Un cuerpo hermoso, en consecuencia, es tanto más hermoso cuanto
más blanco es.
En una entrada anterior vimos lo inasibles que resultan para nosotros diversos aspectos del pasado remoto, así como algunos ejemplos de la pretenciosidad de nuestros esfuerzos a la hora de recrear dicho pasado. Hoy vamos a centrarnos en el color.
La frase que he elegido como cita para abrir esta entrada en obra de Joachim Winckelmann (1717-1768). Winckelmann,
como Giorgio Vasari en el s. XVI o Jacob Burckhardt en el s. XIX, fue uno de
esos intelectuales y teóricos que asentó ideas centrales en nuestra imagen del
pasado en unos momentos en que el discurso académico sobre el mismo aún no se había formado del todo. En el caso concreto de Winckelmann estaba
convencido entre otras cosas de que el color blanco puro era constitutivo del
ideal de belleza de la antigüedad y su punto de vista ejerció una influencia
considerable en el arte (y la estética opuesta al bronceado) del siglo XVIII y parte del XIX; y todo ello a su vez la
ejerció sobre el cine de buena parte del s. XX, derivando finalmente ese conglomerado de ideas en la
formación de una cierta imagen colectiva sobre el pasado, basada en ciertos tópicos, que llega hasta
nuestros días.
Todo empezó
antes. La Historia del Arte actual utiliza el concepto “clásico” para referirse a
los momentos de mayor esplendor o plenitud de un movimiento o estilo artístico
y, en un sentido más amplio, para referirse al arte grecorromano. En general en la antigua Roma el sentido del concepto “classicus” era el de calidad, algo
digno de mención y de ser imitado. En base a ello para los romanos el arte “clásico” como tal era el
arte griego desarrollado desde el incendio de la Acrópolis de Atenas por los
persas (480 antes de nuestra era) hasta la muerte de Alejandro Magno (323 a.n.e).
El caso es que en el s. II a.n.e. los romanos conquistaron el territorio griego; dicha conquista implicó que multitud de
obras griegas, sobre todo estatuas, afluyeran a Roma producto del saqueo. De entre ellas los romanos despreciaron el efectista arte helenístico y
el primitivo arte de la etapa arcaica y se centraron en coleccionar obras de
los siglos V-IV a.n.e. considerando, como se ha dicho, que el arte griego de esos momentos concretos era el modelo sobre
el que en adelante se debía edificar el modelo de prestigio del arte romano. Tras eso empezaron a copiarlo compulsivamente en lo referente a las artes plásticas limitándose a innovar en cuanto a la arquitectura.
Más adelante, en las primeras etapas del mundo feudal, la cultura
monástica cristiana intentó conservar el legado cultural grecorromano (en
Occidente sobre todo el de base latina), aunque despojándolo en gran medida de sus
elementos paganos, manteniendo el caparazón pero renegando en gran medida de diversos postulados centrales de su legado estético, como por ejemplo el antropocentrismo o el naturalismo. Al final de
la época medieval el amplio movimiento cultural del Humanismo, sobre todo en
Italia, recuperó entre otras cosas el interés por un arte más centrado en la
figura humana antes que la divina. Y en parte de esa fuente surge el Renacimiento
como plasmación en pintura, escultura y arquitectura, del pensamiento humanista
(el cual afectó otros campos como la ciencia política, la filosofía o la
literatura).
Durante el Renacimiento diversos grandes
artistas como Miguel Ángel se beneficiaron del amplio legado histórico
italiano, rico en vestigios del mundo romano (y también del griego en la parte Sur de la Península), para obtener inspiración a partir de
algunos de esos restos y ruinas. Por entonces la arqueología o la historia no
eran lo que son hoy, de hecho en cierta medida no existían como verdaderos
campos de estudio académicos, y lo que se conocía del arte del mundo antiguo,
esencialmente en su etapa grecorromana, era bastante poco (los restos de Pompeya y Herculano, donde quizás los artistas del Renacimiento habían podido comprobar la importancia del color sobre piedra en el arte del mundo antiguo no fueron explorados hasta dos siglos más tarde). Por tanto aquellos artistas se
giraron hacia su alrededor y observaron las estatuas que habían sobrevivido de
aquel pasado lejano (el Laooconte descubierto hacia 1506, un Apolo descubierto en 1495, el Torso Belvedere descubierto unas décadas antes) así como los restos de los foros romanos devastados por siglos de
destrucciones y de ser usados como cantera improvisada. Sin darse cuenta de que
todas aquellas obras habían llegado a ellos deterioradas por el
paso del tiempo y la climatología los artistas del Cinquecento asumieron que
dichas obras habían tenido siempre la
ausencia de color que presentaban en aquel momento. La impresión que se llevaron, por tanto,
es que el mundo clásico parecía ser un mundo esencialmente de mármol blanco y piedra desnuda, un
universo cromáticamente pulcro y frugal donde las proporciones y la
armonía de las formas lo eran todo en términos estéticos. De esta forma se fijó en
el arte occidental, entre otras cosas, el gusto por los muros desnudos de decoración y la pureza del mármol
blanco, utilizado a partir de ese momento en escultura y arquitectura por los
artistas no sólo renacentistas sino también por diversas corrientes
posteriores.
En concreto esa visión llegó, como hemos
visto, al s. XVIII momento en que el término
“clásico” se extendió definitivamente por el mundo para designar las obras
maestras griegas y romanas en general. Para entonces la visión ya establecida
de un pasado marmóreo y blanquecino influyó en el arte Neoclásico desde el que llega
prácticamente a la actualidad, al menos a nivel de creencia popular siguiendo
el camino citado.
