viernes, 19 de marzo de 2021

Las cicatrices que pisamos

 

Tengo la convicción profunda de que las desigualdades proceden de Dios, que son propias de nuestra naturaleza y creo, supuesta esta diferencia en la actividad, en la inteligencia y hasta en la moralidad, que las minorías inteligentes gobernarán siempre el mundo.


   A. Cánovas del Castillo. Citado en el Libro Mundo Hispánico, 3º de BUP, Geografía e Historia, 1989, reimpreso en 1991, Ediciones SM.



El mundo en el que vivimos es como una piel que posee arrugas y cicatrices causadas por el tiempo y las diferentes experiencias vividas. Ahora bien la Geografía de nuestro planeta no solo está marcada por la erosión o los efectos del clima sino sobre todo por las consecuencias de la actividad humana. En las sociedades contemporáneas el entorno natural está continuamente siendo transformado por las consecuencias de fenómenos como la industrialización o la urbanización acelerada. Pero ya antes de nuestra época ocurría algo similar, por ejemplo la expansión de las sociedades agricolas o de la navegación marina a gran escala precisaron de la roturación y deforestación de amplios espacios boscosos como medio para abrir paso a nuevos terrenos de cultivo o proporcionar la madera con la que construir naves con las que surcar mares y océanos.

Aun hoy cuando se mira la Tierra desde lo alto a través de la ventanilla del avión los distintos países se pueden reconocer por su paisaje característico, no solo en cuanto a la vegetación y orografía típica sino debido a los diferentes cultivos propios de las prácticas más comunes en cada lugar. Según el país que sobrevolamos es más frecuente contemplar campos dedicados a la producción de cereales, largas filas amarillas de viñedos, verdes regadíos, o los cultivos de arroz de color esmeralda. En el Este de Europa desde el aire aún se aprecia el fracaso de la colectivización comunista en países como Polonia ya que los campos son más pequeños que en otros países del entorno. En los países ricos en general la huella lumínica de las ciudades es mucho más intensa que en los países más pobres y dentro de esos países ricos hoy son perfectamente visibles los efectos de procesos como los ensanches típicos de Europa occidental durante la segunda mitad del s. XIX cuando la pujante y racionalista nueva clase burguesa rehízo las ciudades medievales para adaptarlas a sus nuevas necesidades vitales y empresariales.

Es más, el particular patrón de vientos de nuestro continente implicó que durante las primeras fases de la industrialización gran parte de las nuevas factorías se ubicasen en la zona Este de las urbes, ya que el viento dominante normalmente sopla de Oeste a Este, desde el Atlántico hacia el interior. Por ello en las fases iniciales de la revolución industrial los ricos empezaron a asentarse compulsivamente en la zona Oeste de las ciudades, parcialmente a salvo de los olores y efectos de la contaminación que sus empresas provocaban. Con el tiempo las ciudades han cambiado y crecido, pero todavía en muchos lugares los precios del suelo muestran restos de esa vieja historia.

Asimismo cada país cuenta con un pasado diferente. En los países sin verdadera historia profunda, como EE.UU., Canadá o Australia, el centro de las ciudades suele por ello limitarse hoy en día a ser un funcional distrito financiero y de negocios poblado con rascacielos y oficinas. 

Nada que ver con la antigüedad de la arquitectura en los barrios de época hispana de los países de América del Sur, o con algunas ciudades costeras de África y Asia donde aún se pueden apreciar estructuras cuyo origen se remonta a los típicos puertos coloniales construido en su día al servicio de los intereses de las potencias imperialistas europeas. Por no hablar de las extensas huellas del pasado romano y medieval o incluso de la época griega e islámica que se pueden encontrar en muchas ciudades de la vieja Europa particularmente en el Oeste y del Sur. Podemos ver más abajo un ejemplo con Toledo, pero casi cualquier ciudad de España o Italia sirve para ilustrar lo anterior. 







