Una nación de ovejas
engendra un gobierno de lobos.
Edward Murrow
Hoy
da la casualidad de que las ediciones online de los dos grandes diarios
españoles, primero El País y luego el
ABC, nos sorprenden con las
tradicionales galerías veraniegas constituidas por fotografías de Vladimir
Putin. Un espectáculo ya tan entrañable y aterrador como en su momento los posados playeros de Ana Obregón.
Vista
desde nuestra perspectiva la imagen que ha cultivado el gobernante ruso se ha
convertido en motivo de burla desde hace años. No obstante me he decidido a destinar una breve entrada a intentar contextualizar históricamente algunas corrientes que sin duda han inspirado a sus asesores de imagen.
Básicamente,
para que se entienda, casi todos los grandes hombres públicos del planeta dejan
traslucir de cara a las masas un perfil que dista mucho de ser auténtico y
espontáneo. Al contrario, lo que el público percibe de ellos es
el producto de largas horas de análisis por parte de gabinetes de prensa, los
cuales intentan controlar al milímetro qué tipo de imágenes, declaraciones y
hasta percepciones del poderoso se filtran a la plebe (esta de al lado, por ejemplo, es una foto poco conocida del actual Presidente del gobierno ruso Dmitri Medvédev de joven). Es posible que hoy
existan muchos más canales de comunicación social que en el pasado lejano y
que por tanto regular el flujo de información que llega al populacho
resulte más complicado, pero en general no hemos avanzado tanto como creemos respecto a los
tiempos de los Emperadores romanos, o del Versalles de Luis XIV. El meollo de la
cuestión sigue siendo el mismo con un único cambio de matiz. Antes el poder se
mostraba ante un público limitado en gran medida a los presentes en el espacio en que se realizaba el ceremonial de turno. Hoy en día, mediante la televisión por ejemplo, la
representación del poder se hace ante un auditorio ilimitado y global que
excede con mucho a las personas que contemplan en primera fila la pantomima,
las cuales han dejado de ser el público para el que está pensada la
representación pasando a ser mero atrezzo
de rituales proyectados para otro público que observa a distancia y a veces recibe el
mensaje días o semanas después de haber sido lanzado.
Lo
que resulta interesante es que según los países y la naturaleza del
régimen en el poder las estrategias de comunicación cambian. En Occidente
estamos acostumbrados a que se intente limar el carisma de los gobernantes, se
rebaje su perfil y se les intente convertir en campechanos padres de familia
ideales y en suma en una suerte de equivalente del ciudadano medio. Es curioso porque eso supone la antítesis del
liderazgo clásico (siempre preocupado intentando dotar a la figura del gobernante
de un aura sobrehumana).
No
obstante, como he dicho, en función de las regiones del globo de las que
hablemos y del régimen político en cuestión, uno puede encontrarse con todo
tipo de enfoques. Algunos muy sutiles y otros profundamente estrafalarios. En
general puede asumirse que el nivel de complejidad de las tácticas de legitimación desarrolladas por la camarilla que rodea al poderoso de turno suele depender a su vez del grado de evolución cultural de la sociedad sobre la que intentan aplicarse, así como
del propio nivel educativo de la élite que las lleva a cabo. En sociedades más
atrasadas sobreviven por tanto líneas de actuación que en los países occidentales más
avanzados quedaron obsoletas hace siglos. Por otra parte en sistemas políticos corruptos o caóticos es más frecuente que se intente ganar el apoyo de la población
mediante la adhesión a mitos y símbolos (entre ellos el propio Jefe de Estado como personaje),
antes que a un programa o unas realizaciones concretas.
Por tanto a la
hora de entender la Rusia postsoviética de Putin hay que tener presente el
pasado inmediato sobre el que tuvo que imponerse. Básicamente varias décadas
donde una gerontocracia comunista progresivamente más decadente convivió con el
declive del comunismo en el país...
... y posteriormente una etapa de absoluta descomposición política y económica en paralelo a los años de gobierno de un alcohólico terminal como era Boris Yeltsin. Bajo esas coordenadas, tras todos los años de caos y decadencia anteriores, a partir de la llegada de Putin al poder para la corte de burócratas del Kremlin resultó fundamental desde el principio que el nuevo hombre fuerte del país (máxime bajo un sistema de gobierno profundamente jerarquizado y personalista) diese imagen de ser un líder saludable, vigoroso y dotado de autoridad real. De ahí la decisión de publicitar de cara al consumo interno ese aura de superhéroe de baratillo que rodea a Putin y que luego ha traslucido hacia Occidente.
... y posteriormente una etapa de absoluta descomposición política y económica en paralelo a los años de gobierno de un alcohólico terminal como era Boris Yeltsin. Bajo esas coordenadas, tras todos los años de caos y decadencia anteriores, a partir de la llegada de Putin al poder para la corte de burócratas del Kremlin resultó fundamental desde el principio que el nuevo hombre fuerte del país (máxime bajo un sistema de gobierno profundamente jerarquizado y personalista) diese imagen de ser un líder saludable, vigoroso y dotado de autoridad real. De ahí la decisión de publicitar de cara al consumo interno ese aura de superhéroe de baratillo que rodea a Putin y que luego ha traslucido hacia Occidente.
