- ¿Cuánto vale Jerusalén para ti?
- Nada.
(El personaje de Orlando Bloom contesta así ante Saladino en "El reino de los cielos").
La cosa hoy va de cómics. Supongo que todos, incluso los que no sean
aficionados a esa forma de entretenimiento, son conscientes de que igual que las
películas o las novelas tienen ideología también los cómics, a su manera, presentan una ideología de fondo. Desde los cómics del Capitán América a los
primeros cómics de Astérix, pasando por los tebeos de Tintín (una de cuyas primeras planchas -en Tintín en el país de los soviets- incluyo justo debajo, perteneciente a la época en que su dibujante, Hergé, simpatizaba con el movimiento rexista belga, una suerte de partido filofascista). Que mucha gente no
se dé cuenta o no le otorgue importancia no es algo que invalide esta afirmación.
Os propongo un ejercicio didáctico. Si los encontráis a mano leeros el
celebérrimo cómic 300 de Frank
Miller. Luego probad a hojear la última de las historias que se cuentan en Mort Cinder los míticos Oesterheld y
Breccia. Todo ello para finalmente acabar con la lectura de Three una serie de cinco números creada
por Kieron Gillen y Ryan Kelly. Las tres obras citadas son cómics y tratan
prácticamente de lo mismo teniendo a los antiguos espartanos como
protagonistas. Y sin embargo son tres cómics radicalmente incompatibles entre
sí, no solo estilísticamente sino sobre todo ideológicamente. En el primero de
ellos los espartanos son los defensores de la democracia de Occidente contra
el totalitarismo oriental. En el segundo su protagonista se hace preguntas. En
el último la transición se ha completado y los espartanos son presentados a
nuestros ojos como un régimen esclavista y totalitario formado por brutos
dispuestos a todo con tal de mantener en su posición subordinada a los
desgraciados ilotas.
La moraleja es que prácticamente cualquier tema, sobre todo si pertenece
al pasado histórico, puede ser dotado de matices que cambien completamente la
valoración y el sentido profundo de los hechos de turno para adaptarlos a
diferentes intereses, escalas de valores, o visiones del mundo. Eso es algo que
ocurre con los documentales o los sesudos libros de historia profesionales y que, en
última instancia, afecta también a casi cualquier producto cultural que se
acerque a tocar incluso tangencialmente temáticas relacionadas de alguna forma
con la historia del pasado o con la política del presente.
Lo que es más, durante las últimas dos o tres décadas, el mundo del cómic
se ha convertido en una industria cultural suficientemente madura que (al igual que sucede con los videojuegos) ya no solo está enfocada al mercado adolescente. Hoy en día buena parte de su público potencial está constituido por adultos. Por tanto se trata de consumidores con intereses también adultos y que exigen tramas y temáticas dignas de tal calificativo en las obras que compran lo que ha condicionado un cambio profundo en la composición, enfoque y estatus sociocultural de dichos productos.
Dentro de esa tendencia general -y muy especialmente a partir del gran
éxito de crítica y ventas obtenido por obras como Maus o Persépolis- surgió toda una
marabunta de cómics "denuncia" donde un autor nos cuenta de forma íntima,
cercana, una experiencia personal o una historia de familia así como sus impresiones respecto a la realidad
política bajo algún régimen dictatorial, ofreciéndonos de tal forma una
visión a medio camino entre la literatura de viajes y la crónica histórica.
Esta nueva corriente de "cómic denuncia" o de "cómic reportaje político" ha proporcionado en tiempos recientes cobijo a obras de muy diversa calidad, pero en cualquier caso lo indudable es
que este tipo de publicaciones "maduras" han supuesto un boom dentro de una industria como la del cómic que
durante décadas, salvo muy contadas excepciones, había vivido demasiado pendiente del público infantil y juvenil, el cual condicionaba para mal la escasa complejidad y profundidad de las temáticas y tramas habituales. En base a ello, ya desde los años 80, pero sobre todo en los últimos años, parecen haberse invertido las tornas y cada vez son más los esfuerzos
exitosos de las editoriales especializadas por sacar a la calle títulos
militantes, enfocados, como se ha dicho, a un nuevo tipo de público adulto.
