sábado, 1 de noviembre de 2014

Peaky Knickers


    Estamos en un hospital, necesitamos cocaína para existir.

    Clive Owen en “The Knick”, episodio octavo de la primera temporada.
   

          



Hoy voy a hablar de la creciente importancia de la postproducción digital en las series de ambientación histórica para la televisión.

Antes de entrar en faena hay que saber lo que es el Chroma Key o Croma (a secas). En esencia se trata de una técnica audiovisual consistente en usar como decorado para una escena fondos de un único color (normalmente el verde o el azul) para luego, con la ayuda de un ordenador, reemplazar por otra imagen el área que ocupaba ese color en la toma original.

En un principio ese procedimiento se usó en los informativos para insertar como fondo mapas meteorológicos dinámicos durante la información del tiempo, pero desde hace unos años su uso se ha ido ampliando a la elaboración de platós virtuales para programas de televisión (en los cuales apenas existen como elementos reales la mesa y la silla del presentador mientras que los fondos y la decoración se insertan mediante el Croma) y finalmente se ha trasladado con gran éxito al cine (en cintas como 300) y especialmente el mundo de las series de televisión debido a que se trata de un proceso bastante económico en relación a las grandes posibilidades que ofrece. De hecho el Croma, una vez empleado en este último tipo de productos y combinado con otras técnicas, permite superar los viejos decorados de cartón piedra para, aun rodando en estudio las imágenes que aparecen en primer plano, superponer luego como fondo decorados diseñados digitalmente o tomas al aire libre grabadas por separado. Al final este tipo de trucos sirven para dotar de un verismo inusitado al producto audiovisual resultante, algo que ha destacado especialmente durante los últimos años en la grabación de series o películas de determinados géneros, aunque a mí me interesan especialmente los ambientados en escenarios del pasado histórico. De hecho, gracias al empleo de este y de otros sistemas combinados series como John Adams, The Borgias o The Tudors -por destacar tres series de temática histórica ya finalizadas y más o menos recientes- lograron elaborar magníficas reconstrucciones de ambientes de época.

Además, si bien como ya he comentado aquí (y seguiré haciéndolo), el cine histórico de hace décadas usaba como fuente de inspiración la pintura historicista decimonónica, hoy en día el mundo del cine, pero sobre todo las series históricas para televisión ambientadas en la época contemporánea, están empezando a usar material procedente de viejas películas y a basarse en la fotografía histórica para elaborar el material con el que rellenar algunas tomas retocadas mediante el uso del Croma, o simplemente para inspirarse en cuanto a decorados y atrezzo. Obtenemos así como resultado final series de gran realismo visual, logrado a veces merced a superponer material rodado en estudio, decorados, escenarios naturales y, finalmente, también retoques digitales añadidos a todo lo anterior con el propósito de corregir errores o añadir mediante ordenador color, detalles, e incluso fondos enteros a las escenas. Todo ello como digo partiendo a veces de verdadero material audiovisual de archivo que en ocasiones puede incluso insertarse (como en su momento ya se explotó con enorme gracia en el cine Forrest Gump, por citar un caso).

Veamos algunos ejemplos de lo que estoy hablando a través de algunas series de ambientación histórica.

Este primer vídeo pertenece a una serie española, Velvet, someramente influenciada a su vez por la británica Mr. Selfridge.



Subiendo un poco el nivel vemos aquí otro ejemplo de la utilización de este tipo de técnicas en la también mediocre serie estadounidense Pan Am.


y finalmente una muestra del empleo de este tipo de técnicas en Boardwalk Empire.


Ya se ha mencionado que la interacción de este tipo de trabajos de retoque con el uso complementario de fuentes de archivo -por ejemplo fotografías históricas- es apasionante. Vemos aquí unos Photochromos del Boardwalk y la playa de Atlantic City en este caso un poco antes de los años 20. Material que parece que fue usado por los encargados de la elaboración de los decorados de la conocida serie sobre mafiosos. 

 
     
     

Como curiosidad, esta otra imagen tomada en un punto distinto de la costa de Jersey de la época testimonia el que ya por entonces merodeaban pollinos por la zona.

