Un día un hombre paseaba por la ciudad en una magnífica noche de luna llena y al llegar a una gran plaza se encontró con un sabio sufí amigo suyo. El hombre se aproximó y le preguntó a su amigo qué hacía allí y éste le respondió que estaba buscando algo que había perdido. Como la plaza era muy grande el hombre, deseoso de ayudar a su amigo a buscar, le preguntó que si sabía más o menos dónde había perdido aquello que buscaba. Y el sabio le respondió que creía haberlo perdido en alguna parte de la biblioteca de su mansión. Dado que la casa de su amigo se ubicaba bastante lejos de aquella zona de la ciudad el hombre, sorprendido por la respuesta, le preguntó entonces al sabio por qué estaba buscando allí, en la plaza, lejos de su casa, lo que había perdido. Entonces el sabio lo miró y le dijo: porque aquí hay más luz.
Cuento islámico
Ha pasado otra vez, nuevamente en Francia. Como sabéis el viernes decapitaron a un profesor de Geografía e Historia que había mostrado en clase caricaturas de Mahoma para hablar de la libertad de expresión. Ese hecho ha sido la espoleta que me ha motivado para publicar una serie de entradas que hace mucho tiempo que tengo en la cabeza pero siempre pospongo porque no tengo tiempo, porque estoy cansado, porque últimamente además el coronavirus está siendo un problema gordo para los profesores y porque siempre pienso que para no meter la pata tengo que documentarme un poco más, confirmar este dato o el otro, conseguir aquel artículo que tengo en la lista pero no he tenido tiempo de buscar… Pero como digo esta noticia del viernes me ha hecho pasarme el fin de semana casi sin dormir, escribiendo, para al menos aportar mi granito de arena al esfuerzo colectivo de iluminar con un poco de conocimiento las tinieblas que parecen engullirnos.
Hoy publico la primera parte y me comprometo a llevar esta serie hasta su final aunque a ese respecto no puedo asegurar cuánto tiempo me va a llevar. Pero al final los que seguís este blog sabéis que todo acaba llegando, aunque me cueste años.
La Arabia preislámica.
A mi modo de ver un buen análisis histórico de las sociedades pretéritas antiguas siempre empieza por los condicionantes geográficos para desde ahí pasar a analizar la economía y la sociedad, sobre esa base luego se analizan las estructuras políticas y finalmente las construcciones ideológicas que las poblaciones y sus élites elaboran para autojustificar su modo de vida.
En ese caso la Península arábiga de época pre-islámica era un territorio en su mayor parte desértico. La vida urbana se concentraba en la escasa franja de tierra agrícola habitable ubicada en la zona suroccidental de dicha península. De esta forma existía una dicotomía entre beduinos seminómadas, desparramados por todo el territorio y dedicados al pastoreo de ovejas y camellos, frente a los habitantes urbanos de las escasas ciudades repartidas por la franja costera de la Península y dedicados sobre todo a la agricultura y el comercio.
Analizando esto de forma más extensa podemos decir que históricamente la región había conocido conatos de civilización en torno a dos áreas muy definidas. Al Norte de Arabia habían existido durante la antigüedad importantes enclaves como Palmira y Petra que no eran sino la meta de rutas comerciales que se extendían muchos cientos de kilómetros hacia el interior de la Península arábiga. Sin embargo la expansión romana primero y la bizantina después terminaron con la prosperidad de dichas ciudades y de paso con las rutas comerciales vinculadas a ellas. Eso implico que el relevo en cuanto a la antorcha de la civilización en Arabia pasase al otro extremo, las antiguas ciudades del Suroeste de la Península Arábiga, alejadas de la amenaza militar que suponían los grandes imperios y florecientes en torno a cierta agricultura y el comercio marítimo con la costa africana.
Lo cierto es que por entonces el territorio de Arabia no solo se dividía geográfica y económicamente entre las escasas zonas urbanas cerca de la costa y el desierto que ocupaba el resto del territorio, como dije antes, sino que también se hallaba fragmentado social y políticamente en función de las zonas de control de múltiples tribus. Y, para no desentonar con lo anterior, incluso en el plano religioso existía una gran diversidad.
Cabe destacar que al Norte, en la zona de Siria, el Imperio romano primero, y su heredero bizantino después, habitualmente habían esponsorizado la creación de primitivos reinos “árabes”, como el Reino Gasánida, es decir estructuras políticas embrionarias, con jerarquías y administraciones cuasiestatales y sedentarias, para que sirvieran de tapón frente a los nómadas tribales de más al Sur. Esos árabes de la región siria en la época de la que voy a hablar se habían vuelto mayormente cristianos aunque de rito monofisita y se encargaban de proteger las áreas más civilizadas y pobladas de la costa palestina frente a incursiones de sus primos del Sur, es decir los nomadas que habitaban el desierto arábigo.
Sin embargo cuestiones políticas, básicamente las disensiones por motivos religiosos, acabaron debilitando enormemente los lazos diplomáticos de los reinos de la zona con el Imperio bizantino. Por lo que en el momento del que voy a hablar esos diques de contención frente a los habitantes de la zona de la actual Arabia estaban resquebrajándose.
Mientras tanto, entre los primos del Sur, al margen de la presencia en las escasos núcleos urbanos dignos de tal nombre de algunos grupos de cristianos y sobre todo de judíos, abundaban como ya he dicho las creencias politeistas y animistas de todo tipo, aunque hacía tiempo que se había asentado pese a la fragmentación tribal una cierta conciencia de unidad étnica entre las tribus árabes, lo cual las llevó a converger precisamente en torno a Makkah (o La Meca como decimos nosotros en español) como centro de peregrinación, ya que en aquel lugar se ubicada una piedra negra sagrada (probablemente un meteorito) emplazada a su vez en un pequeño santuario pagano llamado la Kaaba.
