He
aprendido muchas cosas pero no sé si soy más feliz.
La Peste la reciente serie
creada por Alberto Rodríguez y producida por Movistar+ supone quizás el mayor y
más afortunado esfuerzo llevado a cabo en España durante los últimos veinte años a
la hora de llevar a las pantallas una recreación de época plausible. Debido a
ello hoy voy a dedicar una entrada a comentar someramente algunas de las
cuestiones que plantea la serie y a dar algo de información sobre qué aspectos
históricos representados en pantalla son más fieles a la realidad y cuales no
tanto.
De modo muy general puede
decirse que la serie, ambientada en la Sevilla de finales del s. XVI (justo en las postrimerías del
momento de máximo “esplendor” y poder tanto de la ciudad como de la monarquía
de los Austrias) logra transmitir la pobreza brutal típica del período, con sus
consecuencias como la delincuencia y la prostitución masivas, la práctica del
infanticidio, o la presencia en las calles y los arrabales de la ciudad de muchos
niños desamparados, obligados –en el mejor de los casos- a trabajar, cuando no
a robar o cosas peores.
De ahí por ejemplo los casos habituales, en aquellos años, de automutilación totalmente intencionada con la finalidad de mendigar. Todas
esas cuestiones reflejadas en algunas escenas de la serie fueron algo real en tiempo de los Austrias y aún hoy resultan apreciables las huellas de dichas prácticas tanto en cuadros de
la época como en textos literarios vinculados con el género de la novela
picaresca.
Asimismo es exacta la
imagen que se nos presenta de los principales edificios y la vida cotidiana en la ciudad de Sevilla en aquel período histórico.
En ese sentido son igualmente veraces aspectos como la tremenda falta
de higiene de las personas, sobre todo de baja extracción social, así como la suciedad
de las vías de circulación. En la serie se recrea de forma asimismo correcta la presencia de idiomas
extranjeros (aunque quizás con un formato no suficientemente arcaico) en las
calles y el puerto de la ciudad, donde se podían escuchar lenguas como el holandés, el italiano o el inglés, en
la medida en que Sevilla era por entonces un gran centro comercial abierto al
exterior.
A ese respecto además de
la recreación de la zona portuaria resultan muy afortunadas las reconstrucciones que se
muestran en la serie de emplazamientos como la Cárcel Real de Sevilla, donde (casi)
todo se podía comprar y llegó a estar encarcelado Cervantes.
También de ese mastodonte
que es la catedral de Sevilla, con su Giraldillo/veleta elaborado unos treinta
años antes del momento histórico que pretende reflejar la serie.
Igualmente son adecuadas las
recreaciones de la fortaleza de San Jorge, sede de la Inquisición, o de la
infame Mancebía de Sevilla, barrio donde se concentraba la prostitución en la
ciudad.
Y resultan muy superiores
a lo habitual en el cine o las series patrias los ropajes usados, no tanto por
los actores principales como por los extras, así como el diseño de interiores, con
un gran cuidado a la hora de recrear por ejemplo el mobiliario propio de la
época.
Por ejemplo aquí un “cofre
de seguridad” usado por los notables de aquel tiempo a modo de “caja fuerte”. Fijaros en la estructura interior de hierros que convertía en muy complicado forzar este tipo de arcones.
Así como extravagancias
del tipo la "cámara de las maravillas" atesorada por Zúñiga. Colecciones heterodoxas muy típicas entre los grupos privilegiados del Antiguo Régimen.
También resultan apropiados detalles mencionados en algunas escenas "de pasada" como el uso de
nieve almacenada en pozos para conservar y refrigerar, el chocolate presentado como un alimento novedoso, la creencia de que los tomates eran venenosos (si nos sorprende este dato pensemos que en buena parte de Europa se receló hasta bien entrado el s. XVIII de otro alimento traído de América tan importante e inofensivo como la patata). Todo lo cual habla muy positivamente del proceso de documentación (no voy a entrar en la polémica sobre si la serie es un plagio de cierta novela o no).
No
estás poseído por nada que no sea tu bilis negra. Tienes melancolía.
En cuanto a la medicina
del momento, presentada sobre todo a través del personaje del “farmacéutico”
Monardes, la serie da una buena idea de cuales eran tanto sus posibilidades como sus tremendas limitaciones, a la vez que se nos ofrecen detalles sobre el caos de los "hospitales" del período, las medidas en caso de epidemia y otras cuestiones más específicas. Respecto a esto último es
cierto por ejemplo que se utilizaban primitivos preservativos reutilizables fabricados con vejigas de animales (como el que se puede apreciar fugazmente en una de las primeras escenas del primer capítulo), aunque no eran de uso común, solo
las élites los usaban. A su vez las sangrías como método médico sí eran cosa
común, mientras que la tinta de los documentos realmente contenía plomo (se alude a ello cuando Mateo encuentra a un impresor enfermo).
Quiero
proponer un brindis. Por Dios, que está en todas partes. En las calles y en las
plazas. En las tabernas. En esta mesa, y en este vino. En las encrucijadas de
los caminos y en las puertas de las ciudades. En las joyas de las mujeres
hermosas y en las blasfemias de los hombres. En los campanarios, en los
claustros, en los sermones de los curas y en las oraciones de los niños. Y en
las fiestas de los viejos, en los testamentos, en las sentencias de los jueces
y en el miedo. Y en las manos de los artistas, en el nacimiento y el abandono
de los niños, entre las sábanas de los moribundos, en las camas de los
hospitales, y en el patíbulo de los ajusticiados, en las súplicas de los pobres
y en la caridad de los ricos. Y en el silencio de la noche, y en el sonido de
las campanas y de los órganos. Y en los pechos de los putas. En el pecho de
todas las putas del mundo, esas honradas señoritas. Hombres y mujeres. Todo se
hace en su nombre y por su voluntad. Nada de lo humano le es ajeno, nada de lo
divino le es extraño. Todo es dios. Así que no habléis mal de él. Puede
enterarse.
También es
correcto el dibujo que se hace en la serie de otro tipo de cuestiones más intangibles,
como la falta de derechos de las mujeres, la necesidad de certificar la
“limpieza de sangre” de cara a desempeñar un cargo público, así como la
frecuente falsificación del trámite anterior, la presencia opresiva de la
religión en todos los órdenes de la sociedad y por ello la moral imperante en
torno a la homosexualidad (o más bien sodomía) vista como un terrible delito,
el empleo de oraciones religiosas exageradamente pomposas y solemnes y también
por ejemplo la prohibición de lo que hoy denominaríamos como autopsias. Pese a lo cual era práctica frecuente asimismo la venta de reliquias falsas, como la cabeza de Juan el Bautista a la que se alude en el primer episodio. Respecto a esto último, si bien el furor coleccionista medieval había empezado a desaparecer a lo largo del s. XVI (y la Reforma por ejemplo manifestó una fuerte oposición a dicha práctica), no está de más recordar que el propio Felipe II fue un ávido coleccionista de esas tonterías a las que dedicó un gran espacio en El Escorial.
