There is one
China-man in Hong Kong, of the name of Afong, who has exquisite taste, and produces
work that would enable him to make a living even in London…
John Thomson en 1872.
Hoy vamos a ver otra galería de fotos de
época, en este caso sobre la China imperial en su ocaso, intentando plasmar
someramente la segunda mitad del s. XIX en la zona.
Al
igual que Japón, China ya había entrado en contacto con los occidentales
durante la Edad Moderna. En el s. XVI los portugueses se establecieron en Macao
y en el XVII los holandeses en Formosa (Taiwan). Pero, durante esos primeros siglos de contacto
con Occidente, China se limitó a un comercio muy superficial con los
occidentales centralizado en el puerto de Cantón (Guangzhou). Mientras tanto en Japón el único puerto abierto a los intercambios con el exterior era el de Nagasaki. A través de esos enfoques aislacionistas y proteccionistas ambos países buscaron, cada uno a su manera, minimizar la penetración en sus mercados de los comerciantes europeos y sus productos.
Llegados
al s. XIX el caso chino se empezó a diferenciar profundamente del japonés. Aunque China y Japón compartían
un trasfondo cultural más o menos común la situación de ambos países en esos momentos era
muy distinta, debido a varios aspectos, como el tamaño o la disponibilidad de
materias primas. Pero sobre todo ambos países se distinguieron por la
diferente actitud adoptada en cada uno de ellos por las élites ante el contacto con potencias
industriales y el consiguiente problema de la necesaria modernización. Si una
vez que vislumbró la superioridad occidental Japón se lanzó sin complejos a un
proceso de cambio a todos los niveles, en el caso chino reservas respecto a la occidentalización se mantuvieron hasta el último momento.
Esto
llevó a que al final China, un país mucho más grande, poblado y con más
potencial que Japón, no lograse modernizarse o industrializarse con la rapidez
necesaria. De hecho la modernización e industrialización de China fue un proceso que se desarrolló esencialmente
con posterioridad a la IIª Guerra Mundial, mientras que en el caso japonés sí
que se produjo una modernización del país durante el último tercio del s. XIX.
Ese es el
decorado general. Así pues el gigante amarillo, antaño la gran potencia de Asia, se
hallaba durante el s. XIX convertido en el “enfermo de Asia”, es decir en
cierta manera un equivalente oriental del Imperio turco, también antigua gran
potencia en declive y víctima de las ambiciones de otras nuevas potencias más
modernas y pujantes.
En esa China decadente
comenzaron a penetrar los europeos desde aproximadamente 1840. Todo comenzó cuando
el gobierno chino intentó controlar la entrada de opio exportado desde la India
británica, lo que desencadenó el estallido de la Primera
guerra del opio
(1839-1842) entre China y Gran Bretaña. El conflicto terminó, como no podía ser de otra forma, con
la derrota china. Luego, casi quince años después de esa primera guerra estalló
la Segunda guerra del opio (1856-1860), en la cual también participó
Francia. Durante la misma, gracias a la superioridad de su armamento y sus
tácticas, soldados
franceses e ingleses entraron en Pekín e incendiaron el Palacio de Verano del
emperador.
Al
final, como consecuencia de la primera de estas guerras China se vio obligada a
ratificar el llamado Tratado de Nanking (1842) -mediante el cual Inglaterra se
anexionó el estratégico enclave de Hong Kong- y,
tras la segunda guerra, el Tratado de Pekín (1860). Además, por aquella época, a esos
dos tratados humillantes se añadieron otros acuerdos firmados entre China y el resto de grandes potencias
del período. Ese fue el caso del Tratado de Aigún (1858), acordado con Rusia
por el cual China le cedía en la práctica el control de casi toda Manchuria.