La piedra, hoy en día. |
Dicha piedra no era algo particularmente excepcional, ya que hay más noticias durante la antigüedad de “piedras negras” caídas del cielo y tomadas por divinidades caídas u otros elementos de culto, por ejemplo existen noticias de una que llegó a estar ubicada en un santuario al que rendían culto los pueblos gálatas del centro de Anatolia, o el mismo Omphalos custodiado en el santuario griego de Delphos. Sabemos también que en el año 205 a.n.e. los romanos buscaron en los Libros Sibilinos alguna indicación de como salir victoriosos en la Segunda Guerra Púnica. La respuesta fue que debían ir a la ciudad anatolia de Pesinunte y obtener una piedra negra que se guardaba y veneraba en un santuario hitita. Esa piedra, que era posiblemente un betilo, es decir, un fragmento de meteorito, fue llevada a Roma y asimilada al culto de la Gran Madre de los dioses (Cibeles), a la que se levantó un templo en el Palatino. Arnobio, un retórico cristiano que escribió en los primeros años del siglo IV de nuestra era, afirmaba haberla visto con sus propios ojos colocada todavía en la cabeza de la estatua de la diosa en su templo romano. Por su parte en territorio de la actual Siria en el s. III alcanzó su culmen el culto de El-Gabal, un antiguo dios solar semítico encarnado nuevamente en un meterorito sacralizado, en su caso tallado de forma fálica (para que quede claro, en forma de polla, es decir la gente adoraba un trozo de meteorito con forma de polla, porque ese es el tipo de cosas que caracterizan a las sociedades primitivas mientras que las sociedades avanzadas se permiten estupideces más sofisticadas como votar a Donald Trump o creer en la homeopatía). Esta última piedra se hizo tan popular y su culto tan lucrativo para quienes lo controlaban que uno de los sacerdotes de dicho culto llegó a ser emperador romano y por ello una de las primeras medidas de su gobierno fue la de latinizar el nombre de la divinidad (que pasó a llamarse Elagabalus, de ahí Heliogábalo nombre que quizá os suene más) y llevar esa piedra también a Roma.
Teniendo todo eso en cuenta la famosa piedra negra centro de los cultos preislámicos sobre los que luego actuaría el Islam no era nada particularmente interesante o único, ni por supuesto de origen divino. Pero eso, obviamente, los árabes de época antigua y medieval no lo sabían, así que en el período del que voy a hablar cada año se celebraban rituales y mercados en torno al santuario de la piedra en cuestión a la cual se atribuía además la capacidad para estimular la fertilidad de las mujeres.
Es en ese escenario donde aparece la figura de Mahoma quien realizó la síntesis de dichos elementos paganos con el cristianismo y el judaísmo para dar lugar a un nuevo culto (tal es así que, por ejemplo, el hach o peregrinación a la La Meca, uno de los preceptos de la religión instaurada por Mahoma, incluye todavía hoy un ritual para recordar y honrar el momento en que Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo a petición de dios). Esa nueva religión, el islamismo, tuvo la virtud de convertirse en elemento de unión política entre las tribus de la región (capaces de iniciar una guerra de cuarenta años por un miserable camello), sin que eso significara el sometimiento de ninguna al poder de otra, aportando además el estímulo para que esas tribus arábigas se lanzasen a una fulgurante expansión militar hacia el exterior de la Península.
En cierta forma podemos entender que el Islam operó en sus primeros momentos de una forma semejante a cómo lo había hecho más de mil años antes el monoteísmo judío: sirvió de fermento nacional en torno al que aglutinar una confederación de tribus seminómadas (y de hecho es muy probable que ese propósito, esencialmente político, jugase un importante papel en el pensamiento de Mahoma).
Así pues la religión que se inventó Mahoma a través de un proceso de sincretismo mezclando las diversas creencias locales y dogmas de las grandes religiones próximas, ofreció a los desunidos pueblos de la zona un nexo de unión que estaba por encima de ciudades y tribus. Pero en este caso además aportó un novedoso objetivo común en torno al que canalizar la fuerza que se acaba de liberar: la guerra santa (o el Jihad, al parecer hablar en castellano de la Yihad, en femenino y con letra “Y” es un error) encaminada a extender dichas creencias y obtener de paso pingües beneficios en forma de botines de guerra y nuevas posesiones de tierras fértiles. Pero no nos adelantemos.
Las primeras predicaciones de Mahoma.
Mahoma (castellanización del nombre árabe Muhammad), nació en torno al año 570 de nuestra era (las fechas las daré siguiendo nuestro calendario y no según la cuenta del tiempo islámica para simplificar las cosas). Durante su niñez fue criado por diversos parientes ya que su padre murió dos meses antes de nacer él y su madre falleció cuanto él tenía apenas seis años de edad. Debido a ello su tío Abu Talib se hizo cargo de Mahoma desde los ocho años y lo inició en el oficio de caravanero.
Eso es clave porque como dije antes el Islam en sus orígenes nació en el fondo más que como algo completamente original como una curiosa mezcla resultante de juntar profetas y elementos diversos procedentes de varios credos del entorno. De hecho Mahoma unió el culto animista de la Kaaba, pero despojado de su sentido inicial, con un enfoque en cierta medida judío, es decir, entendiendo el culto inicialmente como vehículo de nacionalización de un pueblo, muchas leyes para reglamentar aspectos de la vida cotidiana, apelaciones a personajes del Antiguo Testamento, etc., y todo ello finalmente salpicado también de diversos elementos cristianos. Esto nos indica que Mahoma, quizás gracias al oficio que desempeñó en la primera parte de su vida, pudo entrar en contacto con viajeros, sacerdotes y creyentes del entorno arábigo del momento y así recolectó un compendio de ideas religiosas (monoteísmo de alcance universal, normas de conducta con fuerte componente ético, recompensa en forma de vida tras la muerte...) que, si bien no eran para nada innovadoras, representaban una visión de conjunto que estaba ligeramente más allá del alcance de un beduino común en aquella época aún aferrado a los ritos simples de creencias ancestrales muy básicas y con un fuerte componente tribal.
Además a lo anterior se sumó otro hecho afortunado. A los veinticinco años su matrimonio con una muy acaudalada viuda de La Meca llamada Khadijah, de cuarenta años de edad, mejoró mucho la posición socioeconómica de Mahoma.
Esto resulta interesante por dos cosas. En primer lugar porque me permite señalar una de las primeras entre las muchas incongruencias y cinismos en torno a los que poco a poco se va a construir la naciente fé islámica. En otras palabras, es interesante anotar que mientras Khadijah vivió parece que Alá hablaba por boca de Mahoma en términos favorables respecto a los derechos de las mujeres, al menos en relación a lo normal en su tiempo, mientras que Mahoma le fue mayormente fiel a su rica y poderosa esposa. En cambio tras su muerte resulta que Mahoma, ya convertido en un hombre respetado y dueño de una pequeña fortuna personal así como de esclavos, procedió a casarse una y otra vez (hasta una docena de veces que se sepa) con mujeres cada vez más jóvenes (como el caso de Aisha, su favorita con la que se casó cuando ella tenía unos ocho o nueve años de edad y parece que mantuvo relaciones sexuales, aspecto relevante porque según ciertos enfoques puristas serviría para dilucidar, o al menos tener una pista, a partir de qué edad Alá considera que se puede chingar), por supuesto siempre justificando lo anterior por motivos diplomáticos, es decir matrimonios para obtener alianzas, y ya poco después de la muerte de Mahoma, en tiempos de sus primeros sucesores vamos a ver cómo las posiciones islámicas respecto al mundo femenino (pese a que en teoría la nueva fe les otorgaba múltiples derechos sobre el papel) entran en una caída imparable hasta el punto de que probablemente Khadijah jamás se hubiera casado con alguien que defendiera las posiciones favorables a la absoluta irrelevancia social de la mujer que los sucesores de Mahoma pasaron a sostener. Pero no adelantemos acontecimientos.