Y desde luego se insinúan
de forma correcta contradicciones propias del período, como que pese a defender
oficialmente una moralidad estricta y cerrada la Iglesia operase como dueña o
cotitular de muchos prostíbulos de los que obtenía sustanciosos ingresos
mientras pretendía colaborar así a mantener controlada y confinada en espacios
específicos la lascivia. Parece increíble pero es rigurosamente cierto.
Es real también la llamada Biblia del Oso, al final elemento clave en la resolución de la trama
de la serie y quizás la primera traducción de la Biblia al castellano desde el
hebreo y el griego, por tanto una interpretación de las Sagradas Escrituras
quizás de superior calidad y fidelidad a las primeras traslaciones oficiales
que se hicieron desde el latín. Aunque su creador no fue un personaje de
ficción llamado Mateo, sino Casiodoro de Reina un religioso español convertido
al protestantismo. Su fecha de publicación fue asimismo bastante anterior al
marco cronológico y geográfico que se insinúa en la serie, en tanto que se
publicó en Suiza en 1569 y no en Sevilla en torno a los años 90 de dicho siglo.
Eso sí, al igual que el protagonista de la ficción televisiva, Casiodoro huyó de
la ciudad perseguido por la Inquisición la cual tuvo que conformarse con quemar
su imagen en un auto de fe.
Y sí, la Inquisición
quemaba a gente en ese tipo de ceremonias públicas, como ocurrió en Sevilla en
dicho siglo por ejemplo con los monjes heréticos de San Isidoro del Campo. Si
bien los autos de fe finalizados en ejecuciones en la hoguera resultaban
bastante esporádicos y para nada tan comunes como a veces la imaginación
popular ha pretendido. Pero desde luego eso en parte se debió a que, aún espaciados en el tiempo, cumplían terriblemente bien su propósito
“disuasorio” de cara al mantenimiento del “orden social”.
En otro orden de cosas, algo
interesante en la serie es el peculiar tratamiento de la fotografía e iluminación,
ya que se intenta mediante diversos trucos reproducir “a lo Kubrick” la realidad de los interiores de la época iluminados solo por la luz natural (durante el día) o las velas (en la noche).
Desconozco si fue algo
intencionado pero el tono de algunas escenas recuerda los cuadros de Georges de
La Tour, un gran pintor barroco francés particularmente interesado por esa
cuestión de los juegos de luces en espacios interiores en una época donde el
tenebrismo imperaba en la pintura.
Es
una mujer, las mujeres son seres mentalmente débiles, sus emociones nublan su
escaso entendimiento, son de apetitos incontenibles, volubles, salvajes y poco
fiables. Comprenda que si no son capaces de controlarse a sí mismas cómo vamos
a dejar que gestionen un negocio. Su lugar está en su casa y sus virtudes son
otras.
Y en relación con lo anterior
llegamos a la cuestión de la situación de las mujeres y más en concreto la
existencia de mujeres artistas, sobre todo pintoras.
Hoy sabemos que buena
parte de la escena artística del Renacimiento estuvo ocupada por mujeres, sobre
todo en Italia, caso de poetisas como Verónica
Gambara, Vittoria Colonna, Tullia d´Aragona o Verónica Franco, músicas y
compositoras como Laura Peverara o Tarquinia Molza y por supuesto pintoras. Solo en el s. XVI, época
en que se ambienta la trama (en el s. XVII hay muchas más), encontramos que trabajaron Catharina
van Hemessen, Lavinia Fontana, Clara Peeters, Fede Galizia o Esther Inglis. ¿Por
qué estos nombres no nos resultan familiares y no suelen aparecer en los
manuales de divulgación o los libros de arte? ¿quizás porque eran todas muy
malas? No, simplemente por la misoginia propia no solo de la época sino de los primeros
historiadores que sentaron las bases para analizar dichos períodos históricos,
durante el s. XVIII o el XIX, y también debido a que muchas de esas mujeres se vieron
obligadas en su momento a camuflarse bajo un pseudónimo masculino (como muy bien se
nos muestra en la serie) lo que más adelante sirvió para perpetuar la confusión
sobre su identidad y ocultarlas a los ojos de la historia del arte.
En ese sentido el
personaje de Teresa Pinelo muestra interesantes similitudes con diversas
pintoras del XVI y también del s. XVII (Josefa de Órbidos o Luisa Roldán), a destacar a mi juicio el caso de
la italiana Sofonisba Anguissola,
famosa precisamente por
crear un iconográfico retrato de Felipe II.
Será casualidad, además, pero
muchas de esas mujeres pintoras del s. XVI y XVII dejaron para la posteridad cuadros basados en
el mito de Judith (tal vez porque era un buen tema religioso que encajaba en la
mentalidad del momento, pero que a la vez les permitía tratar una historia de su
agrado como mujeres por todo lo que transmitía de empoderamiento representar una mujer
valiente que asesina a un general enemigo con sus propias manos). Fijaros por tanto en estos dos cuadros pintados por Fede Galizia y Artemisia Gentileschi respectivamente.
Y fijaros después en cual es la
temática del primer cuadro que Teresa Pinelo firma con su propio nombre
revelándose de esa forma ante el mundo como una mujer artista (y de paso autorretratándose de espaldas en el papel de la criada).
No obstante el punto que puede
resultar más polémico es la imagen que da la serie de una ciudad,
Sevilla, donde la población de criados y esclavos negros y musulmanes (sobre
todo de origen morisco) era muy abundante en la época (más de 10.000 individuos
de hecho).
Si bien hay que aclarar
que la mayor parte de los esclavos utilizados en la Península eran empleados en
el servicio doméstico como símbolo de prestigio y mecanismo de ostentación (el
trabajo esclavo extenuante quedaba reservado para las plantaciones y haciendas del
Nuevo Mundo las cuales se empezaron a multiplicar más adelante, sobre todo a
partir de bien entrado el s. XVII, justo cuando la productividad de los
yacimientos de oro y plata empezó a disminuir y hubo que buscar otras formas de
sacar rentabilidad a las posesiones americanas a la vez que alimentar a la
creciente población local del continente).
Pero eso no explica sin embargo la creencia generalizada, aún hoy, en un Imperio español no-esclavista
por motivos religiosos cuando la verdad histórica es que resultó al contrario y
el uso de la coerción a la hora de obtener mano de obra (a través de subterfugios en el caso de los indios americanos, ya
que no se les podía esclavizar formalmente, o usando la esclavitud de facto en el caso de la
población negra) resultó capital para la economía del Imperio de los Austrias
casi en la medida en que lo fue para los romanos. Esto es un hecho, como lo fue
en el caso portugués, y no deberían oscurecer el análisis de esta cuestión las
valoraciones sobre si los ingleses o los franceses u otros hacían lo mismo o
peor. Porque esa no es la cuestión. Sevilla fue, además de muchas otras cosas,
un mercado de esclavos y no pasa nada por admitirlo. Lo contrario es intentar
“blanquear” la historia cuando no nos gusta la imagen que proyecta sobre
nuestros antepasados.
