viernes, 19 de febrero de 2016

Merde d´Artiste



     (Magnífica y explicativa viñeta de esa genial tira cómica que es Conejo Frustrado de Mike Bonales)


Piero Manzoni fue un artista italiano célebre por su “arte conceptual irónico” que murió a comienzos de 1963, a los veintinueve años, debido a un infarto según unos, o de un colapso alcohólico según otros.

La obra por la que pasó a la historia la ideó y envasó poco antes de su fallecimiento, concretamente en mayo de 1961 y consiste en 90 latitas con una etiqueta que pone, en varios idiomas: "Mierda de artista. Contenido neto: 30 gramos”. 

Hace unos años otro artista italiano llamado Agostino Bonalumi (el cual que en su día conoció al malogrado Piero Mazoni) escribió un artículo en el que desvelaba sus dudas de que las famosas latas contuviesen realmente aquello que publicitaban, a saber, excrementos de Manzoni, sino que, seguramente, estarían rellenas de yeso u otro material semejante. Pero nada de esto ha importado ya que en la última década el precio de las famosas cajitas de Merda d`artista no para de crecer. Andaba hace poco por los 100.000 euros la caja más o menos y la Tate Modern, el Moma o el Pompidou, exhiben orgullosamente sus propios ejemplares del lote.

Teniendo todo esto en cuenta es a mi juicio como mejor se explica una noticia que se produjo hace unos meses, pero cuyos detalles solo se han ido conociendo durante las últimas semanas. El caso es que a finales del año pasado Kenneth Griffin se levantó de la cama con ganas de comprarse algo para decorar el salón. Pero claro Kenneth no es un muerto de hambre como tú o como yo, sino que es el gestor de Citadel LLC, un fondo especulativo que maneja activos por valor de unos 24.000 millones de dólares y obtiene unos beneficios del 20% cada año. Así que sin pestañear pagó 275 millones de euros por esta maravilla pintada hace 60 años por Willem de Kooning. 




y ya puestos, como tenía el día tonto, pagó otros 175 millones por un cuadro de Jackson Pollock llamado Number 17A que ni me molesto en mostraros porque es básicamente indistinguible del resto de la producción de ese autor.


Resulta interesante tener en cuenta que el primero de los dos cuadros había sido vendido hace 25 años por 15 veces menos de lo que se ha pagado ahora por él. Su revalorización ha sido brutal. De hecho el pasado año se produjeron cuatro de las cinco compraventas de un cuadro más caras de la historia. Todas ellas por encima de los 150 millones de euros. Aquí he intentado más o menos hacer un seguimiento de tal espectáculo aunque se hace difícil mantener el ritmo de actualización. Los compradores de esas obras han sido un multimillonario chino también especulador bursátil o la familia real de Qatar. Gente que básicamente no espera deleitarse estéticamente con lo que compra sino obtener prestigio y rentabilidad.

Sin duda somos afortunados de poder vivir en una época en la que es posible contemplar el matrimonio perfecto entre el capitalismo financiero y el arte moderno en todo su esplendor


Ahora bien, aunque todo eso nos susurra que la burbuja especulativa en el mundo del arte sigue creciendo, durante el año pasado se han producido ligeros cambios en la tendencia que empiezan a poder analizarse según van conociéndose las cifras del balance anual. Por ejemplo ahora sabemos que durante 2015 Christie’s vendió obras por valor de 7.400 millones de dólares, cerca de mil millones menos que el año anterior, mientras que Sotheby’s recaudó un total de 6.700 millones, también sin avances respecto a 2014, a pesar de que ambas casas llevaban casi una década consecutiva batiendo sus propios récords. Sin embargo dicho estancamiento en las subastas públicas se ha visto compensado por un crecimiento de las subastas privadas, sin luz ni taquígrafos, que es hacia donde se están moviendo ahora mismo las grandes transacciones en las que se manejan cifras indecentes incluso para las casas de subastas. De hecho la mayoría de las grandes ventas del pasado año responden a ese modelo y se pactaron entre millonarios particulares y sus abogados, ahorrándose así los intermediarios y asegurándose en muchos casos la privacidad sobre los detalles o las cifras exactas que se movieron en la operación. 

Un segundo proceso complementario que se está produciendo en paralelo a lo anterior es la expansión del fenómeno del coleccionismo inversor/especulativo hacia otros campos. Los megamillonarios de nuestra era no solo están comprando cuadros. A finales del pasado año una batería tocada en su día por Ringo Starr alcanzó un precio en subasta cercano a los dos millones de euros. Hace unas semanas se subastó en la casa francesa Artcurial un Ferrari 335 S Scaglietti de 1957 por 28 millones de euros. 



     Y también durante el mes pasado esta fotografía llamada Patata 345 se vendió por un millón de euros. 



   Todo lo cual, no se por qué, trae a mi cabeza una frase del conocido dirigente comunista Franklin D. Roosevelt: "La prueba de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de aquellos que tienen mucho; es si proporcionamos suficiente a aquellos que tienen demasiado poco". 


6 comentarios:

  1. ¿Quién sale perdiendo?
    En una estafa piramidal está claro. Pero esto tiene más que ver con la creación de una especie de moneda al margen del control gubernamental, ¿no?

