jueves, 29 de mayo de 2014

Viva Las Vegas


Yo odiaba la historia, ¿tú no?, solo son cosas que ya han pasado… ¿qué están haciendo esos?, ¡están filmando algo¡, ¡filman enanos¡.

Colin Farrell, In Bruges.



 En la magnífica “Escondidos en Brujas” Ray -el personaje interpretado por Colin Farrell- experimentaba un auténtico infierno al tener que pasar unos días rodeado de museos y edificios históricos en esa apacible y hermosa ciudad belga. Claro que Ray no dejaba de ser un semianalfabeto asesino de niños. Por oposición, a título personal, considero que para alguien con una verdadera formación humanística, una cierta cultura y algo de buen gusto, Las Vegas debería resultar una de las ciudades más horribles e insoportables del planeta. Dicha ciudad es un compendio de hoteles y casinos anexos a imitaciones cutres –además totalmente carentes de alma o buen gusto- de edificios históricos del viejo continente reinterpretados a mayor gloria de la vacía industria del ocio estadounidense (ese país sin historia donde en cambio casi cualquier edificación de apenas 200 años de antigüedad es considerada monumento histórico por pura necesidad).  

 Yo odio las imitaciones de edificios históricos, aunque sean construidas de forma desenfadada, igual que odio toda la cultura de Photoshop, del wrestling, los pechos de silicona y en general toda la mentalidad de engaño y apariencia que envuelve la mentalidad global del presente. De hecho una cosa que siempre me atrajo del estudio del pasado es que a través de ello se me ofrecía, teóricamente al menos, una oportunidad de escudriñar hacia atrás en busca de algo auténtico, algo natural que supuestamente siempre haya sido de una determinada manera (de forma autónoma a los elementos externos y por razones totalmente espontáneas). No se si me explico, se trata del anhelo de encontrar una verdad auténtica acerca del hombre que además resulte independiente, ajena, al hombre mismo. Algunos para dar satisfacción a ese propósito prefieren mirar al cielo, yo prefiero simplemente revisar el archivo policial de nuestra existencia.  

Por supuesto, con el tiempo, a medida que he ido acumulando conocimientos al respecto me he dado cuenta de que dicha perspectiva resulta tremendamente ingenua y no deja de ser una ilusión, un espejismo, un engaño. Desde que el hombre se convirtió en lo que es, más o menos al final de la Prehistoria, no existe prácticamente nada auténtico hasta ese punto en el mundo que nos rodea porque la esencia de la cultura y de las sociedades humanas es precisamente la alteración y reinterpretación continua del medio en que vivimos. Todo ello a la vez que creamos, actualizamos y reelaboramos fantasías colectivas tanto sobre el presente y el futuro como acerca de nuestro propio pasado. No hay nada exento de maquillaje y aderezos en la cultura material o bien en la memoria histórica de los hombres, nada que no haya sido mil veces retocado.  

El principio de  Heisenberg. 

Al final hoy voy a hablar sobre un aspecto marginal respecto a toda esa cuestión filosófica, en concreto la problemática sobre la reconstrucción de edificios históricos. Un tema que además se relaciona con una cuestión que salió a colación en los comentarios a mi anterior entrada sobre los mayas, al final de la cual se discutió muy brevemente las dificultades de reconstruir o recuperar algunos aspectos marginales del pasado. Pues bien, eso último me hizo pensar en que no solo las lenguas antiguas son difíciles de recuperar sino que otras cosas mucho más tangibles también lo son, pero tal vez no somos conscientes de ello. De hecho el aspecto que hoy me interesa subrayar ya lo toqué tangencialmente también en otra entrada de este blog, Mundos perdidos, donde mencioné expresamente el caso de la catedral de Colonia. A partir de ahí las últimas semanas me han entrado ganas de reflexionar sobre ese tema con una mayor profundidad, extendiéndome en los ejemplos, por lo cual voy a dejar nuevamente por unos días a los mayas en segundo plano e intercalar hoy esta entrada -que además va a ser la primera de varias al respecto- dedicada a la falsedad intrínseca de muchos supuestos vestigios del pasado que nos rodean.  

Veamos. El asunto es el siguiente. Lo cierto es que la mayor parte de edificios históricos, monumentos, yacimientos o restos más conocidos del pasado a través de los cuales se forma la imagen colectiva sobre el aspecto digamos físico, material, de los tiempos pretéritos… resulta que han llegado a nosotros profundamente alterados. No solo se han visto afectados por el paso del tiempo –cosa lógica- sino que además han sido profusamente retocados, sobre todo durante el último siglo y medio de historia (que es cuando se expande una mentalidad favorable a la conservación activa de vestigios del pasado, mentalidad que ha permitido recuperar y conservar muchos restos pero a la vez, paradójicamente, también ha implicado alterar en igual medida otros tantos).  

En ciencias puras existe el principio de indeterminación de Heisenberg el cual, simplificándolo mucho, viene a plantear la dificultad de conocer con exactitud más allá de un determinado límite determinadas realidades ya que para ello deben emplearse experimentos que en cierta forma al interactuar con las partículas estudiadas alteran la situación o el comportamiento de las mismas. O dicho de otra forma, al observar algo para estudiarlo ya se está introduciendo una variable nueva susceptible de alterar la situación de partida del objeto de estudio. Ese principio teorizado de cara a las ciencias naturales en el fondo siempre ha tenido más sentido e importancia aplicado a las ciencias sociales porque no hay partícula tan susceptible de alterarse mediante la observación (y tan perspicaz a la hora de darse cuenta de estar siendo observada) como el ser humano. De esta forma bajo diversos nombres: perspectiva etic/emic, efecto gurú en economía, etc., este tipo de cuestiones siempre han sembrado la sospecha en torno a la veracidad inmutable de las grandes teorías sociales y, en consecuencia, también sobre las hipótesis acerca del pasado histórico. Al fin y al cabo para investigar y sobre todo para conservar el pasado humano hay que modificarlo y esa modificación –a diferencia de las alteraciones no pretendidas que se pueden producir en un laboratorio al observar átomos, moléculas o microorganismos- es mucho más peligrosas que en otras “ciencias” ya que rara vez resulta inocente. 

Volveremos con ello en otro momento en que tal vez hablemos sobre antropología o en qué medida por ejemplo es posible para un investigador externo conocer el funcionamiento de una cultura tribal, sobre todo si los miembros de dicha cultura son conscientes de estar siendo observados (un poco lo que ocurre con los concursantes de Gran Hermano). Pero por de pronto es preciso centrarnos en la problemática sobre cuál es el límite entre conservar, restaurar o recrear un gran monumento o yacimiento histórico y en qué medida a veces usamos eso como excusa para directamente inventarnos el pasado o simplemente fabricarlo un poco a la carta de los intereses en juego: sean estos turísticos, nacionalistas, estéticos o de otro tipo. 