Además la riqueza de Khadijah procedía esencialmente del comercio y este es un dato interesante ya que al empezar a ocuparse de los negocios de su mujer, los viajes (sobre todo a la zona de la actual Siria) y contactos con gentes diversas realizados por Mahoma en relación con esa actividad (así como anteriormente al servicio de su tío) le permitieron sin lugar a dudas conocer las ideas de los sacerdotes cristianos (quizás nestorianos) así como también de diversos sabios judíos y, por tanto, entrar en contacto con los principios fundamentales de las dos grandes religiones monoteístas presentes en las zonas cercanas a Arabia por entonces.
En ese contexto durante el año 610 de nuestra era Mahoma comenzó, según la tradición, a experimentar visiones proféticas y a escuchar voces misteriosas en su cabeza. Hoy eso es algo que se trataría con dosis crecientes de Haloperidol, Seroquel o tal vez Risperdal y consultas periódicas en algún departamento de salud mental (y esto no es un chiste, simplemente es la aplicación de la ciencia al análisis histórico, extraer las consecuencias evidentes que se imponen tras lo anterior), pero en su caso inserto como estaba en una sociedad todavía un poco menos desarrollada que la de los vecinos que adoraban meteoritos con forma de polla, lo llevó a ser considerado un hombre en contacto con alguna suerte de divinidad y a ganar sus primeros adeptos en su círculo de amigos y familiares. Es interesante hacer otra precisión aquí. Sus visiones proféticas no comenzaron cuando era un huérfano pobre, al que por tanto tal vez hubieran expulsado de la ciudad a pedradas por molesto, sino cuando ya poseía una posición social establecida. Recordad que, incluso en sociedades primitivas, la diferencia entre "gilipollas" y "excéntrico" muchas veces no es algo absoluto sino relativo y muy condicionado a las posesiones materiales y las redes de contactos. De esta forma en torno al año 612, tras haber explicado sus visiones a su círculo de familiares y amigos, Mahoma inició la predicación abierta de una nueva religión monoteísta en su ciudad.
A este respecto hay que tener asimismo en cuenta que las predicaciones de Mahoma no solo implicaban cuestiones religiosas sino que, como solía ocurrir en todas las sociedades premodernas, lo anterior iba indisociablemente unido a cuestiones de orden político.
Así Mahoma comenzó a predicar la existencia de un nuevo dios único, pero en consonancia con lo anterior también empezó a realizar exhortaciones a favor de la redistribución de la riqueza a través de la limosna o la ruptura con las rígidas separaciones sociales entre los diversos clanes y tribus de la zona, además de ofrecer, por supuesto, la esperanza de una vida tras la muerte la cual compensaría en cierta forma los sinsabores de la vida cotidiana en este mundo injusto para aquellos que siguiesen los preceptos de la nueva doctrina.
En esencia y salvando las distancias (es una metáfora) la irrupción de Mahoma en la vida pública de La Meca de comienzos del s. VII tuvo un efecto equivalente a la aparición en la escena política actual de un nuevo partido con un programa fuertemente populista.
Debido a ello pronto sus ideas gozaron de una fuerte expansión entre las clases inferiores de la ciudad, pero a la vez esto hizo que Mahoma y sus seguidores empezasen a ser vistos con recelo por parte de las clases altas de La Meca con la excepción de tres ricos mercaderes: Abu Bakr (amigo de la familia de su mujer), Utmán (amigo a su vez del anterior) y Omar (perteneciente al clan Banu Adi, encargado de los arbitrajes entre las tribus).
Aquí empieza lo complicado. En aquel momento la tribu dominante en la zona era la de los Quraish, tribu a la que el mismo Mahoma pertenecía pero en su caso Mahoma formaba parte de una rama digamos pobre o no hegemónica dentro de la la misma, me refiero al clan Banu Hashim de una de cuyas ramas era cabeza su tío Abu Talib, quien lo había acogido en su casa.
Esto es importante, la sociedad en la región estaba articulada en torno a grandes tribus compuestas por miles o incluso docenas de miles de individuos, pero a efectos prácticos estas tribus estaban a su vez subdivididas en unidades más pequeñas, los clanes, a los cuales pertenecían solo unas pocas familias vinculadas por un supuesto ancestro común lejano en el tiempo.
Por de pronto quedémonos con que la mayoría de integrantes de los principales clanes Quraish estaban preocupados con la actividad de Mahoma debido a que las peregrinaciones a la Kaaba en La Meca (recordemos, en ese momento un santuario pagano) constituían un excelente negocio, como lo fueron en la Edad Media las peregrinaciones a Roma o Santiago de Compostela. De hecho incluso dentro de los Banu Hashim, clan de Mahoma que presenté como un clan pobre para simplificar, había ramas pobres y ricas. Los ricos se agrupaban en torno a otro tío de Mahoma, Abas al-Mutalid, pero su riqueza provenía de controlar una fuente de agua cercana al santuario de la Kaaba, la cual vendían a los peregrinos. De ahí que inicialmente combatieran incluso militarmente a los seguidores de Mahoma.