Sin embargo hoy en día
sabemos de forma incontestable que en la antigüedad clásica los monumentos y
las estatuas estaban pintados de vivos colores. En la década de 1780 se publicó The Antiquities of Athens, donde el anticuario Richard Chandler revelaba por primera vez la posible presencia de policromía en las obras de arte griegas. Poco después ese hecho era confirmado por las observaciones de Louis Fauvel, cónsul de Francia en Atenas. Sobre esta base, a comienzos del s. XIX, diversos investigadores académicos descubrieron las huellas
de distintos pigmentos en numerosas figuras de mármol durante excavaciones
en Atenas y Roma. Además, fruto de movimientos como el positivismo, o el gusto por lo exótico propio de la etapa romántica, esos
mismos investigadores fueron capaces de dejar atrás sus prejuicios para admitir que las fuentes literarias refrendaban de forma incontestable
el coloreado sistemático de estatuas y edificios (como cuando Plinio el Viejo apuntaba en el Libro 35 de su Historia Natural: "este era el Nicias del que decía Praxíteles, cuando se le preguntaba qué obras de mármol merecían su consideración más alta, que aquellas en que Nicias ha metido su mano, tanta era la importancia que atribuía a los detalles pintados por este"). Poco a poco, a partir de mediados de siglo, ese conocimiento fue recogido fuera del marco académico e incorporado a sus propias obras por parte de escultores como John Gibson o Charles Cordier, algunos pintores como Ingres o los prerrafaelitas y, con el tiempo, esa certeza se ha convertido en un lugar más o menos común que incluso el cine, las series de televisión o el cómic están empezando a
incorporar en la actualidad. Pero aun así
todavía dicho concepto está relativamente poco difundido porque durante mucho tiempo fue en cierta forma patrimonio de los especialistas.
Por ello una parte del público actual aún desconoce que las antiguas esculturas clásicas elaboradas en madera, y más adelante en mármol o bronce, no estaban pensadas para verse blancas sino para ser pintadas luego. Además los griegos acostumbraban
a pintar los templos (azul, rojo y dorado) y la arquitectura doméstica con
vivos colores. De hecho puede decirse que, en general, el gusto por el color en la arquitectura era una
característica de todas las primeras civilizaciones del Mediterráneo, empezando por Egipto y Creta. Consiguientemente las
edificaciones procedentes de estas culturas (y otras muchas que se inspiraron en su legado, como los propios helenos) estaban concebidas para ser vistas en color. De esa forma no conviene olvidar, por
ejemplo, que el Partenón no solo fue construido en mármol sino también en
bronce, madera, oro y marfil. Al ser iluminado por los rayos del sol la idea
era que partes de su estructura pintadas de rojo, azul celeste y quizás verde, ofreciesen un
espectáculo cromático. También estamos acostumbrados a ver
el Coliseo de Roma con su mármol
cubierto de una capa grisácea formada por la contaminación, pero en el tiempo
de los gladiadores tenía una coloración oro -desde tonos miel a ocre amarillo-
y estaba además decorado en zonas puntuales con frescos que mostraban una increíble gama de colores: rojo y blanco, ocre, azul, rosa y
diferentes tonalidades de verde. Todo ello sumado a múltiples graffitis e incripciones de todo tipo (también soeces) realizadas por los espectadores.
De hecho, en general la inmensa mayoría de todas las edificaciones y obras de arte de la historia estaban
recubiertas de pintura de múltiples colores por fuera y, por supuesto, en las
paredes del interior abundaban los frescos,
inscripciones y decoraciones cromáticas para dar ambiente a la estancia. Eso
ocurría no solo con lo relativo al arte griego y romano sino también con las
portadas de las catedrales medievales, o los templos egipcios o las
edificaciones mesoamericanas.
Es de cajón. En el pasado la gente no estaba tan saturada de estímulos
visuales como lo estamos en la actualidad mediante el cine, los periódicos,
videojuegos, discotecas, etc. Por tanto en la vida cotidiana paradójicamente el
color, como estímulo visual o receptáculo de información, resultaba mucho más
importante de lo que resulta para nosotros. No al revés. No es cierto, como se
creía hasta hace un tiempo, que las culturas del pasado tuvieran una especie de
sentido subdesarrollado de la vista y viviesen rodeados de construcciones con
paredes de piedra desnudas y ropajes mayormente ausentes de colorido. Al contrario. Por ejemplo los colores en las ropas como
símbolo de estatus eran mucho más importantes en el pasado que ahora y los
programas iconográficos en los edificios relevantes resultaban en cierta forma
el equivalente a nuestras señales de tráfico o nuestros programas de televisión
actuales. El color era importante, muy importante en los tiempos pretéritos.
Siempre lo fue, el problema es que ha desaparecido de casi todos los restos que
nos han llegado porque es quizás la parte más vulnerable de los restos
arqueológicos.
En otras palabras, se ha de asumir que el
paso del tiempo, las destrucciones bélicas, incendios, o el deterioro
inevitable producto de la humedad y la falta de cuidados, han borrado para
siempre buena parte del universo cromático que envolvía los grandes monumentos y obras
de arte del pasado. Esta tendencia solo ha empezado a invertirse hace un siglo
cuando por primera vez en su historia el ser humano ha empezado a preocuparse
seriamente y de forma constante por estas cosas. Pero llegado ese momento buena
parte del aspecto visual de los restos del pasado se ha perdido y conviene ser
consciente de ello a la hora de hacerse una imagen mental de cómo podían ser en
realidad los entornos cotidianos en el pasado.
Lo que hoy vemos cuando
contemplamos edificios y obras de arte es solo el aspecto desnudo, erosionado, monocromo,
despojado del enlucido y de la capa de pintura que en su momento de esplendor cubrían esos
restos. Por tanto su aspecto "destintado" actual rara vez es el “auténtico”, aquel según el que fueron
concebidas dichas obras y que ostentaron en su momento de esplendor. De hecho a
los griegos, o los romanos, o los egipcios, les desagradaría profundamente el
aspecto que hoy en día aún mucha gente piensa que tenían sus edificios. Por el contrario la desnudez y sobriedad pétrea que habitualmente pensamos que les resultaban hermosas son producto solo del impenitente transcurso de los siglos; por tanto hemos
convertido en canon de belleza un arte inexistente consistente en ruinas y producto sobre todo de aplicar nuestra imaginación sobre ellas.
Es más -respecto a la inconsistencia de estas impresiones que nos hacemos- en el caso
concreto de la estatuaria griega la mayor parte de la misma nos ha llegado solo
a través de copias romanas, muchas de ellas
realizadas en materiales distintos al original (por ejemplo en mármol cuando el
original era de bronce) y encima a buena parte de esas copias les faltaban partes
de las extremidades al ser recuperadas. Así y todo no hay dudas pese a todo a la hora de
considerar unánimemente a Lisipo como un genio de la historia del Arte pese a
que muy probablemente nadie de los que lo consideran así ha visto jamás una obra realmente suya.