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    1. A lo que te refieres es a evasión de divisas. Puedes comprar una obra de arte por una millonada en el extranjero, da igual si es un churro o una maravilla, guardarla también en el extranjero, y pasados unos años puedes venderla por una cantidad muy superior de dinero... y si no da igual porque el caso es usar la venta para blanquear dinero negro. Parece ser que sí es un sistema al alza. En Singapur hay una especie de guardamuebles de lujo ultraseguro, construído especialmente para guardar toda esta clase de obras de arte que se compran por motivos de inversión o/y evasión de divisas. Cada "sala de almacenamiento/exposición" privado es como una caja fuerte gigante, que el millonario de turno puede preparar para exponer la obra a su gusto; puede disfrutarla a solas o enseñársela a quien le dé la gana; o puede simplemente almacenar un chisme que en lo referente a sus gustos privados ni le va ni le viene. Eso sí, esto se refiere a cualquier obra de arte, pero como se ha dicho en este mismo blog, no hay muchas obras "clásicas" en el mercado que digamos (otra razón más para inflar la burbuja con las obras actuales). Es decir, además del dinero que mueven las obras en sí mismo, hay incluso aún más dinero moviéndose indirectamente alrededor (subastas, seguros, expertos y cuidadores, etc).

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  2. Extracto de una entrevista que hoy publica "El País" a Benjamin Buchloh, historiador del Arte y profesor de Harvard, especialista en arte del s. XX:

    P. En el prólogo a su último libro, asegura con aire testamentario que “el arte ha cambiado de un modo en la última década que no habría sido capaz de imaginar ni el pesimista más cínico ni el crítico marxista más ortodoxo”. Esa situación actual… ¿no se veía venir ya desde los 80, con el primer boom del mercado y la emergencia de artistas como Jeff Koons?

    R. Fui naif al escribir eso. El arte en los 80 cambió radicalmente. En los 60 y 70, tenía cierta relación con el mercado, pero no estaba exclusivamente determinado por sus reglas, como ahora. Cuando los artistas conceptuales lograron que el objeto artístico perdiese peso, nadie podía pensar que los objetos volverían a colocarse en el centro por su valor monetario.

    P. ¿Cómo casan sus críticas con el hecho de que su admirado Richter se haya convertido en uno de los valores más seguros del mercado?

    R. Podías comprarte un richter por cinco mil dólares en 1975, por 10.000 en 1985 y por 100.000 en 1995. Y entonces, de pronto se dio esa enorme revalorización [la venta en 2015 de uno de sus cuadros por 39 millones lo convirtió en el artista europeo vivo más cotizado]. Él mismo está horrorizado. Es ridículo.

    P. ¿No teme que sus opiniones se lean hoy como el lamento de un veterano de demasiadas guerras?

    R. No me preocupa demasiado, porque probablemente son eso precisamente. Historiadores y críticos ya no tenemos ninguna influencia en el mercado.

    P. ¿Y cuál es su función entonces?

    R. La crítica ha perdido totalmente su función. Los historiadores al menos enseñan, contribuyen a la construcción de la memoria histórica de los estudiantes. Un crítico, en cambio, está envuelto en el mercado, pero sin influecia sobre él. Puedo escribir 10 artículos contra Jeff Koons y aún sería el artista mejor vendido.

    P. ¿Quién es culpable de esa pérdida de influencia?

    R. El crítico ha sido desplazado a medida que la sociedad se ha hecho más letrada. En el siglo XIX, la gente necesitaba un especialista para juzgar qué hacía de un objeto algo valioso. La educación visual de la gente ha mejorado hasta unos niveles que ya no se necesitan expertos. Eso es positivo en cierto modo, lo que no es tan bueno es que la decisión sobre cuándo un objeto es importante haya acabado en las manos del mercado. Eso es peligroso.

    P. ¿Le preocupa la búsqueda permanente de espectáculo de algunas instituciones?

    R. Si eres un director de museo y solo te riges por los resultados, la mejor opción sería traer una exposición de Koons detrás de otra. Por suerte, hay directores que aún se resisten. Resistir es una decisión política.

    P. Koons se defiende diciendo que si hace un arte banal es porque nuestra era es banal.

    R. Obviamente, vivimos tiempos banales, pero al mismo tiempo enormemente complejos. ¿Dónde está en Koons el ISIS o las migraciones? No solo nos enfrentamos a preguntas banales, también a cuestiones trágicas. Es absurdo el silogismo: dado que la mayor parte de nuestras experiencias son banales, las estéticas también han de serlo.

    P. ¿No tiene la desagradable sensación de que en el arte contemporáneo hasta las preguntas más duras acaban desactivadas?

    R. Eso sucede. Tienes todo el espectro: el arte pretencioso que aspira a ser político pero de hecho no lo es. El arte banal que no puede ser crítico. Y el arte político que de tan hermético resulta fallido. Esto no es una ciencia exacta. Ahora bien, no me gustaría sonar como un profeta, pero dudo que Jeff Koons le interese a nadie dentro de 20 años.

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  3. Sobre como la burbuja está afectando a los precios de viejas planchas de cómic subastadas como objetos artísticos.

    http://elpais.com/elpais/2016/03/28/icon/1459176829_733902.html

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  4. Vendido Baile en Tehuantepec de Diego Rivera por casi 16 millones de dólares. En 1995 había sido adquirido a su vez por tres millones y ahora los herederos de su antiguo dueño lo sacan al mercado. Su valor se ha multiplicado un 500% en estos últimos 20 años.

    Alegría.

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  5. Manzoni era un cachondo mental, de hecho yo jamás he creído que sus latas contengan lo que dice la etiqueta, pero a ver quien es el comprador que se atreve a abrirlas.
    Por otra parte, el de Kooning me ha gustado. De Kooning se debe estar riendo en su tumba del precio alcanzado por sus obras.

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