lunes, 23 de julio de 2018

Siempre seré un niño si me tratas con cariño


Alistémonos en un absoluto abatimiento, es la única actitud sincera y la única que puede ser de alguna ayuda.

Klaus Mann

    Todo el mundo tiene un plan... hasta que le sueltan la primera hostia. 

    Mike Tyson




Mi primer contacto con el mundo educativo fue un tanto atípico ya que durante el último año de mis estudios universitarios me embarqué en una iniciativa humanitaria para impartir clases gratuitas en prisión una tarde cada semana, los viernes en concreto. No voy a engañaros, soy una persona carente por completo de empatía respecto a los demás seres humanos (a los cuales trato como números, estadística, meras hormigas a las que observar y estudiar desde la distancia) así que no me movió a ello mi generosidad de corazón sino solo el sentido práctico de buscar cobayas baratas con las que curtirme. 

Era el año 2000 y el centro penitenciario en cuestión la prisión de Villabona en Asturias. Por entonces lo que recuerdo es que el complejo penitenciario estaba, lógicamente, dividido en varios módulos y según entendí los presos más cercanos a la reinserción y que pronto iban a ser puestos en libertad, así fuese provisional, ocupaban módulos con números altos, más o menos del 8 al 10. En cambio números más bajos indicaban módulos con gente digamos más "institucionalizada" e irrecuperable, frecuentemente debido a problemas crónicos de drogadicción, motivo de hecho por el que el 80 o el 90% de los reclusos habían acabado en prisión, al ser detenidos por tráfico de sustancias, o simplemente cometer pequeños hurtos para conseguir dinero con el que comprar estupefacientes. Yo no recuerdo bien si me tocó el módulo 2 o el módulo 3. En cualquier caso imaginaros.

Pero ser una persona fría e insensible tiene sus ventajas por lo cual lo anterior no me inquietó lo más mínimo y me planté en la prisión en mi primer día de clases imbuido de una genuina despreocupación (incluso sin DNI, qué inocencia, aunque al final me dejaron pasar el control de la entrada de todas formas, por muy ilegal que eso fuese) y con una fantástica charla introductoria perfectamente planificada en mi cabeza. Por supuesto había decidido que dicha lección inicial habría de girar en torno a contenidos de Historia, que a fin de cuentas siempre ha sido mi especialidad. En principio el nivel que tenía que cubrir debía ser más o menos de 3º de ESO, con adaptaciones a la realidad de cada estudiante, pero yo pensé en una primera clase digamos más motivacional en la que planeaba hablar (de lo que me saliera de los cojones) del anarquismo decimonónico en España, su génesis, su discurso político… y luego aprovechar eso para dialogar con los presos y que se plantearan en qué medida sus actos habían estado mediatizados por su origen social, es decir si pensaban que el delincuente nace o bien se hace, si son la probreza y las familias desestructuradas la causa de internarse en un mal camino en la vida o tal cosa es solo producto de algunas decisiones individuales completamente libres. Preveía cierto debate en el que encontraríamos un punto de acuerdo a medio camino: obviamente nadie te obliga a meterte coca, o a rajar a alguien para conseguir dinero con el que hacerlo, pero sin duda tienes más posibilidades de acabar así cuando naces en ciertos barrios en una familia de quinquis (consideremos esta argumentación basada en prejuicios si queréis) y a partir de ahí mi plan era terminar la clase sugiriendo que esa noche cada uno de ellos se preguntase sobre las razones, individuales pero también sociales, de haber acabado en prisión.

Visto en perspectiva quizás no era la mejor de las ideas, pero en su momento me pareció brillante. Luego llegó la realidad, claro. 

   Acudieron a la primera clase unos diez o doce reclusos, no recuerdo. Bastantes más de lo esperado, de hecho. Todos me escucharon pacientemente sin decir palabra durante más o menos una hora mientras les soltaba mi rollo y, cuando terminé, todos menos uno se marcharon también sin decir palabra y nunca volvieron a ninguna clase el resto del curso. El recluso que se quedó, traficante de poca monta, me invitó a un café (horrible) en una máquina dispensadora que había dentro del propio módulo y mientras lo "degustábamos" me explicó de forma educada y directa como era la realidad en aquel entorno. Casi todos ellos se habían matriculado en “aquella mierda” no porque tuviesen ninguna intención de aprender nada (ya que a aquellas alturas de su vida percibían que, en el mejor de los casos, sacarse el Graduado Escolar no les iba a cambiar gran cosa y no veían útil dedicarle varios años de esfuerzo) sino como una apuesta, una moneda al aire, para ver si el profesor que les tocaba era una mujer (había algunas profesoras enroladas en aquella iniciativa también) y así tener contacto real con una imagen femenina en torno a la que fantasear con una relación y quizás hacerse alguna paja por las noches. 