Tal es así que recientemente se han sucedido las
publicaciones de novelas gráficas al hilo de la actualidad política. Por ejemplo,
solo sobre la compleja situación de Oriente Medio tenemos cómics como Nylon road
(que es una copia descarada -y diría que carente de alma- de Persépolis en este caso contando
la historia de una iraní que se divorció y se fue a vivir a Suiza y allí
reflexiona sobre el choque cultural). El paraíso de Zahra contándonos la
heroica lucha de una madre buscando a su hijo detenido por la policía del
régimen en 2011. Una metamorfosis iraní de Maya Neyestami donde se
cuenta la historia real de un dibujante de cómics reprimido por el régimen. Bye,
bye Babilonia ambientada en el Beirut de los años 70 durante el ascenso del
radicalismo en el país visto por los ojos de una niña. El árabe del futuro, de Riad Sattouf, hablando de la infancia de un niño rubio en la Libia de Gaddafi y la Siria de Hafez Al-Assad en los años 80. El coche de Intisar,
con experiencias de jóvenes mujeres modernas que se las tienen que ver con el
radicalismo machista en Yemen. Casa Babili, la historia de una
periodista divorciada de Bagdad. El fotógrafo, las experiencias de un
joven acompañante de Médicos sin fronteras en el Afganistán a mediados de los
años 80. La Tentation donde un
joven occidental dibuja sus impresiones visitando Pakistán. Los mejores enemigos, una historia en
cómic de las relaciones entre EE.UU. y los países de Oriente Medio. Ciudad de barro, la historia de un
funcionario egipcio corrupto en tonos kafkianos. Etc, etc, etc.
Pues bien, entre toda esta marabunta, cómo
no, han aparecido unos cuantos cómics que pretenden acercarnos a la situación
que se vive en Israel. Consecuentemente estos
días, coincidiendo con la típica campaña de bombardeos israelíes sobre Gaza, se
me ha ocurrido hacer un ejercicio comparativo parecido al que propuse al
comienzo de esta entrada respecto a los espartanos, en este caso teniendo como
centro cómics que tratan el problema entre palestinos e israelíes pero elaborados por autores con distintos puntos de vista al respecto.
De cara a ello he escogido cuatro cómics pertenecientes a tres autores diferentes. Todos ellos obras decentes o con un
mínimo de complejidad con las que, se esté de acuerdo o no, se puede hacer un
viaje por las distintas aproximaciones ideológicas que se dan al asunto desde
distintas perspectivas.
Empezaremos con Joe Sacco, un
periodista y dibujante de comics estadounidense nacido en Malta y dos veces ganador
del Premio Eisner (algo así como los Óscar del cómic anglosajón). Este creador se ha
aproximado al conflicto palestino israelí en dos obras. La primera de las dos es Palestina, en la franja de Gaza en
puridad una serie de nueve cómics luego recopilados en solo dos volúmenes (o
incluso en un volumen único según la edición de turno). En total algo más de 270
páginas muy densas en información porque Sacco no se detiene a contarte cómo es su familia, ni si está enamorado o se ha divorciado, o si su abuela era maravillosa, sino que esencialmente se dedica a convertir información en dibujos, siempre saturando cada viñeta importante de datos, fechas, nombres, estadísticas, etc.
Los cómics que conforman Palestina fueron concebidos tras pasar Sacco dos meses en esos territorios en el invierno entre finales de 1991 y comienzos de 1992. Luego fueron publicados por entregas entre el 93 y el 95 por lo que reflejan el contexto de la llamada “Primera Intifada” desarrollada entre finales de 1987 y mediados de 1993 justo antes de la firma de los llamados Acuerdos de Oslo, quizás el último momento en que una posible paz entre los dos bandos y un arreglo duradero tuvieron visos de llegar a ocurrir. Más adelante, en 1995, se produjo el asesinato de Yitzhak Rabin y finalmente en torno al 2000 esa fase de tregua llegó a su final estallando la llamada “Segunda Intifada” que duró hasta el año 2005 a finales del cual Israel se retiró unilateralmente de la franja de Gaza, concentrándose desde entonces en aislar y "sitiar" esa franja de terreno mientras aumenta su influencia y el número de asentamientos judíos en la zona de Cisjordania.