Las que se le atribuyen a él y algunos otros grandes escultores griegos en
muchos casos consisten en copias hechas por los romanos de una supuesta estatua
hecha por el Lisipo de turno; cuya posición definitiva tampoco conocemos
exactamente, con lo que se ha reconstruido de forma más o menos libre la
posición de los brazos o de las piernas; descolorida; y encima tampoco está claro si la
estatua la elaboró en su momento el propio artista o fue obra de alguno de los
múltiples aprendices de su numeroso taller. En suma, creemos que tenemos ante nuestros ojos la Historia con mayúsculas pero en realidad la mayoría de las veces solo
estamos contemplando la segunda o tercera versión de un "rumor".
Este tipo de cuestiones las trataré, si es posible, algún día en
este blog (muchas cosas voy prometiendo, espero que todo llegará). Hoy vamos a centrarnos en la cuestión del color, la cual nos lleva a su vez a constatar un hecho curioso: lo que muchos de esos grandes
artistas unánimemente sacralizados pensaban que era hermoso a parte del público
actual le resultaría vulgar cuando no directamente repelente (no digo que lo sea, digo que podría provocar ese efecto en un público predispuesto a esperar y aclamar un modelo diferente).
En concreto existen muy
pocas restauraciones actuales que se hayan atrevido, aun pudiendo, a recuperar
de forma exacta la gama cromática que originalmente ostentabas ciertos edificios del mundo clásico y otras épocas. No
hay problema a la hora de reconstruir muros que se han caído o imaginar cómo podía
ser el aspecto de una catedral en su momento de esplendor, pero repintar esos
edificios ya es otra cuestión porque el “público” tiene en su mente una imagen
impoluta y desprovista de color y es eso lo que espera encontrar. En el fondo es posible que la estatuaria
clásica con su aspecto auténtico resultase profundamente kitsch y de mal gusto a buena parte del público actual y los turistas (que a fin
de cuentas son los que pagan; aunque a mí
personalmente, ya lo digo, me parece que muchos edificios y obras antiguos como
los que vamos a ver hoy ganan mucho –pero mucho- con su coloreado original, como no
podía ser de otra forma). De hecho entre 1936 y 1938 los famosos mármoles del Partenón fueron sometidos a una polémica limpieza que eliminó una pátina oscura que los recubría y en la que aún se conservaban restos de pintura, de cara a dotar dichas obras del blanco reluciente que se esperaba de ellas.
Muchas veces las expectativas se imponen a la realidad obligando a "readaptar" la segunda para que encaje con las primeras. Como cuando el director artístico de Cleopatra se empeñó en construir uno de
los foros romanos tres veces más grande que el auténtico ya que éste no le
parecía suficientemente impresionante para los estándares del público en el s. XX. Así que lo repetiré una vez más, el pasado es
algo móvil, una reconstrucción a medida que cada nueva generación hace de sus raíces
adaptándola a los gustos y necesidades del momento, manteniendo algunos conocimientos
añadidos por generaciones anteriores y quitando otros. De esta forma se avanza
hacia el conocimiento de la “VERDAD”, pero de forma lenta y como
recorriendo un muelle, dando vueltas una y otra vez a los mismos temas con ligeras variaciones, nunca en línea recta porque eso supondría entre otras
cosas enfrentarnos de golpe a nuestros miedos y vergüenzas colectivos, algo que suelen preferir evitar psicológicamente las sociedades humanas.
De todas formas yo hoy
no acudo con ganas de pelea. Voy a dedicar la entrada simplemente a intentar
proyectar algunas impresiones sobre cómo era la paleta de colores que, tal vez,
poseían las grandes obras del pasado.
Vamos a recorrer diferentes
épocas, por supuesto centrándonos en este caso en Europa y la etapa antigua,
pero no solamente. Será algo muy puntual porque la tarea es titánica, los datos
escasos y mi tiempo limitado. No podremos llegar mucho más allá de algunos ejemplos,
normalmente reconstrucciones por ordenador de edificios y obras concretos, para
hacernos una idea.
Al final la historia no
solo es un relato de guerras, ciclos climáticos, o movimientos demográficos, también
es una sucesión de bandas sonoras y, en este caso, de paletas de colores.
Intuimos que en el pasado, debido a cuestiones ideológicas o prácticas (no
siempre en el pasado remoto todas las culturas tenían a su disposición tintes
naturales o minerales para reproducir toda la gama de colores) cada pueblo o civilización tuvo sus colores predilectos. Por
ejemplo en la pintura paleolítica es fácil fijarse que brillan por su ausencia
el azul y el verde. Este último color era asociado a la inmortalidad por los mayas. Sin embargo para los egipcios, los aztecas o la Francia medieval el azul
era muy importante, como para los romanos distintas variedades de rojo,
mientras que los “fenicios” (del griego phoínikes,
“los púrpuras”) eran llamados así por
los griegos (y por nosotros sus herederos) debido al control que ejercían del
comercio de dicho tinte (en cambio ellos preferían denominarse a sí mismos como
“hijos de Canaán”).
En definitiva, el pasado
en cierta forma fue una película en color y no en blanco y negro, vamos a cerrar
los ojos (bueno, en este caso abrirlo más bien) e intentar imaginarlo por un
momento.
Empezaré por el Egipto faraónico. De esa etapa nos ha llegado
abundante estatuaria policromada así que no es problema admitir ese aspecto.
El problema más bien empieza a la hora de imaginar cómo podía ser la decoración de los templos y palacios, en concreto los colores usados para pintar las fachadas, relieves y columnas, unos elementos estructurales que seguramente siempre estaban recubiertos de vivos colores, no como los vemos ahora decorados solo con el color de la piedra desnuda.
Sabemos que existían una serie de colores “sagrados” y unas normas para combinarlos. Además han sobrevivido algunos ejemplos de pintura del período. Como estos murales en la tumba de Nefertari, una esposa de Ramsés II.
O el techo interior del Templo de Hathor en el complejo de Dendera.
En base a ello se han llevado a cabo diversas reconstrucciones por ordenador de cómo podía ser el aspecto hipotético de los muros e interiores de algunos edificios.
Más relevante es el tema del recubrimiento de las pirámides. Hoy sabemos
que la forma desnuda en que han llegado a nosotros no es la forma original
pensada para las mismas, solo el núcleo erosionado, saqueado y desgastado.