Más adelante, en el transcurso de las siguientes semanas, aquel tipo volvió fugazmente a clase y ocasionalmente también asistieron algunos nuevos reclusos, como fue el caso de un amable estafador argentino que, él sí, realmente quería sacarse el Graduado Escolar. Y sobre todo recuerdo especialmente a un chaval que después de varias semanas reunió valor y se presentó a las clases. Ese día, después de que yo estuviera una hora hablando creo que de funciones polinómicas para el argentino, se me acercó y me explicó que él lo que quería era aprender a leer y ya había aprendido la A, la B, la C… y estuvimos un rato con la G. La G con la A es GAAAA, pero con la E suena como JEEEE, pero se escribe con G claro, aunque si ponemos antes la U entonces suena GUEEEE. Después de ese día yo no pude volver luego en un par de semanas, creo que estuve enfermo o tuve exámenes o algo, y la siguiente vez que regresé, pensando en ayudarle a repasar quizás la R y la RR, el chico no vino y de hecho ya no lo volví a ver nunca más. Me lo imagino encallado en el sistema pidiéndole por favor al profesor que (quizás) acudió al año siguiente que le explicara las diferencias entre la C y la Z y así tal vez al cabo de uno o dos años aprendió a leer, básicamente por su cuenta. O tal vez no. Nunca lo sabré.

Después de eso terminé la carrera, disfruté de una beca de seis meses en Madrid en el "Instituto de Historia" dependiente del CSIC, donde en realidad solo estuve quizás dos o tres meses, tiempo suficiente para darme cuenta de que en muchos de los institutos de investigación "avanzada" en "Ciencias" Sociales en España hay mucha gente que pasa de todo y es feliz con tener cada año su dinerito para investigar alguna gilipollez que le gusta, aunque casi todos ellos saben perfectamente que lo que estudian no sirve para nada a la gente que vive fuera de las cuatro paredes en que trabajan (y los que no lo saben es porque, de forma egoísta, no desean darse cuenta). Así que volví a mi tierra y me saqué el dichoso CAP (trasunto del actual Master de Profesorado pero menos caro y más rápido) mientras hacía estudios de doctorado (que acabaron mal porque me empeñe en meterme en la temática minera, no muy popular si la encaras desde una perspectiva hostil cuando no eres nadie). Por entonces también hice mis primeras prácticas como profesor en un instituto de pueblo con unos niños insoportables y desde ese momento el resto de mi trayectoria ha sido una mezcla absolutamente delirante y caótica de niveles y materias. Pensándolo bien quizás la única constante ha sido intentar encontrar un trabajo relacionado con la educación y que me aporte sustento mientras trato de difundir mis ideas un tanto particulares. El problema es que he pretendido lograr eso evitando en la medida de lo posible lamer culos y sobre todo el trato con menores de edad, algo muy difícil cuando tus estudios son de Humanidades pues las salidas laborales son las que son. De cara a ello, según períodos, he dado clases como fugaz becario en Facultades de Derecho, Filosofía e Historia, también he trabajado en academias de estudios privadas ayudando a futuros profesores a preparar las oposiciones de Geografía, Historia e Historia del Arte, o enseñando español para extranjeros, el famoso ELE, algo así como las catacumbas del sistema educativo español pero enfocado a foráneos y a veces directamente ubicado en el extranjero. Así hasta que me he asentado –por ahora- en el mundillo universitario tras encontrar un lugar al sol, con más de cuarenta años, en el departamento de Filología de una universidad lituana. Si todo transcurre como siempre, supongo que empezarán a notar que no se sienten cómodos conmigo ni mi forma de ver las cosas dentro de un par de años (o quizás se replanteen la cuestión de qué hago yo allí si no soy filólogo). Y si no lo hacen ellos ya lo haré yo. Veremos qué ocurre. 

