domingo, 27 de septiembre de 2015

La profecía del poeta


He llegado al final de esta gran historia
y ahora el mundo entero hablará de mí.
Cuando muera no moriré del todo.
Estas semillas que he plantado
salvarán mi nombre y mi reputación de la tumba,
ya que cuando me haya ido
los hombres sabios ensalzarán mi legado.



Hoy vengo a contar varias cosas, aunque el núcleo de todo ello va a estar constituido por una historia sobre poetas y cómo se fabrican las leyendas. No obstante de cara a comprender sus detalles es preciso conocer primero el contexto geográfico e histórico en que se enmarcan los hechos, para lo cual debemos remontarnos en el tiempo hasta los albores de la civilización en el Medio Oriente.

Es allí donde la cultura persa irrumpió en la historia tras el asentamiento de los pueblos medos y persas en el espacio de lo que es el actual Irán durante el primer milenio antes de nuestra era. Poco después, más al Oeste, se produjo el colapso de los antaño poderosos asirios, lo que dejó el camino abierto para que los persas se beneficiasen de tal vacío de poder en Oriente Medio y se expandiesen de forma fulgurante construyendo un inmenso imperio a partir de mediados del s. VI antes de nuestra era. Lo anterior es algo que a los occidentales nos resulta más o menos conocido ya que, poco después, bajo el mando de la dinastía Aqueménida, los persas chocaron con los griegos (durante las famosas Guerras Médicas) a manos de cuyos herederos (Alejandro Magno y sus macedonios) el Imperio persa colapsó posteriormente.

Ahora bien. Es preciso tener en cuenta que la llegada de esos pueblos persas y medos en Irán supuso desde el primer momento un punto de corte para la historia de la zona en tanto que étnicamente eran descendientes de una rama lateral de pueblos indoeuropeos que se había expandido hacia Asia (rama lateral que luego se dividió nuevamente entre una rama indoaria que invadió la India y una rama irania, que es la que nos interesa, la cual se asentó temporalmente en Asia Central para posteriormente irrumpir en la zona del actual Irán como hemos visto). Poseían por tanto una cultura y un idioma diferenciado de las demás poblaciones del entorno, lo cual dejó poso en las altiplanicies iraníes. Tal es así que a lo largo y ancho de las mismas dicha cultura acabó desempeñando a su manera un papel semejante al que a su vez representaron la cultura egipcia, la maya, o la grecorromana en otras zonas del globo; o mismamente un rol parecido al que sus primos arios jugaron en la India.

Así pues, desde la segunda mitad del primer milenio antes de nuestra era tenemos definido un espacio cultural en medio de Asia -limitado por el Cáucaso, Mesopotamia, la India y Asia Central- y donde como digo se asentó hace miles de años una cultura diferenciada: la persa. 

Sin embargo esa cultura diferenciada tendría que atravesar, por así decirlo, varias fases de hiato en su historia. La primera vino de la mano de la antes mencionada irrupción de los macedonios en la zona, los cuales tras conquistarla impusieron en Persia el gobierno de una dinastía helenística, la Seleúcida, mientras la cultura griega intentaba asentarse en ese espacio ajeno.

Afortunada o desgraciadamente ese poderoso intento fracasó ya que los Seleúcidas colapsaron a su vez un par de siglos más tarde haciéndose con el control de la región un pueblo de raíces y cultura nuevamente irania, los Partos, cuyo imperio sobrevivió hasta comienzos del s. III de nuestra era.

Su nombre debería sonarnos porque tanto este imperio como el Imperio Sasánida, que le tomó el relevo a partir de ese siglo, protagonizaron abundantes enfrentamientos fronterizos con el Imperio romano. Pero lo que me interesa recalcar es que ambas realidades políticas, los partos y sobre todo los sasánidas (nombre que les damos nosotros, aunque ellos denominaban a su Imperio “Eranshahr”), asentaron definitivamente en el espacio geográfico del actual Irán y varias de las zonas limítrofes un idioma y sobre todo una cultura más o menos unificada y heredera a su vez de la de los antiguos persas de unos siglos antes. Cultura caracterizada en adelante por un determinado tipo de vestimentas, de formas de gobierno o de hacer la guerra, un arte, y unos cultos propios (principalmente siguiendo las enseñanzas del gran profeta Zarathustra, padre del zoroastrismo, también llamado mazdeísmo; aunque otras religiones importantes como el mitraismo o el maniqueismo también nacieron en el seno de dicho espacio cultural).

El siguiente gran punto de corte en la historia de la región se produjo por tanto a mediados del s. VII de nuestra era cuando se produjo la conquista islámica. Eso implicó un cambio político pero sobre todo un nuevo hiato cultural en tanto que los invasores, aunque tomaron cosas de la cultura persa ancestral, introdujeron en los territorios conquistados la religión islámica, la cual en adelante y hasta hoy se convirtió en un elemento central para las sociedades del área. Ese hecho por sí solo ya rompió por completo con una parte de la tradición irania anterior, particularmente la historia religiosa más o menos diferenciada de esa zona del globo. Pero además también supuso la irrupción, entre otras cosas, de la lengua árabe en aquellas tierras.

Debido a eso, bajo las dinastías Omeya y Abasida, se produjo en la zona de Irán y sus aledaños un principio de ruptura con toda esta tradición de cultura persa de la que estoy hablando, hasta que el gran imperio islámico unificado formado en los siglos anteriores comenzó a desintegrarse en la época abasí dando lugar a un montón de dinastías locales en la práctica políticamente independientes. 

Ese proceso de descomposición de la unidad islámica había comenzado a ser apreciable en el s. IX y llegado el s. X, que es el marco temporal en que se ubica el núcleo de la historia que voy a narrar a continuación, dicho proceso ya era muy evidente.