Por su parte el Este de Europa sigue su propia lógica debido a una combinación de factores específica. Por un lado tenemos un pasado medieval peculiar debido por ejemplo a la existencia de abundantes guetos judíos, a lo que habría que sumar las terribles destrucciones sufridas por esos mismos centros durante las Guerras Mundiales, particularmente la segunda. Por otro lado se nota en gran parte de los territorios que en su día cayeron bajo la influencia de la URSS la obsesión que en su día tuvo el mundo comunista por el urbanismo de tipo racionalista, social en su propósito retórico pero inhóspita para el individuo. Por tanto la estructura y la lógica de las grandes ciudades en esta parte de Europa es diferente a la de una urbe española o italiana. Los distritos de ocio están fuertemente concentrados en el centro urbano que suele ser también el casco histórico, mientras que los grandes centros comerciales que han florecido como setas en paralelo a la llegada de fondos europeos, y a las hordas de turistas, se sitúan en un anillo exterior. En el medio…. la nada en forma de cuadrantes de barrios residenciales de origen soviético por los cuales puedes caminar kilómetros en línea recta sin encontrar un solo transeúnte en invierno, ni tampoco un bar, restaurante, peluquería o siquiera un mísero kiosco o librería donde meterte. Pienso que es el urbanismo que nos espera en un futuro próximo y que ya existe desde hace mucho tiempo con matices en las grandes urbes anglosajonas, aunque como he dicho también fue muy popular en su día en el mundo soviético si bien desprovisto, por supuesto, de las urbanizaciones burguesas del extrarradio típicas del modelo anglosajón.

En definitiva no solo las ciudades nos dan información y nos cuentan una historia a través de sus edificios y arquitectura típica,  










sino que es la estructura del poblamiento en su conjunto la que nos aporta información.  Y esto puede extrapolarse a gran escala.

En España por ejemplo es algo recurrente en la Historia Contemporánea el interrogarse por los fallos en la industrialización española del s. XIX. Pero claro, cuando uno intenta ahondar en esa cuestión pronto se da cuenta de que muchas de las causas de los problemas relacionados con la misma tienen sus raíces en períodos anteriores. Así para entender los problemas del mundo contemporáneo… nos vemos obligados a remontarnos a la Edad Moderna, momento en el que los países más exitosos pusieron las bases para su despegue económico posterior.

Lo increíble es que cuando uno analiza estas cuestiones durante años llega un punto en el que se da cuenta de que es posible remontarse aún más atrás en el tiempo y encontrar incluso en el mundo medieval rastros de la génesis de problemáticas y cuestiones que aún presentan algunos efectos secundarios en el tiempo presente, cientos de años después.

Siempre he pensado que eso es algo fascinante que nos habla del poder del pasado en las sociedades humanas y de lo difícil que es cambiar las grandes estructuras socio-económicas y mentales porque estas no funcionan según los parámetros del tiempo humano, adaptado al rápido ritmo de las generaciones de hombres, sino que son cuestiones que responden a un “tiempo largo” del que hablaba ya Fernand Braudel, una escala a medio camino entra los millones de años de la geología y el fugaz paso de los años y las décadas a través del que los humanos normalmente tendemos a pensar el tiempo. A fin de cuentas los cambios en la arquitectura, los sistemas políticos, las jerarquías sociales, los imperativos éticos o las costumbres cotidianas no se adaptan bien a nuestro ritmo vital sino que tienen una vida útil mucho más lenta y debido a eso normalmente necesitan varias generaciones humanas para experimentar un cambio profundo de verdad.

España no consiguió industrializar de forma temprana y homogénea su territorio en el s. XIX al ritmo que si lograron otras áreas como Francia, Inglaterra, Bélgica o Alemania debido a que llegó a ese siglo con muchos problemas demográficos y económicos que podemos remontar atrás en el tiempo a las guerras incesantes de los Austrias que despoblaron Castilla, a la querencia de dichos soberanos por la financiación “extranjera” y al desprecio de los artesanos peninsulares. En el s. XVI el capital llegaba de América pero lejos de invertirse en la Península (donde solo causaba inflación) se iba a financiar talleres metalúrgicos en Lombardía, productores textiles en Flandes, o acababa en manos de banqueros austriacos y genoveses que lo reinvertían obviamente en su entorno. El esfuerzo de los conquistadores extremeños o vascos no revertía en progreso urbano y económico en sus regiones de origen sino que por efecto de las políticas de los Austrias favorecía en realidad el despegue de otros territorios de sus dominios, la mayor parte de las veces alejados de la Castilla que sostenía las empresas militares necesarias para mantener unido semejante conjunto incoherente de posesiones.