Llegado a este punto ni yo entiendo muy bien cuál ha sido mi trayectoria ni qué cojones hago aquí, qué asignaturas impartiré dentro de seis meses, o dónde estaré en unos años. Pero puedo decir que el bagaje acumulado en todo este tiempo me ha proporcionado una cierta perspectiva sobre la educación y sus problemas, de cara a los estudiantes pero también los profesores, no solo en España, y no solo a nivel público y universitario sino también en el marco privado y la Secundaria. Como podéis apreciar la amargura y el pesimismo, como siempre, caracterizan mi valoración. Admito igualmente que mi particular experiencia vital es muy poco generalizable y además, al margen del plano teórico, en lo que respecta a las etapas tempranas de la formación con niños y adolescentes resulta muy reducida. Pero ya sabéis que las opiniones son como los culos. Todo el mundo tiene una.

En ese y otros muchos sentidos España es cada vez más un país donde el debate público está en manos de tertulianos y cuñados. De hecho, mirando atrás, creo que siempre ha sido algo propio de la sociedad del Régimen de la Transición el apego a las figuras públicas capaces de simplificar cosas complejas para ponerlas a su nivel, lo que a veces es necesario, de cara a crear precisamente debate público, pero en algunas ocasiones es malo cuando la simplificación es excesiva y el debate se polariza en torno a ideas muy generales y atractivas mientras se aleja de la auténtica naturaleza compleja del problema en cuestión.

Supongo que alguien recordará al “doctor” Ramón Sánchez Ocaña que en realidad nunca fue médico ni nada parecido, sino un periodista con estudios de filosofía que en los años 80, ayudado por el Telepronter, se convirtió en la referencia médica de cabecera de muchos españoles. Más cerca del presente tenemos el caso de Leopoldo Abadía, un ingeniero industrial próximo al Opus Dei, que por cosas de la telegenia, las redes sociales, el azar y otra serie de factores se convirtió en la referencia explicativa de la crisis económica en España (y de cualquier cosa relacionada con la economía) pese a que su análisis de la misma no dejaba de ser un superficial conjunto de tonterías más o menos irónicas, en algunos casos directamente plagiadas de monólogos humorísticos de la televisión británica. 

                  

   Otro ejemplo aún mejor de cantamañanas narcisista aupado públicamente al trono del prestigio “divulgador” en el caso de Eduardo Punset, el cual nunca realizó estudios de nada realmente relacionado con la ciencia, por lo que no es extraño que tras algunos años de éxito televisivo como supuesto divulgador científico haya acabado en el submundo de la “autoayuda” que es, junto al campo de lo paranormal, el sector editorial que en el fondo da dinero en España al margen de las novelas. A fin de cuentas un buen libro sobre Física teórica o Matemáticas hay muy pocas personas interesadas y a la vez capaces de leerlo. Pero sobre el poder del amor, o la idea de que si quieres puedes hacer cualquier cosa… pues constituyen un material más accesible y atractivo para un público mucho más amplio y menos exigente y por tanto hablamos de publicaciones mucho más rentables.

Y llego al punto que me interesa. Desde hace algunos meses El País, el BBVA y la Editorial Santillana (y esta terna de nombres ya debería aportarnos información por sí misma) están publicitando una serie de conferencias que, bajo el lema “Creando oportunidades” pretenden analizar y dar ideas sobre cómo debe enfocarse la educación en España durante los próximos años. Y lo que rodea al asunto en mi opinión es preocupante.

En primer lugar porque todo el tinglado no deja de ser una operación de marketing encubierto al servicio fundamentalmente del BBVA. Ese banco del pueblo. Pero sobre todo porque, en segundo lugar, la nómina de los conferenciantes escogidos y publicitados es cuanto menos discutible. Por supuesto en la lista hay personas con ideas interesantes pero en general llama la atención el hecho de que se ha elegido para debatir sobre educación no a profesores o académicos o a gente realmente relacionada de verdad en su día a día con la actividad educativa de personas normales sino sobre todo a escritores, deportistas, periodistas, neurólogos, sociólogos, teóricos de la pedagogía, psicólogos y hasta un chef. En general “divulgadores” y conferenciantes profesionales la mayoría de los cuales no ha dado una sola clase en toda su vida y en los encuentros organizados por BBVA se han dedicado a desgranar “pensamiento positivo” para padres (que, obviamente resulta muy razonable si lo escuchas y no te paras a pensar mucho en lo autoevidentes y universales que son muchas de las sentencias en torno a las que se construye) y básicamente a publicitar enfoques, planteamientos y técnicas próximos al campo del coaching empresarial y el mundo de los libros de autoayuda, pero en este caso adaptando ese entramado retórico al campo de la educación. Todo muy motivacional. Lo cual me parece peligrosísimo y manipulador a partes iguales.