De
todas formas en general puede decirse que el colonialismo europeo en la zona más
que hacia la ocupación de territorios –como fue el caso de África o del SE de Asia- se orientó
a aprovechar la debilidad del gobierno central chino de cara a arrancarle
progresivamente concesiones comerciales ventajosas para los intereses occidentales. China se vio obligada así a
abrir su mercado interno y permitir a los comerciantes de diversos países establecerse en una docena de ciudades portuarias. En las mismas esos comerciantes occidentales edificaron barrios propios, ajenos a la jurisdicción china, desde los cuales podían exportar productos a todo el resto del territorio del país casi sin trabas arancelarias. Los chinos pagaron,
además, grandes indemnizaciones de guerra y el control de lo recaudado en las
aduanas del país –cuyos aranceles, como se ha dicho, se limitaron o eliminaron en el caso de los productos
occidentales- pasó en parte a manos de los ingleses y franceses como un pago
más dentro de las indemnizaciones de guerra.
En adelante China, cada vez más decadente, quedó encajonada entre las áreas de influencia
de varias potencias. Por el Sur la influencia de los franceses se hizo sólida
tras la colonización de Indochina por parte de estos. Por el Norte China quedó
expuesta a la expansión rusa que en el siglo XIX sustrajo a la soberanía china
unos tres millones de kilómetros cuadrados. Mientras tanto los
intereses mercantiles de ingleses y en menor medida de otros países como
Alemania o, más adelante, EE.UU. se extendían por el resto del país.
Como si los problemas anteriores fuesen pocos, con el tiempo al resto de países extranjeros
que intentaban depredar el territorio chino se sumó también Japón, ya convertido en una nueva potencia
regional tras completar con éxito su proceso de industrialización. Al final, en 1894, también Japón
entró en guerra con China por disputas sobre Corea. Los japoneses
vencieron rápidamente y obligaron a los chinos a firmar el Tratado de
Shimonoseki (1895) por el que China cedía Taiwan, también la península de Liaotung
(luego devuelta) y reconocía la independencia de Corea (hasta entonces una
especie de reino vasallo) que pronto caería a su vez bajo el control japonés.
Tras
este último golpe el gobierno chino, enfrentado a la triste realidad, empezó a
proyectar frenéticamente la occidentalización. Pero las potencias europeas no
estaban dispuestas a que China se consolidase demasiado pronto. Además por entonces una sociedad secreta china, los boxers, un colectivo profundamente xenófobo y nacionalista, desencadenó una
insurrección en 1899. Las legaciones diplomáticas occidentales fueron cercadas
y murieron unos 300 extranjeros. Usando eso como excusa las
potencias europeas, aliadas temporalmente con Japón y con los EE.UU., enviaron
una fuerza internacional conjunta contra los insurgentes, que fueron derrotados.
Como represalia posterior los países vencedores impusieron controles más severos todavía al
gobierno chino y el pago de una nueva indemnización.
Una
vez que el mito de la gran China se había desmoronado, quedó claro que la
renovación pasaba por el derrocamiento del trono y la instauración de una
república. Con este convencimiento Sun Yat-sen fundó en 1894 una “Sociedad
para el renacimiento de China”. Poco a poco apoyándose en la burguesía
nacionalista y en amplios sectores populares la sociedad creada por Sun Yat-sen
organizó diversos movimientos insurreccionales encabezados por sus partidarios. Finalmente el 10 de octubre de 1911
comenzó un levantamiento que provocó el derrumbamiento de la dinastía manchú en
el poder. Acto seguido se proclamó la República China, pero casi inmediatamente
la naciente República cayó bajo el control del general Yuan Shih-Kai quien implantó lo que resultaba en la práctica una dictadura militar. Ese fue el principio de una
situación de caos y guerras internas por el poder que se prolongaron hasta el
final de la IIª Guerra Mundial con la implantación del comunismo en el país.
Con todo ese contexto como decorado de fondo la fotografía llegó
a China en cronologías parecidas a las de otros lugares de Oriente como Japón o
la India, más o menos ya bien entrados los años 50 del s. XIX. Por supuesto llevada a la zona por europeos que, en
el caso chino, se asentaron principalmente en las grandes ciudades de la costa en el
Sur, sobre todo en Macao y más adelante Shanghai. La zona de Hong-Kong, controlada por
los ingleses desde 1842, también fue otro punto de difusión de la fotografía.
De cara a hablar de los pioneros de la fotografía en el Extremo
Oriente hay que hablar antes que nadie de Felice Beato. Quédense con
este nombre porque es uno un fotógrafo que resulta clave para reconstruir el s.