En otras palabras, esos clanes ricos que eran básicamente comerciantes, dueños de caravanas y quienes controlaban los escasos pozos de agua de la región, se beneficiaban económicamente de toda esa actividad en torno al santuario de la ciudad. Debido a todo ello veían con recelo cualquier cambio religioso que pudiese estropear su fructífero negocio o poner en cuestión el poder político que poseían, derivado de la riqueza anterior. Mahoma en cambio, en esos primeros momentos de su trayectoria condenaba esas peregrinaciones por ser impías. Voy a añadir que uno de los clanes poderosos entre los Quraish, una de las ricas y corruptas familias que inicialmente se opusieron al movimiento “radical” representado por Mahoma era la de los Banu Umayyah, es decir los “Omeyas”, los cuales vamos a volver a ver aparecer más adelante. Igual que volverán a aparecer en el relato los allegados de Abas al-Mutalid, recordemos a la cabeza de los Banu Hashim ricos, quienes tras perder diversos enfrentamientos o ser hechos prisioneros vieron la luz, se convirtieron a la nueva religión y con el tiempo dieron lugar a otra dinastía que os sonará: los Abasidas. Al final, al menos en parte, esta es también la historia de siempre de todas las religiones y movimientos políticos (porque las religiones, insisto, son en gran parte eso). Es la sempiterna historia del líder de los desfavorecidos y del movimiento de base popular que emerge al grito de Otan No, bases fuera, Go home malditos gentiles romanos que sois unos herejes... y luego llegá el éxito y el dinero, y/o el líder muere, sus familiares directos también desaparecen de la historia o se les fuerza a ello, el grupo inicial se convierte en una estructura de miles de personas que jamás conocieron personalmente al líder original pero cuyo bienestar personal depende del “movimiento”, llegan las charlas en reservados con gente importante y claro… pero bueno ya llegaremos a ello, espero.
No obstante he de añadir algunos detalles, porque en esos años entre el 613 y el 622 en que los seguidores de Mahoma eran minoritarios en La Meca, antes de verse obligados a huir, algunas tradiciones mantienen que a Mahoma le ocurrieron dos cosas muy raras.
Cosas que se arreglan con Risperdal por la mañana y Orfidal para dormir.
No tenemos muchos datos sobre la vida de Mahoma, como no los tenemos de la vida de Jesús o de Buda, y además muchos de los que tenemos son controvertidos o existen diferentes versiones sobre el mismo acontecimiento todas las cuales dicen ser válidas sin que tengamos modo de dilucidar claramente cuáles están en lo cierto. Sin embargo una de las versiones sobre la vida de Mahoma que se apoya en textos antiguos (el suceso es mencionado por varios de los primeros autores islámicos que trataron en sus textos la vida y hechos de Mahoma) habla de un curioso cambio de punto de vista ocurrido en torno al año 615 cuando el poder del naciente credo islámico aún era muy débil. Me refiero al llamado incidente de los Versos Satánicos, que quizás a alguno le sonará como título de un polémico libro de los años 80.
Básicamente Mahoma, para congraciarse con las autoridades de la ciudad de La Meca (que, como hemos visto, le eran hostiles) pronunció unas palabras en las que más o menos aceptaba la existencia de tres diosas del panteón politeista de La Meca asegurando a sus seguidores que eran hijas de Alá. Al día siguiente se desdijo de estas palabras explicando que el arcángel San Gabriel le había informado que las palabras que el pronunció tras oírlas en su mente no procedían en este caso de Alá sino que era el diablo (ese cabrón) quien se las había sugerido.
Vamos a ver. Mahoma no recibía muchas de sus revelaciones como se esperaría de un dios juicioso que conozca la lógica humana: es decir Alá quiere transmitirle algo, pues envía un ángel que le habla detalladamente a Mahoma de lo que Alá espera que haga o diga en su nombre y a ser posible lo hace antes varios testigos para evitar luego problemas y malas interpretaciones. En el caso de Mahoma, al margen de alguna visión experimentada en soledad, normalmente lo que ocurría según la tradición es que a su boca empezaban a llegar palabras supuestamente inspiradas por Alá, sin control, e incluso otras veces, y ahí el problema, Mahoma percibía voces en su cabeza que a veces le hablaban de forma (convenientemente) confusa.
Sigamos, como dije más atrás este evento de los versículos rectificados fue mencionado durante algún tiempo como histórico, pero a partir del s. X la ortodoxia islámica ha pasado a negarlo en base al poderoso argumento lógico de que entra en contradicción con la doctrina teológica de la ´isma (algo así como la infalibilidad del profeta).
Al margen de que resulta curioso comprobar cómo tarde o temprano casi todas las religiones se protegen mediante un mecanismo dogmático que convierte en imposible que el profeta de turno se haya equivocado sin más (y además dicho mecanismo normalmente es teorizado tras la muerte del profeta, por lo cual ni él mismo puede pronunciarse en contra de esa sacralización que puede en último extremo llevar a dotar de significado cada uno de sus actos un poco a voluntad del teólogo de turno). Al margen de lo anterior como digo este hecho, en caso de ser cierto, sirve para mostrar los comienzos un tanto a trompicones del credo islámico, como si se fuese inventando sobre la marcha en base a una mezcla de desvaríos y conveniencias políticas.
Pero como estos hechos no son invariablemente aceptados olvidemos esto por un momento, aunque volveré sobre ello más adelante porque hay más eventos, en este caso indiscutiblemente aceptados por el dogma islámico, que sirven para mostrar algunas de las cosas que acabo de insinuar.
Uno de esos ellos, indiscutiblemente aceptado dentro del Islam, es que en torno al año 620 Mahoma realizó, agarraos, una especie de viaje astral con dos partes. Durante su primera parte o Isra, Mahoma viajó en el espacio de una noche a un lugar que no se cita expresamente pero las tradiciones acabaron situando en Israel. Algunos estudiosos islámicos han intentado puntualizar que el relato anterior se refiere a un viaje interior, espiritual, pero lo cierto es que muchas tradiciones islámicas aún hoy lo consideran un viaje real. De ahí que por ejemplo la creencia literal en todo lo anterior haga que muchos musulmanes estén dispuestos a matar o morir en relación al control de la mezquita de al-Aqsa ya que el lugar en el que está ubicada podría haber sido el destino de dicho supuesto viaje. Si, me refiero a ESA mezquita, situada en pleno corazón de Jerusalén y edificada siglo y medio después de la muerte de Mahoma en un ejercicio de evidente sincretismo (se supone que la explanada de las mezquitas es justo precisamente donde Abraham casi sacrifica a uno de sus hijos y por tanto allí es donde se ubicaría también el celebérrimo Templo de Salomón) por mandato de la dinastía omeya (si, los descendientes de una de las familias ricas de La Meca que en los momentos de lo que estoy hablando se preparaban para echar a patadas a Mahoma de La Meca y que años después cuando las tornas cambiaron se convirtieron a la nueva religión y con el tiempo, pacientemente, se hicieron con el control del cotarro religioso que Mahoma se inventó, con lo que necesitaban legitimarse de alguna forma).
Por si lo anterior fuese poco se supone también que en una segunda parte del viaje, llamada Mi´raj, Mahoma viajó al cielo y al infierno (durante este viaje se supone que iba montado en el bicho de más arriba, un Buraq, lo que le ayudó a volar) y vivió otra serie de simpáticas aventuras como charlar con Abraham y Moisés. Que Abraham y Moisés no sean siquiera personajes históricos reales sino la personificación de mitos fundacionales no importa demasiado llegados aquí.