           

Gracias a ello en la zona de Persia y aledaños se produjo en ese momento lo que algunos especialistas llaman el Intermezzo Iranio. Un breve, pero absolutamente clave, momento de recuperación y reafirmación de la cultura persa en esa parte del globo antes de que, a partir de mediados del s. XI, nuevos pueblos de cultura no irania volviesen a hacerse con el control de aquel territorio. Entre ellos primero ostentaron la hegemonía los turcos seljúcidas, luego los mongoles del Ilkhanato, posteriormente Tamerlán y sus descendientes los Timúridas... hasta que durante el s. XVI la zona volvió a albergar una entidad de cultura propiamente persa: el Imperio Safávida, caracterizado además por implantar una peculiaridad que distingue aun hoy la región del resto de sus vecinos, particularmente los estados árabes más poderosos: a saber, el credo islámico de tipo chiita y no sunní (sin entrar en detalles, para entendernos, sería un equivalente dentro del mundo islámico a nuestras divisiones entre países católicos y protestantes). 

La Generalitat de las arenas

Pero todo esto ya nos excede aunque pronto comprenderéis que resultaba necesario dibujar unas pinceladas con la trayectoria histórica y cultural de esa zona del globo. Volvamos al Intermezzo Iranio. En el espacio cultural del que estoy hablando, durante los siglos IX y X, y provechando la pérdida de control real de los califas abasíes residentes en Bagdad, ocurrió que varias dinastías locales afianzaron una cierta independencia repartiéndose el dominio efectivo del territorio, es decir el gobierno en la práctica, sobre amplias zonas de Persia y algunas regiones próximas. Como digo eso se acabaría cuando nuevos poderes de primer orden irrumpieran en el área, pero durante unas cuantas décadas, especialmente a lo largo del s. X, el vacío de poder fue aprovechado por diversas dinastías hoy semidesconocidas, caso de los Safaridas, los Buyidas y muy especialmente los Samanidas. En concreto estos últimos, que son los que me interesan, se hicieron con el control de amplias regiones del NE de Irán y parte del actual Turkmenistán entre los años 819 y 999 aproximadamente.

           
           

   ¿Qué es lo que hace particularmente interesantes a los Samanidas a nuestros ojos?, tratándose de una dinastía de la que es probable que jamás hubieseis oído hablar con anterioridad. Bien, no es que militarmente se cubriesen de gloria pero en el plano cultural fueron excepcionalmente afortunados (una especie de Medici de la época). Por ejemplo en sus dominios nacieron personalidades de la cultura islámica como el médico y filósofo Avicena, aunque los Samanidas destacaron sobre todo como mecenas de literatos, aspecto este último en el que me voy a centrar. 

   Es interesante anotar, además, que esa labor de patronazgo no se debió a algo puramente casual. Dicha estirpe tenía como ancestros a diversos nobles de bajo rango procedentes de la zona del actual Afganistán por lo cual tras su acceso al poder se caracterizaron por un gran interés en dignificar y magnificar su propio pasado como linaje. Adoptaron por ello como ascendente real o imaginario de su familia (no hay forma de saberlo a ciencia cierta) a Bahram, un famoso noble y militar de época Sasánida. Como consecuencia indirecta de ello, pese al credo religioso sunní que oficialmente profesaban (sin demasiado entusiasmo todo hay que decirlo), instauraron el persa en detrimento del árabe como lengua de la corte y tomaron un gran interés por recuperar la lengua y la historia puramente persas de época preislámica. Todo ello, insisto, en gran medida por pura conveniencia y en base a un plan para congraciarse con el grueso de la población local (hostil a los árabes y que aun conservaba el uso de las viejas tradiciones persas) a la vez que hacer reconocible a su dinastía y diferenciarla de otras que competían por el control de la zona. Por ejemplo, los buyíes, más al Oeste, destacaron por su apoyo al por entonces embrionario credo chiita. Son pequeños matices que intentaban diferenciar cada dinastía como "producto".

   En base a todo ello es así como los Samanidas empezaron a ejercer el mecenazgo de diversos literatos, esencialmente poetas de lengua persa, varios de los cuales acabarían pasando a la posteridad. Tal fue el caso de Abu Abdollah Jafar ibn Mohammad, llamado Rudaki, así como Abu Mansur Muhammad Ibn Ahmad, más conocido como Daqiqi 

Como dije antes un hándicap de la entrada de hoy es que muchos nombres no os sonarán de nada, pero estamos hablando del equivalente en Oriente Medio a lo que pueden ser para nosotros Dante, Petrarca, Boccaccio… o si se quiere el Arcipreste de Hita o Chaucer. 

Recuperando el hilo de la narración. El problema con los Samanidas es que igual que fueron extraordinariamente afortunados para atraer a su marginal corte (ubicada en Bukhara, en el actual Uzbekistán) a varios de los principales intelectuales de todo el mundo musulmán del s. X… por el contrario resultaron bastante gafes en todo lo demás, incluyendo el destino que les esperaba a dichos intelectuales. Rudaki cayó en desgracia tras algún tipo de intriga ocurrida en el entorno de la Corte hacia el año 940. No hay muchos datos sobre la época y los que hay no son fiables, incluyendo historias de que Rudaki llegó a ser cegado (otros autores especulan que era ciego de nacimiento), en cualquier caso algo ocurrió ese año que le llevó a perder el favor real del que disfrutaba y a morir en la miseria al año siguiente mientras la mayor parte de sus obras desaparecían sin dejar rastro. Daqiqi por su parte fue asesinado por un esclavo en circunstancias poco claras unas décadas más tarde cuando acababa de empezar un ambicioso proyecto encargado por el soberano y consistente en elaborar una historia épica de Irán desde los tiempos de la Persia Aqueménida de la antigüedad.

No obstante lo anterior hizo que ese proyecto pasase a manos de un tercer hombre en discordia, un poeta hasta entonces secundario que por casualidad se convirtió en el mayor descubrimiento de la política de mecenazgo Samanida. Ese hombre era un tal Abolqasem (Hakim Abu`l-Qasim en algunas fuentes) más conocido para la posteridad con el sobrenombre de Ferdowsi (o Ferdousi, Ferdusi y otra serie de formas de transcribir la pronunciación en lenguas occidentales) apelativo que significa algo así como "paradisíaco".