Como digo la
documentación sobre estas cuestiones es abrumadora a través de cuadros (de
hecho Velázquez o Murillo usaron esclavos en sus talleres), testamentos (el de
Américo Vespuccio refleja que poseía cinco esclavos en el momento de su muerte),
obras literarias (de Lope de Rueda, Diego Sánchez de Badajoz o textos del
propio Quevedo), testimonios de fuentes externas (como el caso del famoso indio
norteamericano Squanto, clave en el éxito de los primeros asentamientos
anglosajones en Massachusetts y que en su juventud llegó a Málaga para ser
vendido como esclavo), etc. Hoy todos los especialistas aceptan esto (aunque resulta
muy informativo que este conocimiento no se haya trasladado con demasiada
celeridad o claridad a los libros de texto escolares, los cuales tienen como
misión fundamental, no nos engañemos, fomentar el orgullo nacional a través de
la narración de hechos pretéritos, no el darnos a conocer el pasado tal y como
fue en casos donde eso puede interferir en la labor de aumentar el sentido de
pertenencia grupal). Y yo en su día ya dediqué buena parte de una extensa entrada a ofrecer datos relacionados con este tema de la esclavitud de negros en el
Imperio español y su papel notable en la gestación del mismo.
Pero si alguien no se
muestra convencido que nos explique, por ejemplo, la presencia en Sevilla de la
Franciscana Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo o Cofradía de los Negritos, también mencionada de pasada en la serie.
Habla
de usted del oro como si de eso dependiera el buen gobierno de una ciudad. Es
todo lo contrario, somos gobernantes, no prestamistas o especuladores, nuestros
intereses deben ser otros.
En lo tocante a los aspectos
menos acertados en la serie (al margen de un guión un tanto endeble al servicio de la reconstrucción de época y las conocidas dificultades con la dicción del, por demás, voluntarioso Paco León), apenas mencionaría un par de detalles. Por ejemplo, aunque la
plata tiene una gran importancia en la resolución del misterio que plantea la
trama, en general no se transmite bien la idea de que el principal metal que
llegaba de América y en el cual se basaba toda la economía del Imperio no era
el oro sino la plata (que hasta dio nombre a regiones como Argentina pese a que allí no se encontró en cantidades importantes). En ese sentido en aquel tiempo el oro fluía sobre todo de la parte portuguesa del Imperio, tanto en África como en Brasil.
En cuanto a la manufactura de añil que
aparece en la serie, desconozco si está basada en alguna factoría que existió
realmente pero desde luego nunca hubo en la Península Ibérica un núcleo de producción
importante de dicho tinte, controlado por Francia sobre todo.
Sí es acertada en cambio
la frase de uno de los personajes de la serie cuando dice cínicamente que “debe
ser de las pocas fábricas sevillanas que exporta algo”. No es muy correcto usar
la palabra “fábrica” para la época, pero la idea es certera.
Porque más allá de todo
lo narrado quizás lo más interesante de esta serie es algo que probablemente no
pretendieron sus propios creadores. Me refiero a su potencial de cara a
desmitificar en el espectador la imagen que puede tener en su cabeza acerca del momento álgido
del Imperio de los Austrias.
Funciona entre el ciudadano
español medio la idea de un siglo XVI brillante, bajo el mando de grandes
gobernantes, seguido de un s. XVII de decadencia donde estarían la base de los
problemas que más adelante afectaron a España como país. Nada más falso. Lo cierto es que
hay que empezar a entender la gestación del Imperio “español” en base a sus
peculiaridades, presentes desde el principio. Ninguna más significativa que el
hecho de que fue una potencia militar y geopolítica construida, a diferencia de
lo normal en otros grandes imperios de la historia, en torno a una economía
profundamente endeble y subdesarrollada y, por tanto, los ciudadanos de uno de
los Imperios más poderosos del momento vivían… mal, muy mal, abrumados asimismo
por la omnipresencia de una ideología cohesionadora opresiva incluso para los
estándares de la época. En ese sentido podría decirse que el Imperio
español tuvo más parecidos con la extinta URSS que con la Inglaterra
victoriana, de cara a formarse una imagen mental del mismo.
La dinastía imperial de
los Austrias abrumada por su conservadurismo, su miopía política y su constante
necesidad de financiación a corto plazo, aunque fuese a costa de grandes
quebrantos a medio y largo plazo, priorizó desde el principio a la Iglesia y la
nobleza en detrimento de la burguesía, consolidó la acumulación de la propiedad
en unas pocas manos en lugar de estimular un reparto más equitativo de la tierra en torno
a una clase de pequeños agricultores propietarios, y en último término favoreció
la agricultura extensiva y la ganadería ovina en lugar de la agricultura comercial
intensiva o la artesanía. Todo eso –sumado al desaforado gasto militar- desembocó
con el tiempo en el estancamiento productivo y, en consonancia con lo anterior, desembocó en la gestación de una
sociedad pobre y profundamente desigual y un sistema político y administrativo
de tinte “federal” que en aras de mantener los privilegios de determinadas
regiones y grupos sociales nunca fue capaz de implementar un sistema fiscal
justo y eficiente. Eso, a su vez, dio lugar a un aparato del Estado sin
recursos, siempre al borde de la bancarrota y dependiente de la
financiación externa. Así como un orden social construido, a falta de un
crecimiento económico, una mejora generalizada de las condiciones de vida, o un
Estado eficiente que luchase contra la corrupción y garantizase una justicia
equitativa, en torno a una ideología retrógrada basada en la “limpieza de
sangre” y la represión de toda disidencia hasta unos niveles destacables
incluso para lo habitual en la mentalidad de la época.
En ese sentido hay que señalar que pese a que el
antisemitismo o el esclavismo eran ideas generalizadas en el período, en pocos lugares
de Europa occidental se llevaron tan el extremo diversas prácticas relacionadas por
ejemplo con el mantenimiento de la teología católica a cualquier costo. Eso
desembocó en que durante los siglos siguientes en otros países sociedades cada vez más prósperas, urbanas y enfocadas
a la producción de bienes, despegaron hasta llegar a la revolución industrial (asentada en una previa revolución científica),
la cual en España no fue posible por muchas razones: desde el hecho de que la
mayor parte de la riqueza estaba concentrada en grupos sociales totalmente
desinteresados por la mejora de sus propias posesiones o en la innovación de
cualquier tipo (ya que su riqueza, que era mucha, provenía desde hacía generaciones de la guerra o la depredación de los más débiles y no de la buena gestión del patrimonio), hasta la presión sobre hombres de ciencias y universidades
ejercida por la Iglesia y la Inquisición. Lo que desembocó en el s. XIX en una
sociedad atrasada socioeconómica, política, tecnológica y culturalmente, de la que parten algunos desequilibrios y problemas que ese
país sufre aún en el presente.