Pues bien el caso es que con esto de los viajes astrales y otras cosas el tiempo fue pasando y a medida que los seguidores de Mahoma aumentaban también lo hacía la animosidad hacia Mahoma de los líderes Quraish (algo así como los dueños de las empresas del Ibex-35 de la época) ya que lo consideraban como un advenedizo que de repente mediante sus supuestos dones proféticos estaba generando una fuerte agitación social, explotando el descontento que él mismo fomentaba y acumulando seguidores a través de los cuales podía intentar con el tiempo hacerse con el poder en La Meca (algo que, de hecho, era muy probablemente el verdadero objetivo de Mahoma). Además al mismo tiempo, quizás por cálculo político, quizás por convencimiento, pero en todo caso de forma muy oportuna, Mahoma amenazaba con arruinar las bases de algunos de los prósperos negocios de los líderes Quraish al poner en cuestión los peregrinajes al santuario de la Kaaba del que en última instancia dependían buena parte de los ingresos económicos de todos ellos, ingresos de los que a su vez dependía su posición social y su control de la política de la ciudad.
Dado que en esos momentos el volumen de sus partidarios todavía era insuficiente y que en los años precedentes habían muerto tanto Abu Talib como su esposa Khadijah, es decir sus principales valedores y protectores, llegado un punto Mahoma se vio obligado a marcharse de La Meca, acompañado de buena parte de sus seguidores, para instalarse en la ciudad de Yatrib (la actual Medina, ubicada unos 300 km. más al Norte) a mediados del año 622. Dicho acontecimiento seminal (la Hijra o “Hégira”, “la fuga”) marca para los musulmanes el inicio de su sistema de cómputo del tiempo.
Mahoma en Medina. Alá se pone duro.
El paso por Medina de Mahoma es CLAVE, por ello voy a detenerme en él. En esa ciudad en aquel momento existía una importante presencia del judaísmo y de hecho parte de las tribus árabes preeminentes en la zona profesaban dicha religión (esto hoy en día resulta sorprendente, claro está), caso de los Banu Nadir, los Banu Qaynuga y los Banu Qurayza. A la vez, enfrentada a estas poderosas tribus había una amplia masa de población local de religión naturalista-animista, pagana. Por tanto, a diferencia de La Meca, controlada de facto por los clanes ricos Quraish, Medina estaba dividida, no había una fuerza hegemónica y esto dio margen a Mahoma para jugar a varias bandas en su intento de hacerse con el poder en la zona.
Tras asentarse en la ciudad y construir la primera mezquita (según la tradición aquí Alá por una vez no tuvo nada que ver sino que se eligió como emplazamiento el lugar donde primero se tumbó la camella en la que viajaba el profeta) de inicio Mahoma y sus seguidores intentaron aproximarse al importante colectivo judío de la ciudad, grupo con el que compartían la idea de monoteísmo. Quizás por ello, qué casualidad, los seguidores de Mahoma empezaron a difundir con profusión la anécdota del viaje astral de Mahoma (ese del que en su primera parte en principio no estaba claro el destino) identificándolo con un viaje a Jerusalén.
Asimismo, quizás por conveniencia política me planteo yo, resulta que la embrionaria comunidad de discípulos que lo seguía empezó a rezar en dirección a Jerusalén (sí, a Jerusalén, no a La Meca) todo ello supuestamente por deseo de Alá a través de las palabras de Mahoma. Y esto no se sabe a ciencia cierta pero podemos suponer que también probablemente en ese momento se generalizaron una serie de prácticas informales que aún se conservan dentro del Islam, como la circuncisión o el no comer cerdo. ¿Ahora se entienden, verdad?
Pero el caso es que los judíos son como son y Mahoma no era el primer cantamañanas con el que se topaban en su milenaria existencia. Es muy difícil para un trilero engañar a otro trilero y lo mismo pasa con los iluminados.
Así que pese a todos esos esfuerzos los judíos siguieron sin querer saber nada de la nueva religión que predicaba Mahoma ni aceptarlo como líder indiscutido en la ciudad. Y eso, ay amigos, enfadó a Alá que corrigió a Mahoma. Se había equivocado (maldita calamidad), rezar en dirección a Jerusalén NO era lo que realmente Alá le había querido decir una de las últimas veces que se había puesto en contacto. En realidad lo que había dicho era que había que rezar en la dirección contraria, concretamente hacia La Meca. Es más Alá sugirió a Mahoma que debía pasar a ser el líder político de la comunidad, una comunidad que tenía que empezar a expandirse usando medios violentos si hacía falta. Se habían acabado las tonterías. El negocio de la predicación parecía estancado, habían sido expulsados de La Meca, en Medina se encontraban en un situación de empate técnico en la lucha por el control de la ciudad y para colmo en los enclaves urbanos de la costa Este de Arabia, es decir en la otra esquina de la Península otros predicadores estaban empezando a repetir la jugada difundiendo intentos de unificar a las tribus de la zona en torno a sus propias adaptaciones de la religión judeocristiana. Me refiero a profetas como por ejemplo Musaylimah, del que ya hablé brevemente en su día. Así pues había llegado el momento de usar un nuevo medio de predicación más rápido y efectivo: las HOSTIAS.
Si habéis visto Agora, la magnífica (sí, he dicho mag-ní-fi-ca) película de Amenábar y cambiáis a los cristianos de la película por los primeros musulmanes y a los paganos de Alejandría por los judíos de Medina tenéis una bastante buena descripción de lo sucedido.
Así las cosas en febrero del año 624 la dirección de las oraciones se cambió, ya no se rezaría en dirección a Jerusalén sino en dirección a La Meca. En abril los seguidores de Mahoma forzaron la expulsión de la ciudad de la tribu judía de los Banu Qaynuga. Al año siguiente los expulsados fueron los también judíos Banu Nadir. Posteriormente Mahoma haría asesinar a sus líderes. Mientras tanto a unos 100 km. al Norte de la ciudad se asentaba la tribu judía de los Qaybar. Primero Mahoma envió asesinos para acabar con su líder, Abu Rafi. Después envió asesinos para matar a su sucesor Al-Yusayr ibn Rizam, pero fallaron. Entonces Mahoma envió hombres a negociar que consiguieron convencer a Al-Yusayr de acompañarlos para parlamentar con Mahoma. Cuando aceptó lo mataron a él y a sus acompañantes. Todo por voluntad de Alá (si bien en esta época Mahoma al parecer hablaba sobre todo con el arcángel Gabriel). Tras esto gran parte de la tribu fue exterminada.