Quizás el mayor defecto de esta emblemática obra de Sacco es que el
tiempo no pasa en vano y aquella fase del conflicto de la que nos habla su cómic hoy en día parece muy lejana. Por supuesto el enfrentamiento entre
palestinos e israelíes viene de mucho antes y llega hasta el presente a través de unos
puntos de fricción que más o menos se mantienen inalterados a lo largo del tiempo. Pero aun así el contexto del
que Sacco nos habla en Palestina ha
cambiado bastante desde entonces hasta ahora. Por ejemplo el primer ataque
terrorista suicida cometido por Hamás se produjo a comienzos del año 93 y por
tanto queda totalmente fuera de lo que cuenta Sacco en esta su primera obra al
respecto, en la cual todo sea dicho la imagen que se da de este tipo de
movimientos integristas en el seno de los palestinos es bastante beatífica y
alejada de su posterior y progresiva radicalización.
De hecho a principios de 2006 Hamás ganó las elecciones legislativas
palestinas y desde entonces su presencia en Gaza es muy fuerte, al contrario
que en Cisjordania. Las crisis en torno a Gaza se suceden desde entonces.
Una primera se produjo en 2008 después de que Israel prácticamente cortase el
suministro de alimentos y energía al millón y medio de personas aisladas dentro
de esa estrecha e inhóspita franja de terreno. Mientras tanto por parte del bando palestino se inició el lanzamiento
de cohetes artesanales desde edificios de la zona palestina hacia el lado
israelí, comenzando más o menos entonces la fase del conflicto que llega a la
actualidad con los palestinos divididos, aislados entre sí y con los más
radicales vinculados al movimiento Hamás.
No obstante en 2009 Sacco publicó otro cómic también relativo al enfrentamiento palestino-israelí: Footnotes in Gaza. En este caso se trata de una segunda
aproximación, quizás más madura que la primera, a las relaciones entre palestinos e israelíes, todo ello a lo largo de unas 440 páginas (aunque varias docenas al final son apéndices de texto). Destaca el hecho de que Footnotes constituye un acercamiento enfocado sobre todo hacia los primeros momentos de la disputa antes que a relatar la situación del presente cercano. Si en Palestina Sacco dibujaba una crónica periodística de la situación en la zona a
comienzos de los 90 en el caso de este segundo cómic el hilo central del relato hilvanado por Sacco se centra sobre todo en los años clave tras el inicio del conflicto entre palestinos e israelíes. Por supuesto Footnotes incluye observaciones sobre la situación de la zona en los primeros años de este siglo cuando fue nuevamente visitada por el autor para recabar información (y ahí se incluyen perlas como por ejemplo la perspectiva palestina tozudamente favorable a Saddam Hussein durante los primeros momentos de la Segunda guerra de Irak). Pero el núcleo del cómic es otra cosa, en concreto la recopilación por parte de Sacco de testimonios sobre dos
matanzas ocurridas cincuenta años atrás, a finales de 1956, en las poblaciones de Khan Younis y Rafah durante los momentos finales de la llamada Crisis de Suez. Dos matanzas menos conocidas que las mucho más
famosas masacres de Sabra y Chatila en los campos de refugiados palestinos del
Líbano en el 82, pero que pese a ello pudieron ser muy graves ya que a lo largo del cómic, a medida que se reconstruyen los hechos, se va
viendo que el número de muertos en el 56 fue muy importante, con cientos
de civiles asesinados y sus casas destruidas para siempre sin que se sepa
demasiado al respecto aún hoy. De esa forma Footnotes (verdadero periodismo de investigación antes que cómic) se basa en transcribir en forma
de viñetas las entrevistas que Sacco fue realizando a diversos testigos de aquellos hechos, sobre todo supervivientes palestinos, aunque también se ofrecen
declaraciones de israelíes dando su versión.
Como balance debe quedar claro que Sacco en el conjunto
de sus dos obras ofrece una perspectiva
totalmente propalestina. Para él resulta obvio que ese enfoque es casi el único posible y
a partir de ahí toma partido sin ocultarlo. Por tanto, aunque Sacco ocasionalmente
entrevista a judíos para que den su punto de vista, en general la inmensa mayor parte de los personajes que dejan
plasmadas sus impresiones y opiniones en las páginas que dibuja son palestinos
represaliados que han estado en cárceles judías o han sido expulsados de sus
hogares por los judíos y que cuentan sus experiencias a Sacco quien luego nos las
presenta en forma de viñetas de cómic.
Por tanto, para compensar, una perspectiva rigurosamente opuesta a la de
Sacco la encontramos con la obra Sarah
Gliden, una dibujante de cómic judía estadounidense que en 2011 dibujó How to understand Israel in 60 days or less
que en España ha sido traducido como Una judía americana perdida en Israel.
