Todas las religiones son una respuesta estúpida a una pregunta estúpida.
“Peaky Blinders”, capítulo tercero de la tercera
temporada.
A lo largo de este blog
he dedicado algunas entradas a intentar explicaros una intuición personal. A
saber, que lo que está ocurriendo en España de un tiempo a esta parte posee
inquietantes conexiones con China y que debido a ello sin duda es la población china
la que mejor puede comprender nuestra realidad presente. Lo cierto es que
cuanto más lo pienso más me doy cuenta de que esos cabrones nos tienen calados.
Y a raíz de la última entrada que he escrito, dedicada a los problemas del sistema educativo español, dicha idea no ha hecho más que reforzarse.
¿Por
qué digo esto último?. Veamos, antes de nada tenéis que saber que el sistema de
oposiciones más antiguo encaminado a seleccionar a gran escala personal para
una burocracia estatal apareció, o al menos se generalizó, en China durante la
dinastía Tang, en torno a los siglos VII y VIII de nuestra era. En una época en
la que en Europa apenas algunos abades de monasterios sabían leer en China miles de escolares se postulaban cada cierto tiempo para
ocupar puestos en la administración imperial a través de un primitivo sistema
de exámenes que medían principalmente los conocimientos de los aspirantes sobre
literatura clásica china y caligrafía.
Incluso, con el
transcurso de los siglos, dicho sistema se fue haciendo más y más exigente obligando a los
candidatos a superar sucesivas pruebas a nivel local y regional hasta acceder a los exámenes
imperiales, los cuales podían llegar a durar varios días en los que el
candidato permanecía aislado en un cubículo poniendo por escrito sin parar sus conocimientos.
De tal forma en tierras chinas se desarrolló y consolidó una amplia clase de intelectuales que compartía una
cultura y unos ideales comunes, así como un cierto sentido de la meritocracia. Merced a lo anterior esa casta de burócratas fue la que nutrió y mantuvo en funcionamiento durante más de un milenio la estructura
administrativa sobre la que varias dinastías diferentes asentaron sucesivamente su poder sobre extensos territorios.
Como no podía ser de otra manera además todo ello dejó su rastro incluso en la literatura y en el folklore popular. De tal forma resultan muy habituales los cuentos y leyendas chinos que tienen como protagonista a un estudiante que, mientras se desplaza a través de alguna zona inhóspita para acudir a los exámenes imperiales, vive diversas aventuras y en ocasiones se enamora de alguna misteriosa mujer que normalmente es la hija de un dragón, un espíritu bondadoso, o quizás malvado, un fantasma, etc.
Como no podía ser de otra manera además todo ello dejó su rastro incluso en la literatura y en el folklore popular. De tal forma resultan muy habituales los cuentos y leyendas chinos que tienen como protagonista a un estudiante que, mientras se desplaza a través de alguna zona inhóspita para acudir a los exámenes imperiales, vive diversas aventuras y en ocasiones se enamora de alguna misteriosa mujer que normalmente es la hija de un dragón, un espíritu bondadoso, o quizás malvado, un fantasma, etc.
Ahora bien, aunque tal sistema de oposiciones había sido un logro de una modernidad extraordinaria en
tiempos de nuestro medievo, pasados los siglos ese factor de modernidad se fue
diluyendo hasta llegar un momento, quizás a partir del s. XVI o XVII, en que
empezó a convertirse en un serio lastre para el progreso y la modernización del
país. De hecho una de las novelas chinas más importantes del s. XVIII escrita por Wu Jingzi y cuyo título sería algo así como Los estudiosos en parte satiriza el sistema y los personajes que pululaban por entonces en torno al mismo.
A fin de cuentas trabajar
para la administración se había convertido en un medio de promoción social sin
parangón en China y pronto la práctica totalidad de las mentes más cultivadas de
todo el territorio chino empezaron a dedicar buena parte de su tiempo a prepararse para las exigencias de dichos exámenes. El
problema es que tales exámenes se quedaron anclados en el pasado, limitados a
calificar la capacidad memorística de los estudiantes y sus conocimientos sobre
antiguos manuscritos confucianos, totalmente al margen de cualquier saber con sentido práctico realmente útil para la gestión del imperio o encaminado a fomentar el progreso tecnológico. Pero, en cualquier caso, como eso era lo que se exigía saber a los aspirantes, resulta que a
aprender tales "tonterías" es a lo que dedicaban los mejores años de su vida la mayoría de los estudiantes chinos más brillantes. Con las consecuencias que uno puede
esperarse de tal desperdicio de talento colectivo (básicamente algo parecido a lo que había ocurrido en Europa durante los siglos álgidos del período feudal, durante los cuales la mayor parte de los intelectuales europeos ocupaban su tiempo en el análisis obsesivo de la Biblia).
De hecho es posible que
el sistema de exámenes imperiales fuese una de las causas para explicar el
estancamiento de la cultura y la economía de un país como China que era mucho más avanzado y próspero que todos los reinos de Occidente juntos allá por el s. XV y sin embargo llegados a
finales del s. XVIII se empezó a ver completamente superado por el progreso de
los "bárbaros occidentales" en todos los órdenes del conocimiento teórico y muy especialmente en todo lo que respecta a la generación de tecnología
y la mejora de los mecanismos de producción.
Aunque llegados a ese
punto el sistema de oposiciones chino aún estaba por generar su más negativa consecuencia.