Y aquí es donde quería llegar, en torno al año 975-977, cuando este por entonces semidesconocido literato ya contaba con unos cuarenta años de edad y pese a ello se embarcó en la redacción del que sería conocido como el Shahnameh o Libro de los Reyes. Tarea mastodóntica que le ocuparía por más de tres décadas.

Para que nos hagamos una idea de la magnitud del cometido que llevó a cabo Ferdowsi hemos de tener en cuenta que el resultado final producto de su pluma fue un gran poema épico compuesto por en torno a unos 60.000 versos en su primera versión hoy perdida (de hecho lo que se conservan son sucesivas copias que se fueron haciendo con el tiempo, siendo la más relevante de las que han sobrevivido hasta el presente un códice llamado Shahnameh Bayasanghori, procedente de la primera mitad del s. XV). Sirva como comparación la siguiente: si juntamos la Ilíada, la Odisea y la Eneida no llegamos a 38.000 versos. Eso respecto a creaciones compuestas durante la antigüedad. Si hacemos la comparación respecto a obras medievales resulta que el poema de Beowulf está formado por algo menos de 3.200 líneas de texto y El Cantar del Mío Cid consiste en poco más de 3.700 versos, Vepkhistqaosani la épica nacional georgiana, compuesta en el s. XII, contiene unos 6.500 mientras que el Nibelungenlied en sus diferentes versiones ronda los 9.500. Habría que juntar todas estas obras para reunir un conjunto de poemas épicos similar en tamaño a la emblemática obra de Ferdowsi. El Shahnameh es por ello la epopeya más larga de la literatura universal tras el Mahabharata pese a lo cual, en cuanto a calidad, no desmerece a ninguna de las grandes épicas conocidas.

   Tal es así que el Shahnameh constituye la epopeya nacional del mundo de habla persa. El equivalente de lo que son para nosotros la Ilíada y la Odisea en el caso de los más de cien millones de hablantes de la lengua parsi, los cuales viven no solo en Irán sino también en zonas de Afganistán, Tayikistán, Uzbekistán, Azerbaiyán o incluso Irak y Pakistán.

 Con vista a dotarse de material Ferdowsi recogió las antiguas tradiciones que aun sobrevivían en su época y rememoraban viejos mitos y leyendas persas antiguos, unió todo ese corpus oral con el que habían dejado por escrito también a ese respecto los poetas al servicio de la Corte Samanida durante las décadas anteriores, le añadió toques de su propia cosecha y finalmente lo fusionó todo en forma de una gran epopeya donde se narraba en tono legendario la "historia" y la mitología de las tierras de Irán y sus aledaños en Asia Central desde la creación del mundo hasta la conquista de la zona por las fuerzas islámicas a mediados del s. VII.

Aunque no debemos equivocarnos a ese respecto. El resultado de los esfuerzos de Ferdowsi no era un relato histórico. O lo era en la medida en que, como dije antes, puedan serlo la Ilíada y la Odisea o incluso el Antiguo Testamento. La mayor parte de los personajes que Ferdowsi cita en su gran obra son ficticios aunque están mezclados con datos y detalles a veces reales, como el héroe Sekandar (Alejandro Magno) el cual es presentado como hijo de un rey de Irán llamado Darab, o la antigua ciudad de Ctesifonte, confundida en la narración con la muy posterior en el tiempo Bagdad islámica, etc. De hecho los Aqueménidas, por supuesto los Seleúcidas, y en cierta forma los Partos, están relegados a un segundo plano o directamente ausentes de la “historia” recopilada por Ferdowsi, que es básicamente un épica Sasánida. 

   El núcleo geográfico donde transcurren la mayoría de historias relatadas en el Shahnameh corresponde a la zona nororiental del actual Irán así como las tierras próximas de Asia Central, en concreto las regiones de Khorasan y Transoxiana (ubicada al Norte de la anterior), que son llamadas “Iran” y “Turan” en el relato, de ahí que el "Iran" citado no se corresponda para nada con el espacio geográfico ocupado por el Estado que nosotros conocemos hoy en día con ese nombre. Por ello se trata de una historia donde los choques del mundo persa con potencias occidentales como los macedonios, los romanos o los bizantinos resultan básicamente irrelevantes. Es muy posible de hecho que una parte del corpus de mitos que fijó por escrito Ferdowsi partiese de una tradición oral muy anterior, iniciada en la época de la separación entre el bloque hindú y el iranio en los pueblos indoeuropeos que emigraron a la zona del actual Irán, cuando aun se encontraban ubicados en Asia Central.

En cualquier caso al margen de su discutible valor histórico y su indudable valor literario el Shahnameh destaca porque ayudó a revivir y fijar por escrito casi de forma definitiva el idioma persa moderno que por entonces sustituyó al llamado persa medio (a su vez herencia del persa antiguo de época aqueménida).

En otras palabras la obra de Ferdowsi –más o menos de forma semejante a la Biblia de Lutero con el alemán o las obras de Shakespeare con el inglés- sirvió para estandarizar y popularizar el núcleo a partir del cual evolucionaría luego durante siglos una importante lengua que ha llegado a convertirse en vehículo de comunicación de millones de habitantes del planeta en nuestros días.  

Además la calidad del trabajo de Ferdowsi hizo que sirviese de inspiración y referencia para muchos de los principales poetas en lengua persa de los siglos posteriores, como por ejemplo Nezami Ganyavi, quizás el siguiente gran genio en la secuencia de la literatura persa, autor durante la segunda mitad del s. XII de cinco grandes poemas también considerados obras maestras de la literatura bajo el nombre de Panj Ganj o Khamsa. Nezami, por cierto, desarrolló la mayor parte de su trabajo en Azerbaiyán. Allí disfrutó de la protección de otra dinastía local interesada en obtener su propio lugar de poder dentro del mundo musulmán a través de llevar a cabo una labor de mecenazgo parecida a la desarrollada por los Samanidas y encaminada por ello a difundir la cultura persa en el entorno de la Corte como elemento de distinción.