Pero el origen de la mentalidad parasitaria (“extractiva” que dirían ahora los modernos liberales como D. Acemoglu y J. Robinson) de las élites castellanas de época moderna se asienta mucho más atrás en el tiempo ya que se forjó a fuego durante la peculiar Reconquista hispana. Un periodo en el que la guerra casi permanente implicó opciones económicas inusuales incluso desde la perspectiva del resto de la nobleza guerrera de Europa occidental. Mientras en la vecina Francia las élites aristocráticas tenían claro que las explotaciones agrícolas de sus dominios eran la clave para tener abundantes campesinos que pagasen fuertes impuestos, en la Península ibérica (y particularmente en el Reino de Castilla, el que más tiempo tardó en completar el proceso militar de Reconquista) se optó como opción para obtener recursos por el cobro de tributos a los vecinos musulmanes en forma de parias, cuando no por el saqueo, y en territorio propio se apostó por la ganadería ovina, opción esta última mucho menos productiva que la agricultura de regadío comercial que practicaban los musulmanes en algunas zonas, pero más fácil de alejar del peligro si llegaba una razzia

Pronto una cosa llevó a la otra, la lana de esas ovejas se dedicó masivamente a la exportación a través de instituciones como la Mesta en lugar de fomentar una industria textil primitiva propia. Un modelo económico de país "tercermundista" exportador de materias primas que ya se documenta en la Castilla del s. XIII. Vemos así como en una época tan antigua los notables que decidían el devenir de la sociedad castellana ya tenían claro que las ciudades, el comercio y las primitivas manufacturas artesanales no satisfacían ni su mentalidad fuertemente militarista y jerárquica ni si crónica necesidad de ingresos a muy corto plazo. Esa mentalidad fue la que luego colaboró a introducir en el Nuevo Mundo americano descubierto por Colón instituciones netamente parasitarias como la encomienda o la Mita, o a crear grandes haciendas autosuficientes en parte de ese territorio en vez de optar por una economía de plantaciones altamente orientadas a la exportación, o tal vez por un tejido de pequeños propietarios libres y autónomos que nutriesen al Estado con sus impuestos, como ocurrió en los territorios de América del Norte colonizados por mercaderes de pieles franceses y fanáticos religiosos anglosajones. Unos fanáticos que pese a todo eran altamente productivos e independientes y estaban interesados en alejarse de instituciones y formas de hacer que les recordasen las formas del feudalismo parasitario europeo del que pretendían escapar, muy al contrario de los hijosdalgos y soldados de fortuna hispanoportugueses quienes para nada querían construir un "Nuevo Mundo" sino que soñaban (de manera un tanto miope) precisamente con reconstruir en él esas instituciones de las que eran subordinados en Europa para en esta ocasión ponerse ellos a la cabeza de las mismas en los nuevos territorios.

A veces me sale una sonrisa cuando nos quejamos de la falta de I+D en la España del presente, o de la obsesión con el turismo en detrimento de otras opciones más prósperas pero intensivas en capital humano e inversión. El desinterés de las élites peninsulares, particularmente las castellanas, por la inversión a medio y largo plazo se remonta más atrás en el tiempo de lo que algunos pensáis. Y sus consecuencias van a ser más difíciles de solucionar que a través de algunos cambios en una legislatura política.

Estas ideas que pueden parecer controvertidas en realidad abundan cada vez más en la literatura especializada de los últimos años. Y lo extraño es que empieza a repetirse no solo por parte de viejos historiadores de cuño marxista, amargados como yo. No. Son muchos expertos en historia de la economía de formación puramente liberal los que se están dando de bruces con la (incómoda) evidencia.