El contexto en el que nace este cómic es muy particular y ya nos da
pistas de su posterior alineación ideológica. El caso es que Israel todos los
años subvenciona viajes gratuitos de judíos del resto del mundo para que
conozcan Israel y decidan si quieren solicitar la ciudadanía. Hoy en día el
grueso de esos viajes son realizados por jóvenes judíos estadounidenses de
menos de 26 años. Sarah fue uno de ellos en marzo de 2007 y luego en 2011
publicó sus impresiones en ese cómic de 210 páginas donde básicamente nos cuenta las experiencias
que vivió en el transcurso de dicha visita.
Quizás el mayor problema que le he encontrado a esta obra no es la
perspectiva que adopta sino cómo la enmascara. Me parece con mucho el cómic más
manipulador de todos los que voy a citar hoy pese a que cada uno de ellos toma
partido. En Una judía americana perdida
en Israel Sarah Glidden se nos presenta como una judía progresista, demócrata
y hasta supuestamente propalestina, que incluso critica en un pasaje del cómic
algunos aspectos del culto a lugares arqueológicos como Masada. Pero es una
trampa, concesiones que se hacen al espectador neutral para atraerlo e
implicarlo, un poco a la manera del falso republicanismo de Will McAvoy el
personaje protagonista de The Newsroom usado como cebo para luego presentarnos en pantalla las incoherencias del discurso
republicano según el punto de vista del creador y guionista de la serie, el más bien prodemócrata Aaron Sorkin.
En el cómic de Sarah Glidden una situación que se repite multitud de veces
es la siguiente. Sarah se pone a charlar con algún otro personaje de la historia y plantea sus dudas
o una somera crítica a alguna actitud cuestionable del ejército o los políticos
israelíes, dudas que perfectamente podrían coincidir con las que alberga mucha gente que se aproxima a intentar comprender el conflicto palestino-israelí. Pero en realidad esas
interrogaciones y supuestas críticas planteadas por Glidden en el cómic siempre ejercen como mera excusa para dar
pie en la narración a las respuestas que reciben a modo de justificación. Porque lo que invariablemente ocurre a continuación
de esas viñetas en que se formulan "críticas" es que el personaje con el que Sarah interactúa le contesta con
algún tipo de argumentación que aparentemente cierra la discusión por completo
siempre en favor de la perspectiva adoptada por el estado de Israel dejando a Sarah, como personaje (y sobre todo como personaje que sirve de eje para el lector), sembrada de dudas. (Podéis agrandar la imagen de los ejemplo siguientes pinchando en ella, para así seguir los diálogos de las viñetas escogidas como ejemplo de esos trucos retóricos)
Claro está muchos de esos argumentos tajantes que en el cómic se dan por
buenos no lo son tanto, ni mucho menos, y sorprende que el personaje de Sarah
nunca se haga nuevas preguntas o plantee contrarréplicas sobre los puntos
oscuros de las respuestas que recibe las cuales sistemáticamente se dan más o menos por buenas implícitamente. Por ejemplo en las más de 200 páginas del cómic toda la referencia que se hace al muro es esta.
Y ya está, no se le dan más vueltas a un tema tan importante. Pues bien, eso se llama propaganda.
De hecho en Una judía americana perdida en Israel el punto de vista palestino simplemente no
aparece, igual que otros aspectos incómodos del conflicto que se silencian por
completo.
En el cómic todos los personajes que proyectan su opinión –salvo, supuestamente, la narradora y también el personaje de un árabe que vive en Israel y aparece brevemente- son
judíos, normalmente moderados y modernos, que aman a Israel. Por ello todo el cómic en el fondo está dedicado a ofrecer el punto de vista oficial
del sionismo, igual que Joe Sacco ofrece el de los palestinos prácticamente en
exclusiva y además suavizando previamente el discurso de los más radicales entre ellos. La diferencia como he mencionado es que lo que en el caso de Sacco
es más o menos honradamente explícito y hasta anunciado en el prólogo en el caso del cómic de
Sarah es sibilino, tramposo, ya que en todo momento se pretende estar haciendo lo contrario. Es decir la autora pretende estar transmitiéndonos una visión “crítica” y llena de dudas sobre el asunto, que en realidad no es tal sino todo lo contrario. Ese quizás es el aspecto más cuestionable de esta obra.