El ejemplo perfecto de lo dicho para mí se da en la conferencia impartida por ESTA señora, digna hija de su padre en el sentido de arreglárselas muy bien para ganar mucho dinero, tener mucho éxito y parecer una persona muy inteligente y preparada sin que realmente haya demasiados logros tangibles y reales que sustenten todo lo anterior. Pero claro, la fachada de su currículum es muy brillante y entre el público muchos maestros y directores de colegios de verdad bebieron sus palabras como si sus frases muy bonitas pero vacías, su lenguaje florido y su palabrería estilo “Paulo Coelho” con ocasionales citas a autores extranjeros aportasen algo auténticamente útil.

Y por eso da miedo pensar en la ingenuidad de mucha de la gente que trabaja sobre todo en la Educación Secundaria en España y lo permeables y acríticos que son muchos de ellos a la hora de adoptar cualquier nuevo invento, teoría o gadget que supuestamente mejore el proceso pedagógico.

  Supongo que a muchos no les queda otro remedio porque son tantos los problemas a los que se enfrenta el sistema educativo patrio que algo hay que hacer. La cuestión es que todas las soluciones propuestas por los pensadores en boga en encuentros como los auspiciados por el BBVA resultan meramente epidérmicas y coinciden en obviar las causas más importantes de dichos problemas para, en su lugar, perderse en vacías y por ello inocuas disquisiciones teóricas sobre cuestiones marginales como la dieta de los niños o la importancia de generarles emociones positivas (bueno, suena cruel decir que son cuestiones marginales; sin duda son cosas importantes a título individual, pero me temo que a nivel colectivo están lejos de ser clave: imaginar que hablásemos del mercado laboral y unos tipos insistieran una y otra vez en la importancia de que el obrero se levante cada mañana con una sonrisa y con actitud positiva, y que desayune bien, e ignoren por completo cualquier debate sobre regulación salarial, sistemas de pensiones o el modelo empresarial imperante en el país).

Por supuesto como discurso coherente es todo muy lógico y muy bonito, el problema es la alarmante falta (supongo que nada casual en unos encuentros publicitados por El País y pagados por el BBVA) de perspectiva política y social.  

A ese respecto no me cabe duda de que hay magníficos economistas que construyen modelos teóricos matemáticamente muy pulidos, pero que se van a la mierda en el mundo real cuando hay que explicar, por ejemplo, la razón de que los precios de un determinado sector sean los que son porque entonces, de cara a entenderlo, quizás la clave no está en las matemáticas sino en el hijo del dueño de la compañía más importante del sector que está casado con la hija del dueño de la segunda compañía más relevante y a su vez varios exministros del ramo aparecen formando parte de los consejos de administración de esas empresas después de ayudarlas a deshacerse de su competencia mediante extraños bandazos legislativos (estoy poniendo un ejemplo ficticio pero estoy seguro de que podríamos encontrar muchos ejemplos reales en esta línea en España, o en otros países).

También me encanta leer Ecos del Balón. Pero ni por un minuto me creo que el fútbol (ni el deporte de alta competición en general) se reduzca a tácticas y habilidades concretas. Quizás eso ocurre en los partidos que se juegan en las videoconsolas. Pero en el sucio mundo del deporte de élite real existen el doping, las apuestas ilegales, los amaños o las componendas políticas así como los intereses pecuniarios para explicar no solo el rendimiento fluctuante de determinados equipos o deportistas sino también los movimientos del mercado o supuestos errores arbitrales aparentemente incomprensibles. El único problema es que el individuo de a pie desconoce los datos clave para analizar toda esa información. Pero fingir que todo eso no existe solo ayuda a montarse en la cabeza un hermoso cuento de hadas que, si analizamos el deporte de competición como puro entretenimiento (y no como el negocio y medio de control social que también es) tiene sentido. Aunque sea una mentira piadosa. Una mentira entretenida. Pero NO es verdad. O al menos NO es toda la verdad.