A diferencia de lo que se ve en este fotograma de Faraón (1966) -el por otra parte magnífico filme de Jerzy Kawalerowicz-
o de la pirámide que aparece en Stargate (1994)
resulta que los egipcios en su momento recubrían las
pirámides de bloques pulidos de granito o piedra
caliza blanqueada con cal, tal vez pintada con ocre amarillento en algunos
casos, o quizás decorada especialmente en su punta superior con láminas de
metal que reflejasen la luz del sol o con bloques de alabastro negro. En otros casos se usó un mármol de baja
calidad cuyo color era ya blanco de por sí, aprovechando tal vez para añadir
algunos jeroglíficos e inscripciones en la parte inferior de toda esa cubierta. Todo eso se ha
perdido… como lágrimas en la lluvia podríamos decir. Actualmente solo podemos
ver una pequeña muestra de lo que pudo ser algo de ese revestimiento, ya decolorado, en la parte superior de la
pirámide de Kefrén.
En base a
ello el aspecto original de las pirámides, al menos las más importantes, se
parecería más bien al que se puede ver en este fotograma de Tierra de faraones (1955) referido a la
pirámide de Keops.
O sea, así:
Las pirámides mantuvieron esa envoltura lisa y blanquecina mucho tiempo,en algunos casos hasta época medieval, momento en que el paso del tiempo, las secuelas de algunos terremotos y, sobre todo, la extracción de dicho revestimiento para la construcción de diversas edificaciones en El Cairo musulmán (las grandes pirámides se salvaron solo porque, a diferencia de su revestimiento exterior, los bloques que constituían su esqueleto eran demasiado difíciles de extraer y pesados de transportar para labores de construcción), dejaron definitivamente a las pirámides de Gizah (y otras menos importantes) en el mal estado con que las podemos visualizar ahora.
Incluso las pirámides nubias de Meroe, en el actual Sudán, estaban originalmente policromadas con llamativos colores, aunque hoy ese revestimiento exterior se ha perdido. El núcleo de las mismas, sobre todo en la Necrópolis Real Norte, estaba formado por cascotes y ladrillos, mientras que por fuera se construían con ladrillo rojo que luego era cubierto con una capa de yeso para dar lugar a un acabado exterior liso que se pintaba con colores
Las pirámides mantuvieron esa envoltura lisa y blanquecina mucho tiempo,en algunos casos hasta época medieval, momento en que el paso del tiempo, las secuelas de algunos terremotos y, sobre todo, la extracción de dicho revestimiento para la construcción de diversas edificaciones en El Cairo musulmán (las grandes pirámides se salvaron solo porque, a diferencia de su revestimiento exterior, los bloques que constituían su esqueleto eran demasiado difíciles de extraer y pesados de transportar para labores de construcción), dejaron definitivamente a las pirámides de Gizah (y otras menos importantes) en el mal estado con que las podemos visualizar ahora.
Incluso las pirámides nubias de Meroe, en el actual Sudán, estaban originalmente policromadas con llamativos colores, aunque hoy ese revestimiento exterior se ha perdido. El núcleo de las mismas, sobre todo en la Necrópolis Real Norte, estaba formado por cascotes y ladrillos, mientras que por fuera se construían con ladrillo rojo que luego era cubierto con una capa de yeso para dar lugar a un acabado exterior liso que se pintaba con colores
Vamos ahora
con el mundo grecorromano. Ya he comentado más atrás las cuestiones principales
al respecto, sobre todo el mantenimiento durante mucho tiempo de una visión
popular del mundo urbano clásico blanco y radiante cuando hablamos de un mundo
urbano colorista y bastante sucio y
caótico en las zonas no monumentales, es decir fuera del ágora, foros y
acrópolis de turno. Series de televisión como Rome o Spartacus han
acertado al mostrar ciudades romanas alejadas de la pulcritud marmórea y más cercanas a las paredes y puertas de los lavabos públicos actuales que
a las ilustraciones de los manuales generalistas, los libros de texto escolares, o los peplums clásicos. En
realidad dichos entornos urbanos eran peligrosos, caóticos, sucios y con
paredes siempre llenas de mensajes electorales o anotaciones y dibujos obscenos (sobre
todo esto último, en línea directa con lo mostrado por las excavaciones de Pompeya).
Ese modelo esencialmente romano sin embargo seguramente podía ser extrapolable al Ática del s. V a.n.e. y los siglos posteriores.
Por lo
demás la mejor representación de cómo podía ser la estatuaria griega del
período la encontramos en la infravalorada Alexander de Stone donde en la
escena del asesinato de Filipo se pueden apreciar como fondo una serie de representaciones muy
coloridas de los dioses olímpicos.
Hay que
tener en cuenta que los artesanos del período (porque eran eso, artesanos) no
elaboraban sus estatuas para exponerlas al público por sí mismas como si fueran
esos ridículos artistas conceptuales que ahora subastan sus obras por millones
de euros. Los escultores clásicos enfrentaban su trabajo más o menos con la
misma mentalidad que los fabricantes de macetas o farolas para las calles de
las ciudades actuales. Esas estatuas tenían una función que era decorativa y
simbólica, más allá de eso se trataba de ofrecer un espectáculo estético y
propagandístico ubicado en sitios como los frontones de los templos (y a fin de
cuentas para los griegos ese tipo de construcciones arquitectónicas
a su vez no dejaban de ser en cierta forma otro tipo de “estatuas” grandes). La obra de arte formaba
parte de un conjunto y el conjunto tenía la finalidad primera de resultar hermoso. Para
ello nada mejor que dotarlo de color antes que conformarse con un soso espectáculo
monocromático del tipo que ahora parecemos alabar atribuyéndole una solemnidad y
frugalidad que nunca tuvo la decoración clásica.
Veamos diversas estatuas y relieves griegos comparando la versión que vemos ahora con su posible versión original coloreada.
En cuanto a la plasmación de esta realidad en productos culturales masivos, tenemos ejemplos en juegos como Assassin´s Creed Odyssey.
Si nos vamos al mundo romano, heredero directo del arte griego y donde por tanto los problemas son similares, tenemos aquí un par de propuestas de reconstrucción del famoso Augusto de Prima Porta.
Si nos vamos al mundo romano, heredero directo del arte griego y donde por tanto los problemas son similares, tenemos aquí un par de propuestas de reconstrucción del famoso Augusto de Prima Porta.