De hecho en su momento Ferdowsi prácticamente construyó o al menos asentó una identidad nacional diferenciada en una amplia zona de Asia por la que se difundió su obra, en tanto que en el seno de su relato ni el idioma ni la cosmología árabe tenían presencia alguna. En el mismo apenas aparecen citados personajes de esa etnia y además normalmente lo hacen siendo presentados con rasgos negativos. En adelante el mundo árabe musulmán y el mundo islámico de cultura persa quedaban separados para siempre por una barrera invisible. Aunque compartiesen religión (y como ya he comentado de pasada con el tiempo eso dejó de ser cierto en tanto que el mundo persa adoptó mayoritariamente una variante del credo islámico -el chiismo- quizás como una segunda forma de diferenciarse) lo que quedaba claro tras la obra de Ferdowsi es que los musulmanes persas tenían un pasado, una cultura y un idioma distintos del resto de los musulmanes, particularmente los árabes. En cierta forma era lo que deseaban los gobernantes Samanidas patrocinando ese tipo de obras: individualizar culturalmente sus dominios y legitimar su disputada separación del califato. Pero el calado que tuvo el trabajo de Ferdowsi, excedió con mucho cualquier plan que pudiesen haber esbozado al respecto.

El bardo y el misil

   No obstante los que sigáis este blog habitualmente sabréis que las historias que cuento no suelen terminar bien. No es culpa mía. El mundo es así. Antes mencioné que los Samanidas eran un poco gafes para ellos mismos y para quienes les servían. Así que podéis empezar a plantearos que la historia de Ferdowsi no acaba con un final feliz. Aunque después de todo lo que he explicado cuesta imaginarse cómo eso podría llegar a ocurrir. Ferdowsi había cumplido su encargo con creces elaborando de paso una absoluta obra maestra de la literatura. ¿Cuál podría ser el problema?.

En su caso que tardó “demasiado”. Acabó una primera versión a mediados de los años 90 pero no fue hasta el año 1010 de nuestra era (el año 400 de la Hégira) que un anciano Ferdowsi acudió a palacio para presentar el resultado final del trabajo de su vida: la redacción definitiva del Shahnameh.

La cuestión es que para entonces hacía una década que la dinastía Samanida había colapsado ante un nuevo y pujante poder llegado del norte: los Gaznavidas (o Gaznavíes). Así era la agitada geopolítica de la época.

¿Y por qué ese cambio político era importante para el destino de un poeta?. 

Bien. Vuelvo sobre una idea que ya he insinuado en otras entradas. La cultura posee una ideología subyacente. Y eso ocurre en toda época y con todo tipo de productos culturales. Hablé antes de los proyectos políticos de los Samanidas y su profundo interés en recuperar la cultura persa como una consecuencia de los mismos. Tal es así que la obra de Ferdowsi había sido concebida para adaptarse a esos propósitos como un guante. Pero los Gaznavidas tenían una visión del mundo muy distinta.

Ellos eran guerreros, rudos, belicosos, no eran unos remilgados cortesanos nostálgicos de no se sabe qué pasado, como en cierta forma había sido el caso de los Samanidas. Sirva como ejemplo que en la actualidad el nombre de la dinastía Gaznaví da nombre a un determinado tipo de misil balístico del ejército de Paquistán.

Por otra parte los Gaznavíes eran una dinastía de humildes orígenes turcos venida de Asia Central y por tanto de habla y de cultura turca. Sus fundadores no habían sido nobles de alto rango y no pretendían para nada disimularlo (como sí intentaban desesperadamente hacer los Samanidas). Asimismo, por efecto de lo anterior, la élite Gaznaví no se reconocía en las tradiciones nobiliarias que el poema de Ferdowsi ensalzaba a través de la descripción de las aventuras de unos héroes de impecable linaje y comportamiento caballeroso semejante en cierta forma a los héroes artúricos de Chretien de Troyes. Por si fuera poco los antepasados de los Gaznavíes no tenían nada que ver con los Sasánidas, con los que se identificaban los Samanidas y que son grandes protagonistas del relato de Ferdowsi, de hecho los ancestros de los Gaznavíes habían chocado con ese Imperio a lo largo de frecuentes escaramuzas fronterizas. Realmente los antepasados de los Gaznavíes se correspondía más o menos con los turanios (turcos de Asia Central) y resulta que en el Shahnameh los turanios son los “malos” de varios capítulos del relato. Para colmo el sultán Gaznaví, de nombre Mahmud, era sunní y Ferdowsi probablemente chiíta, aunque no es algo que se sepa a ciencia cierta. En cualquier caso podéis suponer que aquella obra con que Ferdowsi acudió a palacio no gustó mucho en la Corte.

Cuenta la leyenda por así decirlo que en su momento a Ferdowsi le habían prometido como pago por su trabajo un dinar de oro por cada verso contenido en la versión final de su epopeya sobre Persia. Teniendo en cuenta el inmenso tamaño final de la obra en cuestión, de haber recibido dicho pago habría supuesto una fortuna. En su lugar el sultán Mahmud ordenó (en algunas versiones en realidad fue engañado por uno de sus cortesanos) que se pagase a Ferdowsi con dirhams de plata (moneda fraccionaria). Se cuenta que Ferdowsi recibió el pago cuando se encontraba en una casa de baños y ante tal insulto repartió la cantidad recibida entre el esclavo que le traía el dinero, el dueño de la casa de baños y un comerciante que se encontraba allí. Tras lo cual como venganza habría escrito unos versos satíricos ridiculizando los orígenes de la familia del sultán lo que le llevaría a tener incluso que exiliarse para evitar las represalias.