Pero como tengo la sensación de estar resultando muy ambiguo y etéreo vamos a ir a las raíces de la polémica y luego me concentraré en el caso español para poner un abundante número de fotografías que ilustran la cuestión que planteo. 

Viollet te quiere "restaurar". 

Todo empezó con la polémica entre un francés y un inglés.  El inglés (imagen de la izquierda) era John Ruskin (1819-1900) un inclasificable sociólogo, escritor, pedófilo encubierto, crítico de arte y hombre de letras.

   El francés se llamaba Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879) de cuyo nacimiento se cumplió  precisamente el 200 aniversario a comienzos de este año lo que le valió el “honor” de merecer un Doodle de Google el lunes 27 de enero.  

Nuestro amigo Eugene (vemos su retrato a la derecha, a continuación de estas palabras) es el que más nos va a interesar y por ello voy a extenderme un poco respecto a su vida y milagros. Eugene fue un arqueólogo, arquitecto, escritor y humanista francés que se hizo famoso por convertirse en uno de los primeros grandes restauradores de monumentos históricos, todo ello precisamente a instancias de Prosper Mérimée (a su vez el autor de la novela en que se basa la ópera Carmen, pero también importante crítico literario, arqueólogo e historiador).  

Durante las décadas centrales del s. XIX en Europa se extendió una oleada de interés por el pasado mezcla de nacionalismo y romanticismo que llevó a la creación de los primeros grandes museos públicos, pinacotecas, y a instaurarse en el seno de las sociedades occidentales la noción –por entonces más o menos novedosa- de monumento histórico nacional. Antes de eso existían lugares antiguos, digamos, especialmente valorados en todas las sociedades pero más por cuestiones religiosas o curiosidad de algunos particulares que por otra razón, todo ello sin que existiesen iniciativas estatales o colectivas de ningún tipo para preservar los tesoros artísticos o los edificios históricos como un fin en sí mismo. De esa forma antes del s. XIX resultaba normal, por ejemplo, reutilizar los materiales de edificios antiguos para construir otros nuevos, aunque los edificios antiguos que se destruían para ello fuesen pirámides o unas termas romanas. Todo eso, como digo, cambió a gran escala a partir de finales del s. XVIII y sobre todo una vez avanzado el s. XIX más o menos y en el centro de dicho giro estuvo Eugene Viollet-le-Duc.  

Eugene tuvo además la suerte de convivir durante sus años de plenitud con la Francia del Segundo Imperio (1852-1870). Por entonces Francia era un país en expansión, relativamente rico, donde entre las élites burguesas que controlaban el Estado se había difundido un cierto gusto por el historicismo en arquitectura y un superficial, pero sincero, interés por el pasado. Y sobre todo en aquella Francia de Napoleón III no eran nada mal considerados los arquitectos o ingenieros con proyectos megalomaniacos. Producto de esto último se llevaron a cabo por entonces la masiva reforma urbanística emprendida en París por el barón Haussmann o la construcción el canal de Suez por parte de Lesseps. Por su parte, empujado por el viento favorable de esa afortunada coyuntura, Eugene contó con los medios y las conexiones política adecuadas para dar rienda suelta a un programa sin precedentes hasta entonces a la hora de restaurar edificios del pasado (por supuesto a mayor gloria de la nación francesa). En base a ello podría decirse que la Edad Media francesa tal y como es posible contemplarla hoy en día es obra de Viollet-le-Duc. Él fue el encargado de recuperar (restaurar, reconstruir o lo que fuera menester) la Catedral de Notre Dame o la Santa Capilla en París y también Mont Saint-Michel o las murallas de Carcasona 






Y aquí aparece el problema. Sobre el papel Viollet-le-Duc planteaba que la restauración de un edificio histórico simplemente consiste en devolverlo a su forma original, prescindiendo de actitudes subjetivas. Pero eso solo era el discurso oficial. En la práctica a la hora de llevar a cabo sus “restauraciones” de edificios Eugene comenzaba destruyendo directamente todos los añadidos y partes del edificio que considerase no suficientemente antiguos o aquellos que a su juicio desvirtuaban el estilo primitivo del monumento en cuestión, o simplemente no “quedaban bien” o no le gustaban. Tras eso, Viollet dejaba llevar por su pasión a la hora de añadir al edificio restaurado modificaciones sobre la marcha, producto de su propia cosecha, siempre en la dirección de realzar la majestuosidad, belleza y esbeltez del vestigio en cuestión.  
 
    Pongo un ejemplo. Debajo vemos un grabado de época que muestra los restos y la fisonomía del castillo de Pierrefonds a principios del s. XIX. A continuación vemos la imagen del castillo hoy en día una vez restaurado por Viollet-le-Duc. La pregunta es obvia. ¿De verdad ese castillo que hoy vemos se corresponde con las ruinas medievales ubicadas en la zona y existió durante la Edad Media algo parecido a lo que contemplamos o en cambio estamos viendo un castillo supuestamente medieval que en realidad nació en el s. XIX producto de la imaginación de un arquitecto?.

                                     
                                     

Como se ha insinuado para Eugene el arquitecto debía gozar de total libertad para acometer las obras que le pareciera oportuno aunque eso le llevase a añadir elemento que no coincidiesen con los originalmente presentes en el edificio que era "restaurado", todo ello paradójicamente siempre aduciendo que esas acciones resultaban necesarias para recuperar una supuesta forma histórica original (sic), o más bien ideal, del edificio en cuestión. 

En otras palabras Eugene aunque nunca lo asumía claramente (más bien aseguraba públicamente lo contrario) en realidad no estaba interesado en restaurar los edificios históricos en sí mismos tal y como supuestamente habían sido, ni tampoco en repararlos y conservarlos tal como se encontraban en la época. Él lo que realmente deseaba era recuperar sus partes más antiguas de forma idealizada y mejorada, haciéndolas aún más bonitas, añadiendo para ello si lo consideraba preciso nuevas estructuras y adornos que no tenían por qué haber existido jamás. Por tanto, de facto, el propósito de sus restauraciones no era propiamente el restaurar el edificio para devolverlo a su estado primigenio sino para recrearlo tal como debería haber sido conforme a unos cánones estilísticos ideales que en su caso se correspondían con una mezcla de ideología romántica y formas arquitectónicas góticas. 

Realmente Eugene era un arquitecto vocacional nacido fuera de tiempo que hubiera sido feliz habiendo vivido en plena Edad Media, sobre todo en la época de auge de las catedrales. Como en cambio había nacido en el s. XIX tenía que conformarse con restaurar edificios antiguos, pero cuando podía aprovechaba eso para dar rienda suelta a la hora de añadir obras de su propio cuño en las que mostrar su perfecto conocimiento (que lo poseía) de las técnicas de construcción y cantería medievales. Realmente a Viollet-le-Duc la parte que la apasionaba de “restaurar” edificios era cuando se veía “obligado” a introducir modificaciones creativas a las obras y dejar así su firma para la posteridad asociada a grandes palacios, murallas o catedrales, convertidas por obra suya en edificaciones aún más esplendorosas de lo que nunca habían sido en origen.  