XIX. Personalmente lo considero el Robert Capa de dicho siglo.
Beato nació en Venecia en 1832 pero pronto su familia acabó adquiriendo
la nacionalidad británica. Sin entrar en muchos detalles, las razones por las que Felice Beato es tan
importante son varias. Para empezar fue el hermano de otro fotógrafo semidesconocido
hasta época reciente llamado Antonio Beato quien en edad adulta afrancesó su nombre
convirtiéndose en Antoine Beato y realizó una obra bastante interesante
fotografiando el Egipto de la IIª mitad del XIX y la buena sociedad de El Cairo
y otras grandes ciudades de la zona, además de acompañar a su hermano en algunos
de sus viajes.
En segundo lugar Felice formó sociedad durante algún tiempo con el gran
fotógrafo inglés James Robertson. James se casó con la hermana de Felice (y de
Antonio) y durante algún tiempo pasó a ejercer de socio y mentor. Juntos viajaron a
Constantinopla y durante un tiempo Robertson y los dos hermanos Beato realizaron abundantes, aunque mayormente insustanciales, series de fotografías del mundo
turco y Oriente Medio. Tras estallar la Guerra de Crimea (1853-1856) Felice y
Robertson viajaron a la zona y allí
Robertson presentó a Felice ante Roger Fenton, el fotógrafo que con su
cobertura de dicho conflicto bélico Crimea prácticamente inauguró la fotografía de
guerra. Aquella experiencia cambio a los tres hombres.
Algún tiempo después Felice se independizó de la batuta de Robertson
e inició una carrera en solitario. Además también cambió en parte su estilo. En
adelante ya no solo se limitó a fotografiar paisajes o realizar retratos de
ricos hombres de negocios y dignatarios sino que, de vez en cuando, por su
cuenta, Felice empezó a retratar conflictos bélicos. Aspecto éste último que convierte su legado fotográfico en particularmente valioso e informativo.
En los años siguientes Felice viajó a Oriente. Primero a la India donde
realizó una brutal cobertura de la Rebelión de los cipayos en 1857 mostrando a
las claras el caos y los destrozos que producía la guerra, sobre todo en el bando
perdedor (no lo hacía debido a una preocupación real por los derrotados sino como forma de resaltar el poderío del ejército británico; aún así gracias a ello su trabajo, aunque propagandístico, se dotó de un verismo inusitado para la época). De hecho Felice se convirtió en uno de los primeros fotógrafos de la
historia -junto con el rumano Carl Baptiste de Szathmary y el estadounidense Alexander Gardner- en mostrar cadáveres de combatientes en sus fotografías.
Tras eso Beato se trasladó a China a documentar el final
de la Segunda guerra del opio (1856-1860).
Más adelante Beato regresó fugazmente a Inglaterra
para a continuación embarcarse rumbo a Oriente de nuevo. Era 1863 y esa vez el destino fue Japón, país en el que la historia de Beato continuaría, formando por
entonces sociedad con otro creador importante del período, Charles Wirgman.
Pero eso lo veremos en otras entradas de este blog.
Por de pronto hoy nos basta quedarnos con la idea de que
la estancia de Beato en China en 1860 supone prácticamente el despegue de la
fotografía en dicho país. Por entonces otro fotógrafo británico llamado William
Saunders también se hallaba desplazado en dicho país para cubrir el final de la Segunda guerra del opio. Pero realmente fue Beato y no Saunders el primer fotógrafo en recopilar una obra fotográfica de
importancia e impacto sobre China.
Con posterioridad el testigo de Beato lo tomaron otros occidentales,
ingleses en todos los casos, empezando por el propio Saunders (quien luego también
viajaría a Japón). Sin embargo el más destacado “sucesor” de Beato fue un escocés llamado John
Thomson [exacto, sin la letra “p”] (1837-1921).