Pero, insisto, no debemos
olvidar que en el fondo todo comenzó en gran medida en el s. XVI con las
decisiones tomadas en ese momento capital de la historia hispánica cuando, pese
a la llegada desde América de miles de toneladas de oro y plata, los dos reyes más “brillantes” de nuestra historia se las arreglaron
para quebrar la Hacienda regia en tres ocasiones. Poca gente tiene en cuenta,
cegados como están muchos historiadores por sus triunfos militares, que cuando Carlos I renunció al trono la
mitad de la recaudación de impuestos en Castilla tenía que dedicarse íntegramente
al pago de los intereses de lo que hoy llamaríamos como Deuda Pública. Y Felipe
II lo que consiguió a su vez durante su extenso y “exitoso” reinado fue
multiplicar por catorce (si, has leído bien, por catorce) la deuda ya de por sí monstruosa
que le había dejado su padre. Todo un prodigio de buena gestión económica (concepto que nunca importó lo más mínimo a estos monarcas).
En vista de lo anterior
uno no puede sino sentir cierta lástima por los descendientes de esos dos
soberanos tan sobrevalorados pese a que arruinaron y despoblaron por completo uno de los reinos
más ricos de Europa a finales del s. XV (Castilla) y desaprovecharon una
auténtica lluvia de plata (con todas sus posibilidades de cara a financiar
transformaciones e infraestructuras útiles) en aras de un proyecto de dominio
europeo totalmente incoherente e irrealizable que se derrumbó solo unas décadas
después.
Repito, cuando penséis en el Imperio español en su época gloriosa del s. XVI pensad en la URSS de Stalin. Una gran potencia política con los pies de barro y donde la gran mayoría de los ciudadanos vivían en la pobreza debido a que el Estado dedicaba la mayor parte de sus recursos al gasto militar, situación que se sostenía básicamente por los niveles de alienación imperantes. Sé que ahora os resulta difícil imaginarlo de ese modo, pero gracias a series de la calidad de La peste, quizás en el futuro vais a entender que las condiciones de vida en la etapa álgida del Imperio eran espantosas y empezaréis a replantearos ese período de la historia bajo unas premisas críticas y no patrióticas.
Gran análisis que ha hecho que aumenten mis ganas de ver la serie.
ResponderEliminarAunque lo tocas muy de pasada, me gustaría saber tu opinión sobre las críticas que se le han hecho a los actores diciendo que no se les entiende. Algunos lo han tomado como un insulto a los andaluces (yo soy andaluz pero como no la he visto todavía, no opino) y los que lanzan reproches dicen que la crítica no es porque se hable en andaluz sevillano si no porque el sonido es malo y porque los actores no vocalizan. ¿Qué opinas tú?
Ese problema existe y tiene que ver con los problemas de dicción -así en general- de muchos actores españoles (de Andalucía y de Madrid y de otros lugares). Por ejemplo en la serie hay escenas donde se nota que en postproducción Paco León se dobló a sí mismo (si uno se fija en la escena del "chantaje" en un carruaje se ve como sus labios se mueven de forma desacompasada con lo que se escucha) porque supongo que con el sonido de la toma grabada en el set no se le entendía bien o bien el problema era que se le escapaba el acento andaluz cuando se supone que su personaje no lo tiene.
EliminarEn general el anterior es un problema clásico de algunos actores españoles conocidos (curiosamente los actores menos conocidos del reparto vocalizan perfectamente) y a mi juicio no empaña demasiado el resultado y por demás se soluciona subiendo el volumen lo que sea necesario. Yo lo he entendido todo y como serie me ha gustado y no suelo decir esto de series o películas españolas. Hay personajes que hablan un castellano perfecto de nuestros días (obviamente no iban a rodar con diálogos en castellano del s. XVI) y otros con acento andaluz y bueno, más o menos pienso que la cosa funciona y ninguna de las dos cosas desentona demasiado.
Como serie tiene en cambio otros problemas, por ejemplo no en todas las escenas los juegos de luces les salen bien (hay otras tomas donde la fotografía es una maravilla, eso sí) y por eso hay algunas escenas que les quedaron demasiado oscuras. Y como menciono de pasada en mi análisis el guión tiene algunos agujeros debidos a que me da la sensación de que el director y los guionistas estaban tan centrados en la reconstrucción de época que "pasaron" un tanto de dar coherencia a algunos acontecimientos o personajes. Realmente la trama de asesinatos central a veces parece un mero McGuffin para pasearnos por los distintos escenarios de la Sevilla de época. Pero el resultado es tan interesante y tan por encima de lo que habitualmente se produce en España (baste recordar los dos engendros sobre Alatriste que se han perpetrado hasta ahora, uno como película y el otro como serie) que les perdono.
Yo creo que el que se ofende tanto por el problema de sonido de esta serie es porque en realidad ya va predispuesto a que no le guste. Y no le gusta porque lo que cuenta, al menos indirectamente, es muy feo y no puede gustar de ninguna manera a los aficionados habituales al género histórico que quieren algo más positivo y digerible o bien épico. Ya pasó algo parecido con esa absoluta maravilla que era "Ágora" a la que muchos despedazaron por razones que no podían estar de ninguna manera relacionadas con la magnífica calidad de la producción.
La vi hace poco. Por mi parte considero que es una de las mejores producciones de época que he disfrutado, muy diferente de las producciones "gringas".
Eliminar¡Excelente artículo!
ResponderEliminarLos anuncios de la serie los había ignorado por completo pensando que no valdría la pena, mira por donde habrá que verla.
El análisis de la situación de la gente común en el imperio es muy interesante.
Tengo una pregunta:
¿Qué parte de nuestro atraso como país se debe a la mala política y gestión que comentas, y qué parte a eventos como la guerra de la independencia, las guerras carlistas, etc?
Un saludo.
Sin duda la Guerra de la Independencia causó graves pérdidas demográficas y económicas. Así como las Guerras Carlistas. Pero llegados a finales del s. XVIII España como entidad ya presentaba una serie de problemas que a su vez explican los que experimentó en el s. XIX. Por ejemplo las Guerras Carlistas solo se explican por la existencia de una serie de clases sociales ultraconservadoras que en otros países donde el feudalismo había sido eficazmente desmantelado o se encontraba muy débil no fueron capaces de enfrentarse al Estado con tanta eficacia. En Inglaterra por ejemplo los jacobinos fueron eficazmente derrotados en el s. XVIII y en Francia las revueltas de la Vendee y Los Chuanes eficazmente aplastadas a finales de ese siglo también. En cambio en España la pugna entre el Estado y los reaccionarios ultraconservadores persistió durante todo el s. XIX (y aún acabaría desembocando en la Guerra Civil durante el s. XX) porque esos grupos de alienados en España eran particularmente numerosos y poderosos. Y lo eran por algo.
