No podemos saber quiénes somos si no nos
conocemos y entendemos quién fue Goya y por qué pintó lienzos como “El
fusilamiento del 3 de mayo”. Tampoco podemos comprender el siglo XVII sin obras
como “El Quijote” de Quevedo.
(Genoveva Casanova al recibir un premio por
promover la cultura como directora de proyectos de la Casa de Alba).
En las últimas semanas han ocurrido cosas interesantes en las subastas de arte. Hace un par de días este cuadro sin título de Basquiat se vendió por 99 millones de euros (a los que habrá que sumar comisiones e impuestos).
Sin duda se trata de una obra impactante. Ha sido adquirida por el millonario japonés Yusako Maezawa, el cual se dedica al comercio electrónico a través de internet. El anterior dueño del cuadro había pagado por él 19.000 dólares en 1984. Es decir que el cuadro en cuestión se ha revalorizado a un ritmo cercano al 200% al año desde entonces. Eso es lo que se llama una buena inversión.
La semana ya había empezado fuerte porque el pasado día quince esta obra de Picasso fue vendida por 41 millones de euros.
Pura belleza. El mismo día esta escultura barnizada en bronce de más abajo, obra del rumano Constantin Brancusi (1876-1957), alcanzó los 52 millones de euros pese a que ni siquiera es una pieza única ya que forma parte de una serie de media docena de obras iguales, las cuales a su vez son copia de una gran cabeza en mármol que se encuentra en un museo estadounidense.
Sin embargo a mí me interesa otra venta de una escultura, en parte parecida a las de Brancusi, aunque mucho más antigua. En concreto el día 28 del mes pasado salió a la venta esta pieza de la colección Guennol y rápidamente se vendió por más de 13 millones de euros.
Sin duda se trata de una obra impactante. Ha sido adquirida por el millonario japonés Yusako Maezawa, el cual se dedica al comercio electrónico a través de internet. El anterior dueño del cuadro había pagado por él 19.000 dólares en 1984. Es decir que el cuadro en cuestión se ha revalorizado a un ritmo cercano al 200% al año desde entonces. Eso es lo que se llama una buena inversión.
La semana ya había empezado fuerte porque el pasado día quince esta obra de Picasso fue vendida por 41 millones de euros.
Pura belleza. El mismo día esta escultura barnizada en bronce de más abajo, obra del rumano Constantin Brancusi (1876-1957), alcanzó los 52 millones de euros pese a que ni siquiera es una pieza única ya que forma parte de una serie de media docena de obras iguales, las cuales a su vez son copia de una gran cabeza en mármol que se encuentra en un museo estadounidense.
Sin embargo a mí me interesa otra venta de una escultura, en parte parecida a las de Brancusi, aunque mucho más antigua. En concreto el día 28 del mes pasado salió a la venta esta pieza de la colección Guennol y rápidamente se vendió por más de 13 millones de euros.
Se trata de una extraña figurilla religiosa elaborada entre el 3.000 y el 2.200 a.n.e. en tierras de la actual Turquía y que se
conoce como “El astrónomo Guennol”. En el mundo existen solo quince de estas
esculturas (conocidas como ídolos de Kiliya), las cuales pertenecen a un período y una
cultura de la que no se sabe gran cosa. El resto de estatuillas parecidas existentes o se encuentran en
museos o se han vendido por cifras muy inferiores, en torno al millón de euros.
Sin embargo en este caso podría decirse pese a todo que la compra ha sido una "ganga" (vamos a obviar por una vez el tema de la evidente inflación de los precios del arte porque en este caso hablamos más bien de un resto arqueológico). De hecho en el año 2007 esta otra estatuilla de la misma colección, al parecer la representación de una ¿diosa? irania de hace 5.000 años y conocida como la “Leona
Guennol”, alcanzó en subasta un precio de 40 millones de euros.
Así que hoy se me ha ocurrido hacer una entrada rápida
para explicaros brevemente qué es eso de la colección Guennol, de la que seguro
que los interesados en estas cuestiones seguiremos oyendo hablar en el futuro.
La "colección Guennol" nació en 1947 y es simplemente un
conjunto de piezas reunidas de forma privada por el matrimonio formado por
Alastair Bradley Martin y su esposa Edith Park. El nombre de la misma proviene
de una palabra galesa, gwennol usada
para referirse a varias cosas, entre ellas a un pájaro que nosotros llamamos "golondrina", creo. El caso es que la palabra en cuestión gustó mucho a la señora Martin durante su viaje de luna de
miel por aquellas tierras y por eso acabó denominando al pasatiempo favorito del matrimonio durante los siguientes años: su colección de objetos de arte.
Hay que decir que la pareja podía permitirse adquirir obras de arte casi a voluntad porque tenía dinero, mucho dinero. Y tiempo libre para gastarlo. Alastair en concreto fue un exitoso hombre de negocios de los EE.UU. descendiente de una importante
familia de la costa Este (su abuelo fue socio de Andrew Carnegie). Además era una persona que no se limitó a centrarse en el mundo
de los negocios, ni mucho menos, tal es así que incluso llegó a ser toda una
personalidad en el mundo del tenis amateur. De tal forma Alastair sumó a la posesión de dinero una energía y una buena estrella muy particulares que brillaron con luz propia en lo referido a sus actividades lúdicas y filantrópicas, entre las que empezó a incluirse la adquisición de piezas de arte a finales de los años 40 como ya expliqué.