Francisco Beltrán Tapia especialista en Historia económica que trabaja en Inglaterra publicó hace unos cinco o seis años un estudio donde hacía notar las similitudes entre las diferencias regionales en el desempeño educativo presentes en los informes PISA del presente con las diferencias en la distribución geográfica de la tasa de alfabetización que existía... en 1860 y cómo a su vez esas diferencias en el s. XIX se ajustaban sorprendentemente bien a los patrones de distribución de la tierra durante ¡¡los siglos medievales¡¡. Básicamente aún hoy en día se puede apreciar como buena parte de las regiones típicamente latifundistas en España, especialmente en colegios fuera de sus capitales de provincia, es decir en el mundo rural propiamente dicho, muestran ratios con peores resultados escolares que las escuelas e institutos ubicados en regiones del norte de la Península donde el minifundio fue más habitual desde fechas que pueden remontarse a los patrones repobladores de la Baja Edad Media.


Pero mi favorito es este mapa procedente de otro estudio diferente aunque muy relacionado escrito por Daniel Oto-Peralías, otro especialista que trabaja en el mundo anglosajón, y Diego Romero Ávila de la U. Pablo de Olavide. Para nada unos comunistas radicales.   


El mapa en cuestión muestra el porcentaje de jornaleros sin tierra en Andalucía a finales del s. XVIII. Una cuestión que, apunto yo, se podría relacionar en el s. XIX con el auge del anarquismo, el cual generará a su vez otra serie de problemas políticos endémicos en el sistema de la Restauración española hasta su colapso y la posterior Guerra Civil. Pero en este caso los autores del estudio no miraron en esa dirección sino hacia atrás.

Su razonamiento es que la velocidad y el contexto concreto en cada fase del avance cristiano durante las distintas fases de la Reconquista influyó en la diferente concentración de poder económico y político entre grupos sociales del período y en última instancia en el reparto de la tierra disponible, que es como decir de la riqueza en el mundo preindustrial y precapitalista del período.

Como todos sabéis, supongo, en un primer momento, más o menos hasta la definitiva conquista y “repoblación” de los valles del Duero, Tajo y Ebro, el avance cristiano fue muy lento y necesitó básicamente cuatro siglos para apropiarse de dichos espacios. Por tanto durante ese tiempo la ocupación de nuevas tierras (arrebatas de entre los dedos muertos de ¿los pérfidos otomanos sarracenos? ¿el invasor islámico? ¿antiguas poblaciones hispanorromanas traidoras a la fe de San Isidoro pero en el fondo legítimas propietarias de los terrenos de los que fueron expulsadas?) se llevó a cabo de forma gradual y los nuevos terrenos en buena medida pasaron a manos de colonos individuales, con lo que se produjo una distribución relativamente equitativa de las propiedades agrarias entre la nobleza militar, la Iglesia y pequeños agricultores más o menos libres que pasaron a ser propietarios de pequeñas explotaciones.

Sin embargo sobre todo a partir de la batalla de las Navas de Tolosa, con el colapso almohade y la definitiva fragmentación del territorio musulman entre unas muy débiles terceras taifas, el avance cristiano hacia el Sur cogió gran velocidad y en unas pocas décadas se ocuparon regiones enteras. Eso entre otros factores, como la relativa debilidad demográfica de los reinos cristianos del período y los particulares problemas de los monarcas castellanos de los siglos XIII y XIV para imponerse sobre sus vasallos mas poderosos, prácticamente obligó a dichos soberanos a entregar grandes porciones de tierra a la alta nobleza y las órdenes militares, las cuales están en el fondo en la génesis de las familias que desembocarían luego mucho tiempo después en los “señoritos” y caciques extremeños y andaluces que en el s. XIX apoyaban al Partido Conservador, pero esta es una larga historia. El caso es que la extrema desigualdad en la estructura de la propiedad resultante de la forma en que se conquistaron y ocuparon durante la segunda mitad de la Edad Media regiones como Extremadura, Andalucía y parte de Castilla La Mancha tuvo consecuencias, en tanto la mayor parte del pueblo llano se quedó en esas regiones sin acceder a la propiedad legítima siquiera de un pequeño trozo de terruño. Algo que no ocurrió en los territorios originales de la resistencia cristiana, como Cataluña, el País Vasco, Navarra, La Rioja y el Norte de Castilla. (Sobre las derivaciones que eso pudo tener luego por ejemplo de cara a explicar las particularidades regionales en el proceso de industrialización no vamos a entrar ahora)