Como he insinuado todo esto es materia de disputa. Muy poco se sabe a ciencia cierta de la vida de Ferdowsi. Pero no cabe duda de que la leyenda posee un fondo de realidad. Lo que puede más o menos deducirse es que, como he dicho, el Shahnameh no gustó nada en la Corte Gaznaví debido a los motivos que ya expuse. Eso desembocó en que el poeta fuese prácticamente ignorado y por compromiso se le pagase una cantidad exigua (quizás en torno a las 200 monedas de oro), en cualquier caso muy inferior a las expectativas de Ferdowsi y muy por debajo del valor de su trabajo. A fin de cuentas había dedicado más de tres décadas de su vida a producir una epopeya poética que, probablemente, él mismo ya intuía en aquel momento que era de gran calidad. Durante ese tiempo había descuidado las propiedades agrícolas que poseía como herencia de su familia en su ciudad de origen y además había muerto su único hijo. Todo para una bolsa de monedas que quizás a un comerciante de la ciudad o a otro poeta le podría parecer una fortuna pero que no dejaba de ser un pago bastante modesto, encima entregado por puro compromiso previo paso a despedirlo de la Corte.

Es muy dudoso que Ferdowsi posteriormente se atreviese a desafiar abiertamente al sultán escribiendo un panfleto satírico pero sí sabemos que, de grado o por necesidad, no volvió a pisar la capital y desapareció de la gran historia, pasando los últimos años de su vida en algún enclave secundario, quizás en su ciudad natal o en otra urbe poco importante. 

La retórica del poder

 En cualquier caso, de todo esto que he contado deberíamos quedarnos con una primera idea. Frecuentemente tendemos a leer las viejas leyendas y narraciones épicas como inofensivos y fantasiosos cuentos. Dado que el paso del tiempo ha alejado completamente de nosotros el mundo que describen, sumado a la abundante presencia de exageraciones, errores, incongruencias y elementos sobrenaturales en las mismas, eso hace que desde nuestra cómoda perspectiva vislumbremos ese tipo de relatos básicamente como inocentes pasatiempos. Sin embargo al hacerlo olvidamos que en su época de creación ese tipo de historias perseguían en muchas ocasiones una finalidad mucho más compleja que servir de mero entretenimiento. Debemos tener en cuenta que prácticamente todo artista trabaja desde unas determinadas coordenadas morales e ideológicas -incluidos quienes pretenden lo contrario- y si nos remontamos al pasado lejano (una época en que los grandes pintores, escultores o narradores dependían para su misma existencia del patronazgo de monarcas o el resguardo de templos), esa verdad se vuelve mucho más importante a la hora de analizar qué producían, en base a qué tipo de discursos y finalmente para qué y para quien lo elaboraban.

En ese sentido hoy sabemos que en muchos casos las grandes narraciones orales o escritas del mundo antiguo y medieval poseían una función social y política clara, aunque pasados los siglos no nos resulte evidente. Pensemos por ejemplo en la Eneida (un auténtico panegírico a mayor gloria de Roma y en particular del linaje de Augusto) o en las famosas Crónicas Asturianas redactadas en los primeros siglos del proceso histórico denominado "Reconquista", las cuales fusionaron propaganda y mitos al servicio de los propósitos de la embrionaria monarquía asturleonesa (obsesionada por vincularse con el pasado visigodo, por motivos políticos, de una forma semejante a como los Samanidas un poco después buscaron emparentarse con los Sasánidas). Hubo un tiempo en que leyenda, historia y propaganda se codeaban frecuentemente.

Sin embargo de cara a examinar las narraciones pertenecientes al seno de antiguas tradiciones culturales todo esto que he comentado no siempre ha sido tomado en cuenta. Existe una tendencia al análisis de las mismas desde una perspectiva puramente estructuralista, la cual prioriza el describir las fuentes de dichas narraciones, identificar a sus diversos autores y posteriormente hallar el uso de arquetipos comunes o la existencia de conexiones entre los diversos corpus de mitos propios de cada época o cultura. Es decir limitarse a señalar los parecidos e influencias argumentales y estilísticos entre tal o cual epopeya así como resaltar los valores puramente estéticos y literarios de ese tipo de realizaciones. Un poco a la manera de la crítica de cine que analiza la composición de los planos, las actuaciones, los posibles simbolismos estéticos o la fotografía de una obra, olvidándose de analizar en profundidad su ideología. 

   Mirándolo exclusivamente desde ese punto de vista lo que resulta interesante del Shahnameh, por ejemplo, es que en su seno contiene anécdotas y detalles muy semejantes a los presentes en otros famosos mitos distantes en el tiempo y el espacio. La muerte de Iraj a manos de sus hermanos Tur y Salm se parece al asesinato de Abel a manos de Caín. El héroe Esfandiyar, prácticamente invulnerable salvo por un pequeño punto débil, recuerda a las figuras de Aquiles o Sigfrido. En la misma línea la oposición entre grandes héroes como el propio Esfandiyar o Rostam frente a monarcas taimados como Goshtasp siempre celosos y desconfiados de la gloria militar de esos caudillos no deja de presentar curiosos paralelismos con la relación entre Euristeo y Herakles, Agamenón y Aquiles, Gunther y Sigfrido, o Alfonso VI y El Cid. Todo lo cual nos llevaría a la pregunta de si los autores de este tipo de tradiciones épicas se habían leído entre sí y se “influyeron” a través del tiempo, de si existió algún corpus de mitos primigenio del que derivan todas las grandes historias épicas del mundo antiguo euroasiático o si, por el contrario, existen en la mente humana una serie de temáticas y arquetipos que están al margen de las culturas y resultan por tanto ideas universales a las que inevitablemente toda civilización llega tarde o temprano de forma independiente, plasmándose dichas coincidencias en el arte, las leyendas, e incluso como fondo psicológico común detrás de religiones diversas.

Por el contrario el enfoque funcionalista, que es el que me interesa a mí, privilegia relacionar los productos culturales con las estructuras socioeconómicas, políticas e ideológicas que los generan. Intentando discernir a través del análisis de la epopeya u obra de arte en cuestión datos sobre la sociedad de su tiempo, o buscando analizar en qué medida dicha sociedad condicionó la obra y cómo luego el transcurrir de los siglos ha hecho evolucionar la interpretación que nos hacemos sobre el significado de la misma. 