Llegados a este punto podría argumentarse que reunir montones de obras de arte no es algo para
nada extraordinario, muchos millonarios han hecho lo mismo y lo siguen haciendo
en la actualidad. Por ello lo que separa la colección Guennol de otras es
su enfoque muy particular y el desmedido éxito del mismo, producto quizás del
buen gusto, quizás de la suerte.
En primer lugar el
matrimonio renunció a coleccionar pintura moderna, como empezaba a resultar habitual
ya en aquella época y es muy común en la actualidad. En cambio los Martin se
centraron en piezas de valor arqueológico a la vez que artístico, sobre todo piezas
de cerámica, orfebrería y esculturas del período Calcolítico y la Edad de los
Metales en general, a las que con el tiempo sumaron también objetos procedentes del medievo, esculturas
de obsidiana precolombinas, o de jade realizadas en Asia, e incluso arte
africano, siempre con preeminencia como digo de esculturas realizadas en bloque
y de pequeño tamaño con formas próximas al arte abstracto de nuestro tiempo pero que en muchos casos fueron manufacturadas hace varios siglos o milenios.
Más allá de ese criterio muy general el matrimonio
Martin prescindió de cualquier enfoque organizado, no se centraron en períodos concretos ni en una cultura determinada. En cambio se dedicaron a comprar
piezas sueltas, no demasiadas, del orden de cinco o diez cada año hasta que les fueron surgiendo nuevas pasiones (por
ejemplo la pareja se interesó durante los años 70 por la protección de
los animales), todo ello mientras mantenían como principal criterio el que sus
adquisiciones fuesen básicamente “bonitas” según su opinión particular.
Lo anterior les llevó por ejemplo a adquirir algunas piezas que en aquel
momento estaban en el mercado al no conocerse en detalle su origen o su período
de elaboración y a las que por tanto casi nadie prestó atención. Y lo inesperado es que
con el tiempo, tal vez debido al puro azar o quizás porque el
matrimonio poseía un oculto sexto sentido para identificar obras notables, lo
cierto es que la mayor parte de objetos reunidos en la colección han ido
adquiriendo un renombre, un valor y, en ocasiones, un interés histórico
importante. Con ello la cotización de algunas piezas se ha disparado a muchos
millones desde las cifras a veces irrisorias (en bastantes ocasiones apenas varios cientos de
dólares de la época) pagados en su momento por el matrimonio para hacerse con ellas.
Finalmente Edith falleció en 1989 y Alistair murió en 2010 por lo que desde hace un tiempo la colección se desintegra poco a poco entre cesiones a varios museos y
el interés de los herederos por obtener "cash" de vez en cuando.
Por ello deseo aprovechar para dejar constancia aquí de mis
ambivalentes sensaciones al respecto de esta colección que me resulta
fascinante pese a sus matices un tanto perversos e inmorales. A fin de cuentas
se trató del capricho de dos pijos de la alta sociedad con ínfulas artísticas
que se dedicaron a adquirir restos antiguos casi al azar, sin pretensión de centrarse en el legado de civilización alguna, ni importarles
demasiado el contexto en que habían aparecido los objetos en cuestión (por ejemplo el Gobierno turco
piensa impugnar la venta en subasta de “El astrónomo” lo que va a dar lugar sin duda a un pleito interesante). En ese sentido su colección transpira
un espíritu casi próximo a los “gabinetes de curiosidades” que poseían algunos
nobles y monarcas europeos de hace varios siglos, cuando los jerarcas reunían en sus
palacios, acumulándolas sin aparente lógica, piezas diversas pertenecientes a
períodos y lugares variados, siempre bajo el único común denominador de que los objetos en cuestión les resultaban hermosos o intrigantes.
Resulta muy extraño ver en pleno s. XX algo así, tan caótico, pero lo cierto es que
paradójicamente este enfoque, por lo que sea, dio lugar a una colección
bastante más interesante que otras reunidas siguiendo métodos mucho más
científicos y cartesianos.
Por otro lado todo esto me trae a la mente otras reflexiones. A fin de cuentas en fechas todavía no muy lejanas las clases privilegiadas aspiraban, con mayor o menor éxito, a diferenciarse del "maloliente populacho" no solo a través del control de la riqueza sino también mediante la posesión de cultura, entendida como un signo distintivo más. De ahí que las élites de ciertos países (en ese sentido las élites ibéricas y latinoamericanas desde hace tiempo se han distinguido de otras por su vulgaridad y desgana hasta en lo relativo a este aspecto) entendiesen casi como algo consustancial al mantenimiento y justificación de su posición privilegiada la necesidad de dotarse de unos conocimientos mínimos sobre arte, historia, literatura o filosofía (campos de conocimiento sin una utilidad inmediata a los que no podían bajo ningún concepto dedicar su tiempo las personas "vulgares" que debían trabajar para ganarse la vida) y a la vez realizar de vez en cuando actos de evergetismo y de cierto "buen gusto" relacionados con esa dimensión cultural de la que hablo: desde el pago de una nueva biblioteca para una institución educativa a la donación de una colección de arte al final de sus vidas. "Desgraciadamente" durante las últimas décadas el acceso masivo a la educación, incluso universitaria, por parte de los hijos de la "plebe" ha devaluado a los ojos de esas castas dirigentes la posesión de una amplia base cultural como signo distintivo y muestra de sofisticación. Tal es así que hoy en día las universidades de élite sirven a esos grupos apenas para establecer redes de contactos, no tanto para adquirir una pátina de refinamiento humanístico que a los retoños de la aristocracia capitalista ya no les resulta indispensable al modo en que lo era para las élites victorianas o austrohúngaras de antaño.