Igual que ocurre con la LEY estudiada en las universidades a nivel teórico, si la confrontamos luego con lo ocurrido durante el proceso a la Infanta y su marido o todos esos juicios donde algún sudoroso fiscal, cuando no el propio juez (ante otro tipo de reos mucho más orgulloso y arrogante), no ve el momento de absolver al acusado (normalmente no porque se trate de una persona muy humilde injustamente sentada en el banquillo sino todo lo contrario). Estoy seguro que los presos que fugazmente conocí en Villabona jamás pudieron apreciar esa cara oculta del mundillo jurídico ni, por tanto, beneficiarse de ella.

   Hay mucho gurú suelto hoy en día que está deseando explicarte como montar una empresa, o ser feliz, o curar tu cáncer, o lo que sea. Muchas veces sin tener ni la menor idea al respecto pero, por la potencia del lenguaje, eso puede no ser un problema insalvable a la hora de construir al respecto un discurso muy atrayente, razonable y formalmente lógico.  

Creo que entendéis las implicaciones de todo lo anterior en múltiples campos y hoy me interesa recordaros que en el mundo de la educación las grandes teorías pedagógicas están muy bien, son muy interesantes, sin duda de base la mayoría son autoevidentes e incluso algunas hasta ciertas, pero los factores que de verdad condicionan el éxito educativo a nivel colectivo en un país son de naturaleza socioeconómica y política (y diría que a nivel individual la clave son los conocimientos de base del profesor y su motivación, así como la de partida del estudiante, no la técnica empleada). En cuanto a esos factores colectivos hay que citar desde la estabilidad (o no) de las leyes educativas en el tiempo, el número de alumnos por clase, la dotación de recursos de los centros, en definitiva las partidas presupuestarias (que en España siempre han sido mejorables tanto con la derecha como con la “izquierda” en el poder, no digamos ya las de I+D, mientras ocurren cosas como que el Estado central se gasta cada año unos 100 millones de euros en pagar sueldos a profesores de religión), hasta el sistema de selección del profesorado, ya a nivel de Primaria y sobre todo en Secundaria y la Universidad, o los modelos sociales que los jóvenes perciben tanto en su entorno cercano como en televisión, sin olvidar a ese respecto el nivel socioeconómico de las familias, las peculiaridades del barrio/región en cuestión, o las expectativas que ofrece el mercado de trabajo (aquí orientado al sector turístico cada vez más y por ello en general hacia una mano de obra no especialmente formada pero que sea sumisa y barata en lo posible). Todo eso y muchas otras cosas, tangibles, reales, sociales, económicas, políticas...

Pero de todo eso (y creo que NO es casualidad) resulta que NO han hablado mucho, ni creo que lo vayan a hacer, en esas charlas del BBVA.

El problema a ese respecto (en realidad hay varias razones, pero voy a centrarme en una) es que las modas educativas, muchas de las cuales están basadas en puro aire, se han instalado en la educación en España. A falta de soluciones política de conjunto hemos vuelto la mirada a los hechiceros que prometen soluciones milagrosas solo con una sonrisa cada mañana, instalar muchas pizarras digitales o cambiando la posición de las mesas en la clase. Ahora por ejemplo muchos neurólogos empiezan a ocupar el agujero que antes ocupaban los nunca suficientemente maldecidos pedagogos puros (un saludo a Álvaro Marchesi), aportando cosas unas veces, pero también jodiéndola y contribuyendo a aumentar la confusión en otras ocasiones. 