Finalmente tenemos Crónicas de
Jerusalén de Guy Delisle. Álbum de
330 páginas publicado en 2011 con el que este dibujante canadiense afincado
en Francia ganó en 2012 el primer premio en el Festival Internacional de Cómic
de Angulema (un certamen cuyos premios en cierta forma pueden considerarse algo
así como los Oscars europeos del mundo del cómic). En dicho álbum Delisle relata un año
de estancia en Jerusalén de él y su familia entre el verano de 2008 y el otoño de 2009.
Llegados a este punto hay que aclarar un par de
cosas. En primer lugar la pareja sentimental
de Delisle trabaja para "Médicos sin fronteras" y gracias a los viajes en que Guy la acompaña para hacer de “amo de casa” mientras ella trabaja tenemos un par de álbumes interesantes en los que Delisle nos desgrana sus experiencias en los países de
turno (el primero de los cuales fue Crónicas
Birmanas con el que obviamente no nos detendremos hoy).
Por otra parte, ese viaje a Jerusalén de la familia
Delisle coincidió con una fase de invasión de Gaza por parte de los israelíes
entre finales de 2008 y principios de 2009. En aquella ocasión el estallido de
las hostilidades fue debido a lo de siempre: ante el lanzamiento de cohetes desde la franja de Gaza, Israel no tuvo más remedio que iniciar
operaciones militares a gran escala para garantizar su seguridad. En el
transcurso de las mismas murieron 10 soldados israelíes y tres civiles. Mientras tanto el
otro bando fallecieron cerca de 1.500 palestinos y fueron destruidas unas 4.000
viviendas quedando todas las infraestructuras de la zona seriamente
deterioradas. Tras eso llegó la calma, una situación de tregua provisional que duró más o menos hasta dos nuevas fases de enfrentamiento que se vivieron en 2012, seguidas del respectivo alto el fuego que se prolongó hasta la siguiente etapa del enfrentamiento periódico, la cual se vive estos días. Tarde o temprano los choques abiertos actuales acabarán desembocando en un nuevo cese el fuego provisional que volverá a romperse dentro de algunos años, recomenzando el ritual en forma de nuevos lanzamientos de proyectiles por parte de Hamás, seguidas de los respectivos bombardeos y razzias del ejército israelí en Gaza en el transcurso de las cuales
todas las infraestructuras del bantustán casualmente quedarán arrasadas de
nuevo.
En relación con todo lo anterior el cómic de Delisle
es quizás el más “actual” de los que narran la situación en la zona. A nivel
ideológico es un cómic, el de Delisle, moderadamente propalestino pero en
cierta forma podríamos considerarlo como una especie de punto intermedio entre
las visiones comprometidas de Sacco y Gliden, opuestas entre sí. Por ello el
cómic de Delisle presenta puntos fuertes y también otros débiles.
Entre estos últimos quien conozca la
obra de este dibujante y haya leído sus cómics políticos sobre las dictaduras
coreana y birmana o sobre la China en transición al capitalismo observará que
de un tiempo a esta parte Delisle cada vez incluye más elementos puramente
anecdóticos y humorísticos en sus obras. Concretamente, en este cómic sobre
Israel casi la quinta o la cuarta parte del mismo lo pasamos observando gags
jocosos sobre la vida cotidiana de Delisle (cada vez más convertido, por sí mismo, en una temática de sus propios cómics) sus hijos, su mujer, los problemas de Delisle con
el coche, o para encontrar guarderías, niñera y parques para los niños.
Otro punto cuestionable de Crónicas de Jerusalén es que, para bien y
para mal, se centra sobre todo en los judíos. Aparecen bastantes habitantes de los territorios palestinos y
árabes israelíes a lo largo del cómic pero el grueso del mismo consiste, evidentemente,
en una crónica de la vida del dibujante y su familia en la zona judía de
Jerusalén y luego algunas excursiones a ciudades cercanas como Tel Aviv. Todo ello pese a que
durante su estancia en Israel la mujer de Delisle trabajaba en Gaza,
desplazándose periódicamente allí desde Jerusalén, sin embargo Delisle no la acompañaba y
por tanto el dibujante no se centra en mostrar o analizar en detalle la situación
de ese territorio. Por supuesto Delisle nos muestra experiencias sacadas de algunos de sus
desplazamientos por territorio palestino, sobre todo en la zona de
Cisjordania y ciudades como Ramala, pero no
profundiza demasiado en ello.