Por eso, desde hace un par de décadas, estamos evolucionando hacia un mundo chabacano donde los grupos sociales que controlan el grueso de la riqueza ya no sienten siquiera la necesidad de distinguirse de sus siervos manteniendo la ficción de una pretendida superioridad intelectual en sentido amplio, es decir relacionada con la posesión de una cierta erudición o el papel de guardianes de un legado inmaterial. Muy al contrario, ahora los grupos sociales que acaparan los recursos entienden que, antes que dedicarse al patronazgo cultural, es mucho más útil para sus intereses hacerse por ejemplo con el control de los medios de comunicación o con la dirección de franquicias deportivas como vía que les proporcione popularidad, beneficios, y a la vez contribuya al mantenimiento de una paz social muy conveniente para sus intereses.
Por eso, desde hace un par de décadas, estamos evolucionando hacia un mundo chabacano donde los grupos sociales que controlan el grueso de la riqueza ya no sienten siquiera la necesidad de distinguirse de sus siervos manteniendo la ficción de una pretendida superioridad intelectual en sentido amplio, es decir relacionada con la posesión de una cierta erudición o el papel de guardianes de un legado inmaterial. Muy al contrario, ahora los grupos sociales que acaparan los recursos entienden que, antes que dedicarse al patronazgo cultural, es mucho más útil para sus intereses hacerse por ejemplo con el control de los medios de comunicación o con la dirección de franquicias deportivas como vía que les proporcione popularidad, beneficios, y a la vez contribuya al mantenimiento de una paz social muy conveniente para sus intereses.
En fin. Dejadme por tanto con mi nostalgia irracional y probablemente incoherente de una época en que a buena parte de los amos les interesaba al menos de forma ocasional el ejercer como mecenas de artistas realmente talentosos o adquirir objetos antiguos y bellos. Hoy somos todos tan libres e iguales que nuestros dueños ya ni siquiera necesitan gastar unas monedas en esas cosas salvo para blanquear partidas de dinero dudosas o lograr exenciones fiscales. Así que son malos tiempos para todo el que no sea un mediapunta talentoso o no sepa gruñir con ritmo mientras muestra a cámara su hermosa y blanca sonrisa.
Interesante reflexión sobre el arte y la cultura y su influencia social en las élites.
ResponderEliminarEran pijos pero "cultos" ahora ni eso.
¿Quién se preocupa hoy en día de la cultura? Es una pregunta porque la veo perdida muy perdida :(
Muy interesante , como todaslas entradas.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, he visto que utilizas muchas veces frases o planteamientos de "El Nombre de La Rosa". Es un libro que he leído varias veces, y cada vez veo que la trama detectivesca es una excusa barata para que Humberto Eco nos hable de una miríada de temas que le interesaba explicar. ¿Podrías escribir alguna entrada sobre alguno de esos temas , ya que parece ser que por lo menos el libro es de tu agrado?.
Un saludo
Tomo nota de la sugerencia aunque no prometo nada. Quizás en los próximos meses voy a tocar temas de arte más veces. Y tengo temas abiertos por cerrar cuando tenga tiempo y ganas. Veremos.
EliminarEste artículo merecería haber sido escrito por ti:
Eliminarhttp://www.jotdown.es/2017/06/ray-harryhausen-mago-la-stop-motion/
Uno de los temas más interesantes que toca Eco en el libro y que daría para una estupenda entrada es el de la misteriosa desaparición en plena Edad Media del segundo libro de la Poética de Aristoteles, dedicado a la Comedia, justo cuando..oh,casualidad! la Iglesia Católica se hayaba enfrascada en un turbulento debate acerca de la risa de Dios. A saber cuántos textos que podrían socavar los fundamentos sobre los que se ha construido el pensamiento occidental nos han sido ocultados o han "desaparecido" porque no se avenían con el constructo ideológico que a las élites les interesaba transmitir. La historia no sólo es la que han escrito los vencedores sino también la que han borrado o tergiversado para luego reescribirla.
EliminarSí. Ya dediqué a esos temas esta entrada:
Eliminarhttp://despuesnohaynada.blogspot.lt/2016/04/la-poetica-de-aristoteles.html
Ostras! Pues aún no lo había leído. Todavía estoy releyendo poco a poco todas las entradas y no había llegado a esta. Qué bien. Me pongo con ella.
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