     

Bien. Dicho todo esto casi como presentación el caso es que hace unas semanas han coincidido en parrilla tres magníficas series de ambientación histórica anglosajonas que de alguna manera, mediante el uso de estas técnicas, recrean con gran eficacia diversos aspectos interesantes del primer tercio del s.XX. Por ello procedo a presentároslas y recomendarlas.

En primer lugar tenemos a The Knick cuya temporada inicial compuesta por diez episodios acaba de finalizar. The Knick está ambientada en un hospital de Nueva York justo a comienzos del s. XX y lanza una mirada incómoda, desagradable, hiriente, pero siempre interesante sobre los fulgurantes avances quirúrgicos y psiquiátricos del período, así como sus (convenientemente) olvidados claroscuros. Por ejemplo el personaje principal de la serie está basado en un personaje histórico real, William Stewart Halsted, un cirujano estadounidense adicto a la cocaína y otras drogas, las cuales usaba extensivamente como anestésicos entre sus pacientes (en aquella época incluso se usaban opio y morfina para la tos, el dolor de muelas o para hacer dormir a los bebés que lloraban demasiado). Halsted sin embargo fue también padre de muchas de las técnicas quirúrgicas actuales, entre ellas la mastectomía para el cáncer de mama, así como el difusor en su país de muchas prácticas hoy estandarizadas como las transfusiones de sangre o la esterilización del instrumental médico.

La serie nos habla también del racismo, la violencia, la corrupción policial o las enormes desigualdades sociales del período, desmitificándolo.

 
     
  

Para lograr verismo en la reconstrucción del Nueva York de la época en el rodaje se ha partido de grabar en los escenarios históricos, especialmente algunas calles con sabor añejo del Lower East Side neoyorkino pagando 250 dólares a los vecinos por día de rodaje en compensación de las molestias (una práctica que también han empleado de cara a lograr los permisos para grabar en diversas localidades de la campiña británica los productores de Downton Abbey, otra serie de la que después hablaré).

  
       
       

A partir de ahí durante el rodaje de algunas escenas de exteriores de la serie se han añadido algunos decorados y aditamentos a las fachadas de esas calles. Luego se ha retocado todo por ordenador, mezclando esto con escenas rodadas en estudio ante fondo verde en las que el total del paisaje de fondo se ha diseñado íntegramente por ordenador. Al final del proceso el resultado ha sido bastante bueno como reconstrucción de época, al menos para los estándares televisivos. 


     
     
     

  Todo ello junto a la elaboración de decorados artesanales, sobre todo para los interiores, y un vestuario de época inspirados en parte en fotografías históricas del período.

Unos ejemplos.

       
       
       
                 

En cuanto a los valores estéticos de la serie en cuestión destacaría el uso de la iluminación en interiores, muy a lo Barry Lyndon, junto a la hipnótica banda sonora con tintes modernos de Cliff Martínez, seguramente lo mejor de esta serie dirigida por Steven Soderbergh.

Dejando atrás EE.UU. y yéndonos a Inglaterra, está ahora mismo emitiéndose la segunda temporada de Peaky Blinders. Otro magnífico trabajo de reconstrucción de época ambientado esta  vez en el mundo mafioso del reducto industrial de Birmingham durante los años siguientes al final de la Gran Guerra. El reparto es magnífico encabezado por Sam Neill y Cilliam Murphy a los que en la segunda temporada se añade como secundario de lujo nada menos que Tom Hardy en el papel de un agresivo “panadero” judío. Es una serie que ya vale la pena solo por el plano secuencia que abre la primera temporada, así como por su banda sonora.

       
       
       
       
       
       
       

Y si las dos series anteriores, arriba mencionadas, poseen un componente pesimista, cínico y crítico a toda prueba, la vertiente opuesta está representada por la clasista, ultraconservadora, rancia, antediluviana pero visualmente magnífica Downton Abbey, la cual se encuentra ahora mismo en el punto álgido de su quinta temporada.

En este caso dicha serie juega la baza de usar de forma ejemplar el patrimonio arquitectónico británico. Empezando por el castillo de Highclere en Berkshire, una casa solariega victoriana muy bien conservada, y continuando por el pueblo de Bampton en la zona de los Cotswolds. Otras escenas de exteriores se han rodado en localizaciones diversas repartidas por la zona de Oxfordshire y alrededores (con la excepción del especial de Navidad posterior a la tercera temporada ambientado en Escocia; por su parte el especial posterior a la temporada actual usará localizaciones pertenecientes al castillo de Alnwick en Northumberland). 