Lo interesante del análisis de los autores que antes cité está en el hecho de que incluso dentro de Andalucía se detectan diferencias producto de ese tipo de dinámicas históricas. Como sabéis en Andalucía el Reino de Granada resistió la ocupación cristiana hasta el final de la Edad Media, por lo que esa parte de Andalucía experimentó una dinámica alternativa a la del resto de Andalucía. Castilla conquistó el Reino de Granada entre 1481 y 1492, y dado que eso supuso el final del proceso de avance hacia el Sur de los reinos cristianos las nuevas áreas que había que reorganizar ya no estaban sujetas a la amenaza de la frontera lo que modificaba completamente el equilibrio de poder resultante y, por tanto, la distribución del poder económico y político en la zona. Así que el territorio granadino se ocupó rápido, como casi todo Sur de España durante los siglos anteriores, pero…. bajo un contexto negociador donde la Corona (además fortalecida por los Reyes Católicos tras el final de las guerras civiles castellanas ocurridas durante el siglo anterior) tenía la mejor mano y ya no estaba especialmente interesada en reforzar el poder de la levantisca nobleza. Por ello favoreció una redistribución relativamente equitativa de las nuevas tierras, justo como había sucedido muchos siglos antes con territorios mucho más al Norte, pero al contrario de lo que había sucedido en el resto del territorio andaluz (de ahí la diferenciación en dos zonas que podéis observar en el mapa de antes). Y eso, tres siglos después, todavía se podía apreciar perfectamente en los catastros andaluces de época ilustrada pese a que en medio de ambos momentos se había producido la sucesión de más de una docena de generaciones de personas. 

Como os digo me fascina que los efectos este tipo de procesos históricos todavía puedan apreciarse de vez en cuando incluso en el presente por ejemplo, como os hablé antes, a través de cosas como los macroresultados de encuestas sobre niveles educativos (los pobres siempre van a tener peores resultados y los pobres de hoy en muchos casos son los descendientes de los que no tenían tierra hace siglos).  

Pero bueno, siempre podemos pensar que todo esto que os he contado es pura casualidad. Curiosamente en un país hermano como Italia las diferencias en los niveles de renta (izquierda, altos niveles de renta per cápita en color rojo intenso) todavía se corresponden con las zonas con mejores y peores resultados escolares (derecha, mayor fracaso escolar en color más oscuro). Y todo ello a su vez con las diferencias en la ocupación del territorio en época moderna entre el virreinato de Nápoles en manos hispanas y el resto del territorio italiano en manos de repúblicas mercantiles. 

Un poco de modo similar a como ocurre en Alemia donde las diferencias en los niveles educativos también se corresponden con las diferencias en nivel de renta, las cuales se superponen a su vez con las antiguas fronteras de la RDA y la RFA durante la Guerra Fría. 


Son cosas que simplemente ocurren según algunos. Para mí en cambio plantearse el análisis del pasado (y del Arte y de la Geografía humana) tiene que ver con asumir que quizás no es así. 

Gracias a los que aún consultáis de vez en cuando este viejo blog y aguantáis mis largas pausas sin publicar en un tiempo en el que se impone publicar rápido, lo que sea, todos los días o como mucho todas las semanas. Poco a poco, de forma caótica, los textos de alguna forma continuarán afluyendo. Espero que continuéis visitando este lugar de vez en cuando.