   Asimismo diría que algo así como el modelo de las TED talks ha calado en la sociedad. Y los hipster que tienen acceso a Internet, saben idiomas, viajan, tienen progenitores educados, y en sus ratos libres producen pensamiento, resulta que consideran que la red y ese tipo de enfoques basados en charlas superficiales, sutilmente cargadas de emotividad y difundidas a través de Internet, son la panacea para casi todo. Y tal vez lo son. En su caso. El problema es un determinado porcentaje de la sociedad (diría que incluso mayoritario) que NO funciona así, que no tiene acceso a toda esa información, que aunque lo tuviera no sabría interpretarla ni usarla, y que por si fuera poco padece ya de salida dificultades propias, en ocasiones MUY jodidas. Pese a ello estos últimos grupos sociales, por imitación y porque a fin de cuentas todos necesitamos ideas que nos orienten, en ocasiones se creen ese discurso difundido por las élites intelectuales (ellas y las élites sociales son las únicas encargadas de producir discurso, porque el que tiene problemas MUY jodidos normalmente tiene otros asuntos urgentes que atender). Pues bien, la consecuencia va a ser (ya está sucediendo) que esa gente normal, que -insisto- está muy jodida, se va a sentir a su vez muy frustrada cuando descubra que: el discurso en boga hoy en día no soluciona sus particulares problemas muy jodidos de verdad; no soluciona sus problemas porque los que diseñan y publicitan el discurso dominante ni siquiera conocen los problemas reales a los que se enfrenta día a día esa gente jodida de la que hablo; y las élites intelectuales no los conocen porque siendo sinceros a muchos pensadores actuales el “lumpen” auténtico (que lejos de estar al borde de la desaparición en realidad se mantiene constante o incluso aumenta en tamaño en muchas regiones) y sus problemas muy jodidos de toda la vida, problemas muy poco hipster, directamente se la pelan.

Eso pasa respecto a una cuestión puntual como es la de la educación de las futuras generaciones pero, como lo anterior es solo uno de los muchos aspectos posibles de la confrontación, resulta que también ocurre en otros ámbitos. Aunque de esto último y sus consecuencias igual hablamos otro día. Hoy me he limitado simplemente a daros mi subjetiva opinión personal sobre un tema que me toca muy de cerca de cara a que vosotros reflexionéis sobre cuál es la vuestra. 


                       

11 comentarios:

  1. Vaya por dios... pues no sabía que eras colega asturiano :-D.

    La tertulia y el cuñadismo se expanden a todos lados... Antes había debate, criticismo constructivo, etc. Lo que etngo claro es que esta polarización de la sociedad está totalmente calculada. El deseo es obtener una población que piense en términos de unos y ceros, de estos son los míos y aquellos son los otros, y sobre todo de "la culpa no es mía, es de aquel". Esta simplicidad del ser humano le hace más receptivo a mensajes y eslóganes facilones.

    No quiero esparcirme porque esto da para rato... así que la próxima vez con una sidra en mano ya despotricaremos a gusto.

    Un saludo.

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  2. Dicen que uno dijo, la verdad os hará libres. Yo no me lo creo mucho. Supongo, entre otras cosas, porque al que le atribuyen la frase era un protodivulgador.
    La educación, desde hace unas cuantas décadas y por gracia de un sistema económico que ha fagocitado cualquier otro área o perspectiva de lo que podríamos entender por humano, es un producto de obligado consumo. Sus posibles cualidades universales han quedado desvirtuadas por el envoltorio con el que nos la presentan. Tenemos educación de marca, de marca blanca, gourmet, bío, de cercanía, de importación, de importación china...

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  3. Trevijano decía que España era un país de apariencias. De como si. Y que copiábamos cualquier cosa del extranjero que nos hiciera parecer más listos, libres y... democráticos.
    La LOGSE o el defensor del pueblo, por ejemplo. La LOGSE es una copia de un sistema educativo fracasado. El defensor del pueblo es una cosa que emite informes no vinculantes que no le interesan a nadie con capacidad de decisión.
    Mi colegio profesional, por ejemplo, está lleno de capullos cuyo objetivo es enriquecerse y entorpecer a los que llegan nuevos con el único objetivo de hacerse más ricos e impedir cualquier cambio. Pero continuamente hacen campañas de las bondades de la profesión.

    Personalmente creo que el sistema político de la Transición es el culpable de todos nuestros problemas. Lo malo es que de tan genial que es, nadie se le opone. Es un sistema fascista en el que cualquiera con inquietudes políticas va a integrarse en algún partido con el que se sienta sentimentalmente identificado. Así que los que valen se inactivan a sí mismos. Y a la larga sus principios mueren y ellos mismos se convierten en los agentes de lo que dicen criticar.