El producto de todas estas obsesiones fue que allí por donde pasaba Eugene los castillos, catedrales o monasterios de turno renacían de sus ruinas, pero al precio de que durante la obra consiguiente se eliminaban partes y se magnificaban o añadían otras, todo ello siempre de cara a resaltar una estética medieval. A la vez se eliminaban también las huellas del paso del tiempo por el edificio en cuestión para así lograr la unidad estilística del monumento, el cual según Eugene solo debía ofrecer la imagen de un único período constructivo sin mezcla de estilos o de épocas. 

En otras palabras Eugene lo que hacía era aplicar su particular técnica de Photoshop sobre los restos del pasado, siempre asegurando, eso sí, que lo que hacía era justo lo contrario, o sea que solo estaba ayudando a la “realidad” al natural a mostrarse mejor. 

Por ejemplo durante su “restauración” de la catedral de Notre Dame se sustituyeron unas 60 estatuas de la portada por otras salidas de la imaginación del propio Viollet-le-Duc, quien también modificó por completo un rosetón y añadió a la construcción ese pináculo en su centro que se puede ver hoy en día (en realidad la catedral había tenido una estructura parecida en el pasado, que se desmontó por razones de estabilidad en época moderna y no sabemos cómo era, así que Viollet simplemente construyó una nueva estructura a su gusto) y múltiples gárgolas (sobre todo en los pisos bajos para que pudieran ser bien visibles por los visitantes aunque durante la Edad media se habían añadido, por el contrario, en los pisos altos lejos de la vista de los transeúntes). Además aisló la catedral de otras edificaciones cercanas a las que por entonces estaba pegada,  convirtiéndola así en el paradigma de lo que los libros de arquitectura del momento decían que debía ser una catedral medieval. 

   El problema es que el concepto de catedral que tenemos hoy en día (remansos de paz y silencio y fría piedra desnuda) en parte derivado de las ideas de Viollet-le-Duc no se parece demasiado a lo que eran las auténticas catedrales medievales en origen. Se trataba de edificios con un intenso trasiego de gente, ya que entre otras cosas en su interior se realizaban transacciones comerciales los días de mercado y en general sus naves, en las que no había sillas ni bancos como hoy en día, servían de lugar público de reunión. Asimismo la portada e incluso muchas columnatas o pináculos estaban policromadas en vivos tonos de azul, rojo e incluso dorado. 

Añado aquí debajo dos fotografías de Notre Dame en el período 1840-1843 previas a la restauración llevada a cabo por Viollet-le-Duc (que se prolongó de 1845 a 1864), aunque por sí solas y a simple vista no bastan para ejemplificar lo que planteo. 

                                                          
                                                          

En Carcasona por su parte Viollet-le-Duc agregó a la parte superior de cada una de las torres de la muralla unos techos de pizarra en forma de cono que hoy en día lucen preciosos en las fotografías, pero en realidad nunca formaron parte de la edificación original ni están construidos en un material que los canteros de la zona hubiesen llegado a usar en su momento.  

 

     De hecho así eran esas estructuras de la muralla antes de la restauración llevada a cabo por nuestro amigo Eugene.

                                             

    Por todo ello tenemos buenas razones para creer que la mayoría de castillos y monasterios que Viollet "restauró" lucen preciosos pero NO eran así en su época originaria. Pero en la medida en que los edificios que restauraba constituyen emblemas muy conocidos de un supuesto pasado histórico, Viollet-le-Duc contribuyó a generar una tremenda confusión de cara al público, sobre todo a través del turismo que aún hoy visita masivamente dichos lugares y posteriormente difunde una imagen del pasado histórico que no se corresponde con la realidad del mismo. Así Viollet-le-Duc se convirtió en su momento y aún hoy en una figura discutida, totalmente opuesta a la corriente defendida por John Ruskin primer gran partidario a su vez de la conservación “a secas” frente a la “restauración”. 

Pero el problema es mucho más grande de lo que se piensa por dos razones. La primera es que Viollet-le-Duc llegó a ser una figura hegemónica en su tiempo y contó con múltiples discípulos e imitadores hasta más o menos mediados del s. XX. Por ejemplo el también arquitecto Émile Boeswillwald que restauró la catedral de Laon. A la izquierda vemos una fotografía de 1855 durante la restauración que llevó a cabo. Debajo vemos una fotografía de la dicha catedral hoy, una vez considerada uno de los supuestos mejores ejemplos de transición del románico al gótico. Más adelante voy a centrarme en el caso español donde las ideas de Viollet ejercieron una gran influencia en cuanto a la restauración de prácticamente casi todo el patrimonio medieval hispano y las dudas que eso debería plantearnos al respecto de dicho patrimonio.

                                              

    A fin de cuentas todo lo que he intentado explicar implica que gran parte de todas las restauraciones de edificios y yacimientos históricos que se realizaron entre finales del s. XIX y mediados del s. XX por parte de seguidores de Viollet-le-Duc (y hay que tener en cuenta que durante mucho tiempo fueron mayoría en muchos países) resultan como mínimo dudosas. Consiguientemente gran parte de los datos e información extraídos de esos edificios por parte del público o incluso algunos especialistas son en la práctica cuestionables.    

La segunda razón a la que antes aludía es que muchos de los equívocos iniciados por Viollet-le-Duc y sus seguidores no se pueden deshacer. Bueno, como dice cierto slogan balompédico "sí se puede", pero en la medida en que determinados clichés e imágenes de sitios históricos restaurados siguiendo los  principios de su escuela han quedado fijados en la mentalidad del público a través del turismo, las postales o los viejos manuales escolares, no es posible volverse atrás sin afrontar nuevos problemas. Por ejemplo, antes mencioné que su restauración de las murallas de Carcasona desembocó en una imagen del recinto fortificado medieval que no se corresponde para nada con la naturaleza del mismo durante los tiempos feudales. Pero una vez que han pasado más de cien años y el público se ha acostumbrado a ver las murallas de una determinada manera las protestas se realizarían si se cambiara la imagen que les dio Viollet-le-Duc y no al revés, pese a que dicha imagen es falsa, porque es la imagen a la que la gente se ha acostumbrado (como a las Autonomías en España). Al final los arqueólogos y restauradores del presente intentan llegar a compromisos. Por ejemplo en dicha muralla de Carcasona se ha intentado cambiar el color de las cúpulas recubiertas de lajas de pizarra desde un color negro a otro ocre para que esas cúpulas que no deberían estar ahí resalten menos. Pero no se pueden quitar dichas cúpulas cónicas porque el público o el consistorio local no lo permitirían ya que han pasado a formar parte indisoluble de la imagen de la ciudad.  