EliminarA mi juicio las razones de ese algo se remontan incluso a las propias peculiaridades de la Reconquista aunque a mi juicio el momento clave en que fue posible reconducir esa dinámica porque se estaba a tiempo y se contaba con recursos fue el s. XVI. No se hizo porque en lugar de mejorar la gestión de sus territorios los Austrias decidieron exprimirlos en aras de acumular más y más patrimonio territorial en manos de su familia aunque fuese a costa de fusionar entidades administrativas que en ocasiones ni siquiera presentaban continuidad territorial, complementariedad económica o similitudes culturales. Claro está con el tiempo el edificio se derrumbó y por el camino dejó esquilmada a la Península antaño uno de los territorios más ricos y evolucionados de Europa y en adelante instalado en el atraso permanente.
Muy interesante todo, habrá que echarle un vistazo a la serie, ya que parece contar con el sello de aprobación del autor del blog... :D
ResponderEliminarCon respecto a las autopsias, creo que más que prohibidas estaban poco generalizadas , en el Estudio General de Lerida se hacían (hablo de memoria), no sé si con la contrareforma las cosas se pondrían más difíciles.
Pues si, estoy con el resto de lectores en q habia descartado la serie, pero si hablas asi de ella quiza haya q darle una oportunidad. Vuelve a deleitarnos con esos buenos articulos a los q nos tenias acostumbrados que en la red falta buena lectura.
ResponderEliminarPersonalmente agradecería mucho poder seguir leyendo tus recomendaciones. Ahora que sólo te podemos encontrar en este lugar de la red, y si no es molestia, estaría bien verte comentar tus descubrimientos (o recordar obras que te resultaron interesantes). No hace falta que sea tan extenso como en esta ocasión, aunque sabes que siempre se agradece el lujo de los detalles.
ResponderEliminarPor supuesto, he visto la serie. Y sé que la he disfrutado mucho más al conocer tus apuntes y reflexiones.
Magnífico artículo. De lo mejor que se puede encontrar hoy en internet. Sólo una pequeña correción: En la segunda respuesta supongo que donde pone Jacobinos en realidad querías decir Jacobitas.
ResponderEliminarPues sí, me has pillado. Muy bien. Me he equivocado al escribir. Quería recalcar el carácter conservador del movimiento jacobita escocés, algo que lo emparenta con el carlismo, por oposición a movimientos que deseaban cargarse el Antiguo Régimen (como precisamente los jacobinos franceses). Como confundir boers y boxers por ejemplo. En fin.
EliminarUna serie española histórica? de Movistar? No la iba a ver ni de coña, pero me has convencido, al igual que muchos otros. Ya te podían dar algo, que vaya promoción les has hecho...
ResponderEliminarMe gustaría comentar que quizá la analogía con la URSS no sea la mejor. Las Españas del sXVI estaban exhaustas económicamente, pero la que acabó el sXV se las prometía muy felices después de haber dado el pelotazo de 1492 (lo apuntas en un comentario). Para mí hay un año claro en el que se inicia la decadencia: 1516. Ahí nos pusieron a un rey forastero que se dedicó a exprimirnos para conseguir unos objetivos estúpidos, irrealizables y, sobre todo, ajenos a los nuestros. Una vez un amigo austríaco me dijo muy orgulloso que el mejor momento de Austria fue el principio del sXVI, cuando Austria dominaba medio mundo, desde América hasta el Danubio...
Nos faltó ese Juan de Aragón que se murió tan joven. Bien educado por su padre, centrado en la Península y el Mediterráneo, mirando a América y de espaldas a Europa, podíamos haber sido como Inglaterra 300 años antes.
Si, de acuerdo. Es que Castilla (no así Aragón, infrapoblado y desangrado por una larga Guerra Civil y la decadencia del comercio mediterráneo) a finales del s. XV y principios del s. XVI era uno de los reinos más prósperos de Europa occidental. Ya con los RR.CC. se toman decisiones que en el futuro serán muy dañinas, como el apoyo a la Inquisición y a la Mesta, la expulsión de los judíos, la adopción de una política internacional que llevaba al enfrentamiento con Francia y una estrategia de matrimonios estratégicos que desembocó en problemas de consanguinidad, etc. pero los aciertos fueron muy superiores a los errores.
EliminarSin duda es la llegada de Carlos V con el aplastamiento de los Comuneros y el endeudamiento del reino para pagar los sobornos por su nominación imperial los hechos que inician la que será una etapa de fuerte decadencia socioeconómica que luego se mostrará irreversible durante siglos. A partir de ahí casi podría decirse que todas las grandes decisiones estratégicas tomadas por los Austrias, por ejemplo la ubicación de la Corte en Madrid, se van a mostrar como erróneas y a la vez muy difíciles de revertir. En ese contexto ganar batallas solo servía para postergar el inevitable colapso.
¿Podrías argumentar por qué fue un error ubicar la Corte en Madrid? Tenía sus desventajas, claro, pero contaba con otras ventajas, algo que también puede decirse si se hubiese ubicado en Sevilla o Lisboa.
EliminarSi, toda ubicación tenía ventajas y desventajas, pero en general de cara a favorecer en el futuro la industrialización y en aquel tiempo las comunicaciones con los virreinatos americanos o la integración de Portugal, Lisboa era una muy buena opción. Y como alternativas, Sevilla, Valencia o Barcelona también. En general durante el A. Régimen que la capital dispusiese de puerto con acceso al mar o bien estuviese cerca de un gran río navegable se mostró como muy ventajoso de cara al abastecimiento y de cara a todo. Madrid por mucho que esté en el centro de la Península está en un territorio difícil de comunicar y cada vez menos poblado en su entorno. Desde hace mucho en la Península la mayoría de la producción y de la población está en la costa y es más fácil integrar esos territorios desde el mar. En cambio en España se ha insistido mucho en la integración terrestre con un modelo de comunicaciones radial y centralizado en Madrid que ha sido un problema constante y un handicap, no una ventaja. Es que me parece muy claro. Pero todo es opinable.
EliminarQuizá el problema más que ubicarla en Madrid fue mantenerla ahí. Es decir, lo mismo en el momento que se hizo puede que fuese una buena idea porque Europa era un polvorín y tener tu capital bien protegida era una gran ventaja, pero pasado un tiempo, en otro contexto, cambiarla de sitio.
EliminarNo sé, yo es que lo de Valencia y especialmente Barcelona nunca lo he visto. El reino más importante y con mayor población era Castilla y lo lógico sería tener la capital ahí. Tanto Valencia como Barcelona quedan lejos del Atlántico, y encima Barcelona está peligrosamente cerca de Francia.
Sevilla parecería la mejor opción, pero con un clero y nobleza poderosos, como en Toledo, mientras que en Madrid era como partir de cero. En este sentido casi podría habría sido mejor opción Cádiz. Y ahora que digo Cádiz, es que lo de poner la capital en la costa también tenía mucho peligro por la piratería y especialmente por los ingleses, que ya nos dieron algún susto por la zona.
Lisboa siempre me ha parecido una especie de sueño húmedo más que una realidad. Eso de unificar toda la península con tu capital dando al Atlántico y que salga bien... suena algo utópico. Aunque siempre nos quedará hacerlo en el Europa Universalis.
Gracias por responder.