En cualquier caso dicha estatua de Augusto -que
luego fue reproducida ampliamente a lo largo del Imperio- quizá fuese a su vez un duplicado hecho
en mármol de otra estatua anterior en bronce y oro y encargada por la
emperatriz Livia a la muerte de su marido. Así que es posible que el punto de
partida de la serie se pareciese a alguna de las reconstrucciones que se han
hecho de un Apolo de Fidias, en este último caso intentando replicar un efecto
dorado que se lograba en el caso griego aplicando betún diluido en aceite. Tal vez muy kitsch para nosotros, ciertamente.
Por seguir
ahora con el mundo romano, vemos debajo de estas líneas la reconstrucción en color del Ara Pacis que se realizó hace poco por
ordenador a partir de los restos de policromía que aún se conservan en el
mármol de este altar (estudiados mediante rayos ultravioleta para detectar la
base orgánica de su preparación y luego compararla con la de otros edificios
romanos y griegos).
Otros
edificios como la Domus Aurea tenemos
que imaginarlos en base a ese patrón de colores en su decoración. También los famosos arcos de triunfo y columnas romanas con relieves estarían decorados con vivos colores en ocasiones. Por ejemplo hace poco se ha propuesto después de años de estudio una posible reconstrucción de la policromía original en la Columna Trajana tal que así:
Incluso las fortificaciones romanas estarían pintadas, muy particularmente algunos relieves propagandísticos presentes en algunas de sus partes (se han encontrado pigmentos hasta en el muro de Antonino).
En cuanto a la decoración interior, quizás el problema es que los romanos añadían aún más aditamentos que los griegos a sus construcciones palaciales y domésticas, incluyendo importantes programas de frescos en las paredes interiores, también muchos mosaicos en los suelos, la mayoría de todo lo cual (sobre todo lo referente a la pintura) se ha perdido.
Aquí debajo una muestra de la posible coloración original de los famosos guerreros de Xian. Sabemos que esas esculturas de terracota contaban originalmente con una rica policromía recubierta de laca, pero toda esa capa se perdió por oxidación al cabo de unas pocas horas de exposición al aire en el caso de las figuras recuperadas en las primeras excavaciones, razón por la que en su momento se pararon los trabajos en el sitio arqueológico. Solo muy recientemente científicos chinos parecen haber dado con la clave para solucionar ese problema.
Incluso las fortificaciones romanas estarían pintadas, muy particularmente algunos relieves propagandísticos presentes en algunas de sus partes (se han encontrado pigmentos hasta en el muro de Antonino).
En cuanto a la decoración interior, quizás el problema es que los romanos añadían aún más aditamentos que los griegos a sus construcciones palaciales y domésticas, incluyendo importantes programas de frescos en las paredes interiores, también muchos mosaicos en los suelos, la mayoría de todo lo cual (sobre todo lo referente a la pintura) se ha perdido.
Llegamos
ahora al medievo europeo. Voy a empezar con un ejemplo muy sencillo procedente
de El nombre de la rosa y la famosa
portada románica del misterioso monasterio protagonista silencioso de dicha novela.
La portada que originalmente inspiró a Umberto Eco para imaginar ese elemento de su libro fue la de San Pedro de
Moissac en Francia, en concreto el programa iconográfico románico elaborado a
inicios del s. XII en la portada Sur de dicho edificio.
En la
celebérrima película de Jean Jacques Annaud se realizó una reproducción de la portada anterior ligeramente modificada.
Pero, pese a
que el libro y la película son un festín de erudición, no puede uno dejar de
pensar que ahí falla algo: no hay color. Nos hemos acostumbrado a ver la parte
arquitectónica o de relieves del arte medieval, sobre todo el románico, como sinónimo de una
acumulación de piedras talladas desprovistas de color.
Lo cierto
es que, para empezar, una vez más existen (relativamente) abundantes ejemplos supervivientes
de policromía románica (no digamos ya gótica, por ejemplo en la Sainte Chapelle de Paría) en tallas y esculturas de madera o piedra de origen
medieval.
Eso nos
lleva a revisar el programa escultórico en piedra de los edificios y a deducir
que seguramente pórticos o capiteles también se coloreaban. Pero de hecho no
necesitamos ni deducirlo porque han sobrevivido algunos ejemplos sueltos sobrevivientes en partes de las decoraciones del Duomo y la basílica de San Zeno en Verona, en el Baptisterio del Duomo de Parma; dispersos ejemplos en las catedrales de Berna, Lausana y Fribourg en Suiza; también es el caso de la portada sudoeste de la basílica de Saint Servais en Maastricht. O, centrándonos en España, las portadas de Santa María de Aranda de Duero, pero sobre todo de Santa María de Deba.
También en cierta medida la portada septentrional de la catedral de León. El Pórtico del Paraíso de la colegiata de Santa María de Toro.
Y eso no pasaba solo con las portadas exteriores sino también con los muros interiores como podemos observar en esta reconstrucción del edificio prerrománico de San Julián de los Prados.
Hoy sabemos por tanto que no solo la escultura en madera sino también en piedra de época medieval así como los relieves arquitectónicos y muchas paredes de los templos del prerrománico, el románico y, sobre todo del gótico (momento en que se generaliza verdaderamente la práctica a la vez que ganaba variedad la gama tonal usada) presentaban con frecuencia un acabado policromo con orígenes paganos y que fue adaptado a las necesidades litúrgicas del cristianismo. Un buen ejemplo lo tenemos en España en la iglesia románica catalana de San Clemente de Taüll (os muestro original y posible reconstrucción del interior del citado templo).
Surgió de esa forma una policromía que al igual que la egipcia (pero a diferencia de la griega, más ornamental) tenía un fuerte componente simbólico. Tal es así que los colores tenían la función de fijar la mirada del espectador en aquellos elementos de mayor importancia o resaltar la jerarquía de determinados personajes dentro de las composiciones. También sabemos que algunos de los pintores de la piedra estaban mejor remunerados que los propios escultores e incluso, con el tiempo, parece ser que artistas de la talla de Rogier van der Weyden o Jan van Eyck llegaron a trabajar ocasionalmente pintando estatuas en piedra.