En 1814 en una familia
pobre de la provincia de Guangzhou en el Sur de China nació un niño al que sus
padres pusieron por nombre Hong Huoxiu. El pequeño Hong pronto mostró ciertas dotes
intelectuales debido a lo cual sus progenitores dedicaron enormes esfuerzos en darle
una educación, con la vista puesta en que algún día pudiese aprobar los exámenes
imperiales, obtener así una buena posición social y en última instancia sacar a la familia de la pobreza.
Imaginad la presión que
sufrió aquel chaval, la responsabilidad que sintió recaer sobre sí mismo y que
le llevó a dedicar toda su juventud al febril estudio con la esperanza de
obtener un buen trabajo tras aprobar las consabidas oposiciones. De cara a ello Hong llegó a aprenderse de memoria todas las obras de Confucio, pero
sin embargo nunca consiguió superar las malditas oposiciones imperiales, por entonces ya
un vivero de corruptelas, trampas y subjetividad, debido a lo cual fracasó en
cuatro intentos sucesivos de aprobarlas.
Por culpa de esos
reveses el pobre Hong sufrió un colapso nervioso del cual emergió convencido de
ser el hermano pequeño de Jesucristo (sí, el de la Biblia; "nuestro" Jesús) y tras ello inició un
movimiento inicialmente religioso, pero que más adelante se convirtió también en militar, para
asentar el poder de “su” Reino Celestial en toda China.
Si bien lo anterior puede
parecernos ligeramente delirante (pero quienes somos nosotros para juzgar) lo cierto es que la revuelta de tintes místicos y
milenaristas iniciada por Hong tuvo bastante éxito al principio (promovía
cambios por entonces revolucionarios y muy progresistas como el reparto
equitativo de la tierra o una cierta igualdad de sexos con la consiguiente admisión de
las mujeres en las oposiciones) lo cual desembocó en el estallido de una guerra civil que se extendió por todo el Sur de China y que nosotros en Europa conocemos historiográficamente como la “rebelión Taiping”. Dicha revolución supuso en un conflicto a gran escala con tintes de exterminio que se prolongó durante
casi dos décadas y causó, según las estimaciones más conservadoras, unos 15
millones de muertos (otras cifras oscilan entre los 25 y los 100 millones de
muertos, la mayor parte población civil). Tal es así que dicha revuelta puede considerarse uno de los
conflictos más sangrientos de la historia en fechas previas a las Guerras
Mundiales, aunque en Occidente sea prácticamente desconocida e ignorada. De
hecho sus consecuencias fueron bastante importantes puesto que la
rebelión Taiping contribuyó a debilitar de forma decisiva al poder imperial en
China, producto de las pérdidas demográficas y militares que el Estado central
sufrió pese a vencer el conflicto, lo cual dejó definitivamente China a merced
de las cada vez más agresivas potencias occidentales en la llamada “época de
los tratados desiguales”.
Pero lo que a mí me
interesa resaltar de todo esto es su valor profético, porque a fin de cuentas
algo parecido se está incubando en España. Tal y como intenté explicar en la anterior entrada del blog el sistema de oposiciones para el acceso a la función pública
en España no funciona. Está carcomido por la corrupción y por sus mecanismos
subjetivos, profundamente aleatorios, así como por el enfoque eminentemente memorístico de todo el proceso. Al igual que en
la antigua China en la España de hoy buena parte de las mentes más brillantes formadas en nuestro sistema de instrucción público pierden largos años de su vida estudiando temarios
antiguos y que no poseen más utilidad que la de servir para superar un azaroso examen en la esperanza de acceder a un puesto de trabajo digno. Como en la administración del Estado no hay sitio para
todos, ni siquiera para una mayoría de todas esas personas, y por su parte la iniciativa privada no es capaz ni tampoco desea ofrecer una alternativa viable, cada año el país
desaprovecha así el tiempo de cientos de miles de estudiantes jóvenes y capaces, los cuales por tanto canalizan sus esfuerzos hacia algo igual de provechoso para el conjunto de la sociedad que estudiarse de memoria las obras de Confucio.
Me pongo a pensar y llego a la conclusión de que de ahí
solo puede salir un nuevo Hong. Porque es exactamente lo que España se
merece y porque además, si Jesucristo ha de tener un hermano pequeño, qué menos que
sea español.
Así que no puedo dejar de maravillarme una vez más de lo bien que nos conocen los chinos.
Pablo Iglesias! Estás hablando de Pablo Iglesias!
ResponderEliminarUniversidad, oposición, revolución, ... Dios mio, es el nuevo mesías! Todos vamos a morir
Pablo Iglesias, hermano menor de Jesucristo! Así que tanto le gusta el Papa Francisco!
ResponderEliminarEn realidad no estaba pensando en nadie en particular al redactar esta historia. Tenéis la mente sucia.
ResponderEliminar(Como yo, por otra parte)
Muy buena la curiosidad y el corto realmente genial...y como la realidad siempre supera a la ficcion...a saber...
ResponderEliminarRealmente es lo que españa necesita. Hay que desbancar a tanto parasito en la politica , la educacion...
ResponderEliminarO nos ponemos las.pilas o nos comen.
Magnífico artículo. Te he mencionado en el blog "la ciencia y sus demonios" porque publican una teoría que explica el derrumbe del imperio chino y opino que aunque no tengas el currículum de Diamond Jared, tu opinión debe ser tenida en cuenta.
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