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    1. ¿Sistema fascista?

      Hay que aquilatar más en esas calificaciones.

      RAE

      fascismo
      Del it. fascismo.

      1. m. Movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista.

      2. m. Doctrina del fascismo italiano y de los movimientos políticos similares surgidos en otros países.

      3. m. Actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se considera relacionada con el fascismo.

      Diccionario soviético de filosofía

      Fascismo
      (ital. fascio: unificación): dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios y chovinistas del capital financiero. La instauración del fascismo expresa la incapacidad de la burguesía dominante de mantener su poder valiéndose de medios “democráticos” comunes. (...) En ideología, el fascismo se manifiesta como irracionalismo, chovinismo extremo y racismo, oscurantismo y antihumanismo.

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  4. La regla de la escuela: el que quiere no puede y el que puede no quiere.

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  5. Una vez leí por ahí una frase que encierra una gran verdad y que va muy bien con el tema de este artículo: Queremos respuestas y soluciones sencillas a problemas complejos.

    Víctor Arturo Solano

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  6. Buenaventura Durruti6 de agosto de 2018, 6:11

    Estimado John, me ha gustado el artículo, como suele pasar, pero me ha extrañado mucho la falta de empatía hacia los demás que mencionas al principio. Me parece poco habitual en alguien con interés en cuestiones sociales y políticas

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    1. Bueno, en realidad un exceso de empatía en el análisis social a veces es peligroso pues nos puede llevar por ejemplo a creernos testimonios que no son ciertos. Donde sí que se necesita mucha empatía, amor, generosidad de corazón... es en la labor educativa, y cuanto menor es la edad de los alumnos todavía es más importante.

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  7. Cada día me peleo con los alumnos por cuestiones reales y prácticas (debes de desayunar, si te drogas dependes de una sustancia peligrosa y de la persona que la proporciona, debes de moderar el uso y tiempo que dedicas a la tecnología de consumo como el teléfono móvil,..) y cada día tengo más claro que antes de trabajar con el alumno debes "llegar" a la persona. Esa "empatía" no quita para que aquellos alumnos que no han trabajado o no se han esforzado en absoluto reciban un suspenso absoluto (un "1" ya que el sistema educativo no permite poner un "0"). Tras 9 meses y medio de clase mi mayor "logro" educativo es que el subgrupo de alumnos que promocionan a 2º sean mínimamente "viables"(no impidan aprender a aquel/aquellos que si desean aprender). El subgrupo que no promociona normalmente desaparece al año siguiente (no repiten, desisten) para ser "completado" con nuevos individuos con igual (o mayor) número de problemas y dificultades (personales, sociales, familiares,...). Obviamente en todo lo anterior el temario oficial es una mera excusa para que estén entretenidos y poder mantener charlas con un mínimo de sentido común que desmitifiquen los tópicos que nos han vendido: si estudias tendrás trabajo y serás feliz, si juegas al fútbol te podrás hacer rico y conducir coches de lujo, si eres guapa y "te dejas" encontrarás a alguien que te mantenga y te proporcione tus innecesarios caprichos, el IPHONE y las cosas que fabrican APPLE son siempre las mejores del mundo...
    En fin, quizás alguien se identifica con lo que he escrito (incluido el autor).

    NOTA: trabajo en la F.P.B. en el sur de España (entre 14 y 18 años)

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    1. La F.P básica es muy dura. Yo trabajo en secundaria y he trabajado también algún año para completar horario con esos alumnos. Es demoledor psicológicamente dar clase con ellos. Ya lo es en un instituto normal pero con ellos el grado de empatía para mi por lo menos, debe ser mayor y por eso es más terrible para el profesor.
      Yo tampoco entiendo la enseñanza sin esa implicación con el alumno pero el equilibrio para el profesor es difícil ya que al fin y al cabo no puedes "salvarlos". Yo cada año en primero de la ESO veo alumnos que sé que no podrán llegar a nada por sus circunstancias económicas y personales. En ese sentido para mi eso es lo más duro de ser profesor, más allá de los alumnos disrruptivos de cada año.
      Ser profesor no es algo tan fácil y reconfortante. Lo que no quita que cuando ves a alguno que se "salva" te alegre el día, la semana y el año :)

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