      

La serie por ahora ha hecho un recorrido por el período 1912-1924 y como buen culebrón de época es muy probable que a medida que las temporadas se acumulen nos lleve al límite de los años 30.

       

Arriba y abajo podéis ver algunas capturas de pantalla ejemplificando algunas cosas que digo. De hecho la primera captura justo debajo de este párrafo es un Croma que se les ha notado demasiado en uno de los episodios de esta temporada. 


A mi parecer, debido a todo lo explicado más arriba, estas tres series son de lo mejor que se puede ver ahora mismo en cuanto a reconstrucción histórica en televisión, al menos hasta que volvamos a tener en pantalla algún producto salido de las manos de Michael Hirst. La pega es que la primera de las series citadas contiene escenas de operaciones quirúrgicas que pueden herir la sensibilidad de algunas personas, la segunda puede ser considerada demasiado violenta y la tercera seguramente le gustará más a tu abuela que a tí. Pero el mundo no es perfecto. 

2 comentarios:

  1. Vista la primera temporada de The knick impresionante pone el dedo en la yaga no solo sobre los métodos utilizados viene esa serie muy a mano con la última entrada con enfermedades mal diagnosticadas o pésimos tratamientos... el caso es que quizás si todo eso no estariamos hoy donde estamos.

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    1. Es que es una serie que a lo tonto y de forma desagradable me sirve muy bien para ir introduciendo la noción de paradigma implementada por Kuhn, concepto filosófico que va a ser clave en este blog.

      Básicamente la ciencia, el conocimiento, no progresa de forma totalmente lineal resolviendo fallos y añadiendo exclusivamente aciertos sino que progresa por estadios. Cada evolución de uno de esos estadios al siguiente implica por así decirlo descartar errores y solucionar problemas del pasado pero incorporando otros nuevos o al menos manteniendo una parte de los viejos. Simplemente el nuevo estadio, el nuevo paradigma, se impone cuando su porcentaje de aciertos y soluciones es superior al que proporcionaba del paradigma o el plano de conocimiento que viene a sustituir.

      Obviamente lo anterior quiere decir que solo somos parte de un determinado nivel de progreso todavía lejano de la “VERDAD” y en el cual la verdad que nosotros asumimos como cierta aún conserva digamos un 10% de estupideces incorporadas, hace cien años era un 20 y hace quinientos a lo mejor un 50%. Luego, claro está, a medida que creemos acercarnos a la “VERDAD” dar el siguiente salto cuesta más y los progresos son comparativamente menos espectaculares.

      El problema es que la mayoría de la población de toda época considera que sus verdades son todas ciertas sin acertar lógicamente a discernir cual es el inevitable porcentaje de estupidez que contienen. De la misma forma que cuando nosotros miramos ahora a los hombres del s. XVIII y XIX y no nos explicamos cómo eran tan racistas, machistas, supersticiosos, etc. cuando las generaciones del futuro nos miren a nosotros se reirán de muchas de las verdades que nosotros ahora mismo aceptamos como ciertas sin dudarlo un momento, incluso defendidas con vigor por las mayores eminencias intelectuales de nuestro tiempo. Pero claro, aun sabiendo que la historia nos dice que eso es así, porque invariablemente siempre ha sido así, nosotros –o al menos una inmensa mayoría- no somos capaces de discernir cuales entre nuestras verdades aceptadas no lo son.

      Por ello este blog en parte pretende de vez en cuando tirar chinitas y poner ejemplos de muchas supersticiones y estupideces que se mantienen por inercia, comodidad o conveniencia, pero no a nivel de timos vulgares o de problemas de tipo científico (este es un blog de humanidades) sino a nivel académico en campos como la psicología, la antropología, la paleontología, la historia, etc. Vamos a hablar de muchos “adictos a la cocaína” aquí. Tiempo al tiempo. Lo mejor está por llegar.

      Por de pronto quedémonos con la aparentemente contradictoria idea de que el progreso históricamente siempre suele incorporar en su seno una cierta dosis de barbarie y error.

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