Ni que decir tiene que a continuación el resto de la población de Medina acabó convertida al Islam y aceptando a Mahoma como líder supremo. Es en ese momento cuando se inicia por fin la verdadera expansión del Islam que en adelante va a darse de la mano de sus conquistas militares. Y es ahí además cuando se irrumpe ya a las claras la peculiar unión entre religión y política que va a ser típica del Islam hasta… hoy.
Dado que Mahoma (perdón, quería decir Alá) fue adaptando su predicación a las circunstancias políticas resulta que todo teólogo islámico en función de lo que quiera resaltar puede buscar citas en el Corán procedentes de estas diferentes etapas iniciales del Islam. De tal forma igual que el dios de la Biblia cambia con el tiempo pasando a veces de un sociópata vengativo a un dios bondadoso y compasivo lo mismo sucede con Mahoma y su Alá con la diferencia que la Biblia refleja siglos de evolución en la religión judeocristiana de la mano de múltiples profetas y autores diferentes, mientras que aquí nos encontramos con una evolución vertiginosa que se produjo en apenas década y media en la cabeza de una sola persona (si fuera psiquiatra y esa persona uno de mis pacientes, esto me preocuparía).
Mahoma durante su primera etapa en La Meca. |
Mahoma durante su primera etapa en Medina. |
Mahoma durante su última etapa |
En todo caso esa estrategia resultó muy adecuada al contexto y desde ese momento el credo se extendió con gran rapidez, lo que permitió a Mahoma y sus cada vez más numerosos, violentos y militarizados seguidores, hacerse con el control de La Meca en el año 630.
Mahoma había salido de La Meca representando el papel de una especie de Gandhi con tintes de líder sindical para regresar a ella reconvertido en una especie de Gengis Khan con ínfulas mesiánicas, cabeza visible de un naciente imperio tribal en imparable ascenso. Mahoma había salido de La Meca a la cabeza de un variopinto grupo de seguidores desarrapados y pacíficos cual Hare Krishna, solo para regresar a dicha ciudad como cabeza de una potente milicia que ya no tenía ningún problema a la hora de usar la violencia para extender “LA VERDAD”, además de que parte de esos seguidores habían descubierto que dicha actividad podía resultar muy lucrativa en forma de botines tras los combates.
Pues bien, tras la conquista de La Meca, Mahoma readaptó el culto pagano del lugar haciendo gala una vez más de un curioso sentido práctico muy conveniente para sus propósitos políticos. Dado lo imposible de cambiar algo que llevaba siglos haciéndose, y que además resultaba muy lucrativo para quien controlase la ciudad (y ahora Mahoma ya no era el líder de la oposición sino el nuevo dirigente en plaza) la peregrinación a La Kaaba se mantuvo por muy pagana que fuese y pese a todo lo que había despotricado contra ella en el pasado, pero eso sí ahora se dedicaría a Alá (esto se llama sincretismo de toda la vida) y estaría también vinculada con Abraham como supuesto padre del pueblo ismailí. Dicho movimiento le sirvió a Mahoma para congraciarse con las élites de la ciudad de La Meca, hasta ese momento sus implacables enemigas, y asentar definitivamente su control sobre ellas. Además Mahoma conservó otra serie de costumbres propias de la tradición pagana tribal como la poligamia sirviéndose de ellas para tejer alianzas y, como ya dije de esa forma en ese período final de su vida se casó múltiples veces tejiendo de paso una red de alianzas con diversos clanes que le permitieron extender su influencia por toda la región cercana a las ricas ciudades de Medina y La Meca.
Podemos decir así que en general una mezcla de sincretismo, uso de los pactos tribales y terrible represión indiscriminada contra los recalcitrantes son las tres estrategias que explican la rápida expansión del Islam por la Península Arábiga en un primer momento.
No obstante Mahoma murió poco después de llegados a este punto, a mediados de junio del año 632 en Medina, ciudad donde está su supuesta tumba (y no en La Meca) la cual no ha sido especialmente bien tratada por la dinastía reinante en Arabia todo sea dicho ya que desde el radical punto de vista de su wahabismo prestarle atención rozaría la idolatría. Como la religión fomenta la coherencia y el pensamiento lógico muchos musulmanes no ven demasiado mal eso de matar por una caricatura del profeta, pero al mismo tiempo los ortodoxos guardianes de los santos lugares (esos que organizan magníficas fiestas con docenas de putas en sus yates a la vez que financian a los clérigos más conservadores), la dinastía Saud, han estado a punto de destruirla o saquearla hasta en tres ocasiones.
En todo caso, pese a lo mucho que he escrito hoy, lo interesante empieza ahora.
A la muerte de Mahoma no existía un heredero nombrado explícitamente por Mahoma y el propio profeta no había dado NINGUNA instrucción concreta sobre cómo organizarse a su muerte. Por entonces tampoco existía tampoco NINGÚN texto escrito que sistematizase los preceptos de la nueva doctrina ni un sistema que hablase sobre las normas de gobierno para la comunidad de creyentes. Y encima con la muerte de Mahoma resulta que Alá se quedó sin altavoz humano (con lo poco que le habría costado, todopoderoso como es, establecer conexión con otro profeta, o hacerse presente en sueños colectivos para así evitar el caos que se produciría un poco después y casi da al traste con su obra; es muy extraño).
Si lo pensamos bien es algo similar a lo ocurrido con Jesucristo, otro caso en el que la nueva religión se vio obligada a reinventarse casi de la nada tras la muerte del profeta sin que este dejase nada escrito de su puño y letra.
En ese momento crítico tras la muerte de Mahoma el Islam era esencialmente un conjunto de gente que controlaba las dos principales y casi únicas ciudades del Suroeste de la Península arábiga, así como sus zonas próximas. Ese grupo estaba cohesionado desde hacía unos años en torno a una serie de ritos muy básicos, esencialmente la plegaria cinco veces al día; el ayuno desde el alba hasta el ocaso en el noveno mes del año lunar (Ramadán); la limosna; y la tradición de la peregrinación a la Kaaba en La Meca (que de hecho era una tradición preislámica). Puede decirse que de forma un tanto parecida a lo que ocurrió a la muerte de Jesús, la religión a la que después daría lugar Mahoma apenas existía a la muerte del fundador, era solo un buen producto, una buena idea, pero aún el producto no dominaba el mercado, era como una pequeña llama muy débil que podía desparecer de un soplido. En cambio al crecer iba a convertirse en algo que ni Mahoma hubiera soñado.