En base a todo ese conocimiento acumulado y al empleo del microscopio electrónico de barrido, o microsondas de dispersión de energía, se puede reconstruir aún pasados los siglos la composición elemental de cada capa de pintura. En cuanto a la identificación de aglutinantes se usan técnicas como la espectrometría de infrarrojos por transformada de Fourier o la cromatografía en fase gaseosa. Todo ello, junto a algunos textos de época como De coloribus faciendis de Petrus de Sancto Audemaro, o el Libre des Mètiers de Etienne Boileau, permiten hoy en día hacernos una tímida idea de cómo se policromaban los programas escultóricos del arte medieval.
En España tenemos ejemplos variados de piezas del período que aún conservan su policromía original. Caso del retablo mayor de la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga o el de San Nicolás de Bari en Burgos; y sin salirnos de la última ciudad los sepulcros de la Infanta Doña Blanca o del obispo Pedro de Osma. Desgraciadamente
en el caso de los pórticos, al ubicarse en el exterior de los edificios en una
posición muy vulnerable ante los elementos, los ejemplos de policromía son
escasísimos y rara vez se dan en las obras más importantes. Mismamente en el caso del
Pórtico de la Gloria en Santiago (fotografía de debajo), aunque sabemos que estaba originalmente
policromado (en la fotografía de la derecha vemos la reconstrucción por ordenador del posible aspecto original de una figura de la portada), hoy en día ha perdido prácticamente casi todo rastro de ese hecho y
lo mismo ocurre con la mayoría de programas iconográficos importantes del
románico y el gótico, los cuales encontramos en el presente reducidos a la piedra
desnuda.
Otro problema añadido es el hecho de que en el caso de la policromía
medieval varias de las obras que supuestamente la han conservado en realidad lo
que mantienen son trazas de repintados realizados en siglos relativamente
recientes, frecuentemente el s. XVI o el XVII, o mezclas entre los pigmentos
originales y otros procedentes de nuevas capas añadidas a posteriori. Es el
caso del pórtico de Santa María de los Reyes (fotos de debajo) o de la Marededéu de Queralt (a la izquierda). Por
tanto esos repintados superpuestos que en ocasiones variaban para ajustarse a
los gustos de cada momento impiden a veces saber cómo era en concreto la capa
de color original. En otros casos, por ejemplo en lo tocante a las imágenes litúrgicas de vírgenes “negras”, nos encontramos con un fenómeno tan simple como un ennegrecimiento por siglos de humo salido de las velas de las Iglesias. Sin embargo la obstinación de los fieles y la piedad popular impiden frecuentemente el limpiar los exvotos de esa capa de mugre tan venerada.
Voy a extenderme con un par de cosas más y
dejarlo más o menos por aquí dado que ni Blogger ni mi ordenador están
preparados para entradas de este tamaño y con tantas fotos (recordad que
clickando en ellas siempre podréis ampliarlas).
Algunas
aclaraciones. Aunque siempre intento evitar la perspectiva eurocéntrica
inevitablemente esta entrada la ha tenido, y muy marcada. No obstante lo aquí
comentado puede extrapolarse a casi todo el resto del planeta. Al fin y al cabo
fenómenos como la erosión de muros y decoraciones exteriores, o la decoloración
por la humedad y el paso del tiempo, son aplicables a la forma en que nos ha ido
llegando el arte de prácticamente cualquier civilización extinta del pasado.
Es lo que parece que ocurre con muchos relieves asirios, que ahora vemos solo como piedra desprovista de color pero que originalmente gozaban de un aspecto muy distinto.
Es lo que parece que ocurre con muchos relieves asirios, que ahora vemos solo como piedra desprovista de color pero que originalmente gozaban de un aspecto muy distinto.
Algo que sucede asimismo con muchos edificios islámicos, como la famosa Giralda de Sevilla.
Recordemos también que muchos edificios mayas estaban encalados, luego pintados y decorados en algunas de sus partes. De esa forma, en los interiores de templos, y sobre todo de las falsas cúpulas de algunos palacios, se ubicaban desarrollos pictóricos que en algunos casos prácticamente nada tenían que envidiar a los del mundo románico europeo, del que en parte fueron contemporáneos. Desgraciadamente la mayor parte se han perdido, pero algo sobrevive, como los murales de San Bartolo en el Petén guatemalteco, Bonampak y Calakmul, así como trazas de algunos otros en Chichén Itzá, Mulchic, Ichmac o Chacmultún. Adjunto un mapa donde están señalados los principales sitios arqueológicos entre los que contienen pinturas murales mayas.
Recordemos también que muchos edificios mayas estaban encalados, luego pintados y decorados en algunas de sus partes. De esa forma, en los interiores de templos, y sobre todo de las falsas cúpulas de algunos palacios, se ubicaban desarrollos pictóricos que en algunos casos prácticamente nada tenían que envidiar a los del mundo románico europeo, del que en parte fueron contemporáneos. Desgraciadamente la mayor parte se han perdido, pero algo sobrevive, como los murales de San Bartolo en el Petén guatemalteco, Bonampak y Calakmul, así como trazas de algunos otros en Chichén Itzá, Mulchic, Ichmac o Chacmultún. Adjunto un mapa donde están señalados los principales sitios arqueológicos entre los que contienen pinturas murales mayas.
También se
han encontrado rastros de policromía en algunos edificios de Teotihuacan y sabemos
asimismo que las famosas cabezas olmecas halladas hasta ahora, cada una con
facciones personalizadas, estaban pintadas en origen.
Todo lo cual nos habla de que idénticos problemas a los narrados en el caso europeo afectaron a la correcta “visualización” del mundo precolombino (sobre todo al mesoamericano, siendo quizás el mundo andino –por razones obvias- tal vez más proclive a la piedra desnuda... o no). En los últimos años afortunadamente se han empezado a realizar estudios para intentar reconstruir los colores originales con los que estaban decorados diversos restos precolombinos emblemáticos, como puede ser el caso de la famosa Piedra del Sol azteca.
Dando un salto hacia Asia este otro ejemplo muy rápido es el de una estatuilla religiosa japonesa del s. VIII con su aspecto actual y luego la reconstrucción por ordenador de su posible aspecto original.
Dando un salto hacia Asia este otro ejemplo muy rápido es el de una estatuilla religiosa japonesa del s. VIII con su aspecto actual y luego la reconstrucción por ordenador de su posible aspecto original.