Thomson se había curtido como fotógrafo en la India y
sobre todo en las selvas de Thailandia, Malasia y Camboya, convirtiéndose en el
primer fotógrafo en documentar los templos de Angkor, actualmente Patrimonio de
la Humanidad. Ese tour, durante el que además fotografió a los principales
dignatarios de las cortes de la zona y ciudades como Bangkok o Saigón, ya le
convierte por sí solo en uno de los fotógrafos de referencia de cara a
visualizar el pasado histórico en el Sudeste de Asia. Pero el destino de
Thomson era China, país al que llegó en 1868.
Si Beato resultó ser un fugaz e infiel pionero que apenas
permaneció en China un año, John Thomson (quien acabó siendo conocido como
“China” Thomson) resultó un amante más fiable. Permaneció cuatro años en China,
atreviéndose a penetrar hacia regiones remotas del interior. Tan amplia e
importante fue la serie de fotografías realizadas durante ese tiempo que en adelante a
ojos de Occidente Thomson se convirtió en el fotógrafo de referencia sobre China. Consiguientemente su obra fue la que durante los siguientes años hizo soñar en Europa con la imagen de una China tradicional y exótica -también un tanto falsa, folclórica e idealizada- que estaba próxima a desaparecer definitivamente como resultado de los grandes cambios que se avecinaban. En todo caso su éxito tenía explicación. Fijaos por ejemplo en la calidad estética de la imagen superior, una de las muchas captadas por Thomson.
Tras abandonar China y regresar a Inglaterra
Thomson se convirtió en un respetado fotógrafo con una amplia clientela de clase alta, aunque eso no le impidió dedicarse ocasionalmente a retratar por su cuenta las condiciones de vida de los barrios marginales y los estratos sociales más desfavorecidos de la ciudad. De esa forma se convirtió en uno de los precursores del moderno fotoperiodismo urbano,
precediendo a otros pioneros de ese campo, como Jacob Riis, en casi una
década.
Pero lo que hoy nos interesa es China. Habréis
notado hasta aquí que no he citado a ningún autóctono. Realmente, por la razón
que sea, en China no produjo demasiados fotógrafos importantes hasta hace
unas décadas. Pero alguno ha existido. El
referente local durante el s. XIX sin duda fue Lai Afong (1839-c.1890), un
fotógrafo local activo en el período 1859-c.1890, del que no se conoce mucho
más. Al margen de él quizás se podría citar también a un tal Liang Shitai del
que existen aún menos datos.
De todas formas el balance de los fotógrafos locales
durante el XIX y principios del s. XX desemboca en dos fracasos. En
primer lugar Afong y Shitai trabajaron sobre todo para comerciantes y altos funcionarios europeos o bien clases altas
locales. No viajaron por el país tomando imágenes de los diversos estereotipos regionales, ni tampoco retrataron los grandes conflictos del período. Eso les imposibilitó de cara a pasar de meros retratistas de funcionarios, ya que en el fondo su obra no posee ni variedad en los temas, ni un profundo interés
etnológico, ni tampoco una calidad artística especial. Por otra parte esos primeros
fotógrafos chinos intentaron en un primer momento incorporar a sus
fotografías algo de la tradición paisajista de la pintura tradicional china (de
la que también habría que hacer una entrada un día de estos, tantas cosas que
contar y tan poco tiempo…), pero realmente sus fotografías no alcanzaron un
gran nivel estético más allá de algunas vistas panorámicas de ciudades
(compuestas por varias fotografías tomadas desde lejos y unidas entre sí, como la que se ve un poco más arriba)
realizadas por Afong.
Al final, resumiendo, más allá de esos dos fotógrafos locales conocidos
y algunos otros imitadores autóctonos anónimos y de escaso número, la fotografía no
interesó demasiado en China por aquella época. El primer manual de fotografía
traducido al chino es de 1873 y ni siquiera lo tradujo algún fotógrafo chino
occidentalizado sino un doctor inglés que residía en Beijing.
Para informaros con
más profundidad sobre estos temas tenéis libros como el de Burton F. Beers, China
in Old Photographs 1860-1910; o el de Nigel Cameron, The Face of China: as Seen by Photographers
and Travelers. 1860-1912. Ambos libros tienen unos 35 años, pero no estamos
hablando de un campo de conocimiento donde se esperen grandes descubrimientos,
más o menos lo que se sabe es lo que hay. Por otra parte, ya centrándonos en España, la Red Navarra de Estudios
Chinos ha organizado un par de exposiciones en el último lustro sobre
fotografía histórica china.