Vamos a ver ahora algunas problemáticas semejantes que afectan al legado histórico hispano. 

Viva Las Vegas.

Durante buena parte de la época contemporánea, por razones de proximidad o puramente históricas, la cultura española ha estado profundamente influenciada por la francesa. Por supuesto la gente joven de hoy en día ha crecido en un mundo donde la cultura global de cuño anglosajón está absolutamente presente en todos los órdenes pero eso nos hace olvidar que hasta hace no tanto existieron otras culturas que al menos dentro de Europa poseían un prestigio y una proyección igual o superior. En esa línea durante algún tiempo el caso español se caracterizó porque el francés y no el inglés era el idioma que aspiraban a dominar nuestras élites (algo que aún colea actualmente entre nuestra clase política) y el paradigma de buen gusto y modernidad era servirse de ello para leer a Zola o Dumas, alabar a los cineastas de culto franceses de la “nouvelle vague”, leer a Sartre o Althusser, o a Lévi- Strauss. En lo tocante a las cátedras de historia más modernas e innovadoras reinaba la admiración por la escuela de Annales, en los programas y periodizaciones se priorizaba (y aún se hace) el estudio de la revolución francesa sobre la revolución inglesa o la estadounidense y del mayo del 68 francés sobre el análisis del movimiento por los derechos civiles yanqui. 

   No es extraño por tanto que durante el s. XIX y el primer tercio del s. XX, a imitación de Francia, el paradigma de restauración seguido mayoritariamente en España fuese el de la “libre restauración” plasmado por Viollet-le-Duc en Francia. 

   En ese sentido uno de sus primeros ejemplos palmarios en España fue la restauración de la catedral de León. Dicha catedral fue el primer edificio declarado Monumento Nacional en España, en el año 1844, aunque para entonces estaba casi en ruinas ya que parte de sus bóvedas se habían derrumbado. La restauración consiguiente se inició en 1859 y duró hasta 1901 participando en ella varios arquitectos. 

   Matías Laviña se encargó de la cúpula barroca y parte del brazo sur del crucero ya que dichos elementos no encajaban con la imagen de una pura catedral gótica del s. XIII que era lo que se pretendía “reconstruir”. A Matías lo siguieron otros cinco arquitectos más, tras el paso de los cuales –principalmente de Juan Madrazo y Demetrio de los Ríos- las bóvedas, los pilares, arbotantes, pináculos, la fachada o incluso la decoración de la catedral eran de nuevo cuño y en muchos casos contenían elementos y partes ideadas de forma original por parte de los propios arquitectos encargados de las obras. 

   Se decidió también aislar la catedral de su entorno urbano más próximo (y eso que las catedrales medievales eran edificios profundamente urbanos, en ocasiones compaginaban funciones religiosas con otras mucho más mundanas y por ello se encontraban inmersas en el maremagnun caótico de edificios y calles propio de las villas medievales). Esa práctica de aislar para destacar es algo que, como dije antes, puso de moda Viollet y luego se ha repetido con casi todas las grandes catedrales de Europa (y muchos otros monumentos)  rodeándolas de una plaza o un parque que resalten su monumentalidad. 

   El resultado de estos esfuerzos en el caso de León es una hermosa catedral de estilo gótico oficialmente del s. XIII pero en el fondo construida prácticamente ex novo en el s. XIX usando técnicas y materiales de ese momento para imitar las formas del gótico medieval. Resulta muy fotogénica y luce fantásticamente en las postales de la ciudad o los libros de texto sobre arte que no dudan en calificarla habitualmente como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del gótico existentes en España. 

    La catedral antes.

                                                  

     Y después de la "restauración".  

                                                         
                                                 

   El siguiente edificio emblemático en sufrir un proceso semejante fue la Iglesia de San Martín de Frómista considerada hoy en día oficialmente como uno de los principales ejemplos del románico en el camino de Santiago

   Se la declaró monumento nacional en 1894 pero para entonces era prácticamente una ruina, con varias partes derrumbadas y diversos edificios añadidos. Es más, para acabar de agravar la situación en 1895 se vinieron abajo el pórtico, el coro y la mayor parte del costado oeste, todo lo cual desencadenó los inicios de obras de “restauración”. Vemos aquí su aspecto en torno a 1890 a través de una fotografía que muestra uno de sus costados y una maqueta que ilustra el posible aspecto del otro costado por aquella época. 

                                                   

                                   

  Así las cosas en 1896 se demolieron todas las construcciones “modernas” que se encontraban en los límites del conjunto así como las bóvedas central y lateral derecha, el crucero en su brazo meridional, el ábside del mismo costado y parte de la cúpula. Luego de eso diversos arquitectos, sobre todo Manuel Aníbal Álvarez Amoroso, reconstruyeron esas partes añadiendo, eso sí, algunas cosillas nuevas para darle una mejor apariencia al conjunto: 11 capiteles, 12 cimacios y 86 canecillos de nada. Tras ello la nueva San Martín de Frómista reluciente y reconstruida estuvo lista para una solemne inauguración en 1904. Vemos a continuación su aspecto actual. 

                                                      
                                        

   Vamos ahora con uno de los mejores ejemplos de un claustro románico existentes en la Península. El mismo se encuentra ubicado en el monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas un monasterio cisterciense fundado en 1189 por Alfonso VIII de Castilla y situado en la ciudad de  Burgos.

   Así se encontraba cuando se iniciaron las labores de reconstrucción. 


                                                      

Y así luce ahora.  

                                                     

                                    

                                    

Este tipo de milagros ocurrieron por toda la Península en una cierta época. 

   Santa María la Real antes y después. 






      Así era la Catedral de Barcelona a mediados del s. XIX. 

                

  Y así es ahora tras serle construida una nueva fachada "gótica" entre 1882 y 1913 por parte de los arquitectos August Font i Carreras y Josep Oriol Mestres sirviéndose del estilo neo-gótico muy popular en la arquitectura historicista de aquellos años. 

             

   Esto era lo que quedaba del Monasterio de Poblet (prototipo de abadía cisterciense peninsular) antes de que en 1930 se iniciase un largo proceso de recuperación. 



   Vamos ahora a fijarnos en el románico catalán y uno de sus edificios más emblemáticos el monasterio de Santa María de Ripoll consagrado a finales del s. IX. 

   Tras sufrir diversos avatares y desastres históricos (incendios, saqueos) el monasterio, su iglesia y su claustro llegaron al siglo XIX en una situación de pura ruina. Por ello entre 1826 y 1830 el arquitecto Josep Moretó -al igual que hizo en la catedral de Vich- intentó reconvertir Santa María de Ripoll en una iglesia neoclásica. Para ello Moretó intervino en la estructura de la iglesia (la cual había sido concebida originalmente con cinco naves y cinco ábsides, acabada con bóvedas de cañón, pero luego fue ampliada hasta albergar siete ábsides) y la transformó en una iglesia de tres naves. 