En esa línea hoy me pareció procedentes contaros cosas sobre el contexto en que surgió un texto de importancia universal como el Shahnameh, poniéndolo en relación con los cambios en la coyuntura política que se produjeron en la época de su redacción. Al hacerlo creo que hemos podido apreciar un ejemplo de cómo los mitos antiguos son hijos de la sociedad y el momento en que son creados, no del pasado lejano del que siempre aseguran proceder. Y hemos visto también que eso se debe a que frecuentemente hasta las más inocentes historias poseen una ideología y unos propósitos que exceden lo puramente estético, aunque lo anterior no siempre resulte evidente o funcione como se espera. 

El gran fiestón 

Al respecto de todo esto no quiero acabar esta entrada sin tocar una última cuestión: cómo el mismo material puede ser objeto de diversas manipulaciones y usos diferentes a lo largo del tiempo. Para ello vamos a volver sobre el legado de Ferdowsi y analizar un poco el impulso estatal del que se benefició ya en pleno s. XX, en tiempos de la corrupta dinastía Pahlevi, la cual gobernó en Irán de 1925 a 1979. 

   A su manera los Pahlevi en cierta forma tenían problemas parecidos a los Samanidas, ya que la "dinastía" en cuestión fue instaurada durante los años 20 por un paleto militar golpista y tratando de hacer olvidar esos orígenes él y su hijo (quien gobernaba en los años de los que voy a hablar a continuación) recurrieron a soluciones en cierta forma ya ensayadas en el pasado de cara legitimarse y darse lustre: ostentación sin límites, solemnes rituales cortesanos y un curioso interés por emparentarse con los grandes soberanos persas de la antigüedad. Es así como la obra de Ferdowsi ocupó un lugar destacado en las escuelas y universidades iraníes ya desde 1934 cuando el régimen se inventó un gran congreso sobre los mil años de literatura persa. Eso se debía también a que el gobierno de los Pahlevi, en la práctica una dictadura o en todo caso un gobierno de "pluralismo limitado", tenía como grandes enemigos políticos internos a las organizaciones comunistas, por un lado, y sobre todo a los islamistas radicales por el otro. Por tanto la difusión de la historia preislámica y la literatura persa acerca de ella empezó a ser vista como una forma de debilitar a este último tipo de movimientos.

Toda esa política explica a su vez las fastuosas y absolutamente obscenas celebraciones que el gobierno organizó en 1971 para conmemorar los 2.500 años de la fundación del Imperio persa por parte de Ciro el Grande. De cara a las mismas en principio fueron invitados a visitar el país con todos los gastos pagados sesenta gobernantes y miembros de casas reales extranjeras, pero finalmente el número de invitados se multiplicó por diez. El emperador de Etiopía por ejemplo se presentó con más de setenta amigos y familiares, así que por allí acabaron pasando finalmente una variada amalgama de estadistas. Entre ellos un relativamente joven Juan Carlos, también Grace Kelly entonces soberana de Mónaco, el dictador rumano Ceaucescu o la nunca suficientemente recordada Imelda Marcos.

           
            
           

Las historias sobre la suntuosidad con que se les agasajó aún se recuerdan de vez en cuando. Del 12 al 16 de octubre de ese año ríos del champán más caro corrieron por cincuenta tiendas con todas las comodidades plantadas al lado de las ruinas de la antigua Persépolis, las cuales sirvieron de alojamiento a las comitivas, mientras una flota de 250 limusinas de alta gama ejercía de medio de transporte para comunicar el enclave con el aeropuerto y la capital. Además el Shah hizo vestirse de época a un cuerpo de soldados de su ejército, con carros de guerra y hasta torres de asedio, para poder pasarles revista a juego con el tono del evento. 

           
           
           
                           

Incluso Orson Welles se prestó a narrar La llama de Persia un documental de propaganda del evento (todos tenemos un precio y cuando estamos sin un duro más), el cual empezó a ser conocido como “la mayor fiesta de los últimos 2.500 años”.

Asimismo, durante un parón de las celebraciones, el Shah aprovechó para inaugurar un Museo de Historia Persa donde presentó al público el Cilindro de Ciro (curiosamente descubierto en realidad en el vecino Irak en 1879) prestado por el British Museum expresamente para la conmemoración. Dicho cilindro es básicamente un escrito aqueménida de propaganda donde, tras conquistar la ciudad a mediados del s. VI antes de nuestra era, el poderoso monarca persa Ciro informa al pueblo de Babilonia de que él ha sido elegido por los dioses para “liberarlos” de la opresión. Por su parte el Shah Pahlevi, a la cabeza de lo que en la práctica era una dictadura, no tuvo reparos en presentar a sus invitados esos restos arqueológicos anunciando que se trataba de la primera proclamación de los derechos humanos y la libertad de pensamiento en la historia, mostrándose además orgulloso de que la hubiera realizado uno de sus "ancestros".

Teniendo en cuenta que Ciro fue esencialmente un conquistador de reinos a la cabeza de un eficiente ejército, que el propio Shah cuyos bisabuelos eran analfabetos y su abuela una inmigrante georgiana tenía tanto que ver con la realeza persa de la antigüedad como yo con los soberanos incas y que además mientras daba su discurso la policía secreta bajo su mando detenía y torturaba a los opositores políticos a su gobierno, la anécdota creo que nos da para reflexionar sobre cómo el pasado histórico puede ser usado de cara a respaldar prácticamente cualquier tipo de discurso político.  

En todo caso la cuenta de los fastos le salió al Shah por más de 500 millones de dólares al cambio y buena parte de la empobrecida población iraní jamás perdonó el dispendio ostentoso que se llevó a cabo en unos eventos que sentían inútiles y lejanos a sus problemas. Por ello fueron particularmente los clérigos radicales quienes sacaron más partido de los eventos al canalizar ese descontento de la población. Así, como todo el mundo sabe, todo esto desembocó en el derrocamiento del Sha en 1979, su posterior exilio y la llegada al poder de Jomeini, así como la instauración en Irán del régimen teocrático de los ayatolás, los cuales volvieron a postergar a un segundo plano la obra de Ferdowsi en los planes educativos y la escena cultural. Aunque a estas alturas la obra de Ferdowsi hace mucho tiempo que se hizo inmortal y está por encima de pequeños vaivenes. Dentro de unas décadas o un siglo el contexto volverá a cambiar a su favor. Así lleva ocurriendo un milenio.