La cuestión interesante es la siguiente. Una vez muerto Mahoma vamos a ver como diversos personajes pugnan por controlar su herencia hasta que poco a poco, casualmente, van a ser los clanes ricos e influyentes que controlaban la ciudad de La Meca antes de Mahoma los que se hagan con el poder. En el proceso la práctica totalidad de los descendientes directos de Mahoma y las personas que lo habían conocido personalmente o habían formado parte de su círculo cercano desaparecerán del tablero de juego, en la mayoría de los casos asesinados. Pues bien la puesta por escrito del Corán, que se supone que contiene la palabra de Alá revelada, será hecha bajo el control político de esos líderes, en buena parte de los casos personajes históricos ambiciosos y brutales. Y debemos creer que en lo tocante a la tarea de redactar el texto sagrado en cambio se comportaron de forma escrupulosa por… ¿la influencia divina? un poco de igual forma que debemos creer que las altas jerarquías de la Iglesia romana que no hablaban arameo ni habían visto jamás Jerusalén, ni por supuesto conocido a Jesús, cuando celebraban concilios mucho tiempo después, bajo los intereses de emperadores romanos o monarcas medievales, no transmitían a los textos religiosos errores o intereses políticos sino la pura palabra divina por influencia del Espíritu Santo.
Afortunadamente en Occidente poca gente se cree esto último (aunque en círculos políticos es probablemente más de la que sospechamos tanto en Europa como por ejemplo en el Tribunal Supremo de los EE.UU.) pero el caso es que en el mundo islámico esta creencia imposible es en gran medida masiva aún hoy, y por ello constituye entre otras cosas la base del sistema jurídico.
Hablaré de esto en futuras entradas.
Hasta entonces os dejo con un poco de música.
Hola! Me ha parecido muy interesante tu artículo; me gustaría contribuir pero no tengo ni quiero usar paypal; habría alguna otra forma? Patreon o similar?
ResponderEliminarGracias!
Jaime
Quizás debería crear algo en Patreon, pero ahora mismo no tengo. Por ejemplo escríbeme a mi correo y te doy el número de cuenta al que acabo pasando todo lo de Paypal.
EliminarFelicidades por el artículo! Que grande. No he podido evitar reírme un par de veces. Sigue la serie que esta muy interesante y explicado de forma amena. Por favor, que no sea cuestión de años ;)
ResponderEliminarY esas fotos a qué cuento vienen?
ResponderEliminarInteresante "post" y bien conducido.
ResponderEliminarUna charla de instituto muy amena y para amiguetes, pero desde un punto de vista académico y formal, penoso. Todo el elemento crítico que usted pretende introducir lo traiciona su estilo bufonesco. Me recuerda a los de CQC que convertían la crítica social en una charada. Estilo Tele5. Por loables que sean sus intenciones, su estilo las arruinan.
ResponderEliminarPues a mi me parece que ese estilo tan bufonesco que dices es perfecto para despertar la curiosidad del lector. Permite introducir mucha información se forma muy lúdica, luego habrá gente que se quede en este texto o que profundice más.
EliminarLa argumentación por reducción al absurdo es un formato de argumentación perfectamente válido, y a menudo, ante la gran cantidad de inconsistencias de la otra parte, la táctica más adecuada.
EliminarEn el plano religioso, y en general ante todo movimiento sectario, el uso del humor, el rídiculo de sus "tradiciones" y la gran cantidad de incoherencias pueden ser explotadas muy eficazmente mediante el humor.
En lo relativo a lo "académico" que pueda resultar, veo que el autor se esfuerza en aclarar sus fuentes e indica donde las fuentes acaban desaparenciendo. Proporciona también una clara diferenciación entre lo que es su argumento, su opinión, el chascarrillo y el dato frío, así que nada que objetar a lo escrito.
De hecho, el estilo y los argumentos utilizados me recuerdan mucho a los de Fernando Vallejo en el libro "La puta de Babilonia", el cual cubre muy acertadamente, la evolución del islam. Fernando Vallejo maneja también algunas fuentes adicionales, por lo que recomiendo a cualquiera interesado en este tema, que le eche un vistazo al libro.
Dicho lo cual, quedo a la espera de futuras entregas.
Pues a mi su estilo me resulta entretenido y sin embargo, su crítica no me parece objetiva y con un tufo a tiempos pretéritos.
EliminarPues a mí me encanta tu estilo. Hecho de menos, en general, esa actitud "bufonesca". Ánimo en el trabajo, que esta segunda ola va a ser muy mala.
Eliminar¿Lo académico y formal? Esa visión del aprendizaje que castiga la curiosidad, sobre todo la de los más jóvenes. Afortunadamente muchos disfrutamos de estos textos rigurosos pero con ese punto de humor e ironía que ayudan a empujar la narración y comprender mejor el subtexto. Enhorabuena al autor, tu labor didáctica es sobresaliente.
EliminarEstupendo texto.
ResponderEliminarEstare atento al siguiente.
Muchas gracias por su tiempo.
No está el horno para bollos y menos que lo va a estar. Escribir un artículo como este que otrora hubiera sido una curiosidad sin más bien puede suponer la sentencia de muerte del autor hoy en día. Tiempos terribles los que nos está tocando vivir gracias a los barbudos su censura y control religioso. No soltar un mecaguendios vamos a poder.
ResponderEliminarMuy interesante. Esperando la segunda parte. 😊
ResponderEliminarMuy revelador, al estilo del documental Zeitgeist
ResponderEliminarEse documental es una cuidada mezcla de verdades y mentiras, demostrado hace mucho tiempo.
EliminarHasta donde yo se los datos que aporta el texto son veraces; cierto es que todos los eventos que rodean la genesis de la religion tienen explicaciones mundanas ligadas a contingencias muy inmediatas para la supervivencia del la misma, pero aun asi no puedo dejar de criticarlos. Estos textos aporeticos funcionan muy mal porque confunden los hechos con la verdad. Que el islam fuese un movimiento politico de renovacion social aderezado con purgas y expansion violenta ni es nuevo ni lo diferencia demasiado de cualquier otro fenomeno social de este estilo, como pudiera ser la revolucion francesa. Vamos que la ausencia de inspiracion divina como elemento necesario en el ascenso del islam no refuta al islam en si.
ResponderEliminarLo que quiero decir, sin extenderme muchisimo, es que al puntualizar que un asesinato ha sido el catalizador para que comience una disertacion enfocada a desacralizar la figura de mahoma,el autor transmite que la violencia etnoreligiosa que experimentamos en los ultimos años es producto del islam, como miembro de un conjunto de ideologias destructivas generadoras de violencia.