Más adelante, en 1847, en medio de un proceso de exclaustraciones y desamortizaciones  por todo España, parte del conjunto quedó considerado como cantera y sus piedras fueron vendidas a particulares, por lo que pronto desapareció una parte de lo que quedaba del claustro y en 1856 la torre del palacio abacial dejando el conjunto restante en una situación aparentemente irrecuperable. Incluso ya antes de eso, en 1846, por encargo de la Comisión Provincial de Monumentos de Gerona el arquitecto Martí Sureda realizó un informe planteando que no se podía rehacer el edificio por desconocer con precisión cómo había sido el original. 

  Sin embargo entre 1886 y 1893 se acometió una nueva reconstrucción en paralelo al auge del nacionalismo catalán de cuño burgués. Había que reconstruir un símbolo  aunque para ello el arquitecto comisionado -Elies Rogent- acabó prácticamente de destruir los restos arqueológicos que quedaban, por lo que a partir de ese punto puede decirse que la actual iglesia es casi totalmente nueva. De hecho durante la reconstrucción Rogent cambió una vez más el aspecto del edificio respecto a su morfología pretérita y añadió algunos elementos inexistentes en el original, como un cimborrio o una serie de columnas que sirven de separación de las naves laterales.

  Al cabo de todos estos avatares, destrucciones, reconstrucciones y “rehabilitaciones” puede decirse que el edificio que se contempla actualmente tiene seguro poco que ver con la imagen que pudiese haber poseído en época medieval. Pese a todo en 1931 el renacido monasterio de Santa María de Ripoll fue declarado Monumento Histórico-Artístico y desde entonces en todos los manuales escolares aparece como ejemplo palmario del románico catalán.

    Así se encontraba el exterior del monasterio poco antes de su restauración definitiva.

                                   

    Así está ahora.

                                  

    En estas condiciones se encontraba su interior.

                                          
                                

   Así luce ahora su claustro, otro de los más conocidos de Cataluña junto con el de la Seu d´Urgell y quizás el polémico caso del claustro de Palamós.

                                

Pero no se trata de meterse con Cataluña. Demos por tanto un vistazo al prerrománico asturiano. El aspecto de uno de sus edificios más emblemáticos, San Julián de los Prados, es fruto de una restauración llevada a cabo entre 1912 y 1915 por Fortunato de Selgas. Durante la misma se derribaron toda una serie de añadidos que según el arquitecto desvirtuaban el conjunto y también fueron sustituidas las bóvedas por cubiertas de madera. Aceptable.

                                  
                                

Sin embargo la mayor parte del resto de edificios prototípicos del prerrománico astur son en gran parte una pura interpretación realizada sobre diversos restos por parte de otro restaurador, en concreto el arquitecto Luis Menéndez Pidal, sobrino del conocido historiador Ramón Menéndez Pidal (quien a su vez se inventó media biografía del Cid y la otra media de Pelayo). Así se podría discutir mucho sobre la restauración que el bueno de Luis llevó a cabo en San Pedro de Nora o la de Santa María de Bendones, así como otros edificios religiosos asturianos quemados o destruidos durante la Guerra Civil, caso de la Catedral de Oviedo (a la que reconstruyó una torre) y su Cámara Santa (reconstruida siguiendo su propia interpretación).

                                             
                                         

Valga de ejemplo el caso de Santa María del Naranco, cuya restauración acometió Luis Menéndez Pidal antes de la Guerra Civil, concretamente en el período 1929-1934. Allí destruyó partes del edificio que se conservaba  y también el estuco de un color amarillento con detalles de policromía en rojo en las acanaladuras de arcos y contrafuertes de los planos inferiores.

Así era el conjunto que se conservaba justo antes de la restauración llevada a cabo por Luis.

                             
Y así se ve ahora.
                               
                                    

Vamos con la peliaguda cuestión de la arquitectura “visigoda” en España. Más allá de la problemática a la hora de hablar de una "arquitectura visigótica", que no sabemos muy bien si realmente existió, está la cuestión de las restauraciones llevadas a cabo con determinados edificios supuestamente pertenecientes a la misma.

Siempre se cita como prototipo de arquitectura visigoda la iglesia de San Pedro de la Nave, en Zamora, una construcción del último tercio del s. VII. Sin embargo esta iglesia fue desmantelada en 1930 del siglo pasado cuando la compañía Saltos del Duero proyectó una presa en el río Esla para lo cual era necesario anegar la zona donde se ubicaba esta edificación. Debido a ello se la trasladó piedra a piedra mediante carros hasta un lugar ubicado a unos dos kilómetros de distancia de su emplazamiento original y luego fue recompuesta aprovechando para "restaurarla".

     Así era en 1912 cuando fue declarada Monumento Nacional.

                                  

    Y de esta forma se ve ahora.

                             

Podríamos seguir hablando de estas cuestiones poniendo ejemplos de arquitectura románica supuestamente relacionada con los templarios, como es el caso de  Santa María de Eunate (a la derecha), restaurada en 1940 por José Yárnoz Larrosa quien repuso elementos y retiró el encalado que cubría el edificio. La restaurada Sinagoga del Tránsito en Toledo tampoco es muy probable que se parezca a la existente en los siglos tardomedievales tras una serie de restauraciones sufridas entre 1877 y 1911 a cargo sucesivamente del arquitecto Santiago Martín Ruiz, el escultor Francisco Isidori, el Marqués de la Vega-Inclán y el arquitecto Eladio Laredo, cada uno de los cuales quiso aportar su particular punto de vista del edificio. El Palacio de la Aljafería en Zaragoza resultó muy dañado durante la invasión francesa de la Península a inicios del s. XIX y lo que se puede contemplar en la actualidad es básicamente el producto de una restauración llevada a cabo por el arquitecto Francisco Íñiguez durante la época franquista. Por su parte la casa de Goya en Fuendetodos fue destruida como muchos otros edificios históricos durante la Guerra Civil, debido a ello la que existe en la actualidad es una mera reconstrucción, algo parecido a lo que ocurre con la supuesta casa del Greco en Toledo, la cual se construyó ex novo en pleno s. XX, o el Palacio del Infantado en Guadalajara, producto asimismo de una importante reconstrucción tras sufrir graves daños durante la citada Guerra Civil.

Un caso particular: la fortaleza roja.

A comienzos del s. XIX la Alhambra se hallaba en muy mal estado como casi todo el patrimonio cultural español en general (ya lo hemos visto) y el de raíz árabe en particular. De hecho fue redescubierta y puesta de moda por viajeros extranjeros. A ese respecto dos hitos fundamentales fueron, en primer lugar, la publicación de los Cuentos de la Alhambra, un libro escrito por el estadounidense Washington Irving (1783-1859) en el año 1829 y publicado en 1832 bajo el título de Conjunto de cuentos y bosquejos sobre Moros y Españoles. El otro hito consistió en un álbum con dibujos, Sketches and drawings of the Alhambra, obra del pintor británico John Frederick Lewis (1804-1876) realizado a partir de su estancia en España entre 1833 y 1834.  