   Por lo demás esto es todo lo que quería contar: una historia sobre la manipulación del arte y los mitos al servicio del poder ya desde tiempos antiguos. 

En cuanto a Ferdowsi, más atrás dejé sin terminar la narración de su vida, pero es que poco se sabe de lo que ocurrió en sus últimos años, tras abandonar despechado la Corte Gaznaví.

De salida se desconoce la fecha exacta de su muerte, que pudo acontecer entre los años 1020 y 1025. Una célebre anécdota cuenta que pasado el tiempo el soberano Gaznaví se arrepintió de haber ofendido al poeta y menoscabado su obra por lo que envió en su busca a un emisario, a la cabeza de una caravana llena de índigo y otros regalos (según algunas versiones transportando miles de monedas de oro). Todo ello con el propósito de hacerse perdonar. Pero cuando por fin la comitiva llegó a Tus, la ciudad natal de Ferdowsi, se cruzó en la puerta de entrada con el cortejo fúnebre del ya muy anciano poeta.

En realidad este tipo de historias, junto con los versos al inicio de la entrada de hoy también atribuidos a Ferdowsi, resultan quizás demasiado perfectas y proféticas para ser reales. Visto de forma imparcial resulta bastante improbable que el sultán Gaznaví pasados unos años de repente descubriese la calidad literaria de Ferdowsi. Posiblemente por tanto las tradiciones al respecto sean solo leyendas inventadas a posteriori para en cierta forma desagraviar al poeta y llenar el vacío en los años finales de la biografía del mismo, que no debieron ser muy boyantes. Pero a fin de cuentas no deja de resultar hermoso que el creador de mitos haya trascendido a la historia convirtiéndose a su vez en protagonista de uno. En último término es así como se construyen tales leyendas: mezclando de forma indistinguible verdades y mentiras. Justo lo que siempre le gustó hacer a Ferdowsi.

11 comentarios:

  1. Una historia muy buena. Hace tiempo que me quedó claro que las reivindicaciones que se basan en el pasado son estratagemas de la minoría dominante de un país. Lo que me pregunto es si siempre son actos encaminados a afianzar el poder personal o hay algo más. Es decir, ¿en algún momento de la Historia los gobernantes se han creído lo que decían o sólo fueron estrategias cuyo objetivo era perpetuarse en el poder y estabilizar su reinado? ¿Felipe II se creía realmente que era el paladín de Cristo, por ejemplo?

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    1. Hay de todo, pero en general cuando analizas las medidas adoptadas por Papas, Emperadores y grandes monarcas de hace siglos por cada fanático convencido encuentras al menos otro que tomaba sus decisiones en base a propósitos políticos bastante racionales.

      En el caso de Felipe II imagina lo siguiente. Tienes unas posesiones dispersas geográficamente, en las que se hablan varios idiomas distintos, con varios sistemas aduaneros, fiscales, e incluso administrativos y con una historia propia y diferente en cada caso. En la práctica el Reino de Castilla, el de Aragón, Flandes o el Franco condado son “países” distintos. No comparten nada, ni tienen siquiera los mismos intereses objetivos, tal es así que hasta las prerrogativas de las que dispone el monarca son distintas en cada caso. Pero claro, si los súbditos se dan perfecta cuenta de esto llegarán los problemas tarde o temprano. ¿Qué te queda?. La religión. Solidificar tus posesiones muy variadas en torno a un elemento común que les proporcione una cierta identidad compartida: el catolicismo. Porque cuando a todo lo anterior se unieron las diferencias religiosas el edificio, como no podía ser de otra manera, saltó por los aires en la zona de las Provincias Unidas. En ese sentido como monarcas los Austrias estaban “condenados” a desarrollar una política de integrismo religioso, tanto si se lo creían como si no, ya que solo la religión podía en aquel tiempo ejercer de cemento de una amalgama de posesiones tan dispersas y diferentes. Fueron presa por así decirlo de la maldición de un legado tan “magnífico” como inconexo y deslavazado.

      Realmente la herencia de Carlos V era insostenible. Sobre el papel era un Imperio muy grande e impresionante, pero en la práctica era un conglomerado de territorios mal comunicados e integrados. Y cuando decidió pelear por el título Imperial y a todo lo anterior añadió intereses en el centro de Europa aquello fue un error probablemente. El edificio se sostuvo más de un siglo de forma milagrosa en base a despilfarrar los enormes recursos venidos de América los cuales podrían haberse empleado de forma mucho más positiva que en sostener un imposible.

      Felie II por su parte no cabe duda de que era un católico convencido, ya hablé en una entrada de su coleccionismo de santos, por ejemplo. Pero no un fanático. En época de su padre las tropas, aunque fuese por iniciativa propia, arrasaron Roma. Y tanto él como su padre por ejemplo pecaron bastante de lujuria. Sus decisiones tenían sentido en provecho de la dinastía, en base a la obsesión de conservar un determinado legado de posesiones territoriales que transmitir a sus descendientes no solo en función de “defender la fe”. Eso era un añadido cuando no una excusa política.

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  2. Me ha parecido una historia apasionante, no sólo la historia de Ferdowsi, sino el contexto que has dibujado.

    ¿Sabes si el Shahnameh ha sido traducido al castellano?

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    1. Pues yo no he encontrado una traducción al castellano, no se si en alguna editorial raruna por ahí habrá, lo cierto es que me extraña mucho no haberla encontrado la verdad y estoy seguro que como mínimo en algún departamento de filología o de historia de la literatura de alguna facultad en la biblioteca seguro que tienen alguna edición. Yo tengo una traducción en inglés y en prosa que digamos resume las distintas historias en capítulos cortos de unas pocas páginas, como por otra parte pasa habitualmente con las grandes epopeyas, que salvo para análisis especializados casi que conviene leerse la historia sin una traducción demasiado directa la cual se haría insufrible así que lo que hay editorialmente son versiones noveladas.