Vamos ahora con el lado bueno del cómic de Delisle. Básicamente la
conceptualización del conflicto palestino-israelí suele adolecer del mismo
problema que la Guerra Civil española: la reducción a dos bandos monolíticos enfrentados entre sí (republicanos y franquistas, palestinos
y judíos) a los que se asignan el bien y el mal en función del
punto de vista adoptado. Por contra hoy en día sabemos que en el caso español el bando franquista, y sobre
todo el republicano, albergaban en su seno múltiples grupos e ideologías (no
siempre bien avenidas); y lo mismo podría decirse que ocurre en el caso de palestinos e israelíes. No son lo
mismo ni piensan igual los árabes que viven en Israel que los partidarios de
Hamás en Gaza o un miembro de Al-Fatah que viva en Cisjordania. Aunque Delisle
no analiza eso en extenso sí por lo menos permite apreciar la existencia entre
los judíos israelíes de una división interna entre radicales ultraortodoxos -concentrados en diversas colonias, asentamientos ilegales y en ciertos barrios
de Jerusalén- frente al resto de judíos más
“normales” y que viven en ciudades como Tel-Aviv.
Por otra parte Delisle dedica su cómic básicamente a descojonarse
disparando contra todos, como esas mujeres árabes que compran en el
supermercado del asentamiento judío ilegal que se ha quedado con sus tierras
pero les resulta más barato que ir a otro sitio, o unos estudiantes de arte
musulmanes, indisciplinados, pasotas y mojigatos. Pero donde se lo pasa genial es
mostrando el absurdo de la vida en la zona y de las creencias que la sostienen, particularmente
en el caso de los pobladores de Jerusalén, no solo los judíos sino también los cristianos y los musulmanes.
Por ello quizás lo más importante de todo lo que nos muestra Delisle es
que, por
efecto del conflicto y de todo lo que hay detrás del mismo, vivir de forma
normal en la región es casi imposible y que eso se debe sobre todo a la presencia en esa parte del mundo de una masa crítica de verdaderos chiflados -tanto judíos, como árabes, como algunos cristianos- cuya
perspectiva de la realidad resulta absolutamente delirante analizada desde
fuera de forma fría y racional.
Delisle había sido hasta este cómic ante todo un dibujante de la vida
cotidiana bajo dictaduras. En cambio Israel se muestra orgulloso de ser, a
diferencia de los países limítrofes, una democracia tecnológica y socialmente
moderna. Y el caso es que aun así lo que Delisle nos viene a decir es que allí
en los dos bandos -pero sobre todo en el más aparentemente moderno de los
mismos, el bando sionista- la vida y las actitudes de una mayoría de la gente
no son propias de un país "normal" por mucho que se intente disimularlo o ignorarlo.
Finalmente. De cara a esta rápida semblanza falta quizás Not the Israel
My Parents Promised Me de Harvey
Pekar, obra donde el mítico creador, de raíces judías, muestra su desilusión por la deriva del Estado israelí. Pero he decidido dejarlo de lado ya que a la muerte de Harvey en 2010 no estaba plenamente acabado y fue finalizado por el ilustrador JT Waldman.
Aclarado esto creo
que con los cómics aquí reseñados hay material para relacionarse de forma
superficial con la realidad del conflicto de forma relativamente fácil,
indolora e informada. Son cómics maduros incluso en sus manipulaciones y
perspectivas sesgadas. Los cómics de Sacco son quizá los más profesionales y
documentados, no en vano Sacco es a mi modo de ver un periodista que dibuja y
no lo contrario (que en cambio es la tendencia habitual con las novelas
gráficas de temática política
actuales donde dibujante no siempre particularmente bien informados cuentan sus
impresiones). Pero desde luego la perspectiva de Sacco es claramente de
izquierda y propalestina como ya mencioné. Para aquellos a los que eso les
suponga un problema entonces
tienen la obra de Sarah Glidden, la cual refleja el punto de
vista del bando más habitualmente maltratado por las crónicas. Quizás un punto en contra de la obra de Sarah
es que es la dibujante más joven de los tres autores citados hoy. Y eso se nota bastante en el sentido de que lo que
cuenta y cómo lo cuenta a veces
refleja la inmadurez de una chiquilla que se pierde en divagaciones emocionales
que no aportan nada. Por contra la perspectiva tanto de Sacco como de Delisle, con sus
diferencias, es la de dos personas más maduras, que han visto mucho más mundo,
más cínicas, mordaces y con más ojo para detectar matices en
determinadas situaciones o plantear puntos de vista retorcidos y amargos. Al
lado de la perspectiva de esos dos profesionales curtidos el relato de Glidden
destaca quizás por su “inocencia” incluso en sus manipulaciones.