A mí la serie me ha resultado interesante y por eso la recomiendo. Desde un punto de vista de historiador, pese a algunos detalles, se ajusta mucho más a la realidad que "Isabel" por ejemplo, la cual en su momento me pareció particularmente mala y sin embargo fue un notable éxito. Pero claro, una cosa son mis gustos y otra cosa los gustos del público. Me sorprenden por ejemplo las críticas digamos no muy positivas que esta recibiendo esta serie por el tema de la vocalización de los actores, que es un problema en este caso menor y que en general es común a todo el cine y la televisión patrios.
ResponderEliminarLe dejo esta otra opinión, de Roca Barea, que entra en dialéctica con la suya, salpicada entre otros de presentismo histórico, y nos ayuda a enriquecer aún más el tema.
ResponderEliminarUn cordial saludo, Pedro.
http://www.elmundo.es/opinion/2018/02/03/5a748655468aeb480d8b47fc.html
Me resulta hasta graciosa, por absurda, la obsesión que tienen muchos de los apologetas de una cierta interpretación de la historia de España en sostener la idea de que: no tenemos que contar cosas negativas de la historia patria porque los anglosajones hacen lo contrario con la suya.
EliminarSi uno analiza el razonamiento anterior resulta bastante absurdo. Si los anglosajones -o los rusos, o los chinos, o todo dios, porque es cierto- insiste en convertir la Historia en una especie de elemento de "formación del espíritu patrio" NO es mi problema y desde luego NO ES ALGO A IMITAR SINO TODO LO C-O-N-T-R-A-R-I-O. Lo que hay que buscar es la VERDAD y no la mentira conveniente porque al parecer eso es lo que hacen todos y además me hace quedar bien y me permite sentirme a gusto conmigo mismo. ¿Es que nadie ve que este tipo de pensamiento es nocivo y estúpido?
Por lo demás en "Los Tudor" muestran las masacres de católicos en el contexto del "Pigrimage of Grace" y aconsejo ver también esa maravillosa película (sin éxito de público, porque claro, no hay que contar cosas malas, todo tiene que ser positivo) que es "El último valle".
Y por supuesto que hay muchas velas en algunas escenas aunque eran caras, porque sino pues no se puede recrear de forma totalmente verista la ausencia de iluminación del período so pena de que el espectador no pueda ver nada. Y así otras muchas licencias y detalles.
Lo que importa es LA IMAGEN DE CONJUNTO. He visto productos muy veristas en los detalles y que presentan una interpretación totalmente distorsionada del período (como la mayoría de lo que ha emitido TVE en los últimos años) y otros que hacen lo contrario y resultan por tanto mucho más interesantes.
Amén del hecho de que si la España del s. XVI era tan maravillosa, tolerante, avanzada y desarrollada como defienden algunos de sus apologetas no se yo como explicarme la cadena de bancarrotas, el estancimiento urbano e industrial, académico y científico que sobrevino después o el hecho de que la Península del Período pronto se convirtiese en uno de los territorios de Europa occidental con más desigualdad social y analfabetos. Como digo siguiendo la visión de la historia que publicitan señores y señoras como María Elvira Roca pues no se explica nada. Pero claro es que ellos no entienden la Historia como algo que tenga que servir para explicar nada, sobre todo si es inconveniente. Ellos entienden la Historia como una especie de masaje o de pegamento social. Que es exactemente lo que no debería ser porque la convierte en mera propaganda del Estado. En nuestro caso de un Estado corrupto además.
Como tampoco se explica que si oficialmente los controles para ir a América eran tan selectos luego cuando miras con lupa la gente que llegaba encuentras... abundante escoria que se dedicó a hacer las mayores barbaridades como bien documentan incluso algunos cronistas pese a su sesgo. Y si miras las Leyes de Indias también eran maravillosas... pero la realidad era otra, porque entonces como ahora existía una abundante corrupción y una total separación entre la teoría sobre el papel y la corrupta y deprimente realidad práctica. Y a mí que esto lo digan o no lo digan los holandeses me importa más bien poco y no altera mi análisis como no debería alterarlo el de los profesionales que viven muy bien pagados y alimentados dedicados a negarlo porque, a fin de cuentas, eso es lo que da dinero y pocos problemas.
De como está el patio: ABC y el CNI publicitan a bombo y platillo el desciframiento de una parte de la correspondencia del Gran Capitán. Algo que ya había realizado un historiador alemán afincado en Inglaterra hace siglo y medio. Bravo.
ResponderEliminarhttps://www.elconfidencial.com/cultura/2018-02-03/codigo-secreto-gran-capitan-gustave-bergenroth_1516192/
Hay una tendencia entre los cineastas españoles quasi patológica a fijarse sólo en lo peor de nuestra historia (no hay que olvidar que este año además de La Peste está también Oro). Digo yo que si estamos aquí algo se habrá hecho bien tanto en la península como en América y que ha habido personas que merecen todo el reconocimiento por sus aportaciones y su lucha por mejorar las cosas. Esas historias también pueden y deben ser contadas.
ResponderEliminarBueno, yo creo que hay de todo, está bastante repartido. Hace poco hicieron la peli sobre la expedición Balmis, uno de nuestros mejores momentos.
EliminarEl problema de la historia de España es que es la que es, y precisamente por eso estamos aquí así.
Veo especialmente instructivo revisitar el sXVI: la idea inculcada en los españoles es la de gloriosos tercios, galeones cargados de riqueza y conquistadores valientes. Viene bien desglorificar un poco.
Yo creo que todo empezó con la Ley Miró. Antes el cine no era así.
EliminarPor otro lado: ¿la generación del 98 no se caracteriza por revolcarse en nuestras miserias nacionales?
La serie me ha sorprendido por su gran calidad, se lo han currado, han puesto dinero y eso se nota. De hecho, las únicas críticas se han centrado en la calidad del sonido o en la imagen que refleja de la España de la época. No se si se dan cuenta que esto es precisamente un elogio, por que han conseguido "reflejar una época" nos guste más o menos ese "reflejo".
ResponderEliminarComo siempre mi felicitación por la gran calidad del artículo, tu también te lo curras y se nota jejeje
Y aún hay más, existen probabilidades de que la corona de Isabel I fuera ilegítima; sus partidarios alegaban que Juana era bastarda, por suponerla hija de Beltrán de la Cueva y porque fue producto de una unión ilegítima también (alegaban que como Enrique IV desposó a Juana de Portugal en segundas nupcias y su matrimonio con ella no contó con la dispensa papal necesaria en tales casos, no era válido; pero como en aquellos tiempos los matrimonios que no producían descendencia sobretodo si eran reales, pasaban a declararse nulos; como en efecto fue declarado previamente el enlace de Enrique IV con Blanca de Navarra, debido a "no consumación", por lo cual sus alegatos en tal sentido no eran ciertos).