      De hecho en inglés hay unas cuantas traducciones funcionando por ahí, como esa que he puesto en la última imagen. Aunque la mayoría adolecen de una buena introducción y unos buenos apéndices que expliquen el contexto de la obra (de ahí lo que he intentado hacer yo, en base a la poca información que he logrado ir reuniendo de aquí y de allá), casi más interesante para nuestra perspectiva actual de occidentales que la obra en sí.

      Y el caso es que a mí la obsesión por esta historia me viene de chaval cuando en la vieja biblioteca de mi pueblo recuerdo con precisión haber leido en castellano, obviamente, la historia de Rostem y Sohrab. Una parte de esta épica. Era un libro del año la pera, de época franquista, de tapas duras y con unas ilustraciones que me parecieron preciosas por lo exótico de unos caballeros feudales que no iban armados a la manera europea, sino que en los dibujos habían sido recreados al estilo de la caballería de catafractos antigua o las armaduras propias de los pueblos de la estepa, aunque por entonces no lo sabía. Luego mucho tiempo después aquel recuerdo permanecía en mi cabeza y buscando qué cojones era aquello que había leído cuando redescubrí el Shahnameh aunque no he encontrado una edición que me guste ni en inglés, no me satisfacen ni las ilustraciones, ni lo frío y mecánico de la traducción, ni las escuetas explicaciones y la introduccion.

      Ya digo que en aquella biblioteca leí libros que me fascinaron bastante, como ese, o el clásico sobre arqueología de C.W.Ceram o libros ahora políticamente incorrectos como unos cuantos pertenecientes a la literatura "de shikar" que a mí de pequeño me fascinaba. Siempre libros muy gordos, de tapas durísimas y sin ilustraciones de cubierta siquiera. Y ahora todo eso es inencontrable, no se editan, hay que buscarlos en anticuarios. Algo que a mí no me atrae curiosamente. Por su parte la vieja biblioteca se ha convertido en algo moderno, lleno de best-sellers con sobrecubiertas preciosas y hace mucho que tiraron todos aquellos fondos viejos y mohosos. El caso es que en parte en este blog quiero recuperar un poco el espíritu de aquellos textos en algunas entradas ocasionales como esta. A veces me pedís bibliografía y tal, pues aunque parezca sorprendente la idea es que en muchos casos no la hay, o yo no la conozco, o lo que hay al respecto hoy en día en la librería no me gusta. Y por eso decido dedicarle una entrada al tema en cuestión.

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    2. Es una pena lo de la biblioteca. Yo también leí libros interesantes en la bibilioteca que no podría haber leído de otra manera, cuando era pequeño; aunque no había ese tipo de libros que comentas. Es una pena que se desechen libros viejos por el mero hecho de ser viejos o no tener cubiertas atractivas o modernas. O por motivos comerciales; lo que incluso está traspasando al ámbito digital en la biblioteca digital puesta en marcha por el Ministerio de Cultura y las CCAA, que sólo ponen catálogo de grandes editoriales a las que pagan el correspondiente canon "por cada copia digital". Lo segundo incluso lo comprendo, pero lo que me parece incomprensible es que no pongan un catálogo más amplio de pequeñas editoriales que editen obras más rarunas, alternativas, o como en este caso, clásicas. Al menos, creo que la financiación que les aportaría este medio, permitiría a pequeñas editoriales editar tal vez, más obras así. O incluso, en caso de editoriales que no editen versiones digitales, les ayudaría a entrar en ese mercado. Por no hablar del hecho de que resulte incomprensible encontrar en esa biblioteca, ni siquiera una versión digital a pelo (sin problemas de derechos de autor), de los libros clásicos, empezando por el mismísimo y tan cacareado (al menos para vender y ganar dinero), El Quijote.

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    3. Aunque sí hay disponible una versión en "novela gráfica", por Rob Davies

      Por cierto, antes se me olvidó comentar que aunque parece tan interesante la historia narrada en el libro; a mí también me parece más apasionante e interesante para descubrir, el contexto y la Historia real que hay detrás. Incluso, aunque hace tiempo si veía un catafracto o un soldado persa, parto, etc, no le prestaría mayor atención, últimamente sí me parece que ese estilo de "caballería alternativa", es muy atractiva incluso a simple nivel visual.

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  3. Pues a mí, lo que más me ha atraído dle texto han sido los dos parrafos que has dedicado a divagar sobre la cuestión de la creación de este tipo de relatos épicos, religiosos. Me acuerdo de las primeras páginas de un libro que me obligaron a leerme en la carrera; "Breve historia del Homo Sapiens" que también comentaba el hecho de que tantos relatos de la creación de distintos pueblos y muy lejanos geográficamente entre sí fuesen tan parecidos, semejanzas con el diluvio universal y ese tipo de cosas.

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  4. Maravillosa entrada. Una pregunta, ¿a quién se refiere el poema del principio o a qué contexto? Si no es muy largo de explicar.

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    1. Esas palabras se supone que las escribió Ferdowsi, sobre sí mismo, al término de su gran obra.

      Como no tengo una versión oficial en castellano son una traducción personal de la traducción al inglés que he leido de los versos originales, traducción pensada claro está para rimar en ese idioma:

      I've reached the end of this great history
      And all the land will fill with talk of me
      I shall not die, these seeds I've sown will save
      My name and reputation from the grave
      And men of sense and wisdom will proclaim
      When I have gone, my praises and my fame.


      Yo pienso que tal vez pudieron ser un añadido a posteriori, o tal vez no y constituyen la acertada profecía de un poeta.

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  5. No tiene desperdicio esta información:

    http://blogs.publico.es/strambotic/2018/07/campechano-iran/

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  6. Hace poco encontré este artículo del año 2012, dónde se afirma que el _Shahnameh_ se tradujo por primera vez al español de forma íntegra, en prosa. Lamentablemente no dan detalles sobre la editorial:

    https://www.informador.mx/amp/Cultura/El-Shahnameh-traducida-completa-al-espanol-20121223-0133.html

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