Dicho todo esto, espero que podáis ahora saborear como se
merece una galería de algo más de cien fotografías que viene a continuación y, pienso, condensa
bastante bien el resto del material existente que he podido visualizar, a la vez que nos ofrece una panorámica de la China del período.
A través de las imágenes se adivina una nación frágil, en
proceso de cambio y con la dinastía "manchú" Qing (1644-1912) muy debilitada. El arco
cronológico concreto abarcado por las fotografías va más o menos desde 1860 hasta
1912. Esa última fecha considero que es un punto de corte parecido al que
supone la Iª Guerra Mundial para el mundo occidental. Consiguientemente no
recogeré imágenes posteriores, que además también resultarán más accesibles
para el neófito. En cambio las que aparecen aquí ya no son tan fáciles de
encontrar y mucho menos con una calidad aceptable (aunque alguna imagen os parezca
demasiado nítida para aquella época os aseguro que todas pertenecen al s. XIX o
a esos primeros años del s. XX; todo lo más algunas fotografías han sido
ligeramente aclaradas, se ha aumentado el contraste o eliminado sombras para
observarlas con toda la nitidez posible que permiten). Como siempre si hacéis
click en ellas podéis ampliarlas en la mayoría de los casos y en el nombre de
cada una como archivo a veces vienen algunos datos precisando el lugar y/o la
fecha en que se tomó la imagen.
A lo largo de la galería se aprecian algunos detalles
interesantes. Para empezar, como ya se ha dicho, en China no se desarrolla una
verdadera industria de la fotografía, quedando restringido su uso a algunos
fotógrafos, sobre todo europeos, residentes en las grandes ciudades de la
costa. Al comenzar el s. XX en el interior del país y en la sociedad China en general la fotografía -y sus usos relacionados, como la prensa- seguían
siendo algo ajeno y extraño. Además, como ya se ha dicho China era por entonces un país y una
sociedad con demasiados problemas y que inicialmente no se modernizó con éxito. Con el tiempo en este blog –espero- dejaré algunas galerías de imágenes
del Japón del período y llegado ese caso veremos que en Japón la fotografía sí
se expandió hasta convertirse rápidamente en una industria al asentarse sobre una
sociedad con mayor poder adquisitivo y que se occidentalizó mucho más rápido y
con más éxito que China.
Por todo ello el contraste
en múltiples aspectos entre los caminos históricos divergentes escogidos por China y Japón
resulta muy interesante. La cuestión es que a través de la fotografía van a poder apreciarse muy
bien esas diferencias en aspectos clave, como la fisonomía de las ciudades por
ejemplo.
De hecho a través de la fotografía se pueden rastrear a primera vista
peculiaridades de grandes áreas culturales. En este blog ya llevamos unas
cuantas galerías. Si uno observa por ejemplo algo de la fotografía de época
sobre el Imperio ruso de época de los zares deberían llamar inmediatamente
la atención los enormes contrastes entre campo y ciudad, entre la zona
europea y la asiática de Rusia, así como también la diversidad de etnias
concentradas en algunas partes de dicho imperio. En el caso de las fotografías
sobre el mismo período en la India colonial ya en su día puse el acento sobre
los brutales contrastes sociales y las enormes diferencias entre el lujo de la
élite y la pobreza de las clases bajas. En lo tocante a Japón me sorprendió bastante encontrarme ante algunas fotografías -aunque representasen un pequeño porcentaje del total- con un fuerte contenido sexual, explícito o
bien sugerido, en fechas muy tempranas.
Digamos que cada cultura y cada país no puede evitar dejarse un trocito
de su alma en las fotografías que sus habitantes realizan o en las que posan. Pues
bien, en el caso chino a través de las fotografías de época hacen acto de presencia también la miseria o los contrastes entre ciudad y campo, pero resulta más llamativa otra cosa muy específica. Lo que más me
ha llamado la atención (no solo del centenar y algo de fotografías que he escogido para
mostraros sino de los varios miles más que he estado visualizando) ha sido la
presencia de la violencia. Una violencia a veces retorcida, insensible, brutal
y sin parangón.