Finalmente el cómic de Delisle toma un cierto partido propalestino pero sobre
todo es una crónica mucho más desde fuera, más ligera, menos comprometida, con mucho humor, de una situación ridícula que ni siquiera entra a
analizar en profundidad para, en
cambio, dedicarse a reírse de sus aspectos absurdos.
Imaginaos la situación. El representante de Israel procede a dirigirse a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo nada más empezar a hablar dice: “Antes de empezar mi discurso querría contarles algo sobre Moisés. Cuando Moisés golpeó la roca y de ella salió agua, pensó que era una buena oportunidad para darse un baño. Se quitó la ropa, la dejó junto a la roca y entró al agua. Cuando acabó y quiso vestirse, su ropa no estaba allí porque ¡se la habían robado los palestinos!".
ResponderEliminarJusto en ese momento un representante de Palestina que también se hallaba presente en el hemiciclo no le deja continuar hablando, se levanta furioso y le espeta al representante israelí: “Pero ¿qué dices?. Una muestra más de cómo los judíos le echan la culpa a los palestinos de todo lo que les pasa. Los palestinos ni siquiera estaban allí hace tres milenios”.
El representante de Israel ni se inmuta, sonríe y contesta: “Efectivamente, amigo mío, y ahora que eso ha quedado bien claro, comenzaré mi discurso....".
Es un chiste.
Tu mejor articulo. Una guerra sin propaganda esta perdida.Tintin y los soviet puede parecer propaganda antisovietica. Mas la realidad es mucjo más dura. Se menciona hambre. ¿Se menciona canibalismo?. Había tanta hambre que se mataba a gente para comerla. Para bien o para mal la realidad superaba al tebeo.
ResponderEliminarVamos a ver, en la Rusia de Stalin (y en la de Lenin) había hambre, persecuciones, deportaciones, purgas… eso es un hecho, luego se pueden debatir las cifras y las motivaciones o el contexto.
EliminarAhora bien habría que diferenciar las críticas que recibía la realidad anterior por parte de intelectuales que se informaban, incluso muchas veces pensadores que inicialmente eran fervientes comunistas o anarquistas y a veces viajaban al país y se desengañaban (Stefan Zweig, John Dos Passos, Panait Istrati) dejando luego testimonios amargos o críticas veladas; frente a las críticas que se hacían por sistema por parte de intelectuales militantes de ideologías opuestas que repetían clichés de forma mecánica (aunque a veces eran ciertos, a veces es probable que los repitieran sin saber si eran ciertos o no porque si no lo hubieran sido los habrían repetido igual ya que el meollo de la cuestión estaba más allá de eso).
Esto es por un lado están los artistas o intelectuales que criticaban a la URSS con sinceridad e información y los que aunque la URSS en ese momento hubiese sido un paraíso habrían formulado las mismas críticas en tanto que la motivación de las mismas era en cierta forma interesada o ideológica. Curiosamente son este segundo tipo de críticas, quizás las más vacías de sentimiento, las que más predicamento encontraban en tanto que en muchos casos acababan siendo subvencionadas por instituciones y editoriales occidentales de tinte liberal con intereses en realizar propaganda anticomunista de cara a fines complejos, por decir algo.
La guerra fría se libró también en el terreno cultural y ahí realmente los autores que criticaban a uno u otro sistema de forma sincera y de forma libre solían tener menos difusión que los que militaban activamente en uno de los bloques y ejercían de pistoleros a sueldo de su respectivo “bando” sin a su vez manifestar hacia ese bando propio ni la mitad de criticismo que se gastaban para desacreditar al enemigo. No se si me explico.
Por su parte en el bando comunista, que gozó de gran predicamente en las élites intelectuales europeas hasta los años 70 al menos habría que criticar la ceguera de muchos intelectuales como Neruda, Alberti o Sartre que ejercían de palmeros de una unión soviética o de un comunismo que no se estaba dando en la práctica cerrando los ojos ante lo que no encajaba.