Aquí debajo una muestra de la posible coloración original de los famosos guerreros de Xian. Sabemos que esas esculturas de terracota contaban originalmente con una rica policromía recubierta de laca, pero toda esa capa se perdió por oxidación al cabo de unas pocas horas de exposición al aire en el caso de las figuras recuperadas en las primeras excavaciones, razón por la que en su momento se pararon los trabajos en el sitio arqueológico. Solo muy recientemente científicos chinos parecen haber dado con la clave para solucionar ese problema.
Por tanto como podemos apreciar
el problema tratado hoy es algo generalizado que afecta a toda nuestra
visión de la Historia del Arte universal y de los restos arqueológicos procedentes de casi cualquier época pretérita (la Venus de Willendorf originalmente estaba teñida de un tono rojizo), pero fundamentalmente de forma muy especial a aquellos anteriores al
s. XV de nuestra era.
E incluso cuando la tecnología y el progreso de la Historia como campo de
estudio nos permiten acercarnos un poco a traspasar el velo de misterio, como hemos
podido hacer hoy, a veces aún
nos topamos con sorpresas.
Por ejemplo, creíamos haber aprendido mucho sobre la pintura y la decoración de interiores de los romanos a través del estudio de yacimientos como el de Pompeya. Pero, hace un par de años más o menos, los especialistas se dieron cuenta de que el famoso “rojo pompeyano” que inundaba prácticamente cinco de cada seis estancias pintadas de la ciudad… no era rojo. Era en realidad una especie de amarillo ocre o de pintura naranja, mucho menos atractiva para nuestros estándares. Al parecer lo que vemos hoy en el yacimiento, por lo menos en la mitad de los casos, es solo el resultado de la reacción de esa pintura ocre o naranja ante los gases y la temperatura producto de la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad y conservó, a la postre, dichos vestigios (modificados, eso sí). Por ello cuando creímos estar contemplando el pasado incorrupto a través de una ventanita resultó que como siempre ese pasado incorrupto ya no existe y solo veíamos una modificación del mismo. Por lo menos esta vez nos hemos dado cuenta. Pero seguro que otras muchas erratas aún se nos escapan.
Al final la historia es un pez que queremos atrapar, pero el tiempo es el agua que produce un efecto de refracción que nos confunde. O, si se me permite otra metáfora, la lucha del historiador es como la del viejo Santiago, el protagonista de El viejo y el mar, la inmortal novela de Hemingway. Salir a pescar, esforzarse hasta el límite siempre en soledad y, a veces, pese a todos nuestros esfuerzos (el mar de la historia es traicionero) cuando creemos atrapar un hermoso pez espada al final lo que nos queda en las manos es solo su esqueleto blanquecino. En nuestro caso no un esqueleto de huesos o espinas sino de edificios de piedra deslucidos. Encima, al día siguiente, nos guste o no, solo queda volver a salir a pescar con la vana pero legítima esperanza de que un día no muy lejano atraparemos una gran pieza y quizás en esa nueva ocasión por fin conseguiremos llevarla intacta hasta el puerto para allí poder contemplarla con orgullo y enseñar su belleza a todos los que pasen ese día por el muelle.
Vana esperanza como digo.
Por ejemplo, creíamos haber aprendido mucho sobre la pintura y la decoración de interiores de los romanos a través del estudio de yacimientos como el de Pompeya. Pero, hace un par de años más o menos, los especialistas se dieron cuenta de que el famoso “rojo pompeyano” que inundaba prácticamente cinco de cada seis estancias pintadas de la ciudad… no era rojo. Era en realidad una especie de amarillo ocre o de pintura naranja, mucho menos atractiva para nuestros estándares. Al parecer lo que vemos hoy en el yacimiento, por lo menos en la mitad de los casos, es solo el resultado de la reacción de esa pintura ocre o naranja ante los gases y la temperatura producto de la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad y conservó, a la postre, dichos vestigios (modificados, eso sí). Por ello cuando creímos estar contemplando el pasado incorrupto a través de una ventanita resultó que como siempre ese pasado incorrupto ya no existe y solo veíamos una modificación del mismo. Por lo menos esta vez nos hemos dado cuenta. Pero seguro que otras muchas erratas aún se nos escapan.
Al final la historia es un pez que queremos atrapar, pero el tiempo es el agua que produce un efecto de refracción que nos confunde. O, si se me permite otra metáfora, la lucha del historiador es como la del viejo Santiago, el protagonista de El viejo y el mar, la inmortal novela de Hemingway. Salir a pescar, esforzarse hasta el límite siempre en soledad y, a veces, pese a todos nuestros esfuerzos (el mar de la historia es traicionero) cuando creemos atrapar un hermoso pez espada al final lo que nos queda en las manos es solo su esqueleto blanquecino. En nuestro caso no un esqueleto de huesos o espinas sino de edificios de piedra deslucidos. Encima, al día siguiente, nos guste o no, solo queda volver a salir a pescar con la vana pero legítima esperanza de que un día no muy lejano atraparemos una gran pieza y quizás en esa nueva ocasión por fin conseguiremos llevarla intacta hasta el puerto para allí poder contemplarla con orgullo y enseñar su belleza a todos los que pasen ese día por el muelle.
Vana esperanza como digo.
La primera vez que vi estatuas griegas y copias romanas coloreadas pensé exactamente eso que dices: menuda horterada.
ResponderEliminarEl caso es que donde vivo, y supongo que pasa en todas partes, todas las casas son de color blanco y puertas y ventanas suelen tener sólo dos colores. Resulta deprimente. Hace años estuve en Alemania y en un par de ciudades que visité los edificios estaban coloreados y la impresión que me dieron fue lo mucho que me gustaría vivir ahí. Daba alegría verlo.
Eso que comentas de las casas coloreadas, me pasó hace poco en Dublín. Llegamos a la siguiente conclusión: en Dublín predominan dos colores, el verde del suelo y el gris del cielo. Bastante deprimente para alguien acostumbrado al sol. Las casa coloreadas, deducimos, eran para dar vida, color a la ciudad.
EliminarDe todas formas, no cambio los pueblos andaluces con sus casitas blancas y su sol, por los pueblos de colores, pero grises la mayor parte del tiempo.