Ambos trabajos, junto con los grabados de pintores como David Roberts (1836-37) y diversos libros de relatos de viajes, difundieron por Europa una imagen idealizada de la Alhambra de acuerdo con las corrientes románticas en boga por aquel entonces. De hecho, también por aquellos años –concretamente en 1834 y 1837- realizó dos viajes a Granada el arquitecto y litógrafo británico Owen Jones (1809-1874). Tras los mismos escribió Plans, Elevations, Sections and Details of the Alhambra, libro publicado en Londres en 1842-45. Más adelante Jones fue uno de los encargados de las obras para la Exposición Universal de Londres en 1851. Y unos años después, en 1854, fue también responsable de la decoración del Palacio de Cristal (una vez reubicado en Sydenham) para el que construyó una réplica del patio de los Leones y de otros ambientes alhambreños. Finalmente en 1856 escribió The Grammar of Ornament libro que se convirtió en una herramienta importante de la época para el aprendizaje de los diseñadores de artes decorativas y puso de moda, entre otras cosas, el tipo de decoración árabe.  

Tras todo esto la Alhambra pasó de ser un conjunto de ruinas mayormente ignoradas y ocupadas por vagabundos y mendigos a convertirse en un icono internacional, foco de atracción de los primeros grupos importantes de turistas burgueses en la historia de España. Consiguientemente en la España de la época comenzó el interés por “restaurar” el lugar para mejorar la imagen del país proyectada a través del mismo y de cara a satisfacer las expectativas de los nuevos visitantes.   

Los primeros encargados de ese tipo de labores fueron los Contreras, una familia que durante tres generaciones se dedicó a devolver a la Alhambra un aspecto que realmente nunca poseyó para que sus restos resultasen acordes con el gusto por lo orientalizante y exótico muy en vigor entonces. Esos esfuerzos alcanzaron su culmen cuando Rafael Contreras fue nombrado “restaurador adornista” de la Alhambra en 1847 y director y conservador en 1869. Bajo su iniciativa se construyó una cúpula cubierta de escamas de colores –la cual nunca había existido originalmente durante la etapa nazarí- en el Patio de los Leones y se añadió a su famosa fuente un nuevo platillo y un surtidor. También organizó un taller de presidiarios para fabricar yesos de cara a instalarlos en la Alhambra y de paso vender a los visitantes reproducciones de los mismos como recuerdos. A Rafael Contreras lo sucedió su hijo, Mariano Contreras, ya arquitecto de formación, quien continuó en esencia la obra de su padre y su abuelo fabricando y vendiendo yesos y restaurando piezas de la Alhambra a discreción.  

No sería por tanto hasta la irrupción de un arquitecto de nombre Leopoldo Torres Balbás entre 1923 y 1936 que se empezó a rectificar la obra de los Contreras y a intentar devolver a la Alhambra algo parecido a la imagen que tal vez algún día había ostentado. Heredero de las teorías conservadores de Ruskin y crítico con los postulados restauradores de Viollet le Duc a Torres Balbás se debe, en gran parte y para bien o para mal, la Alhambra que hoy conocemos.  

Desafortunadamente las obras de restauración dirigidas por Torres Balbás fueron paralizadas por la Guerra Civil tras la cual por cuestiones políticas fue depuesto de todos sus cargos y acabó muriendo en el anonimato en Madrid en 1960 atropellado por una motocicleta mientras restauradores del estilo de Luis Menéndez Pidal copaban la mayoría de los encargos oficiales.  

En general el caso de la Alhambra es el de un monumento bastante coherente con lo que podría haber sido su forma y decoración original gracias a la labor de Torres Balbás y aun así el problema es que para lograr eso la mayoría de las paredes de las torres exteriores o de techos y decoraciones de los palacios que se pueden ver hoy en día no son los restos originales sino producto de reconstrucciones o restauraciones llevadas a cabo por obreros a principios del s. XX, aunque por lo menos estas obras en la inmensa mayoría de los casos sí se corresponden con estructuras preexistentes en cuanto a ubicación y forma. Para valorarlo vamos a comparar algunas tomas fotográficas del antes y del ahora.

                                     
                                           
                                          
                                             
            


                                         
                                          
                                          
                                                   
                                         
  
El pasado no volverá.

Bien, llegados a este punto no se si he logrado aclarar y probar mi punto de vista o por el contrario mi exposición ha resultado confusa. Obviamente restaurar un edificio o un lugar histórico no puede consistir en dejarlo tal y como está. Pero por otra parte lo que he intentado mostrar es que, frecuentemente, al intervenir, los restauradores del pasado han añadido muchos elementos de su propia cosecha durante sus rehabilitaciones de edificios. De esta forma hoy en día existen múltiples monumentos, palacios, castillos, iglesias, catedrales… que tomaron la forma con que hoy las asociamos solo a partir del s. XIX en adelante. Previamente a eso se encontraban en muy mal estado, obviamente, pero en su época original dichos edificios o bien tenían un aspecto diferente al que luego adoptaron tras ser “restaurados” o bien simplemente no podemos estar seguros de qué forma exacta tenían. En este último caso no hay forma de saber si donde los restauradores decidieron añadir un muro o una cubierta a dos aguas había una estructura idéntica o no.  

En cambio las gentes del presente sufrimos como sociedad una obsesión colectiva parecida a la que experimentaba Jay Gatsby, el personaje de la celebérrima novela de Scott Fitzgerald. Al hilo de nuestros delirios y obsesiones deseamos, anhelamos febrilmente, recrear un pasado idealizado que ya no volverá de ninguna forma. De cara a ello, entre otras muchas cosas, se tiende a dar por buena la forma que podemos observar hoy en día a muchos edificios históricos sin pararnos a pensar cómo se ha llegado a ese punto. Inconscientemente dotamos de una profesionalidad y una intuición a los encargados de recuperar y adecentar los edificios históricos que no siempre han abundando dentro de ese colectivo. Por ejemplo, durante muchas décadas de cara a reconstruir o apuntalar celebres ruinas no se tenían para nada en cuenta los materiales originales de la construcción, por lo que hoy en día abundan construcciones medievales o del mundo antiguo que fueron restauradas usando hormigón, ladrillos o cemento para solucionar grietas en las paredes o volver a levantar un trozo de muro que se había caído (o se piensa que pudo haber estado allí alguna vez). 

Quizá os parezcan cuestiones menores pero todas ellas unidas proyectan, sobre todo a nivel turístico y popular, una imagen visual de los entornos del pasado que no siempre suele corresponderse a la realidad porque en general incluso las restauraciones profesionales son esclavas de intereses tendentes a resaltar lo estético, espectacular o efectista.  