A ese respecto pongo de ejemplo un cómic, para que la cosa no quede desequilibrada. El que lo encuentre puede darle un vistazo a Tormenta sobre China de Paul Guillon y R. Lecureux. Es un cómic francés de casi 150 páginas, dibujado en los años 50 y publicado en español por la vieja editorial Nueva Frontera en el marco de la colección Totem. El cómic es filomaoísta hasta al vómito y hoy resulta muy ingenuo echando la vista atrás. Sería un ejemplo opuesto a ese de Tintín.
¿Crees que la historia de gente que pasaba tanta hambre que se comía a sus hijos es falsa?. La conoci después de la caida de la URSS.
ResponderEliminarNo, sabemos que se dieron casos de canibalismo tanto en el contexto de la hambruna de Ucrania como luego ya en una situación diferente durante la IIGM en el asedio de Leningrado. Aunque más que las hambrunas (deliveradas o no, que parece que al menos en parte sí lo fueron por intención u omisión) el tema del gulag y la represión política totalmente arbitraria, las purgas, me parecen lo más criticable del período.
EliminarDigo que habría que diferenciar las motivaciones de los que lo contaban porque más o menos sabían que era verdad y los que lo contaban sin contrastarlo porque en el fondo les daba igual que lo fuera o no.
La oposición que se dio hace décadas entre países capitalistas y comunistas es en ese sentido parecida a la que se da en la actualidad entre propalestinos y proisraelíes. Hay quienes toman partido por un bando o por ningunjo de forma sincera y luego quienes trabajan profesionalmente para uno de los dos bandos desprestigiando por sistema al otro. Por supuesto en ambos casos habrá una (o dos) verdades de fondo, pero las motivaciones para pregonarla varían según casos.
Me he leído "Les amandes vertes" (Las almendras verdes) otro cómic sobre la situación en la zona en este caso escrito y dibujado por una pareja de hermanas belga después de la estancia de una de ellas en Palestina. El punto de vista es propalestino aunque algo insustancial e inmaduro y no particularmente bien ilustrado, por decir algo.
ResponderEliminarEstá en auge un cierto subgénero de cómic basado en estos relatos de viaje normalmente realizados por jóvenes europeos de clase media contando su "punto de vista" sobre diversos conflictos en el mundo, las más de las veces sin aportar absolutamente nada nuevo. Es un género demasiado sobrevalorado hoy en día. Pero es lo que hay.
Me gusta cuando te centras en e cómic. En realidad este tipo de cómic no me ha interesado nunca por lo parcial de su visión aunque inclus no intenten serlo.
ResponderEliminarRespecto a este tipo de cómics, ¿qué opinión te merece vals con Bashir? A mi es unapelícul que me gustó, pero también se le nota esa visión israelí, del tipo, éramos muy ingenuos y no sabíamos nada de esto.
Sí, es una película tan interesante estéticamente como retorcida y manipuladora. Al servicio de legitimar la posición israelí aparentemente criticándola pero en el fondo poniendo límites a la responsabilidad al reducirla a la actuación de personas muy concretas (básicamente Sharon, el resto se supone que no sabía nada). Es propaganda, pero una propaganda muy sutil, muy bien envuelta y que juega a ser tu amiga, como pueda serlo Munich de Spielberg o así que me venga a la cabeza "Emperor" de Peter Webber sobre la figura de Hirohito y su papel durante la II Guerra Mundial (otro que oficialmente no sabía nada de nada de nada, el pobre).
EliminarVaya, es lo que pensaba. A mi me gustó mucho la película como digo, sobre todo a nivel estético, pero al mismo tiempo me dejó ese regustillo amargo de saber que algo no está bien.
ResponderEliminarEn este conflicto, y en vista de la desigualdad entre los dos bandos a todos los niveles, me siento muy cercano a la visión de Sacco, que por otra parte, no cae en el maniqueísmo y da pinceladas muy críticas respecto a la sociedad palestina. Quiero decir que al final, una visión neutral no puede dejar de lado "detalles" como el número de muertos, el apoyo internacional, el poder militar o el nivel de vida de cada uno de los dos bandos. Eso no tiene nada que ver con encubrir, disimular o tergiversar los detalles, que es lo que para mí define el panfleto. Los detalles, las anécdotas, los matices... eso es lo que más agradezco y lo que sustenta una narración sólida:son la esencia de la Verdad, si es que usar esa mayúscula no es un absurdo.
ResponderEliminarPD Rolling Blackouts, de Sarah Gliden, es una obra un poco más madura, más honestamente neutral. Demasiado, quizás. Repite alguno de los trucos que tan fantásticamente se describen en el artículo, pero no está mal.