Bolivia - San Pedro de Tiquina - Monumento a MANCO KAPAC
ResponderEliminarLa primera vez que vi una estatua coloreada y moderna fue allí en Bolivia, ahí en medio de una plazita estaba en todo su colorido el Inca Manco Kapac. No se de la historia de esa estatua pero es curioso dado que es una estatua actual. Me pareció que te podía interesar para investigar ;)
Me parece un poco raro que gente que esculpia como los griegos a la hora de pintar las estatuas lo hicieran como niños de 5 años, hasta aqui de rojo de puro, esta parte de azul, etc.Supongo que pintarian sobre ellas como se hace en un cuadro, con matices, degradados, etc. por lo que algunas de estas rconstrucciones puede que alejen aun mas de la realidad de esas obras tal y como las concibieron.
ResponderEliminarCoincido
EliminarBuenísimo artículo. Simplemente añadiría el matiz a la denominación de los fenicios como hijos de Canaán. De esa tierra surgieron multitud de pueblos, son muchos los que podrían usar la misma denominación: Historia de la Tierra de Canaán .
ResponderEliminarArtículo de 10 en todo caso. Enhorabuena.
Una critica constructiva, lo bueno si breve dos veces bueno. Es decir, yo hubiera dividido el articulo en dos o incluso en tres con el fin de hacerlo mas ameno a la lectura, no quiero decir que sea aburrido ni malo el articulo mas bien pesado por su longitud.
ResponderEliminarPor otro lado un tema interesante, la verdad que hemos idealizado el arte de epocas pasadas a lo que nos ha llegado al presente.
Tu artículo es muy correcto, aunque debo añadir en defensa de los docentes que en la universidad de Barcelona en los años 80 ya se comentaba este tema, así como los análisis llevados a cabo sobre los restos de pigmentación encontrados en algunas iglesias románicas que daban evidencias suficientes para asegurar que la austeridad y ausencia de color no eran reales o por lo menos no tal como los vemos ahora. Que pintaban sus fachadas y las adornaban con colores muy vivos, aunque proponer una restauración en la actualidad sería una crueldad ya que no sabemos con exactitud cómo serían estas pinturas.
ResponderEliminarDejo un enlace que me han enviado a un vídeo con una reconstrucción por ordenador de la Acrópolis de Atenas que incorpora la cuestión de la policromía de algunos de los frontones. Dura poco más de un minuto y es muy interesante, vale la pena darle un vistazo:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=hR68fz7QoBo
Recuerdo cuando un sabelotodo que creía ser un erudito de la historia me dijo que el uso de muchos colores en la decoración y en los edificios era cosa de "pueblos primitivos". Aún me estoy riendo.
ResponderEliminarOtro vídeo más con una reconstrucción de cómo lucía la gran pirámide originalmente, es muy breve:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=ujX9MEnYzU4
Enhorabuena por este articulo.
ResponderEliminarLa policromía en la antigüedad me parece un tema muy interesante al que apenas se le presta atención, aunque esto está cambiando poco a poco.
Te enlazo un vídeo con interesante información sobre la policromía de la estatua de Augusto de Prima Porta:
https://www.youtube.com/watch?v=zzeJ3woacUM
Un saludo.
Muchas gracias. Así a lo tonto sumado mi texto a lo que vais aportando en los comentarios de esta entrada, está quedando una cosa bastante completa en cuanto a ejemplos.
EliminarDe nada. Es un placer poder aportar algo a tan extenso documento.
EliminarAprovecho para explicar por escrito y para que quede constancia y no haga falta verse el vídeo que la estatua policromada de Augusto es una propuesta de Brinkmann en la que muestra los colores base que tenía la estatua. El problema es que cuando se dio a conocer la noticia se olvidaron de decir precisamente eso, que son los colores base (ups, vaya despiste) y que no representa el aspecto real que tendría en su momento. Encima de esos colores base habría más capas de pintura hasta configurar los tonos adecuados.
En fin, que al final esa imagen tan llamativa se ha quedado como si fuera una fiel representación de la estatua
Por cierto, si uno se fija verá que en la propuesta de Brinkmann la piel no tiene ningún color. Bien, esto es así porque no se ha conservado ningún resto de pintura en esas zonas y es que cuando la descubrieron pusieron especial empeño en lavar bien toda la piel (es posible que incluso usaran ciertos ácidos).
Una reconstrucción en stop-motion sobre los posibles mecanismos de construcción de la Columna Trajana.
ResponderEliminarhttp://video.nationalgeographic.com/video/magazine/150315-ngm-building-trajans-column?source=relatedvideo
Preciosa entrada.
ResponderEliminarEste fin de semana el periódico La Nueva España publicó un reportaje sobre las pinturas murales de la iglesia prerrománica de San Julián de los Prados, recreándolas muro por muro. Espectacular.
Restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México han recuperado integralmente las escenas de los murales del Templo de las Pinturas del sitio arqueológico maya de Bonampak, conocido como la "Capilla Sixtina de América".
ResponderEliminarLas escenas retratan un hecho real acaecido hace más de 1.200 años, en el periodo Clásico Tardío, una batalla que encumbró a Chaan Muan II, penúltimo gobernante de Bonampak, contra la ciudad de Sak' Tz'i'.
La doctora Diana Magaloni, exdirectora del Museo Nacional de Antropología, señaló que "la amplia gama cromática usada por los pintores de Bonampak es sorprendente; encontramos hasta 28 mezclas de pigmentos que reflejan distintas calidades del mundo natural". El color azul, por ejemplo, "presenta cuatro fórmulas distintas, y por tanto tonalidades, para ser aplicado como fondo de las escenas".
(Esto prueba además que los mayas eran estupendos pintores, aunque no existen apenas testimonios de su arte. Como ocurre en parte con la pintura griega, otra gran desconocida para nosotros).
http://www.20minutos.es/noticia/2997855/0/restauran-capilla-sixtina-america-bonampak/
La Giralda de Sevilla tenía originalmente color rojo según los especialistas que han llevado a cabo tareas de acondicionamiento en ella hace poco:
ResponderEliminarhttps://elpais.com/cultura/2018/04/05/actualidad/1522933586_290575.html
Hallada en Italia una pintura al fresco medieval en bastante buen estado de conservación:
ResponderEliminarhttp://www.ansalatina.com/americalatina/noticia/italia/2019/06/29/santalessio-y-el-cristo-hallan-fresco-medieval_f799145c-bca7-4408-aff4-64f9691faff4.html
Templo egipcio recupera el color de sus inscripciones:
ResponderEliminarhttps://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-colores-originales-vuelven-relucir-templo-egipcio-esna-20201112182024.html