Podría decirse que sus expertos en comunicación contemplan algunas de sus apariciones públicas como una variante de los rituales tribales donde el jefe de la horda debe demostrar
su capacidad física. O si se quiere, una versión
moderna de la ceremonia del Heb
Sed faraónico.
No obstante como fanático de la fotografía histórica voy a
tirar un poco más del hilo por una vía que me parece muy curiosa. Y es que en
el mundo moderno dicho tipo de imaginería es una creación del fascismo
italiano, luego exportada con éxito a otros contextos.
Es bien sabido que tras una primera etapa de cierta
normalidad democrática (1922-1925), el gobierno fascista italiano cayó en una
deriva totalitaria sin ambigüedades a partir de 1925. Desde entonces la figura
del Duce fue sometida a un proceso planificado de mitificación en cierta forma
semejante a lo que ocurrió con la imagen del Fuhrer en el nazismo o el culto a la
personalidad de los líderes comunistas como Stalin o Mao. No obstante la línea seguida en el caso
italiano resulta muy interesante por el énfasis que se puso en dotar de una
imagen viril al Líder Supremo resaltando particularmente su vigor físico y vitalidad, así como su supuesta "masculinidad".
Ese aspecto peculiar de la imaginería fascista tuvo mucho que ver con la propia personalidad de Mussolini, con la naturaleza machista de la sociedad italiana de aquel tiempo (la cual quizás no fue tan singular) así como con las influencias previas recibidas por el Movimiento de parte del literato Gabriele D´Annunzio, otro ridículo espantajo del período.
Ese aspecto peculiar de la imaginería fascista tuvo mucho que ver con la propia personalidad de Mussolini, con la naturaleza machista de la sociedad italiana de aquel tiempo (la cual quizás no fue tan singular) así como con las influencias previas recibidas por el Movimiento de parte del literato Gabriele D´Annunzio, otro ridículo espantajo del período.
Posteriormente,
en el juego de espejos que es la historia, otros líderes contemporáneos de su época copiaron
circunstancialmente algunos aspectos de la propaganda mussoliniana. Por ejemplo, a partir de unos comienzos nada estilosos, los propios
fotógrafos de Hitler intentaron trabajar su imagen para hacerla más atrayente y
varonil.
Algo en lo que sin duda tuvieron éxito, por inquietante que resulte pensarlo:
Así hasta llegar a curiosas reminiscencias de todo esto que se adentran en el presente, aunque sea a través de líderes y sistemas políticos variados cuyo contexto en la actualidad poco tiene que ver con aquel en que se gestaron este tipo de estrategias de baratillo que intentan resaltar como sea el supuesto carácter de "machos-alfa" de los líderes de la manada.
Algo en lo que sin duda tuvieron éxito, por inquietante que resulte pensarlo:
Así hasta llegar a curiosas reminiscencias de todo esto que se adentran en el presente, aunque sea a través de líderes y sistemas políticos variados cuyo contexto en la actualidad poco tiene que ver con aquel en que se gestaron este tipo de estrategias de baratillo que intentan resaltar como sea el supuesto carácter de "machos-alfa" de los líderes de la manada.
En realidad el pobre Putin ya está visiblemente viejo y desde hace un tiempo se le notan algunos primeros problemas de movilidad. Sus propagandistas
van a tener que tirar cada vez más del Photoshop o de recuperar material de
hace años presentándolo como actual para seguir maquillando su declive físico ante el electorado.
Resultan divertidos estos esfuerzos a veces ridículos en que incurren los
grandes hombres que no quieren o no pueden permitirse envejecer, como ocurre
por ejemplo con Berlusconi. Lo mismo puede decirse de determinados sistemas
políticos. Pero bueno, así a lo tonto nos permiten pasar una tarde entretenida riéndonos un poco de sus cómicas veleidades.
La noticia más reciente sobre Putin es precisamente de este tipo. Ha estado de visita en Crimea con Medvedev, visitando Sebastopol y lugares de interés arqueológico submarino. En batiscafo, claro.
ResponderEliminarSería de risa si no fueran tipos capaces de lo peor. Hoy nos hemos despertado con la noticia de que el sueño húmedo de todas las jóvenes norcoreanas ha puesto a su ejército en estado de preguerra. De locos.
ResponderEliminarMotivo de burla deberian ser los que creen en la imagen bonchona, familiar y cercana presentadas por la maquina de propaganda de gobiernos euopeos y estadounidenses. Ahi esta el verdadero lobo con piel de oveja... Obama, Hollande, Rajoy... ellos si son capaces de lo peor, sembrando en el mundo la guerra y la inestabilidad.
ResponderEliminarSaludos.
Es tiempo de elecciones, así que ¡vuelve el hombre¡
ResponderEliminarhttps://elpais.com/elpais/2018/01/19/album/1516369593_096975.html#foto_gal_5
Una manifestación histórica de la expansión espacio-temporal es el paso de oca. De la Prusia del siglo XVIII a Corea del Norte del siglo XX.
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