ResponderEliminarSiempre habrán dudas al respecto, pero Enrique IV se ganó su apodo de "El impotente" desde que mostró dificultades en su noche de bodas con Blanca, frente a los testigos (Lo cual era natural en dos adolescentes de 15 y 12 años, sometido a aquel escrutinio y violación de su intimidad); puede que no fuera impotente, pero al haber ganado tanto terreno aquel rumor, la paternidad suya sobre cualquier criatura en lo adelante, sería inevitablemente puesta en tela de juicio (Se alegaban ciertos problemas de salud que dificultaban su desempeño sexual, cosa que de todos modos era común en las monarquías europeas de entonces, debido fundamentalmente a la endogamia), además de que en aquellos tiempos se confundía la disfunción eréctil con la esterilidad, por lo cuál, aún si fuera impotente, ello no lo haría infértil. La relación tan cercana de Beltrán de la Cueva con aquel matrimonio fue lo que le puso la tapa al pomo, al parecer Enrique se ausentaba frecuentemente y Beltrán se quedaba en Segovia, muy cerca de Juana de Portugal; si a los rumores de impotencia que ya corrían sobre Enrique le agregamos la cercanía de aquel válido a su mujer, puede entenderse que la paternidad de Enrique sobre cualquier niño o niña sería puesta en duda invariablemente. Nunca sabremos si La beltraneja era o no hija de Enrique IV, pero en caso de haberlo sido, el reinado de Isabel fue ilegítimo, lo mismo que el de los Austrias.
Y en este punto uno no puede evitar pensar en alguna ucronía ¿Cómo hubieran sido las cosas si la ambición de Isabel no se hubiera interpuesto en el ascenso al trono de Juana? ¿Hubiera sido acaso Juana más prudente, menos absolutista que su prima? Es obvio que no habría matrimonio con Fernando, porque aquel enlace fue hijo de las circunstancias y el contexto histórico en que se produjo ¿Hubiera preferido Juana como consorte a alguien más y ese alguien más hubiera hecho valer su opinión, habría sido menos "laizzes faire" que Fernando, contrarrestando de este modo el absolutismo y la hegemonía de Castilla? Es cierto, no habían antecedentes de reinas en Castilla, el de Isabel fue precisamente el primer y único reinado femenino de esa corona, pero de ser así ¿Sería el marido que eligieran para Juana más prudente y más hábil en el gobierno de aquel reino? ¿Sería un mejor administrador? ¿Priorizaría el gasto social por encima del militar? ¿Vería con beneplácito el ascenso de la burguesía y la apoyaría? ¿Estaría de acuerdo en la expansión y creación de un imperio tan vasto y difícil de controlar? ¿Haría caso del refrán que reza "El que mucho abarca poco aprieta"?
Víctor Arturo solano
Cómo habría reaccionado Juana ante Colón? ¿Habría apoyado su proyecto de la forma tan entusiasta en que lo hizo su tía? ¿Lo habría mandado a freír espárragos? En este último caso, quizás el descubrimiento de nuestro continente se habría producido uno o dos siglos más tarde y eso tendría implicaciones muy interesantes...
ResponderEliminarMis disculpas si me aparté un poco del tema de discusión; pero al final, se relaciona, Sevilla junto al resto de España fue arrastrada hacia aquella decadencia precisamente por el absolutismo y la intransigencia de Isabel, agravada por la pasividad de Fernando.
Víctor Arturo Solano
Interesante. Esa época es bastante propensa a los What if... Por ejemplo qué hubiera pasado si, tras la unión con Portugal, Felipe II hubiese trasladado la capital a Lisboa por ejemplo cimentando más la unión de los reinos ibéricos y de paso proporcionando a su imperio una capital abierta al Atlántico y al comercio.
ResponderEliminar¿habrían consentido los portugueses en eso? Más de una guerra se produciría por allí.
ResponderEliminarVíctor Arturo Solano
Es más, que Felipe II ni siquiera debió gobernar; por la ida de olla de su bisabuela.
ResponderEliminarMuy buenas. He visto la serie, he leído tu crítica y me han gustado ambas. También he leído la crítica de María Elvira Roca Barea e incluso su libro, "Imperiofobia y leyenda negra", y quiero comentarte algunas cosas.
ResponderEliminarNo estoy seguro de que la intención de Roca Barea sea la de no contar cosas negativas de la historia patria, creo que su queja más bien se debe a que desde finales del siglo XIX (o sea, tras la pérdida de las colonias), los españoles hemos sido muy críticos en general con nuestra propia historia, quizá demasiado, cosa que han aprovechado los apologistas de nuestra leyenda negra, que a su vez suelen hacer propaganda en favor de los protestantes. Lo dice también García de Cortázar: «en España hemos sido muy torpes a la hora de contar nuestra historia. No sólo no hemos tenido sentido de la propaganda sino, al contrario, hemos cultivado un sentido justiciero de nuestra propia historia que ha permitido la pervivencia de mitos muy dañinos».
Es decir, el propósito de Roca Barea o García de Cortázar sería el de desmentir mitos negativos sobre nuestra historia, falacias, mentiras. En ese sentido, con respecto a la España del siglo XVI, no creo que su situación fuera la ideal, pero tampoco tan desastrosa como se da a entender con frecuencia teniendo en cuenta el contexto. Resulta muy difícil de entender que un país en continua crisis, que iba de bancarrota en bancarrota y que además estaba atrasado, política, económica e intelectualmente, fuera capaz de crear el primer imperio mundial de la historia y que lo mantuviera durante más de tres siglos.
Es verdad que la situación en España en el siglo XVII no era para tirar cohetes, pero es que hubo una crisis que afectó a toda Europa, por eso es importante situar los hechos en su contexto. Una crisis en la que por cierto tuvo mucha influencia cierto cambio climático que se dio por entonces y que se conoce como Pequeña Edad de Hielo. El descenso demográfico que hubo en España a principios de aquel siglo se debió, entre otras cosas, a la migración a América (que no estaba formada por prófugos, como los calvinistas del Mayflower) y a la expulsión de los moriscos.
Si nos situamos en el Siglo de las Luces, desde luego el resto de países europeos no es que estuvieran en su mayor momento de esplendor, ni en el terreno de las libertades ciudadanas ni en el de la economía. En lo intelectual es el siglo de la Ilustración, pero es que también hubo una Ilustración española como la hubo inglesa, francesa y de otros lugares. Fijémonos en Francia. Su participación en la Guerra de Sucesión española arruinó a nuestro país vecino y agravó allí la tremenda hambruna de 1709, una de las peores ocurridas en Europa desde el Renacimiento y que mató a cientos de miles de personas. A lo largo del siglo XVIII hubo muchas decenas de levantamientos en Francia provocados por el hambre. Pero vamos, que lo de las revueltas en Francia por causa del hambre para entonces ya era una tradición. La justicia francesa era inexistente y las detenciones arbitrarias mediante la "lettre de cachet" eran la norma. Se habla mucho de la toma de la Bastilla en 1789, lo que no es tan conocido es que aquella acción se debió precisamente a que la famosa cárcel se había utilizado durante mucho tiempo para encerrar a las víctimas de los abusos monárquicos. En fin, que en esas condiciones no es raro que estallara una revolución en Francia, lo que llama la atención es que no ocurriera antes. En Francia, por cierto, se perseguía a los protestantes, y en Inglaterra a los católicos... y a todos los que no fueran anglicanos. Es muy gracioso que a María I, que era católica, la llamen "Bloody Mary" por matar a 284 protestantes cuando los reyes anglicanos, empezando por su padre Enrique VIII y continuando con su hermanastra Isabel I, fueron bastante más sanguinarios. Por no hablar de la Gran Hambruna que provocaron los ingleses en Irlanda a mediados del siglo XIX.