La tesis de que si se consigue extirpar la ideologia destructiva se puede extirpar la violencia asociada a la misma es sostenida por numerosos autores (algunos de ellos asociados a ideologias que podriamos catalogar como destructivas en si mismas) pero a mi me parece naif, inluso contraproducente. Yo creo que el registro historico ilustra que durante estos episodios de violencia los andamios ideologicos, llamemosles islam, socialismo, nacionalismo o deuda de honor son justificaciones a posteriori. Un ejemplo muy ilustrativo de esto seria el racismo norteamericano. No es que los estados unidos esclavizaran negros porque fuesen racistas, sino que eran racistas porque esclavizaban negros, siendo la motivacion de tal esclavitud totalmente ajena a la presencia o ausencia de racismo.
Tal como yo lo veo, la violencia etnoreligiosa que experimentamos en los últimos años sí procede de una lectura literal del islam. Alimentada, eso si, por poderosos intereses geoestratégicos.
EliminarEn cuanto a la tesis que menciona, no alcanzo a ver en el texto que el autor se refiera a ella, ni para avalarla ni para refutarla. Me temo que está usted adelantándose a los acontecimientos, ya veremos en próximas entradas si es ese el camino que quiere tomar el autor.
Aunque yo casi me atrevería a decir que no :D
Salva
Grande. He tenido que parar de leer al llegar a la aclaración de la piedra de El-Gabal por el atracón de risa. Mi familia no se cree que estuviera leyendo una entrada sobre historia. Enorme el artículo.
ResponderEliminarMenuda sarta de tonterias nque escribes, encima cayendo en el error de generalizar ridiculizando al bando que te interesa y dejando en un pedestal a los de "occidente", que tontería es esa?
ResponderEliminarAnónimo18 de octubre de 2020, 17:14:
Eliminar"dejando en un pedestal a los de "occidente"" Se nota que no has leído nada más de este señor: >>> https://despuesnohaynada.blogspot.com/2015/11/almost-superstars.html
Además, todos los que despotricáis sobre este artículo, sin aportar ningún otro dato, ni justificación sólida alguna, iluminadnos, p.f.
Yihad es perfectamente válido. Escribí un comentario largo de porqué pero parece que no se ha enviado. Lo resumo: los ingleses y franceses podrán trasliterar como les dé la gana el árabe, pues nosotros también.
ResponderEliminarUn par de erratas:
ResponderEliminarfragmentación tribual -> tribal
costa palestina frete -> frente
Donald Trum -> Trump
Gracias.
EliminarNo nos dejes a medias, terminalos por favor.
ResponderEliminarNO es recomendable escribir articulos con mensajes atacando a Donald Trump, porque no es zurdito ademas porque lo mencionas que tiene que ver con este articulo, sconcentrate ene el tema puntual no seas desordenado no uses este articulo defendiendo a la progresia basura que quiere destruir al mundo libre como las lacras musulmanes que mas que seguro estan detras de todo lo que pasa en el mundo en asociacion con las lacras kabal.
ResponderEliminarReconozco algunas palabras pero no estoy totalmente seguro de que esto que he leído sea castellano.
Eliminar"No seas desordenado"
EliminarAplícate el cuento, anda.
Yo tampoco estoy segura...
EliminarUn relato excelso sobre el periodo pre-islámico, del que he aprendido bastante soltando una carcajada. Con ganas de más. Me da pena no leerte en pacot.es , como si lo hacía antes en Meri (era allí AuronIII). El tiempo es un recurso escaso y lo entiendo, pero te mereces una página en el semanal mínimo.
ResponderEliminarNo creo que le dejaran escribir estas cosas tan políticamente incorrectas en los medios del régimen.
Eliminar🤓👌👍
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo. Tanto el fondo como las formas. En esta época de corrección política donde todo es agachar la cabeza para que te la acaben cortando los incorrectos, hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre desacomplejadamente. Gracias.
ResponderEliminarMuy buen artículo: aprender mientras se ríe uno es una de las mejores cosas que se pueden hacer.
ResponderEliminarOtro extraordinario post, como suele ser habitual del Sr Surena; me he reído y me he instruído: curioso es que el tema de la multitud de piedras similares a la Kaaba que existían en la región - qué habrá sucedido con ellas, ciertamente desaparecidas de la memoria colectiva. Una pregunta tengo, quizás porque no he entendido bien esta frase: "Al Norte de Arabia habían existido durante la antigüedad importantes enclaves como Palmira y Petra que no eran sino la meta de rutas comerciales" Palmyra, que se enfrentó (inicialmente con éxito) a Roma y Petra, que tenía control sobre las riquezas del sur del valle del Jordán/Mar Muerto (azúcar, algodón y tintes) eran simples puntos de caravana? https://www.academia.edu/37336405/The_Nabataeans_in_History_Before_AD_106_in_K_D_Politis_ed_The_World_of_the_Nabataeans_Volume_2_of_the_International_Conference_The_World_of_the_Herods_and_the_Nabataeans_held_at_the_British_Museum_17_19_April_2001_Oriens_et_Occidens_15_Stuttgart_2007_25_44
ResponderEliminarHombre no es que fueran un pequeño oasis de parada para caravanas y nada más. Pero eran enclaves profundamente vinculados a las rutas comerciales que atravesaban los desiertos de la zona. Como otras grandes ciudades clave en la historia universal, por ejemplo Samarcanda, que eran muchas cosas, pero su función básica en torno a la que cobraron relevancia era esa.
EliminarVergüenza me da tener la misma carrera que tu y en la misma facultad. Y vergonzoso que un tío con tus conocimientos este fuera de esta región, y mas conociendo lo que había y supongo que hay en el Milán.
ResponderEliminarTe conocí por el articulo de la minería, y siempre que entro me acabo liando leyendo artículos y artículos y mas artículos. Te lo curras mucho. Gracias por ilustrarnos.
Aqui un morito ansioso por leer la segunda parte. Es muy interesante leer lls dos lados de la historia y analizar las sutiles diferencias en el relato
ResponderEliminarMagnífico artículo y muy necesario, esto debería enseñarse en los colegios al igual que tus otras entradas que tratan del cristianismo o de los nacionalismos. Tendríamos una población crítica que no se dejaría llevar por los gurús de turno.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu trabajo.
ResponderEliminarOye, pues para no gustarle a nadie el artículo está teniendo bastante éxito ;) A mí me ha encantado, así que voy a difundirlo por ahí (espero que no nos maten).