirmación no está clara, pero en cualquier caso, respetando las órdenes, Khaldei contó con Kovalyov para protagonizar las fotografías, acompañado a su vez de otros dos soldados que se escogió azarosamente entre los que patrullaban la zona, en concreto un bielorruso de nombre Aleksei Goryachev y finalmente un daguestaní llamado Abdulkhakim Ismailov. Es así como usándolos a ellos como modelos Khaldei recreó la escena vivida unos días antes por parte de otros soldados y realizó una serie de fotografías.



Más adelante, tras el revelado de esas imágenes, se escogió una que posteriormente fue a su vez recortada y modificada. A ese respecto se le añadió artificialmente humo al paisaje mostrado en segundo plano con el propósito de crear la sensación de que la fotografía había sido tomada en pleno combate. 


Luego de la imagen resultante se borró uno de los dos relojes que portaba el segundo soldado de la foto (en concreto el que llevaba en su muñeca derecha) porque eso sugería que procedía del saqueo (ya que ese brazo no es en el que se suele llevar el reloj y encima el mismo soldado llevaba otro en el brazo izquierdo como se ve en la imagen). Y además se oscureció aún más el plano, para dar una mayor sensación de veracidad. Obteniéndose así la versión definitiva que se difundió de la instantánea. 


Pero faltaba un detalle, puesto que a toro pasado se decidió que los soldados empleados por Khaldei no resultaban adecuados para ser elevados al rango de “héroes”. Debido a lo cual se sustituyó en los informes oficiales sus nombres por los de otros soldados con nacionalidades más “apropiadas”. Así la propaganda oficial pasó a difundir que la enseña soviética había sido colocada sobre el Reichstag por un georgiano llamado Meliton Kantaria. Eso resultaba conveniente ya que Stalin también era georgiano y se pretendía realizar un paralelismo subliminal. Y como los símbolos son importantes se difundió que Meliton había sido ayudado en su empeño, sujetándolo para que no perdiese el equilibrio, por un soldado ruso llamado Mikhail Yegorov (el hecho de que Yegorov fuese un alcohólico no importaba demasiado ya que el populacho nunca llegaría a saberlo). A fin de cuentas, debido a consideraciones políticas, un georgiano ayudado por un ruso resultaba una narración mucho más edificante que un ucraniano ayudado por un bielorruso y un daguestaní.

Finalmente la imagen retocada y el mito que se había fabricado para envolverla fueron difundidos diez días más tarde por el magazine Ogoniok naciendo así la segunda gran imagen icónica de la Guerra Mundial.

Que prácticamente casi todo en esa imagen resulte falso, como ocurría en el caso de la imagen tomada por los estadounidenses para simbolizar su guerra en el Pacífico, daba un poco igual. Con frecuencia en estos asuntos no se trata de plasmar sino de recrear la verdad -por supuesto una verdad conveniente-, todo ello desde el punto de vista que más convenga al narrador de turno, normalmente el vencedor del intercambio de pareceres previo.  


5 comentarios:

  1. Conocía ambas historias, aunque es verdad que no con tanto detalle. Al menos la rusa, la americana es mucho más conocida por la novela y posterior film.
    Eso sí, solo por esa referencia a La Gran Superproducción la entrada merece mi aplauso.

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    1. Si, por eso me centré en el caso soviético mientras que he prescindido de hablar de los protagonistas de la foto estadounidense, la confusión respecto al nombre de uno de ellos que duró un tiempo y esas cosas.

      Pero más que el texto estoy orgulloso de haber encontrado con buena calidad parte de las fotos menos conocidas relacionadas con los dos eventos, sobre todo las que Khaldei fue tirando en Berlín. No fue nada fácil.

      De hecho gracias a mi aburrida búsqueda de galerías de imágenes me estoy encontrando con material muy interesante por semidesconocido.

      http://i.imgur.com/pO9KKff.jpg

      El cual eventualmente puede dar lugar a alguna otra entrada. Ya veré.

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    2. En "El trasfondo humano de la guerra", Michael Jones cuenta una entrevista que le hizo a Kovalev (o Kovalyov) acerca de sus experiencias en la guerra. Y el relato es estremecedor, a la vez que muy descriptivo de cómo fue la lucha en el Frente del Este.

      Por lo visto Kovalev «fue un hombre valiente y un soldado duro que siempre estuvo en la vanguardia de la acción». Él mismo admitía que «he matado a más gente que pelos tengo en la cabeza». Y luego sigue:

      «Como explorador con labores de reconocimiento, siempre iba por delante de nuestro ejército y tenía que reunir datos para la inteligencia. Usaba a la gente local; los abordaba y les preguntaba por el paradero de los alemanes. Eran rusos, gente buena, y querían ayudarme. Me decían todo lo que sabían».

      (...)

      «Imagine esto. Cojo a una joven rusa, que está lavando la ropa en el río, a un niño que juega en un pueblo, o a un anciano sentado a la puerta de su casa. Les pregunto. Ellos me ayudan en todo lo que pueden. Y entonces, la “norma férrea de nuestro ejército”: tengo que matar a mis fuentes, sin excepción. No puedo correr el riesgo de que los alemanes los capturen, interroguen y descubran que nuestras tropas están en las inmediaciones. No puedo poner en peligro a todo nuestro ejército por la vida de una sola persona».

      (...)

      «Les cortaba el cuello con un cuchillo. Maté a centenares de los nuestros, personas decentes, amables, honradas. Los maté, los asesiné para poder derrotar a los alemanes. Este es el precio que pagué. Tengo que vivir con esto cada día, durante toda mi vida».

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    3. Se suele hablar mucho de lo de disparar a los soldados que se retiraban y tal pero que también hicieran estas cosas es exagerado, brutal. Esa guerra en el Este y también en el Pacífico constituye quizás uno de los momentos de la historia en que el ser humano tocó fondo más claramente. La IGM o el frente del Oeste en la segunda también fueron duros, pero no como eso.

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    4. Joder. Me leí el Berlín de Beevor, y se hablaba de muchas atrocidades. Especialmente del tema de las violaciones masivas, pero esto no lo menciona, creo.
      Nota mental: si hay una guerra y un soldado de reconocimiento me hace preguntas, echar a correr al menor despiste.

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