En cuanto a la América española, distando mucho de ser ideal la situación de los indígenas americanos en los siglos XVII y XVIII, desde luego era mucho mejor que en el XIX y el XX. Con el Imperio español pasó una cosa muy llamativa, y es que en 1551 la flor y nata de los legisladores y teólogos se reunieron en Valladolid para discutir acerca de los derechos de los indios. No es muy común que un imperio en plena expansión detenga sus máquinas para debatir la legitimidad moral y legal de sus conquistas. Y como pone en la Wiki (https://es.wikipedia.org/wiki/Junta_de_Valladolid), "no hubo una resolución final, aunque fue el inicio de un cambio que se tradujo en más derechos para los indígenas".
EliminarPara España sus territorios en América no eran simples colonias, en realidad eran la España de ultramar. La intención de España era reproducir la metrópoli en América, por eso los españoles construyeron tantos hospitales, universidades y escuelas allí.
Para acabar, y perdón por el tocho, Roca Barea da una explicación a por qué EEUU ha sido desde su creación una nación exitosa, mientras que las repúblicas que surgieron del Imperio español en América han experimentado un fracaso tras otro. Existe un esquema mental al respecto, el cual procede de la historiografía del siglo XIX, que viene a achacar la responsabilidad de este asunto a quienes colonizaron unos y otros territorios. El resumen sería que Norteamérica (o EEUU) es próspera porque allí hubo colonias inglesas, mientras que los países fracasados surgieron precisamente en territorio hispano. El debate es muy interesante y creo que la autora lo resuelve de forma acertada. Hubo un Imperio español en América que duró más de tres siglos, y hubo un proyecto de imperio británico en el territorio de EEUU que fracasó. Los españoles llegaron a América en 1492 y en cincuenta años habían conquistado más de quince millones de kilómetros cuadrados (con la inestimable ayuda de muchos indígenas, por supuesto). En 1584 Sir Walter Raleigh exploró una zona de Norteamérica a la que llamó Virginia (en honor a Isabel I, conocida como "la reina Virgen"), pero su intento de establecer allí una colonia no prosperó. El primer asentamiento inglés en el Nuevo Mundo fue Jamestown (Virginia), fundada en 1607. Tres años después habían muerto el 80 por ciento de los colonos. En 1620 llegó a América el Mayflower, un acontecimiento considerado por la mitología fundacional como el origen de las famosas Trece Colonias y por tanto de EEUU. Hay que señalar que aquel barco iba tripulado por puritanos (similares a los calvinistas) que huían de las persecuciones anglicanas. Los prófugos del Mayflower fundaron la colonia de Plymouth. Ciento cincuenta años después, los colonos ingleses habían podido llegar a controlar un territorio aproximadamente tan grande como España. A finales del siglo XVIII, cuando EEUU se independizó de Inglaterra, los territorios americanos controlados por España, además de mucho más extensos, eran asimismo mucho más prósperos que los del Norte. En 1800 la América española contaba con las ciudades más pobladas y con las mejores infraestructuras del continente. México tenía 137.000 habitantes, y Lima, Bogotá y La Habana superaban los 100.000. En cambio Boston, una de las ciudades más pobladas del Norte, tenía 37.000. La prosperidad en el Norte se alcanzó después de la independencia, no antes. A comienzos del siglo XIX el Imperio español estaba cerca de su final, mientras que el del Norte, que era estadounidense y no inglés, comenzaba a expandirse: en sesenta años multiplicó por ocho su superficie.
EliminarEn resumen, el Imperio español era próspero, al menos en comparación con otros lugares de su época, mientras que la prosperidad de EEUU se debe a los propios estadounidenses, no a los ingleses. Así pues, la suerte que han vivido los países americanos tras su independencia no parece que guarde mucha relación con sus respectivos colonizadores. Quedarían por explicar los motivos de las sucesivas crisis que han vivido las repúblicas independizadas de España en América. Como imperio que es, tras expandirse rápidamente los EEUU se han caracterizado desde el siglo XIX por intervenir en el resto del continente americano, al que han considerado su patio trasero, y es innegable que este intervencionismo (o imperialismo) ha condicionado en gran medida su historia. Pero esto, que es cómodo y tranquilizador porque echa todas las culpas a otro, no explica del todo la crisis permanente que existe en Hispanoamérica desde hace dos siglos (una crisis que quizá sí explica las intervenciones yanquis en esos países, y no al revés). Copio unas palabras de Roca Barea al respecto:
Eliminar"No es asunto de este libro, pero hago notar que los territorios de un imperio, cuando este se derrumba, pasan por una larga etapa de problemas sociales y políticos, y se ven arrastrados por toda suerte de tendencias disgregadoras que generan una enorme conflictividad. Y esto sucedió en Hispanoamérica y en España por igual. El feudalismo es el resultado de la caída del Imperio romano, esto es, del fracaso del Estado. Se genera automáticamente una situación feudal siempre que se produce esta quiebra estatal, porque el feudalismo no es más que la búsqueda de alianzas personales por encima de la ley. El mundo se vuelve demasiado inseguro para confiar en extraños. Consciente de que la situación de Hispanoamérica era pareja a la de Europa tras el fin del Imperio romano, Simón Bolívar dijo que era necesario dejar que América del Sur hiciera su Edad Media. De semejante manera, viven los Balcanes en una situación de angustia permanente. Las terribles guerras que allí se han comenzado tienen una relación directa con el final del Imperio otomano y el Imperio austrohúngaro. El Imperio español hizo durante varios siglos que el milagro e pluribus unum fuera posible, y cuando el imperio faltó, afloraron todas las diferencias de sustrato, que eran enormes, y lo que triunfó fue ex uno, plures".
De aquí se podrían extraer algunas conclusiones. Una sería que el Imperio español se asemejaría bastante más al romano que a la URSS. Y otra sería una pregunta: ¿qué pasará cuando se acabe el Imperio estadounidense, del que por cierto formamos parte?
Un saludo.
Un pequeño apunte, no historico sino climatologico. La Pequeña edad de hielo no fue una edad de hielo, ni pequeña, ni grande, ni nada remotamente parecido en en lo mas minimo. Fue simplemente un periodo en el que hubo algunos inviernos especialmente frios (con picos de temepratura muy altos tambien, algo inexistente en nada parecido a una edad de hielo, de hecho, durante el minimo de Maunder se registro el invierno mas calido en 350 años) pero nada mas.
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