Obviamente existen excepciones e incluso casualidades afortunadas ocurridas en medio de la ejecución de chapuzas. Por ejemplo durante la restauración de la iglesia prerrománica de San Julián de los Prados mientras se raspaba el encalado que recubría sus muros se encontró un conjunto de pinturas muy importante. Igual que lo ocurrido en las Casas del Partal en la Alhambra en cuyo interior por razones parecidas se encontraron los únicos restos de pinturas figurativas murales nazaríes que se conservan. 

Yo personalmente soy partidario de tocar lo mínimo en cuanto a la conservación de los restos del pasado. Cuanto más los tocas mejor los conservas… pero también los alteras más con lo que llegado el caso aseguras la perfecta conservación de un resto cuyo valor inicial se ha perdido al convertirse en otra cosa, en una mezcla de testigo de su tiempo y a la vez del tiempo presente en que se realiza el hallazgo y se interviene sobre el mismo. Llegados a este último punto ya no estas contemplando el trono en el que se sentó Alejandro o el suelo que pisó Carlomagno sino que en realidad estas delante de un edificio o un mueble construido casi de cero hace unas décadas y que se parece o intenta parecerse al palacio, castillo o abadía sobre cuyos restos se ha realizado esta nueva imitación que ahora se te muestra. Por tanto ya no estás contemplando o sosteniendo entre las manos un resto milenario, testigo mudo de un mundo perdido, sino una réplica que se parece a algo que existió en el pasado pero en realidad solo tiene unos pocos años de vida. Consecuentemente lo que estás tocando en ese momento ya no es una línea directa con el pasado, es solo una recreación, igual que los que asisten a un concierto protagonizado por el holograma de Michael Jackson.  

Pero todo esto lo vamos a ver con más claridad en sucesivas entradas. Por de pronto en estos momentos sólo tres países del mundo tienen más de cuarenta lugares declarados como Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO: Italia con 49, China con 45 y España con 44. Hoy hemos visto que en el caso español habría mucho que matizar, más adelante, en futuras entradas de este blog, como he dicho veremos que no somos la excepción. Están filmando enanos amigos míos y eso no tiene arreglo.

16 comentarios:

  1. Soberbio, como siempre y razón no te falta en cuanto a los restos materiales que sirven como "interpretación" del pasado; (por algo no soporto la historia del arte ni la arqueología jeje). Pero me llama la atención este fragmento y deriva filosófica del principio del reportaje:

    "De hecho una cosa que siempre me atrajo del estudio del pasado es que a través de ello se me ofrecía, teóricamente al menos, una oportunidad de escudriñar hacia atrás en busca de algo auténtico, algo natural que supuestamente siempre haya sido de una determinada manera (de forma autónoma a los elementos externos y por razones totalmente espontáneas). No se si me explico, se trata del anhelo de encontrar una verdad auténtica acerca del hombre que además resulte independiente, ajena, al hombre mismo. Algunos para dar satisfacción a ese propósito prefieren mirar al cielo, yo prefiero simplemente revisar el archivo policial de nuestra existencia.

    Por supuesto, con el tiempo, a medida que he ido acumulando conocimientos al respecto me he dado cuenta de que dicha perspectiva resulta tremendamente ingenua y no deja de ser una ilusión, un espejismo, un engaño. Desde que el hombre se convirtió en lo que es, más o menos al final de la Prehistoria, no existe prácticamente nada auténtico hasta ese punto en el mundo que nos rodea porque la esencia de la cultura y de las sociedades humanas es precisamente la alteración y reinterpretación continua del medio en que vivimos. Todo ello a la vez que creamos, actualizamos y reelaboramos fantasías colectivas tanto sobre el presente y el futuro como acerca de nuestro propio pasado. No hay nada exento de maquillaje y aderezos en la cultura material o bien en la memoria histórica de los hombres, nada que no haya sido mil veces retocado."

    Yo creo que realmente sí que existe "algo auténtico" y para mí, muestra de ello son todos esos detalles que nos han ido llegando por nuestra "tradición" como puede ser por ejemplo una entre muchas, las religiones y la historia de las religiones. Es muy curioso que toda las cosmovisión de muy "diferentes culturas" sea mu parecida cómo pueden serlo los mitos de creación del ser humano o qué ciertos ídolos de culto sean escandalosamente parecidos...en fin si puedo recomendarte un libro..."La crisis del mundo moderno" de René Guenón; dónde trata estos temas y muchos más de gran interés humano y filosófico.

    ResponderEliminar
  2. Lo de Michael Jackson es verdad D:?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, todas formas lo mencionaba más como una anécdota o como una posibilidad hipotética de cara al medio plazo antes que como un ejemplo.

      Dicho esto en los últimos Premios Billboard "actuó" en el escenario un holograma de Michael Jackson y en un show de Las Vegas hace tiempo usaron la misma técnica para revivir al rapero Tupac. Y seguro que se me pasa algún otro ejemplo.

      http://www.infobae.com/2014/05/19/1565640-michael-jackson-resucito-los-premios-billboard

      http://www.elmundo.es/happy-fm/2014/05/19/5379caf8ca47416c0b8b4570.html?a=b14abed5e26d4879efe9e2e3f16dc3c9&t=1401467734

      https://www.youtube.com/watch?v=jDRTghGZ7XU&feature=player_embedded

      Por ahora este tipo de ensayos con hologramas son cosas muy puntuales. Pero no descarto que en diez o veinte años, con la tecnología un poco más afinada y barata, este tipo de prácticas vayan a más y en algún museo o teatro de, por ejemplo, Memphis llegue a ser posible asistir a conciertos periódicos de Elvis recreado por ordenador o en algún local parisino preparado al efecto se puedan asistir a actuaciones en directo de Edith Piaf y cosas similares. Es cuestión de tiempo y yo pagaría.

      Lo mismo para recreaciones virtuales a gran escala de sitios arqueológicos que se deterioran por el exceso de visitantes. Por ahora se hacen recreaciones de cartón piedra como quien dice, p. ej. de Altamira, pero en un futuro cercano pienso que será más barato y eficiente recrear el entorno con tecnologías parecidas al croma que ahora se usa para las series de televisión o incluso usar eso a lo grande y recrear en naves preparadas al efecto en museos la experiencia de visitar sitios como la antigua Babilonia, Pompeya o Roma, prescindiendo de las maquetas cutres y pequeñitas que se estilan hoy en día.

      Eliminar
    2. Hay lugares donde dan un pre-primer-paso para lograr esto. Como en el Museo de Historia de Valencia, donde se utilizan videos de la vida cotidiana de diferentes épocas de la ciudad. Algún día seguramente se consigan hacer esas recreaciones que prevees.