En este blog intentaré enseñaros también imágenes de Corea, Birmania, el
Tíbet o el mundo árabe de la época, pero respecto a ninguno de esos lugares me
he encontrado con fotografías de torturas y violencia tan numerosas y
explícitas como las que existen para China. Es una auténtica barbaridad la
cantidad de fotografías de prisioneros sometidos a escarmiento público y de
ejecuciones, torturas, desmembramientos en vida y cosas así que documentaron
en su momento algunos fotógrafos. Sin duda se trata de un síntoma que nos habla a su manera de la China del período aquí tratado. Por lo demás se trata de un tipo de material que ni hoy en día debería mostrarse en
pantalla. De hecho AVISO: por sistema he dejado ese tipo de fotografías fuera
de mi selección, pero de cara a mostrar de qué estoy hablando he añadido
algunas al final de la serie. Llegado un punto, para empezar, podréis ver
algunas fotografías de los llamados “pies de loto”; el famoso vendado chino de
pies que se realizaba a algunas niñas. Era una práctica un tanto desagradable
que pese a ser prohibida formalmente por los manchúes en fechas tempranas en la práctica continuó realizándose hasta entrado el s. XX. Tras un par de dichas fotos que pueden
resultar un tanto repulsivas, aunque no tanto, es cuando he añadido algunos ejemplos gráficos sobre la violencia y la represión presentes en la vida cotidiana de la
China de la época. Aviso para que los más sensibles paren de darle a la
ruedecita del ratón en ese punto y no sigan bajando.
En todo caso antes de llegar a ese incómodo lugar hay otras 90
fotografías más o menos, muy interesantes, bellas o ilustrativas. Veremos
paisajes, fortalezas militares, interiores, posados de grupo, atuendos
nupciales, funcionarios imperiales, eunucos, actores, gente de la calle,
acróbatas, pagodas, murallas y hasta una foto de Zhan Shichai el Yao Ming de su época. Un chino de casi dos
metros y medio de altura que vivió en la segunda mitad del XIX y que demostró una gran inteligencia, a
diferencia de otros pobres gigantones de su época (la mayoría de los cuales
llevaban una vida de monstruos de feria y morían jóvenes producto de enfermedades
cardíacas o el deterioro óseo, como fue el caso del español Agustín Luengo). Zhan viajó por el
mundo bajo el apelativo de “Chang, el gigante chino”, aprendió diez idiomas,
ganó mucho dinero y acabó fijando su residencia en Inglaterra debido a su matrimonio con una
británica que le dio dos hijos y con la que vivió una vida relativamente
agradable y feliz.
Increibles fotografias, gracias por compartirlas.
ResponderEliminarMe fascina la China del S. XIX y jamas entendere como pudo verse sometida a Japon cuando sobre el papel tenia muchas mejores condiciones para convertirse en una Superpotencia que sus vecinos.
Más material aquí:
ResponderEliminarhttp://redchina.es/imagenes-de-china-en-lafayette-digital-repository/
Efectivamente, Japón estaba más dispuesto a la transferencia de conocimientos, mediante el contacto con las potencias de Europa (bueno, con Gran bretaña, concretamente), gracias a esa apertura, la industrialización de Japón comenzé en la segunda mitad del siglo XIX, siendo una de las conquistas de la restauración Meiji, que supuso además la disolución del shogunato Tokugawa. Es decir, Japón comenzó a industrializarse apenas 5 o 6 décadas luego de los Británicos, que se consideran como los pioneros de la industrialización, no solamente en Europa sino en el resto del mundo (La revolución industrial comenzó a finales del siglo XVIII); así, los nipones fueron con mucho los primeros en industrializarse en todo el lejano oriente (Si sacamos a Rusia de ese contexto geográfico).
ResponderEliminarEn cambio, la industrialización en China es un legado maoísta, es el llamado "gran salto adelante" de 1958; hasta entonces la economía China continuaba siendo fundamentalmente agraria y este giro de 180 grados trajo consigo grandes hambrunas, protestas y sobretodo, muchas muertes.