      Eliminar
  3. Por otro lado, creo que merece un pequeño comentario el tema de Las Vegas. En una ocasión vi un documental sobre la construcción del casino que recrea Venecia (y que creo que pertenece al Sheldon Adelson que quería crear Eurovegas en España). Estaba interesante, el tema de recrear (más o menos), al menos el estilo de una ciudad histórica. Es verdad que si yo visitase Las Vegas, no me gustaría ver esas recreaciones cutres y horteras que parecen ser los casinos con ambiente histórico de aquella ciudad. Pero al menos, como has dicho, se lo toman con humor, de forma desenfadada. Una manera de ofrecer algo diferente a los clientes. Y además lo hacen en esos Estados Unidos con poco más de 200 años de historia.

    Lo que sí es incomprensible, es cuando China piratea en versión low cost (pero no desenfadada) una ciudad o un pueblo extranjeros, reconstruyéndolos en territorio del antiguo Imperio Medio. ¿Porqué iban los chinos a visitar una aldea de los alpes, o una calle de Londres, cuando pueden piratearlas, copiarlas y reproducirlas en la propio Centro del Mundo?



    Nota: Escribo sobre esto, porque escribir sobre el tema principal del artículo me resulta demasiado triste y deprimente :-(

    ResponderEliminar
  4. Quizás si cada generación añade y reinterpreta lo que le toca, lo que habría que aceptar es que las generaciones del XIX y principios del XX hicieron eso mismo aunque ya no tanto en función de necesidades prácticas/religiosas sino de ideologías nacionalistas y románticas. A mi muchas de sus aportaciones me parecen fantásticas y sus "reconstrucciones" nos han legado edificios realmente bellos, más bellos de lo que eran en la época de su construcción.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  5. Post extraordinario, como siempre por otra parte.
    Puestos a aportar lo que sea para agradecerle y estimularle, un par de referencias de policromía (ya no me atrevo a decir original) en iglesias de mi entorno para ese artículo que está por venir:
    - Portico de Santa Maria de los Reyes en Laguardia
    - Portico de Santa María de Deba

    Gracias de nuevo por la extraordinaria calidad de este blog

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a tí. A Santa María de los Reyes ya le tenía echado un ojo (y eso que la policromía no es auténticamente gótica como creo que he visto asegurar a veces sino posterior producto seguramente de algún repintado) pero a la otra no. Al final el éxito de cualquier página web o blog es llegar a superar un cierto umbral a partir del cual la gente que pasa por allí vaya formando una mente colmena colectiva y compartiendo sus conocimientos. Nadie lo sabe todo (tampoco yo, maldita sea) pero, a la vez, mucha gente anónima, así a lo tonto y a veces sin darse cuenta, resulta que sabe mucho de pequeñas cosas que puestas juntas ofrecen una perspectiva como ningún especialista puede dar. Por ello todo aporte es bienvenido.

      El artículo en cuestión pienso que todavía me va a llevar algunos meses, básicamente porque es complicado, obviamente, encontrar fotografías que muestren de forma clara lo que quiero contar. Pero en su momento llegará porque creo que será muy instructivo y no hay demasiado al respecto disponible en la red con un buen material gráfico que sirva de apoyo y de prueba.

      Eliminar
    2. No sé si tiene vd. identificada a una muchacha que se llama Silvia Castellanos, que está escribiendo cosas muy dignas sobre el arte románico. En concreto acaba de publicar un artículo en el que menciona "...la portada de la Majestad de la Colegiata de Toro, por ejemplo. «Redescubierta» en 1985, mantiene su brillante colorido gracias a haber estado oculta durante mucho tiempo..."
      Me pareció que complementaba muy bien este artículo suyo sobre el que ya comentamos en su momento.

      Un saludo

      el enlace al artículo:
      http://www.jotdown.es/2016/08/breve-introduccion-la-pintura-romanica/

      Eliminar
    3. Creo que sí, ha hecho en esa página varios artículos sobre el románico gallego y cosas así. Si no recuerdo mal, claro. Quizás más que con este artículo se relaciona con cosas comentadas en "Primary colors" sobre la policromía del arte medieval por ejemplo, o con este otro que escribí al comienzo del blog donde tocaba de pasada la posible significación y sentido de este tipo de arte del que, la verdad sea dicha, he escrito muy poco:

      http://despuesnohaynada.blogspot.com.es/2014/01/sacro-y-profano.html

      Eliminar
  6. He añadido un nuevo epígrafe a esta entrada referido a los barcos de Colón y la problemática en torno a la reconstrucción de los mismos gracias a un viejo artículo de revista que me han pasado (muchas gracias). Creo que encaja perfectamente aquí y está de actualidad debido al supuesto hallazgo de los restos de la Santa María en Haití.

    De hecho si miráis las páginas de la Wikipedia dedicadas a los tres famosos barcos, la Pinta, la Niña y la Santa María, salen diversas fotos de algunas de sus réplicas repartidas por museos y exposiciones a lo largo del mundo y del tiempo. Veréis que van variando entre sí la forma de las reconstrucciones. Aquí se explica un poco el por qué.

    ResponderEliminar
  7. Loreena Mckennitt - Nights From The Alhambra:

    https://www.youtube.com/watch?v=fR3jRhqSkUk

    ResponderEliminar
  8. Lo que está pasando con la expansión de la "duplitectura", la moda de las copias arquitectónicas en China:

    http://elpais.com/elpais/2014/08/20/icon/1408542973_075392.html

    ResponderEliminar
  9. En Francia están construyendo un castillo medieval con técnicas de la época de cara a los turistas que visitan las obras:

    http://www.liberation.fr/voyages/2014/09/23/guedelon-creneau-pedago_1106899?xtor=EPR-450206

    No es como otras cosas que hemos comentado aquí, en cierta forma me parece una iniciativa interesante en tanto que pedagógica e instructiva. Luego veremos qué uso le dan al resultado de esos esfuerzos.

    ResponderEliminar
  10. Dos noticias:

    Las obras para el techado del monasterio burgalés de San Juan, Gran Premio de Europa Nostra a la conservación del patrimonio.

    http://cultura.elpais.com/cultura/2017/05/15/actualidad/1494870774_777093.html

    En paralelo el Gobierno prevé invertir 350 millones en restauraciones y rehabilitaciones esta legislatura.

    http://cultura.elpais.com/cultura/2017/05/12/actualidad/1494598085_027395.html

    Ya veremos cómo acaba el asunto.

    ResponderEliminar
  11. ¿Y sería mejor que no hubiera llegado nada a nuestros días?

    ¿Sería mejor que se hubiese perdido todo ese Patrimonio artístico o que haya llegado a nuestros días modificado por corrientes románticas del XIX?

    Algunos de los casos citados se modificaron de forma grotesca, pero en otros casos ha merecido la pena que aún sigan en pié y se puedan contemplar y nos permitan conocer parte de nuestro pasado, aunque siempre con sentido crítico y sabiendo que están "restaurados"

    ResponderEliminar